¡Un año onee-chan!

Hola!

El 18 de diciembre de 2014 empecé a hablar con la que sería mi onee-chan y hoy, casi un año y medio después, realizo esta entrada para entregarle mi regalo que le prometí.

Es una nueva versión del regalo de cumpleaños que le hice así que puede que haya partes no aptas para cierto público (sin nada explícito, eh xD). Así que leed bajo vuestra responsalibilidad, ¡y allá vamos!

UNA VIDA DE ENSUEÑO

CALEB

-¿Por qué llevas tanta ropa? -pregunté mientras cargaba bastantes maletas.

-Ya te lo he dicho, no es ropa… -se giró para ver cómo iba yo, sin ni siquiera ayudarme.

-¿Y entonces qué llevas?, ¿piedras? -ella rió mientras volvía a mirar hacia delante.

-No, son videojuegos, mangas y el portátil con un montón de animes descargados -tras terminar de decir aquello rió de nuevo.

Seguramente se habría imaginado mi cara de póker. Razón no le faltaba, tenía esa misma cara al escucharlo.

-¿Para qué quieres eso? -dejé caer las maletas al llegar a la entrada de la casa.

-Oye, cuidado, que lo vas a romper -respondió con un intento fallido de puchero.

-¿De verdad que estas cuatro maletas están llenas de ropa? -las miré como si fueran tóxicas o algo parecido.

-No. Ésta está llena de videojuegos, la de al lado son la de los mangas, ésa más pequeñita de color negro es la de mi portátil y la otra del mismo tamaño es la de la ropa -volvió a sonreír.

-¿Y para qué quieres todo esto si sólo vamos a estar cinco días en casa de mi madre?

-Pues para distraerme y no aburrirme -sonrió mirándome a los ojos.

Tanto equipaje para tan poca estancia…

-Oye, que para distraerte no hace falta que te traigas todos tus cacharros… -comenté acercándome a ella sonriendo pícaramente.

-No son cacharros. Y… ¿Entonces qué haría para distraerme y no aburrirme? -siguió con el juego.

-Bueno… Tengo mis métodos… -la acorralé contra la puerta sonriéndole seductoramente y a la vez pervertidamente.

-¿Ah sí…? ¿Y cuáles serían… esos métodos…? -preguntó mientras nos besábamos.

-Tendrás que esperar hasta esta noche… -y posé mis manos en su provocador trasero.

-¿No vas demasiado rápido? -susurró intentándome fulminar con su mirada.

-¿Quién sabe…? -susurré observándola.

Junté de nuevo nuestros labios y ella se apoyó en la puerta mientras me agarraba por la nuca. Sin embargo la puerta cedió sin que nos diera tiempo a reaccionar y nos caímos al suelo, quedando yo encima de ella.

-Hola parejita -saludó sonriendo mi madre y cuando nos vio soltó una risilla-, ¿he interrumpido algo?

-Buenos días, señora Stonewall… -saludó Tris muerta de vergüenza mientras nos levantábamos.

-Hola mamá, ¿cómo estás? -saludé notando que me había ruborizado levemente mientras le daba dos besos-. ¿Hemos llegado muy tarde?

-Hola hijo -correspondió mis dos besos-. ¿Tarde? qué va, para nada -sonrió-. ¿Habéis tenido un buen viaje?

-Yo sí pero él no -rió Tris mientras yo intentaba entrar como podía las pesadas maletas de mi chica.

-No tiene maña -contestó mi madre tras reír-. Venga, entremos… -comentó mientras la conducía hasta el salón.

-¡Oye…! ¡No me dejéis con todo el equipaje para mí solo…! -me quejé mientras veía cómo escurrían el bulto para ayudarme.

Suspiré frustradamente mientras intentaba no comerme el suelo con las cuatro maletas más la mía subiendo las escaleras.

No me costó mucho encontrar nuestra habitación ya que era el segundo cuarto más grande después de la de mi madre. Dejé las maletas y volví.

Mientras bajaba a la cocina, pasé por mi antigua habitación. No pude reprimir la añoranza que sentí y la abrí. Nada más abrirla mis recuerdos volvieron a mi mente como una ráfaga de viento. Los recuerdos de mi infancia me hicieron ponerme nostálgico. Suspiré y cerré la puerta.

-¿Has tenido muchos problemas para encontrar vuestra habitación? -preguntó mi madre cuando llegué a la cocina mientras se giraba para mirarme sin perder de vista la comida.

-Bueno, no mucho. Suerte que me habéis ayudado… -ironicé mientras me acercaba un poco más a ellas.

-Lo siento… -susurró Tris tras reír-. Pero tenía que ayudar a tu madre.

-Toma Beatriz, llévate esto y picad algo mientras yo termino de hacer la comida -comentó mi madre mientras le daba una bandeja.

-¿De verdad que no quiere que le ayude?

-No, además me serías un estorbo -contestó mi madre, haciendo que reprimiese la risa-. Anda, id al salón…

-Gracias -sonrió-. Ah y llámeme Tris, es como todo el mundo me llama.

Fuimos al salón y ella dejó la bandeja en la mesita situada delante del sofá. Entonces la rodeé por la cintura mientras le susurraba:

-Anda que me has ayudado, pillina…

-Lo siento -rió-. Creía que tú solo podías.

-Ya claro, tú lo que has hecho es escurrir el bulto… -siseé-. Voy a tener que castigarte esta noche…

Vi cómo se iba sonrojando paulatinamente, cosa que la hacía más adorable de lo que era. Se giró hasta quedar cara a cara conmigo y me besó.

-Eso ya veremos… -me susurró mientras me abrazaba.

-¿Quieres ponerme a prueba? -pregunté pícaramente mientras le iba besando el cuello.

-Bueno, la comida ya está lista, sólo necesita reposar unos minutos… -anunció mi madre entrando en el salón, haciendo que los dos nos separáramos rápidamente. Luego nos miró divertida y dijo-: No tardéis mucho en venir eeehh… -y se metió de nuevo en la cocina.

-Anda, será mejor que vayamos… -propuso mientras se reía por lo bajini, disimulando muy mal.

-Sí, vayamos… -comenté algo molesto por la situación.

Nos sentamos a comer mientras conversábamos un poco.

-Veo que te ha crecido un poco más el pelo, cariño… -observó mi madre mientras servía la ensalada.

-Pues sí, se lo ha dejado más largo -añadió Tris pasando su mano por mi cabellera-, ¿a que le queda muy bien?

-La verdad es que sí, ¿se lo has recomendado tú?

-No, se lo ha dejado él así. Mal gusto no tiene, ¿verdad? -respondió mientras me miraba sonriente.

-¿Podemos dejar de hablar de mí, por favor? -bufé un poco molesto por ser el centro de atención.

-¿Y entonces de qué quieres hablar? -Tris me miró a los ojos.

-¿Qué tal va los preparativos de la boda? -preguntó mi madre.

-Van bien -contesté secamente.

-Tan seco como siempre -bromeó Tris.

-Ah… -suspiró mientras nos miraba-. No me puedo creer que dentro de un mes mi Caleb se vaya a casar… ¡Con lo testarudo que es a mostrar sus sentimientos…! ¡Menos mal que ha sentado un poco la cabeza y ha encontrado una chica bien…!

-Es que Caleb también es un rompecorazones -sonrió pícara.

-¿Ah sí? Espero que no hayas roto muchos corazones… Pero menos mal que Tris está aquí para controlarte un poco.

Entorné los ojos fastidiado mientras suspiraba:

-Otra vez hablando de mí…

Y ellas dos comenzaron a reír, disfrutando de mi malestar. Cuando terminamos de comer a mí me mandaron a ordenador el trastero mientras que Tris ayudaba a mi madre en la cocina. Sólo rezaba que no ocurriera nada malo ocasionado por ella. Cuando éramos jóvenes incendió la cocina tan sólo por poner el agua a hervir…

Después de arreglar el trastero me fui a echar la siesta. Estaba bastante cansado ya que nada más tumbarme me dormí al poco rato.

-¡Despierta so vago…! -alguien me sacudió por el hombro levemente, despertándome de mala gana.

-¡Maldita sea Tris…!

Rió y se sentó entre mis piernas mientras me daba la espalda.

-¿Qué haces? -le pregunté con recelo. Me había despertado para ponerse cómoda encima de mí. Increíble, qué poco le importaba yo.

-Voy a ver anime con mi chico -respondió encendiendo el portátil.

-¿Yo? ¿Anime? -alucinaba por un tubo-. ¿De verdad piensas que voy a ver esos dibujitos?

-Cuidadito con ese tono eeehh -me regañó mientras me miraba-, que hago que duermas en el sofá esta noche…

Le tenía más apego a esos dibujos gráficos que a mí.

-Je, ¿serías capaz? -la reté en tono burlón-, ¿serías capaz de estar una noche sin mí, preciosa?

-Pues claro que sí -miró de nuevo la pantalla-. Además, he pasado más de una semana sin verte así que no tengo ningún problema por una noche.

-Qué desafiante. Sabes -la agarré del mentón para que me mirara- que te gusta mi compañía y la disfrutas. Tus ojos tienen ese brillo que irradian felicidad cuando estás a mi lado.

-Pues claro que sí, si no, no me casaría contigo dentro de un mes -y miró de nuevo al cacharro.

Tocado y hundido.

Últimamente había perdido mi facultad de dejarla sin respuestas. Seguramente sería por el nerviosismo que me atacaba cada vez que estaba cerca de mí. No podía negarlo: ella me había enamorado por completo.

Ella comenzó a ver anime sin hacerme caso mientras que yo intentaba pasar el rato mirando a otra parte. Después de un rato se me ocurrió una idea: fastidiarla. Siempre le irritaba que la distrajeran mientras veía sus series. ¿Y cuál era la mejor forma? Provocarla.

Así que empecé besarle el cuello mientras que alguna que otra vez la mordía levemente, consiguiendo que se distrajera de la pantalla.

-¿Qué haces? Para, me estás desconcentrando.

-No pienso parar… -susurré mientras seguía-. Y me alegra que te estés desconcentrando, eso significa que te gustan.

-Pues claro que me gustan idiota… -intentó detenerme sin ningún éxito.

-Puedes intentar escapar ahora pero esta noche sí que no te escapas -murmuré provocando que se pusiera como un tomate Cherry.

-Cállate idiota… Y para ya, por favor…

Haciendo caso omiso a sus suplicas, la seguí torturando. Poco a poco noté que iba desistiendo en su intento de resistirse, así que aproveché para quitarle de encima el portátil y dejarlo encima de la mesita de noche. Ella intentó protestar pero la agarré de las muñecas, tumbándola al momento pero de forma y suave y poniéndome a ahorcajadas encima de ella para no aplastarla.

-¿Pero qué haces? -intentó matarme con la mirada, sin conseguirlo claro.

-Ya lo verás -susurré antes de estrellar mis labios con los suyos.

Después de besarla apasionadamente, le fui dejando un rastro de besos desde el cuello hasta el labio y pasando también por el lóbulo de su oreja derecha. Al principio noté que estaba bastante tensa pero al final cedió y se puso más tranquila. Fue entonces cuando pasé a otro nivel y empecé besar y mordisquear su barriga mientras le subía la camiseta lentamente, haciéndola a ella más sensual de lo que era.

Pero aquel mágico sueño no duró demasiado ya que mi madre entró a la habitación. Los dos nos levantamos rápidamente, quedando en la misma postura pero con nuestra parte superior del cuerpo levantada.

-Ups… ¡Perdón!, ¡no quería interrumpir…! -exclamó mi madre muerta de vergüenza por la situación-. Tan sólo había venido a ver si Caleb me podía ayudar en cierta cosa pero veo que estás ocupado hijo, así que…

-¡Si quieres te puedo ayudar yo…! -gritó Tris atropelladamente mientras salía de la cama.

-¿Estás segura…? No quiero interrumpir nada y…

-Ya lo has hecho… -mascullé entre dientes para que mi madre no me escuchara.

-¡No, claro que no! ¡No has interrumpido nada! -sonrió como aliviada. Qué mentirosa, si seguro que estaba ansiosa de quedarse a solas conmigo.

-Oh, si insistes, vamos… -y mientras salía con mi novia le susurró algo que no conseguí escuchar bien.

-¡Mierda…! -bufé dejándome caer boca arriba en la cama.

Después de cenar, Tris se fue a cambiarse antes de dormir mientras que yo ayudaba a mi madre en la cocina. Mientras tanto iba conversando con mi madre.

-Y dime, ¿eres feliz con ella? -me soltó después de terminar de hablar de alguna memez.

-Pues claro que sí mamá, la quiero muchísimo -contesté sin poder evitar dibujar una sonrisa.

-Me alegro mucho por ti, hijo… -contestó tras una breve pausa.

-¡Qué cansado estoy…! -suspiré mientras me estiraba.

-Ah, antes de que te vayas a dormir, quiero darte algo muy especial -añadió mientras se alejaba y me dejaba extrañado.

Tras esperar un par de minutos, mi madre volvió con una manta bastante vieja.

-Toma, esto es para ti -dijo con ternura mientras me lo entregaba.

-¿Qué es eso? -puse una mueca de sorpresa.

-Esto ha pasado de generación en generación en mi familia. Mi madre me lo dio y ahora quiero que tú lo tengas. Ya sé que esto se entrega normalmente a las chicas pero como eres el único hijo que tengo, pues te lo doy -me explicó alegremente.

-¿Una manta? -elevé la ceja.

-Se llama la manta “fabrica-niños” -comentó divertida.

-¡Mamá…! -enseguida noté cómo mis mejillas iban tomando color. No me lo esperaba para nada.

-¿Qué pasa?, ¿por qué pones esa cara? Ni que no lo hubieras hecho ya…

Me quedé en silencio mientras miraba a mi madre. Sin duda fue el momento más incómodo de mi vida con mi madre, mucho más que aquella vez que le dijo a un familiar nuestro mi reacción al haberla visto completamente desnuda. Ellos dos se estuvieron riendo toda la comida.

-¿De verdad? -preguntó bastante sorprendida unos segundos después-. O sea que aún…

-Sí, aún lo soy -resoplé frustrado.

-¿Y a qué estás esperando? -y unos momentos después, cambió de tono-. Pues si es lo que creo que estoy pensando, jeje… vas a tener que sufrir un poquito más -añadió con picardía-. Pero bueno, a lo mejor esta noche cambia tu suerte…
-¡Mamá por dios…! -protesté mientras alucinaba con mi madre. Nunca pensé que acabaría hablando de mi vida sexual con ella.

Ella rió y me soltó un “suerte” mientras subía por las escaleras con aquella manta en la mano. Al entrar pude verla leyendo uno de sus mangas metida ya en la cama con su camiseta de L.

-Qué rápido te has acostado -intenté distraerla mientras intentaba esconder la manta para dejarla en algún lugar que no la pudiera encontrar y evitar posibles preguntas incómodas en el futuro.

-No te creas, acabo de meterme ahora. Por cierto, ¿y esa manta?

Paré en seco y maldije su ágil visión. Dejé la manta encima de una silla mientras me inventaba una excusa creíble.

-Nada, mi madre me la ha dado por si tenemos frío.

Ella soltó un sonoro “ah” y continuó leyendo.

Me quité la ropa y me acosté mientras le daba las buenas noches. No intentaría nada si ella no quería.

-¿No me das un beso de buenas noches? -preguntó extrañada.

Me puse nervioso ya que si le daba un beso eso podría hacer que quisiera más.

-No, que te gusta -bromeé maliciosamente.

-Serás cabrón… -soltó mientras me atizaba con la almohada en la cabeza.

-Está bien, está bien… -reí mientras me reincorporaba. Le planté un fugaz y escueto beso en los labios.

Me miró de mala gana. Reí por lo exigente que era y la volví a besar, esta vez más decentemente. Parecer ser que le gustó porque me devolvió el beso. El beso duró más de lo que pensaba y enseguida se convirtió en uno apasionado.

Perdí la noción del tiempo porque cuando me quise dar cuenta yo ya estaba encima de ella besándole el cuello. Tris estaba casi sin su camiseta de L por lo que podía ver su provocador cuerpo con su fuerte sonrojo en sus mejillas. Una imagen muy tentadora.

-¡Para…! -susurró. Se levantó bruscamente mientras se ponía bien la camiseta, sentándose en el borde de la cama que daba a la puerta.

-¿Qué pasa? -pregunté mientras me acercaba con tono dulce, intentando no asustarla.

-Na-nada…

-¿Y entonces?, ¿cuál es el problema? -continué besándole el cuello.

-¡Ése es el problema! -estalló levantándose de golpe y quedando cara a cara conmigo.

-¿El qué? ¿Mis besos?

-¡Sí, eso…!

Mi corazón recibió un pinchazo por aquella respuesta. Una dolorosa respuesta.

-¿Por qué no quieres que te bese? -pregunté bastante dolido, intentando que no se me notara.

-¡Porque si me besas una cosa llevará a la otra…!

-¿Es que no quieres hacerlo? -mi tono de voz demostró la decepción que sentí.

-¡No, no es eso…! -gritó mientras comenzaba a dar vueltas cerca de la puerta.

-¡¿Por qué no quieres que lo hagamos?! -grité levantándome de golpe perdiendo los estribos mientras me acercaba a ella-. ¡¿Acaso no te gustan mis besos?! ¡¿Acaso… ya no me quieres…? -susurré acorralándola a la pared.

Me dolía que no quisiese que la besara de aquella manera. Y más que no fuésemos a más.

-¿Cómo puedes decir eso? Pues claro que te quiero pero es que… -miró a su derecha.

-Yo lo único que quiero es que seamos felices… -siseé besándole nuevamente el cuello mordiéndole el lóbulo que tenía más cerca, es decir, el izquierdo.

Seguí besándola mientras que ella seguía mirando a su derecha hasta que se giró y me miró.

-¿Quieres jugar? -me miró bastante decidida-. Pues juguemos…

Sin que yo lo viera, me envió contra la puerta, cosa que me hizo sonreír ante su iniciativa. Me besó apasionadamente mientras que yo le apretaba su perfecto trasero con un poco de fiereza. Siguió besándome mientras que me estampaba también las muñecas en la puerta. Me sentía raro. ¡Me parecía que era yo quien estaba haciendo el papel de mujer en vez de ella…!

En un momento dado, Tris abrió la puerta de golpe haciendo que yo cediera al igual que ésta. Por suerte no acabé en el suelo pero cuando miré hacia ella, me sonrió triunfantemente y me cerró la puerta en las narices mientras echaba el pestillo.

Empecé a aporrear la puerta no muy fuerte para no molestar a mi madre mientras reclamaba que me abriera la puerta.

-Ya te puedes ir buscando otra cama, porque esta noche no entras ni en esta habitación y ni en mi cama -gritó desde el otro lado.

-En teoría, ésa no es tu cama sino de propiedad de mi madre. Y no te preocupes, que no conseguirás escapar de mí -dije antes de irme a dormir a mi antiguo cuarto.

Durante los siguientes días tuve que estar soportando la humillación que me proporcionaba mi madre al enterarse del altercado de la primera noche en su casa además de sus mofas por las múltiples huidas de mi prometida. Todo esto añadido a la frustración que tenía debido a los sutiles rechazos de Tris cada vez que intentaba quedarme a solas con ella. En resumen, unos días de infierno.

Pero durante el último día en la estancia de mi madre, lo conseguí.

Sabía que ese día se iba a duchar por la tarde porque básicamente lo había dicho en algún momento de la mañana o de la comida. Así que puse la excusa de salir a comprar un par de cosas para que Tris se duchara en ese momento más confiada.

Después de simular que me iba, me las ingenié para colarme en el baño sin que nadie me viera. Cuando entró en el baño, esperé unos segundos para que se desvistiera sin sospechar nada. Pasados esos segundos, me acerqué a ella por detrás sin que ella lo notara.

-Tris.

-¡¡Caleb!! ¡¿Qué coño estás haciendo aquí?! -reconoció mi voz mientras se giraba de golpe.

Y enrojeció a más no poder al verme por primera vez completamente desnudo. Yo comencé a sonrojarme al no saber qué decir en ese momento, pero rápidamente sonreí pervertidamente y me fui acercando.

-Te dije que no escaparías de mí, y hoy sí que no lo vas a hacer… -dije poniendo voz sensual y segura.

-Ca-Caleb…  Po-podemos esperar, no-no es ne-necesario que… -balbuceó mientras iba retrocediendo. Dios, estaba tan mona de aquella forma.

-¡Pero es que yo no quiero esperar…! -protesté sintiendo que el corazón lo iba a expulsar por la boca.

Antes de darle oportunidad a escapar, le cogí de las muñecas y la estrellé contra la pared con cierta violencia pero no con demasiada fuerza.

-¿Sabes que así estás muy sexy…?-susurré antes de empezar a besarla.

Le fui besando los labios, el cuello y por todo su erótico cuerpo mientras que nuestras respiraciones se iban volviendo cada vez más irregulares. Notaba que intentaba escabullirse de nuevo pero la tenía bien sujeta para que no huyera. Sin querer abrí el grifo del agua caliente pero lo cerré al momento, sin poder evitar que nos empapara bastante. Estaba más ocupado en que no se me escapara por la distracción de la ducha.

Seguí besándola hasta que en un momento dado la levanté en volandas mientras apoyaba su espalda en la pared, provocando que ella temblara ligeramente por el contraste de temperatura. La falta de oxígeno hizo que tuviera que parar para no desmayarme por la falta del aire, sin poder evitar mirarla. Seguramente estaba igual de sonrojado que ella.

Sin darle ni un segundo más de tregua, devoré de nuevo sus carnosos labios hasta que a ella se le escapó un pequeño gemido. Me excitó aún más y no pude evitar sonreír.

-Sssshh… ¿No querrás que nos descubran, verdad? -susurré contra sus labios.

-Lo-lo siento, no… He podido evitarlo… -estaba más roja que un tomate cuando lo susurró.

-¿Vamos a la habitación? -la miré a los ojos notando que mis mejillas ardían. Para mi alegría, ella asintió.

Me la llevé a la habitación sin que nos viera mi madre y la tumbé en la cama. Le planté un fugaz beso y luego fui a por la manta que había dejado en la silla la noche anterior.

-¿Qué haces? -preguntó extrañada.

-Mi madre me la dio ayer… -contesté sentándome en la cama-. La llaman la manta “fabrica-niños”.

Rió y se levantó para dirigirse a su maleta y rebuscar algo en ella. Luego volvió con una manta casi con la misma antigüedad que la mía y se sentó.

-Parece ser que nuestras madres también han tenido la misma idea -rió de nuevo.

Sonreí, lancé las mantas por ahí y la tumbé de nuevo. Decir que toqué el cielo con ella era quedarse corto. No paramos en toda la tarde hasta desmayarnos literalmente del cansancio a media noche, durmiéndonos casi al momento.

¡La alegría que me dio al ver nacer nueve meses después a los gemelos Shouta y Jean! El primero año fue el peor por no dormir casi pero valió la pena por ver crecer sanos y fuertes a nuestros dos tesoros. Con ellos todo era perfecto.

Con Tris todo aquello era una montaña rusa. Teníamos peleas casi siempre y lo peor de todo era por cosas tontas. Menos mal que después la reconciliación era alucinante, como nuestra primera vez. Y me iba enamorando aún más de ella.

Una vez tuvimos una gran pelea cuando los niños tenían cinco años y no conseguimos comunicarnos lo suficiente como para terminar arreglándolo.

Cada día que pasaba sin arreglarlo con ella era una tortura porque sentía que la tenía cerca pero a la vez lejos. Y eso me ponía bastante nervioso y saltaba a la más mínima, imposibilitando la reconciliación.

Por aquel entonces me encontré de nuevo con Camelia, mi primer amor de juventud y me alegró bastante encontrarme de nuevo con ella.

Había ido a comprar al supermercado y al ir a pagar me di cuenta de que me había dejado la cartera en casa. Estaba a punto de pedirle a la cajera que me guardara la compra mientras yo iba a buscar mi cartera cuando alguien se me adelantó y pagó mi compra sin mediar palabra. Al girarse para mirarme me di cuenta de que se trataba de Camelia. Al salir fuimos a tomar un café mientras nos poníamos al día con nuestras vidas.

-No hacía falta que pagaras mi compra…

-No pasa nada, lo he hecho encantada -sonrió-. Como te vi bastante apurado pues decidí echarte una mano.

-Aún así, gracias.

Me estuvo contando que trabajaba en el Hospital Inazuma y que se sentía muy a gusto en aquel lugar. Justo después de que me preguntase por mi vida, una cartera cayó con furia en nuestra mesa.

-¡Tris…! ¿Qué haces aquí? -pregunté bastante sobresaltado por el golpe de cartera.

-¡Nada…! Se te había olvidado la cartera en casa así que decidí ir a buscarte para dártela pero veo que ya no la necesitas -explicó mirando la compra que estaba a mi lado.

-¡Ah ya…! Cuando iba a pagar la compra me di cuenta de que me la había olvidado y cuando iba a dejarle la compra a la cajera para que me la guardara, me encontré a Camelia -y la señalé.

Tris miró hacia Camelia y se mostró sorprendida. Camelia se levantó y la saludó con dos besos.

-Cuánto tiempo sin verte, Tris -sonrió-. Me he encontrado a Caleb y como se había olvidado la cartera, le he pagado yo la compra.

-Oh, no hacía falta, de verdad -contestó un tanto sorprendida.

-No pasa nada, es un placer ayudar a viejos amigos -me miró sonriendo por lo que yo le correspondí.

-Bueno, me ha alegrado mucho volver a verte Camelia pero es que tengo prisa… -dijo un poco nerviosa.

-¿Por qué no te quedas con nosotros? -propuso Camelia-. Así nos ponemos al día de lo que ha pasado durante estos años.

-Oh, bueno, si no es molestia…

-Pues claro que no, cariño… -comenté acariciándole la mano.

Me miró con una mirada de represalia y se sentó. Charlamos un poco y me pareció notar una pizca de mosqueo y celos por parte de Tris. ¡Celos! Ella siempre me había dicho que no era una persona celosa y me sorprendió bastante verla así.

-¿Y qué tal vosotros? ¿Os habéis casado…? ¿Tenéis hijos…? -preguntó Camelia dulcemente.

-¡Pues claro…! ¡Estamos casados! -respondió alegremente-. Hace cinco años que lo estamos -y me cogió de la mano.

Claramente ella estaba celosa y por eso había remarcado nuestra relación delante de Camelia.

-Oh, pensaba que sólo erais pareja… Vaya, cinco años… ¿Tenéis hijos?

-Sí -respondí-, tenemos gemelos: un niño y una niña.

-Oh dios mío, ¡qué tarde es! -saltó Tris mirando el reloj-. ¡Tenemos que ir a recoger a los niños!

-¡Es verdad! ¡Sí que ha pasado rápido el tiempo! -comenté.

Nos despedimos de ella y fuimos a recoger a los niños. Luego volvimos a casa.

Mientras Tris hacía la comida y yo la ayudaba, notaba que ella me miraba de reojo de vez en cuando, como dudando de algo.

-Me ha sorprendido ver de nuevo a Camelia, ¿no? -rompí la tensión del ambiente.

-Sí, una grata sorpresa… ¿De qué habéis estado hablando? -y me miró.

-Pues de la vida y de los viejos tiempos. No ha cambiado nada.

-Es cierto, tiene la misma cara que de joven -suspiró.

-¿Qué pasa? Pareces un poco molesta… -sonreí pícaro notando su molestia a flor de piel.

-¿Molesta? ¿Por qué iba a estarlo? -me dio la espalda.

-No sé… Tal vez… ¿Te moleste la presencia de Camelia?

Y parece ser que di en el clavo porque se quedó tiesa en el sitio durante unos segundos. Luego cogió el plato de la ensalada y se dirigió al comedor mientras me contestaba:

-Pues claro que no, no digas estupideces.

Negué sonriendo ligeramente y la seguí al comedor.

Por la tarde Tris fue a realizar unos recados mientras que yo me quedaba con los niños. Ellos estaban en sus habitaciones cuando alguien llamó a la puerta.

-Hola -saludó Camelia plantándome mi cartera delante de las narices-. Parece ser que vas a tener que llevar tu cartera atada a ti porque veo que te la olvidas a menudo -bromeó.

-Muchas gracias -reí mientras la cogía-. Pasa, por favor, no te quedes ahí plantada. ¿Quieres algo de beber?

-No gracias -contestó sentándose en el sofá.

Como por la mañana no tuvimos mucho tiempo de hablar, continuamos la conversación sin que nos diéramos cuenta del pasar del tiempo hasta que se escuchó un portazo.

-¡Cariño, ya estoy aquí…! -Tris venía hacia nosotros-. Anda, hola Camelia, ¿a qué se debe esta grata visita?

-Hola Tris -sonrió-. Pues nada es que esta mañana os habéis dejado la cartera en el bar, así que decidido traérosla.

-Vaya, qué cabeza tenemos -comentó dándose una palmadita en la cabeza-. ¿Quieres algo de beber?

-No, no hace falta, gracias -se levantó-. Si yo ya me iba. Ha sido un placer veros de nuevo a los dos. Adiós -y se marchó.

Me miró de mala gana y puse una mueca bastante rara. Negó con la cabeza y fue a la cocina mientras yo al seguía para ver qué le pasaba.

-¿Qué te pasa? ¿Por qué pones esa cara?

-No me pasa nada -contestó.

-¿Y entonces por qué estás molesta?

-No estoy molesta.

-¡Pues dime lo que te pasa…! -alcé la voz poniéndome nervioso por su actitud.

-¡No me pasa nada…! -contestó con el mismo volumen.

-¡Haz lo que te dé la gana, no se puede hablar contigo…! -y me dirigí hacia la puerta, cerrándola de golpe.

Anduve por las calles mientras intentaba reducir mi ira y frustración por la situación con mi mujer. Necesitaba desahogarme. Necesitaba hablar con alguien y que me escuchara y entendiera. Así que no se me ocurrió otra cosa que llamar a Camelia, que aparte de que fuese la primera chica que me gustó, era una buena amiga que siempre me escuchaba en mi juventud. Nos citamos en un bar donde la invité.

-Y dime, Caleb -dejó su bebida en la mesa-. ¿De qué quieres hablar?

-¿Acaso no puedo quedar a charlar un rato contigo? -sonreí levemente.

-No después de habernos visto hace como media hora -rió. Parece ser que vio algo en mis ojos porque al momento su dulce expresión se tornó en una de preocupación-. ¿Qué te pasa?

-¿Tanto se me nota?

-Te conozco lo suficiente como para saber cuándo estás preocupado por algo, así que ya puedes ir diciéndolo.

-Es Tris.

-¿Tris? ¿Qué pasa con ella? -preguntó extrañada y preocupada a la vez.

-Últimamente no estamos bien. Siempre estamos discutiendo y nuestra relación se va deteriorando.

-¿Y sabes la razón por la que discutís continuamente? -posó sus brazos en la mesa, entrelazando sus dedos.

-La última vez que nos peleamos no pudimos resolverlo y eso ha estado haciendo mella.

-¿Y por qué no lo arregláis?

-Porque cada vez que lo intentamos o salta ella o lo hago yo. Así es imposible hacerlo.

Camelia me fue proponiendo diversas maneras de intentar arreglarlo con mi esposa y así estuvimos hablando hasta que se nos hizo de noche.

Cuando regresé a casa Tris estaba aún más de mal humor. Se cruzó de brazos mientras preguntaba:

-¿Dónde estabas?

-He salido a pasear, ¿o es que no puedo?

-¿Tan tarde?

-Sí, me he encontrado de nuevo a Camelia y he estado hablando con ella, ¿contenta? -ella calló y se fue al comedor. No me habló en todo lo que quedaba de noche.

Durante los siguientes días me encontraba con Camelia para charlas de diferentes temas, por lo que mi nerviosismo fue disminuyendo, cosa que hizo que Tris se pusiera más celosa, me recriminara que estuviese tanto tiempo con ella, que yo acabase explotando diciéndole que con ella al menos se podía hablar y que terminara durmiendo en el sofá.

Entonces fui yo quien experimentó los celos.

Cuando volví un día de recoger a los niños del colegio, me encontré a Shawn Frost charlando con mi mujer muy animadamente en la cocina.

-¡Hemos vuelto, mami! -gritaron los niños corriendo hacia su madre.

-¡Hola hijos míos! -y los cargó.

-¿Y vuestro padre? ¿Ya os habéis vuelto a olvidar de él?

-Jajaja, no, por allí viene -rió Jean señalando hacia la puerta donde me encontraba yo.

-Mami…

-¿Qué pasa Soul? -la miró.

-¿Quién es este chico tan guapo? -preguntó mientras le miraba absorta.

-Eso… ¿Quién es? -intervine apoyándome en el marco de la puerta de la cocina.

-Hola cariño. Soul, Jean, os presento a mi mejor amigo de juventud, Shawn Frost.

-Encantado -sonrió Shawn-. Un placer volver a verte, Caleb.

-Lo mismo digo -saludé con tono indiferente.

-Cariño -Tris dejó a los niños en el suelo-, he invitado a Shawn a comer, espero que no te importe.

-Claro, ¿por qué me iba a importar? Cuanto más seamos, mejor… -respondí mirándola a los ojos.

Después de comer, Tris llevó a los niños al colegio mientras que yo me quedé en una situación un tanto incómoda con el Príncipe de la Nieve. Nos sentamos en el sofá mientras que charlábamos en un ambiente un poco tenso. Él también lo notó.

-¿Y bien…? -rompí el silencio-. ¿Estás casado, divorciado, en pareja, soltero…?

-Soltero. De momento no he encontrado a la mujer de mi vida.

“Ni aquí tampoco la vas a encontrar” pensé mientras me quedaba observándolo.

-Al menos tú has tenido más suerte que yo -intentó sonreír, pero tan sólo le salió una mueca.

-Sí, Tris es perfecta. Soy un tipo con suerte al haberse casado con ella. No se encuentran mujeres como ella -alardeé mientras no podía evitar sonreír.

-Ojalá algún día me case con alguien como Tris…

Entonces me di cuenta de lo que insinuaba bajo aquellas palabras. Quería reconquistar a Tris. En su juventud ella había estado loca por su mejor amigo y tenía la certeza de que caería de nuevo en sus redes. ¡Pues eso no iba a suceder! ¡No mientras yo siguiera vivo porque pensaba luchar por ella! No podía permitir que un patán como aquél me la arrebatara.

Le miré desafiantemente y él no se quedó atrás en aguantarme la mirada. Durante unos segundos nos debatimos en una lucha intensa de miradas matadoras.

-Pues ya puedes irte por donde has venido porque aquí no vas a encontrarla -escupí manteniendo la mirada.

-Quién sabe, tal vez ya la haya encontrado -respondió maliciosamente, aguantándose la sonrisa de superioridad.

-Lo dudo mucho. Por aquí no hay nadie disponible.

-Pronto lo estará.

Me intentaba provocar. Y lo había conseguido.

-Ella es mía -respondí endureciendo la mirada.

-No por mucho tiempo… -el muy bastardo sonrió finalmente, sacándome de mis casillas.

-Me gustará ver cómo te rechaza sutilmente. Y cuando eso pase me reiré en tu cara.

-O se entregará a la pasión desenfrenada. Algo que tú no sabes darle, Caleb.

Tensé mi mandíbula mientras controlaba mis ganas de saltar encima de él y hacerle una cara nueva a puñetazos.

-Respóndeme a una cosa -continuó hablando el capullo-. ¿De verdad crees que ella es feliz? Porque por lo que veo, las cosas entre vosotros no van muy bien.

-¿Eso es lo que piensas…? -elevé una ceja.

-No es que lo piense, es que lo veo. Y parece ser que Tris es un libro abierto de emociones, al menos a mis ojos… -se relamió los labios mientras sonreía pérfidamente.

-Será mejor que te marches antes de que te eche a patadas de mi casa.

-Oh, ¿ya te has rendido? ¿También será así cuando veas que tu mujer se fuga conmigo?

-Mira Shawn, como no…

No pude seguir ya que Tris llegó a casa en ese momento. El desgraciado intentó sonreír pero le salió más bien una mueca que ella notó que era forzada.

-¡Qué bien que hayas llegado…! Ahora estábamos recordando viejos tiempos de nuestra juventud -puse cara de fastidio al escuchar aquella mentira tan grande como su ego.

Nos regaló una sonrisa y se sentó a hablar con nosotros. Durante la conversación noté cómo Shawn la miraba disimuladamente y cómo Tris se lo comía con la mirada, pero sin que se notara tanto. Estuve todo el rato clavándole la mirada a ella, observando sus gestos y reacciones mientras conversaba con él.

Cuando creía que nunca se marcharía, se fue y le demostré mi molestia ante su presencia. Tris fue a sacar la ropa de la lavadora y me pidió que la ayudara.

-¿Y cómo has coincidido con Shawn? -la pillé con la guardia baja.

-Pues… La verdad es que cuando volvía de comprar, él pasó con su coche a toda velocidad pasando por encima de un charco y me mojó la ropa -explicó mientras tendía la ropa.

-¿Que te mojó? -pregunté sorprendido al ver que el cabrón la había visto con la ropa mojada.

-Sí, pero yo sin saber quién era, empecé a lanzarle la media docena de huevos que había comprado a la parte trasera del coche -y sonreí satisfecho ante su acción-. Él bajó y me di cuenta de quién era. Se ofreció a llevarme a casa por las molestias y yo dejé que lavara su coche en nuestro jardín.

-Aaahh… Supongo que te habrá alegrado de nuevo su presencia, ¿no? -la miré de reojo.

-Pues claro que sí. Siempre me alegra ver de nuevo a viejos amigos. Igual que te pasó a ti con Camelia, ¿verdad? -y me miró.

Y abrió de nuevo la caja de Pandora. Decidí no contestarle y mirar a otro lado para no comenzar a discutir de nuevo. Se me quedó mirando y entró a la casa.

ANNIE

Aparqué delante de una casa bastante bonita y bajé del coche guardándome las llaves en el bolsillo del pantalón. Llegué hasta la puerta y toqué.

-No que yo sepa -escuché su voz antes de abrirme la puerta.

Cuando la puerta ya no fue un impedimento en mi camino, me abalancé encima de mi objetivo, cayendo al suelo.

-¡ONEE-CHAN! -grité prácticamente en su oído.

-¿O-onee-chan? -tartamudeó sorprendida. Su capacidad de captar las cosas al momento no había cambiado en todos aquellos años.

-Pues claro que soy yo, ¿quién si no iba a ser? -respondí despegándome de ella y mirándola-. Cuánto tiempo eeehh… -sonreí.

-Ya ves pero… ¿Puedes levantarte? Parece otra cosa…

-Ah sí, es verdad, que parecerá yuri -me levanté-. Una morena se tira encima de su novia que hace de chico, o sea tú.

-Ya estamos de nuevo… -replicó fastidiada. Reí y la abracé.

-Me alegra mucho volver a verte…

-¡Tris…! -escuché cómo Shawn se acercaba-. ¿Qué ha pasado? ¿Y ese golpe?

-Vienes con efecto retardado, ¿no Shawn? -sonreí al verlo de nuevo.

-¡Annie! ¡Cuánto tiempo…! -me abrazó.

-Lo mismo digo -le correspondí el abrazo. Luego miré a Tris-. ¡Me alegro tanto por vuestro matrimonio!

-¿Qué matrimonio? -preguntaron los dos a la vez.

-Pues el vuestro claro -aclaré con cierta duda-. ¿No estáis casados?

Inmediatamente Shawn cogió color en las mejillas y miró al suelo con timidez mientras que Tris me sonreía y me decía divertida:

-No, no estamos casados. Yo sí, pero no con él.

-¿Que no estáis casados? -pregunté sorprendida.

-Ya me gustaría estar casado -sonrió Shawn mientras le escudriñaba con la mirada su actitud.

-¿Entonces con quién estás casada?

-Conmigo -respondió alguien detrás de mí, haciendo que me girara de golpe.

-Conque te fue más el chico rebelde eeehh… -comenté divertida después de verle.

-¡Annie…! -me recriminó ruborizada.

-¿Qué me he perdido? -preguntó Caleb mirando mal a Shawn.

-Eso me pregunto yo -respondí-. Cuando he venido ellos estaban charlando.

-Oh, tan sólo hemos estado charlando -sonrió Tris.

-Bueno, mejor me voy y vuelvo otro día con más tranquilidad -comenté tranquilamente. Me despedí de ella no sin antes darle mi número.

Después del encuentro de tensión entre ese trío, Tris y yo volvimos a retomar el contacto. Básicamente me llamaba ella para desahogar conmigo sus celos hacia Camelia. Venía hecha un manojo de nervios y con ganas de estrangular a “esa perra” (en palabras de ella). Yo intentaba calmarla y restarle importancia a sus celos. Y para quitarle un poco de tensión al asunto, bromeaba con ella.

-Hombre, teniendo en cuenta el tamaño de delantera de Camelia con la tuya… Caleb puede tener una buena razón -bromeaba pícaramente. Después sentía que quería estrangularme allí mismo.

Luego le contaba cómo había sido mi vida en esos cinco años. Me había casado hacía cuatro años con Axel y que habíamos tenido tres hijos: dos gemelos (niño y niña) de tres años y una niña de dos. (Nota: en el original me equivoqué con las cuentas y puse que se había casado con sólo catorce años >.<)

Casi siempre, al final del encuentro ella volvía bastante animada, algo que me alegraba muchísimo. Pero casi siempre volvía después hecha un mar de lágrimas.

CALEB

Era sábado por la mañana. Era bastante temprano y yo había ido a comprar un par de cosas. Llamé a Tris por si quería que comprara algo más.

-Hola, ¿dónde estás?

-Estoy yendo a casa de Shawn porque se me olvidó la bufanda anoche -resoplé fastidiado.

Anoche habíamos cenado en casa de Shawn y la cosa no podía haber sido más tensa entre nosotros dos, algo que disimulábamos como podíamos delante de ella.

-No te muevas, voy a por ti, ¿dónde estás? -como ya había terminado de comprar, podía ir a por ella.

-Estoy llegando, no hace falta.

-Bueno, te recogeré, ¿de acuerdo?

-Como quieras -y colgó.

Cuando llegué a casa de aquel idiota no vi el coche de mi mujer, así que supuse que había venido caminando.

Para asegurarme de que ya había llegado, me asomé ligeramente por la ventana para ver si la veía. Lo que vi allí me mosqueó muchísimo. Shawn estaba sin camiseta y muy cerca de Tris. Bueno, cerca no, la estaba besando y totalmente pegado a ella. Mi sangre hervía de la rabia y sólo tenía ganas de ir allí y romperle la cara.

Noté que Tris miró un momento hacia mi dirección y yo me escondí rápidamente. Reprimiendo mi ira, me obligué a ir hacia el coche y conducir hasta casa lo antes posible.

-¡Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda! -grité furioso golpeando el volante mientras conducía.

Mi cabeza iba a mil por hora al analizar la escena que vi. Él la estaba besando apasionadamente mientras la agarraba por la cintura y ella parecía corresponderle. Pero tan sólo había mirado un momento. Aún así mi mente estaba cegada por la ira, el dolor, la frustración y el odio que me corroían por las venas.

Al llegar a casa cerré la puerta tan fuerte que hice retumbar toda la casa. Los niños estaban con mi madre así que no había problema con el ruido. Me senté en el sillón y esperé a que ella llegara para plantarle cara.

Unos momentos después, que a mí se me hicieron eternos, llegó Tris, llamándome. Al no obtener respuesta se dirigió hacia el salón, asustándose al escuchar mi voz.

-Parece que ya has vuelto… -intenté sonar lo más calmado posible.

Giró para verme y vi en sus ojos un atisbo de miedo en sus ojos.

-Ca-Caleb… Pensaba que irías a recogerme…

-Oh, bueno, he pensado que sería mejor que dejarte a solas con Shawn -solté fríamente mirándola a los ojos.

-¿Ah-ah s-sí? ¿No-no has pasado por la casa?

-Pues claro que he pasado -contesté entrecerrando los ojos-. Pero como te he visto en actitud tan cariñosa con él, he decidido dejaros intimidad.

Ella se quedó inmóvil, confirmándome que algo había sucedido en la casa. Algo que no quería que hubiese visto. Me enervaba aún más su estado de congelación, así que continué hablando.

-¿Te lo has pasado bien? Dime, ¿te ha gustado?, ¿te sientes orgullosa de eso?

-Caleb, no es lo que piensas, no ha pasado nada entre nosotros dos…

¡Y encima tenía la cara de negarme lo que yo había visto con mis propios ojos!

-¡¿Que no ha pasado nada?! -me levanté de golpe antes de que siguiera hablando-. ¡¿Y entonces qué debo pensar si veo a mi esposa besando así de apasionada al que fue su primer amor?!

-¡¡No es lo que tú crees!! ¡¡Él me besó!!

-¡Oh, claro, él te besó! ¡Y ya veo que tú te apartaste al momento! -grité mientras me acercaba a ella para que notase mi odio hacia ese desgraciado.

-¡Pues claro que me aparté! ¡Además, eso no significa que hubiera algo entre nosotros!

-Ya claro, ahora intenta negar lo que he visto con mis propios ojos… -la miré vacilantemente.

¿Acaso creía que era tonto o qué?

-¿Ah sí?, ¿eso crees? Y dime, ¿cómo se supone que he tenido tiempo para acostarme con él hace un rato? -cruzó los brazos.

-Lo suficiente como para que os haya dado tiempo para uno rápido. No lo niegues: me has sido infiel con el cabrón de Shawn.

Tan sólo de pensar en la posibilidad de ellos dos juntos me enervaba aún más la sangre.

-Pues igual que tú con Camelia -escupió furiosa.

-¿Qué? ¿Con Camelia? -instintivamente puse una mueca-. ¡Vamos hombre! ¡Ni siquiera tienes pruebas de que te haya sido infiel!

-Pues que siempre llegas más contento de lo habitual cuando has estado hablando con Camelia, que casi siempre estás más con ella que conmigo, que le sigues el juego cuando esa puta liga contigo. ¿Quieres que siga? -terminó levantando la voz mientras hablaba.

¿Perdona? ¿A eso le llamaba serle infiel? ¿Acaso me había pillado besándola alguna vez? ¿Pillado in fraganti a los dos en la cama? Porque a ella la había pillado besándose con el capullo de Frost.

-¿Que yo le sigo el juego? -repetí incrédulo a esas palabras-. Mira quién lo dice, la que se deja embelesar por el mujeriego ése.

-¿Que yo me dejo embelesar? ¡¿Tú me has visto alguna vez devolverle el piropo? ¿Acaso lo he hecho alguna vez?!

-¡Pues bien que te pones modosita cuando estás junto a él! ¡Pareces una gata en celo coqueteando con su objetivo!

-¡¿Una gata en celo?! ¡¡Pero si Camelia parece la reina de las putas cuando está contigo!! ¡¡No para de insinuarse todo el rato!! ¡¡Y bien que te hace gracia que te busquen así!!

A medida que iba vomitando todos aquellos reproches hacia Camelia, por dentro me estaba muriendo de la risa al verla tan celosa. Así que cuando dejó de hablar no pude reprimir soltar una carcajada, cosa que hizo que se pusiera peor aún.

-¡Si lo que me hace gracia es ver tu cara llena de celos! ¡Eso sí que hace gracia!

-¿Gracia mis celos? ¡Pues anda que la tuya! ¡Menuda mapa se te pone cuando Shawn se me acerca!

Se notaba que no sabía qué más decir porque atacó por mis celos. Hacía años que no la molestaba de aquella forma con mis respuestas “te he dejado sin contraataque”.

-Eso es porque odio que se te acerque con esas intenciones -siseé acercándome más a ella.

-Pues bien que te agrada que Camelia lo haga -protestó mirándome aún con celos.

Dios, el corazón me dio un vuelco al verla de aquella manera. Estaba tan adorable que le quería hacer el amor hasta dejarla sin aliento (xD).

-Eso es porque me hace gracia verte así, como estás ahora. ¿Pero por qué no lo entiendes? Estoy locamente enamorado de ti, si no, hace ya que me hubiera ido con Camelia si hubiese querido -susurré dejando que mis sentimientos tomaran el control, acercándome aún más.

-¿Y tú no entiendes que… te escogí a ti en vez de él?, ¿que eres el amor de mi vida? -susurró mirándome a los ojos.

Me quedé mirándola a ella y ella a mí, con nuestras respiraciones irregulares. Y estalló la pasión que llevábamos reprimiendo todo este tiempo. La levanté en volandas mientras la estrellaba contra la pared, siendo mi torso rodeado por sus piernas.

Prácticamente devorábamos nuestros labios, para luego yo ir a atacar su fino cuello mientras susurrábamos nuestros nombres. Terminamos en nuestra habitación y no paramos hasta el día siguiente, sin salir de la habitación en todo el día, tan sólo para comer y poco más. El resto del tiempo lo ocupábamos a amarnos locamente.

Ya a casi media mañana, yo terminé con la cabeza apoyada en su pecho mientras ella me acariciaba mi pelo después de otra sesión de amor.

-Te quiero más que a mi vida… -susurré antes de besarla.

-Y yo también… -respondió antes de juntar nuestros labios-. Por cierto, ¿qué hora es?

-Quién sabe… Será una cierta hora… -apoyé de nuevo la cabeza en su pecho.

-No, en serio, ¿qué hora es?

-No lo sé… ¿Para qué quieres saberla? -fingí molestarme.

-Pues porque… Tenemos que ir a recoger a los niños a casa de tu madre…

-¿A qué hora teníamos que ir a recogerlos? -suspiré resignado mientras miraba hacia el reloj de la mesita de noche.

-Creo que a las once o por ahí…

-Pues ya vamos tarde… -respondí quitándole importancia mientras me recostaba de nuevo en ella-. Son las once y media…

-¿Qué? -gritó sorprendida, dejándome medio sordo-. ¡Dios mío, tu madre nos va a matar!

-Es igual que por un día tampoco le va a pasar nada -cerré los ojos intentando dormir.

No respondió y se movió con dificultad para alcanzar algo de la mesita de noche. Era el móvil fijo ya que después escuché cómo hablaba con mi madre.

-Hola, soy yo, Tris… No, nos hemos quedado dormidos. Oye, ¿podrías quedarte los niños hasta mañana por la mañana…? Es que… Lo hemos conseguido arreglar y bueno… -noté cómo hacía rulos con mi pelo para después dejar el móvil.

-¿Es que le cuentas las peleas que tenemos a mi madre? -pregunté mientras me apoyaba sobre los brazos lentamente. Flipaba por un tubo que mi madre supiera de mis problemas matrimoniales.

-Sí -rió mirándome-. Oye, que gracias a eso los niños no vuelven hasta mañana.

-Hay que ver qué lista eres -sonreí besándola para comenzar otra sesión.

AXEL

Me estiré estando aún en la cama. Luego me di cuenta de que había despertado a mi esposa con mi acto de desperezamiento.

-Buenos días -sonrió.

-No tan buenos -susurré-. Tengo que madrugar para asistir a la mierda de entrenamiento un sábado por la mañana… -me quejé mientras me levantaba.

-Al menos alguien de aquí al lado también sufrirá lo suyo -comentó maliciosamente.

-Seguro que Tris estará encantada de quedarse sin su marido un sábado por la mañana -bufé divertido. Ella rió estando aún acostada.

Hacía poco que Caleb y Tris habían cumplido diez años de matrimonio mientras que nosotros habíamos cumplido nueve. Como nuestras fechas de la boda quedaban tan próximas pues decidimos celebrarlo todos juntos, sin niños ni preocupaciones. Pero por desgracia habíamos elegido una semana en la que cada mañana teníamos entrenamiento los de la selección y teníamos que madrugar bastante después de pasar en vela todas las noches.

-Me muero de hambre… -susurró Annie mientras salía de la habitación con una ancha camiseta mía.

-Yo sí que tengo hambre de otra cosa -siseé mientras le propinaba una leve palmada en su trasero.

Ella rió coqueta y se fue corriendo hacia la cocina. Mientras preparábamos café para todos, empezamos a escuchar unos jadeos sofocados.

-¿De dónde demonios provienen esos jadeos? -espetó mirándome extrañada.

-Ni idea -me encogí de hombros.

Agudicé mis oídos e instintivamente dirigí mi mirada hacia el techo cuando localicé el origen de los sonidos.

-Parece que ya hay dos personas que se están tomando su desayuno -comentó pícaramente mientras elevaba las cejas sugerentemente-. Y a juzgar por los jadeos con intento de ser reprimidos lo están pasando bastante bien…

Estuvimos un par de minutos mirándonos mientras intentábamos reprimir la risa ante tal concierto en la segunda planta hasta que ella se dirigió hacia mí con movimiento de caderas que me dejó bastante fuera de juego.

Me besó con bastante fogosidad haciendo que todos los buenos pensamientos que aún tuvieran se fueran al garete. Antes de dejarnos llevar por nuestra pasión en el suelo, logré alcanzar una toalla bastante grande de la encimera (que no sabía qué mierda hacia allí).

-Quiero un desayuno como éste todos los días -comenté haciendo que ella riera levemente.

-Tal vez lo tengas…

-¿Qué estáis haciendo así? -una voz nos sacó de golpe de nuestra burbuja de amor. Obviamente, la aguafiestas debía de ser Tris.

-¿Tú qué crees? -respondió Annie mientras sonreía. No contestaron-. Quiero que sepas que, si hemos acabado así, ha sido por vuestra culpa, que habéis incitado desde vuestra habitación.
Los dos estallamos en risas mientras veíamos a los dos tórtolos convertirse en dos tomates con patas.

Después de aquello, Caleb y yo fuimos al entrenamiento sin más contratiempos. Cuando terminamos por la tarde (nuestro entrenador casi nos dejó sin aliento) Caleb y yo nos disponíamos a irnos hacia su casa.

-Adelántate tú. Yo tengo que ir a hacer un par de cosas. Nos vemos en mi casa -comentó Caleb mientras se subía a su coche.

-De acuerdo. Aún así yo tengo que ir a recoger unas cuantas cosas a mi casa. Le diré a Annie que se lo diga a tu mujer.

-Perfecto.

Los dos nos encerramos en nuestros respectivos coches y fuimos cada uno por su lado.

ANNIE

Tris y yo estábamos charlando mientras limpiábamos su casa cuando el teléfono sonó. Mi amiga lo cogió y se quedó bastante extrañada cuando le pidieron que acudiera de inmediato al Hospital Inazuma. Decidí acompañarla y nos fuimos.

Al llegar ella fue directa a hablar con el doctor que solicitó su presencia mientras yo me quedaba en el mostrador principal. Unos momentos después vi cómo Tris se dejaba caer en la pared con la cara destrozada. Sin pensármelo dos veces, fui a su lado.

-¡¿Qué te pasa?! -me agaché a su lado.

-Ha… Ha muerto… -repitió esas mismas palabras una y otra vez.

-¿Que ha muerto?, ¿quién ha muerto?

-Él… Él… Él… Él ha muerto… -continuaba repitiendo aquella incoherencia, sin explicarme nada.

-¿Pero quién ha muerto? -Como vi que no estaba dispuesta a darme más pistas, la sacudí de los hombros mientras le gritaba-: ¡¿Quién ha muerto?!

-¡¡¡CALEB!!! -explotó mientras se tapaba la cara con las manos y rompía a llorar.

Me quedé sin palabras, intentando asimilar lo que me había explotado en toda la cara: Caleb había muerto… Mientras consolaba a mi amiga en medio del pasillo, llamé a Axel para que viniera lo más rápido al hospital. Cuando llegó nos vio sentadas en el suelo, puso una mueca rara y se dirigió hacia nosotras. Antes de que se acercara, yo me levanté para ir hacia él no sin antes dejar a Tris a cargo a una de las psicólogas del hospital.

-¿Qué ha pasado? -preguntó después de darme un escueto beso-. ¿Por qué está Tris ahí tirada?

-Caleb ha muerto -respondí con gran congoja.

-¿Qué? ¿Cómo que ha muerto…? No puede ser, si hace una hora o así me despedí de él al terminar el entrenamiento. ¿Qué le ha pasado? ¿Estáis seguras de que es nuestro Caleb?

-¿Cómo se van a equivocar con eso? -reprendí bastante molesta por sus dudas-. Sólo sé que él ha fallecido, lo malo es que no sé cómo porque Tris no ha soltado ni prenda desde que ha roto a llorar.

-¡NO, NO ES CIERTO! ¡ÉL NO HA MUERTO! -oí gritar a Tris.

Los dos nos giramos y pudimos ver cómo agredía a la psicóloga, que seguramente intentaba consolarla. Empezó a gritar y a patalear mientras era inmovilizada por el personal. Lo que un principio fueron gritos y maldiciones, terminaron por ser sollozos y suplicas hasta que se desmayó.

Mientras ella dormía en una de las camas del hospital -había tenido un ataque de ansiedad-, nosotros fuimos a hablar con el doctor.

-Está bien. Sólo ha sufrido un ataque de ansiedad, algo normal en estos casos. Tan sólo necesita reposar y no ponerse más nerviosa de lo que está -informó.

-Menos mal… -suspiré.

-Doctor… -Axel tragó con dificultad-. ¿Cómo…? ¿Cómo ha muerto Caleb?

-¿El señor Stonewall? Murió en un accidente de tráfico al colisionar con otro coche. Parece ser que los ocupantes del otro vehículo iban borrachos e invadieron el carril contrario. Por suerte, esos dos chicos han sobrevivido.

-¿Por suerte? -pregunté irónica, de camino al enfado-. ¿El marido de mi mejor amiga y también amigo nuestro de la adolescencia ha muerto y ha sido una suerte que esos borrachos de mierda no hayan muerto? ¿Eso es tener suerte? ¿Que haya muerto por culpa de esos imbéciles irresponsables en una noche de juerga mientras que a él aún le quedaba vida por vivir? ¿Eso es llamarle suerte?

-No, tampoco quería decir eso… -balbuceó viendo lo que había dicho.

-Mire doctor, mientras nosotros estemos aquí presentes no muestre la más mínima alegría u optimismo respecto a la vida de esos dos gilipollas, ¿me ha entendido? Porque sino seré yo misma quien juegue con sus vidas, ¿me oye? -él asintió lentamente-. Así que tenga mucho cuidado con lo que diga.

-Vámonos, cariño… Creo que le ha quedado bastante claro… -susurró Axel en mi oído mientras me apartaba del doctor.

Fuimos a ver cómo se encontraba Tris y cuando entramos a la habitación, pudimos ver a una señora un tanto mayor pidiéndole disculpas a mi amiga.

-¿Quién es…? -susurró Axel.

-­Nunca jamás los perdonaré. ¿Sabe por qué? -dijo Tris mientras lloraba-. Porque he perdido a la persona que más amaba en este mundo por culpa de sus hijos. Así que por favor, le pido que se marche y que nunca me vuelva a dirigir la palabra, ni usted ni sus hijos.

Entonces comprendí que se trataba de la madre de los otros dos siniestrados. ¡Había venido a pedir disculpas! Por una parte sentí la ira creciendo en mi interior pero por otra sentí pena por la madre, que tenía que cargar con dos hijos que habían matado a un hombre por culpa de una noche de borrachera.

Poco tiempo después asistimos a la velada y entierro de Caleb. Estábamos todos observando cómo Tris se despedía una última vez de su marido cuando empezó a llorar y a gritar encima de Caleb. Lloraba con desesperación. Pedía que no la dejara sola, que no podía morirse. Reprimiendo mis lágrimas, unos cuantos compañeros del Inazuma y yo fuimos a consolarla mientras ella seguía llorando, destrozando su garganta y su corazón. Al final, con mucho esfuerzo, conseguimos que se calmara.

La muerte de Caleb le suspuso un golpe muy fuerte para Tris, que comenzó a caer en una depresión muy destructiva. Se pasaba los días llorando, sin querer hacer nada ni hablar con nadie. No cuidaba a sus hijos por lo que su suegra y yo siempre la ayudábamos mientras ella se encerraba en el cuarto a seguir lamentándose. Los niños comprendían el dolor de su madre y ella intentaba ser fuerte delante de ellos.

Para nuestra alegría, Tris fue mejorando poco a poco. Ya no lloraba tan seguido, o al menos no delante de nadie. Todos nos volcamos en que no pensara tanto en él y que pudiera seguir con su vida sin que sintiera tanto dolor. Yo iba siempre aterrada con la descabellada idea de que se quisiera quitar la vida para combatir su dolor, así que no me separaba de ella ni un instante para que no cometiera ninguna locura.

Cuando parecía ser que su ánimo mejoraba, un nuevo susto la golpeó. Tris encontró a Shouta desmayada y a Jean con mucha fiebre. Me contó que en el hospital le dijeron que sufrían una enfermedad bastante rara y que a veces podía ser mortal. Aquello le supuso la bofetada que necesitaba para retomar sus ganas de vivir y de luchar junto a sus hijos.

Pero dos semanas después de que les diagnosticaran la enfermedad a los  niños, Shouta murió al sufrir una recaída. Al descubrirlo, Tris se desmayó de nuevo, sufriendo de nuevo un ataque de ansiedad pero muchísimo más severo, provocando que a su suegra y a mí casi nos diera algo al verla en aquel estado.

Su estado empeoró muchísimo más cuando poco después también fallecía Jean. En menos de un año ella había perdido a su marido y a sus dos hijos, y empezó a desear la muerte, a abandonar este mundo cruel que le había arrebatado lo que más quería.

Y ahí fue cuando ya empezó a intentar suicidarse múltiples veces, siento todos intentos fallidos gracias a que no nos separábamos ni un segundo de ella.

En uno de sus últimos intentos ella nos recriminó nuestro esfuerzo de mantenerla con vida, que éramos unos egoístas y que quería morir de una vez por todas. Viendo en el estado de histeria que estaba, la golpeé para que se quedara inconsciente. La madre de Caleb y yo nos quedamos muy preocupadas por sus instintos suicidas así que llamé a Axel para que me acompañara en aquellos momentos.

Cuando Tris despertó una hora más tarde, yo ya había tomado una decisión. Lo había estado hablando con mi marido y él, muy a su pesar, me dijo que era la mejor solución. Los dos convencimos a la señora Stonewall. Así que decidí ponerla en práctica.

Ella comenzó de nuevo a recriminarnos nuestra actitud cuando intentamos consolarla de nuevo, así que le pedí a la madre de Caleb que saliera de la habitación. Ella salió.

-¿Por qué quieres morir? -pregunté lo más dulce posible.

-Tú ya lo sabes -escupió tajante.

-¿Tanto deseas morir? -la miré a los ojos.

Ella asintió sin saber a qué me refería y miró hacia Axel en busca de alguna pista. Él tan sólo le sonrió.

-¿Por qué lo preguntas?

-Porque… Hay una forma de que te reúnas con él… -sonreí.

Hizo una mueca de incomprensión y yo miré hacia Axel, que salió del cuarto tal y como acordamos. La miré de nuevo decidida a realizar mi objetivo.

-Si de verdad lo deseas… Puedes ir con él…

-No te entiendo. ¿A qué te refieres?

-Ven, cariño, ven -la agarré de la cabeza y la apoyé encima de mi pecho mientras la abrazaba-. Cierra los ojos y respira lentamente.

-Pero…

-Hazlo -ordené seria pero manteniendo mi expresión dulce y comprensiva.

Ella cerró los ojos un tanto resignada.

-Ahora… Recuerda la primera vez que le conociste, tu primera impresión de él, el desarrollo de tu relación con él, el momento en que te diste cuenta de que sentías algo por él, la primera mirada que cruzaste con él cuando te diste cuenta de tus sentimientos, el primer beso, la primera vez, vuestra boda, el nacimiento de los niños, todos los recuerdos vividos, los buenos, los malos… Recuérdalo todo de vuestra vida en común…

Tris empezó a recordar y empecé a sentir cómo su respiración era más pausada hasta el punto en que se adentró en el viaje sin retorno. Con las manos vacías, avisé a Axel de que viniera. Que ya había sucedido todo.

Él se sentó en la cama y me apoyó en su pecho mientras me abrazaba mientras lo veía todo. Vi cómo lo encontró, vi cómo lo abrazó, vi cómo dudó, vi sus dudas y sus miedos y vi cómo aceptó. Vi cómo se desvanecía ante mí lentamente, vi cómo me susurró un “gracias” y vi cómo captaba que la correspondía sonriendo…


¡GRACIAS POR HABER ESTADO TODO ESTE TIEMPO CONMIGO! (virtualmente, claro xD)

Besos y hasta la próxima! ^^


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