CAPÍTULO 18- ¡LA ESPOSA LO SABÍA TODO!


—Habéis ganado, lo he visto. Hiciste un gran tiro, Victor.
—¿Ah, sí…? —murmuró, con la cabeza gacha.
—El próximo partido será la final, ánimo.
Victor miró la expresión alegre de su hermano mayor. Saki pensaba que esa cara de tristeza que ponía en realidad era de vergüenza por ser halagado por su hermano, pero se calló. Ken miraba el intercambio en silencio.
—Vlad, no tengas demasiadas esperanzas.
—También está ese chico, Arion. Me parece que es un buen jugador. Como te confíes mucho, puede… que te quite el puesto.
Victor no tuvo más remedio que sonreír. Ken y Saki también lo hicieron. La rubia palmeó con fuerza la espalda del chico e intentó levantarle el ánimo, mientras Ken observaba en silencio. A pesar de todo, los tres de la habitación sabían que Victor había hecho un gran sacrificio por su trato con el Sector Quinto.
 
—¡Victor! —Arion se acercó a ellos con su perro Spotter—. Oh, hola, Saki, Ken —saludó a los dos mayores.
Los dos voluntarios de la ONU habían decidido acompañar hasta casa a Victor, para que no se sintiera tan miserable después del partido. Se habían detenido delante del campo de fútbol de la ribera.
—¿Has ido a ver a tu hermano?
—Sí.
—Gracias por lo de hoy —sonrió—. Conseguimos ganar a la Royal porque jugaste con nosotros. No lo olvidaré nunca.
El imperial se limitó a marcharse. Saki miró la espalda del adolescente y después le dijo a Arion:
—En realidad, le gustó jugar contigo —sonrió—. Siempre pone esa cara avinagrada, pero… —Saki se encogió de hombros con diversión—. ¿Ya has terminado de pasear a Spotter? Lo digo para volver a casa los tres juntos.
 
—¿Por qué la Royal nos ha llamado un día después del partido? —preguntó Riccardo, mientras eran transportados hacia el interior del instituto en una cinta transportadora.
—A ver si nos van a hacer algo… —temió Eugene.
—¿Algo como qué, tú? —preguntó Wan-Chang.
—No lo sé, pero… bueno, es que la Royal tenía cuatro imperiales en el equipo, ¿no?
—¿No le han dicho qué es lo que quiere, señorita Hills? —preguntó Skie.
—No, a mí tampoco. Lo siento.
—Fijaos en el entrenador, él no está nervioso —apuntó Jade—. Ni tampoco la profesora Schiller.
—Te veo demasiado callada, Annie —observó Celia.
—Ya tengo suficiente con Einar estando a mi lado —señaló al noruego con cierto hastío.
A pesar de la incertidumbre de toda aquella situación, Einar no podía ocultar que se encontraba emocionado por ver más cosas de las instalaciones de la Royal Academy. Un sueño hecho realidad.
—No os preocupéis, hemos sido invitados por Jude Sharp —sonrió Mark.
—Bueno, y si nos pasa alguna cosa, mi marido ya está avisado de dónde me he metido —Estela guiñó un ojo a los chavales.
—Hay una persona a la que tenemos que conocer —explicó el entrenador.
La cinta transportadora les dejó delante de una puerta. Detrás de ella fueron a recibirles David Samford, el portero de la Royal, Preston Princeton, y Yuuto Takagi.
—Bienvenidos, instituto Raimon, os estábamos esperando. Sin embargo… —David hizo un escaneo y su expresión se puso más seria—. Debo decir que todo lo que pase a partir de ahora debe permanecer en secreto, ¿de acuerdo?
—Tú, chica, la de las trenzas —llamó Yuuto—. Prohibido sacar fotos. Esto es alto secreto —sonrió y miró hacia los demás—. ¿Eh? ¿Le pasa algo?
Estela miró en dirección a Einar, que estaba que le daba un patatús de toda la emoción. Annie negó con la cabeza.
—Solo está emocionado de poder verte de nuevo en persona —respondió Celia.
—Bien, en marcha —David lideró al grupo.
Los niños se encontraban bastante nerviosos, cuchicheando en el frío silencio.
—Voy a contaros una cosa —dijo Mark Evans—. Ayer estuve hablando con el entrenador Jude Sharp.
—Oh, vamos, capitán, no te enrolles, ¿quieres? —se rió Yuuto—. En realidad no somos el enemigo, sino la Resistencia. Rebeldes contra el Sector Quinto.
—¿Pero la Royal Academy no está bajo sus órdenes? —se sorprendió Annie.
—Una simple actuación para introducirnos en el núcleo del enemigo —respondió David.
—El partido de ayer le sirvió a Jude para que se revelaran los imperiales que habían entrado de incógnito en la Royal —siguió explicando Yuuto.
—Gracias a vosotros, la Royal Academy terminará de ser organizada como un grupo rebelde. Fue una gran sorpresa que el Sector Quinto cambiara los partidos de semifinales sin avisar. Pero Jude vio que era una gran oportunidad.
—Jugar contra los rebeldes del Raimon significaba que no habría órdenes, por lo que estos chavalines de aquí —Yuuto revolvió cariñosamente el pelo de Princeton—, los que no siguen al Sector Quinto, podrían jugar libremente.
—Vamos, que habéis usado al Raimon para vuestra propia causa —soltó Annie.
—Yo os estoy muy agradecido —dijo el portero del equipo, dejando sorprendidos a todos—. Tanta entrega… Eso sí que es fútbol —sonrió.
—Sí, pero no me creo que te dejaras encajar esos goles —le increpó Yuuto, aparentando seriedad—. ¿Eso quiere decir que te entrené mal?
—¡¿Eh?! ¡Por supuesto que no, señorita Takagi! ¡Fue culpa mía!
Yuuto se rió.
—Bueno, bueno, después del todo es el Raimon, ¿no? —le guiñó un ojo al portero—. Están destinados a llegar a los nacionales.
—¿Por qué siento que nos dejaron ganar…? —murmuró Arion.
—¿Tú crees…? —le respondió JP.
—Ahora eso no importa, chicos —les sonrió Estela—. Lo importante es que estáis un paso más cerca.
David introdujo una contraseña para poder subirse al ascensor, que los llevaría a una base secreta de la Royal.
—La persona que vais a conocer es el mismísimo líder de la Resistencia —anunció David—. Gracias a él, estamos pensando en cómo provocar una revolución en el mundo del fútbol.
—¿Una revolución? —repitió Riccardo.
—Ya están otra vez hablando en plan trascendental —se quejó Subaru.
—¿De qué os sorprendéis? Vosotros, el Raimon, habéis sido los primeros en luchar por esta revolución, ¿no es así?
—David tiene razón —apoyó Yuuto—. Ahora no os hagáis los mojigatos.
Las puertas se abrieron.
—¡Entrenador Travis…! —exclamó Arion, contento.
A su lado, se encontraba Jude.
—Bienvenido, equipo. He estado siguiendo todos vuestros avances. Arion, Jean-Pierre, creo que os habéis esforzado mucho.
Sus compañeros les revolvieron el pelo con camaradería. Gracias a ellos, los veteranos habían recordado lo que era verdaderamente importante.
Estela se fue caminando hasta colocarse al lado del entrenador Travis, para sorpresa de todos.
—¿Pro-profesora Schiller? —dijo Gabi con confusión.
—Ahora lo veréis —sonrió Estela con una sonrisa de complicidad.
—¿Eso quiere decir que sabes a lo que veníamos hoy? —se sorprendió Mark—. Y por cierto, ¿dónde estamos?
—Más adelante está el cuartel de la Resistencia —respondió Jude.
—¿Eso quiere decir que el entrenador Travis es el líder de la Resistencia? —preguntó Samguk.
—No, no soy yo —contestó, con las puertas de atrás abriéndose.
Dentro, en medio de una mesa redonda, se encontraban tres personas. Una cara amiga y vieja conocida les regaló una gran sonrisa.
—¡Señor Hillman! —Mark corrió hacia dentro.
—¡Director Firewill, señor Raimon! —Celia también fue detrás de él, emocionada.
A Einar casi se le cayó la mandíbula al suelo.
—Vaya, tiene muy buen aspecto, señorita Hills —halagó el señor Raimon—. Os estábamos esperando.
—Cuánto tiempo sin verte, Mark.
—Sí, hacía mucho tiempo, señor Hillman.
—Ese hombre… es Seymour Hillman —Riccardo estaba que no se lo creía.
Arion y JP se pusieron firmes, con los nervios a flor de piel para extrañeza de Skie. Annie y Einar también se acercaron a Mark y a Celia.
—¿Pero por qué nadie me había dicho nada de esto hasta ahora?
—Lo lamento mucho, Mark —se disculpó Hillman—. No podíamos descubrirnos hasta estar seguros de que la Royal estaba libre de la influencia del Sector Quinto.
—Si hubiéramos cometido un error, nos habrían descubierto —explicó Raimon—. Y nos habrían eliminado del mundo del fútbol sin piedad.
—Entonces la revolución que buscábamos para el fútbol juvenil nunca tendría lugar —terminó Estela.
—¿Y por qué tú sí lo sabías, Estela? —preguntó Celia.
—Es lo que tiene estar de enchufada —bromeó la peliazul.
—¿Y qué es esa revolución? —preguntó Mark.
—Arrebatar a Alex Zabel, líder absoluto del Sector Quinto, su puesto como presidente de la asociación de fútbol —contestó Jude—. En otras palabras, quitarle el trono al gran emperador.
—¿El trono del gran emperador? —Victor frunció el ceño.
—Sí, lo que se dice un golpe de estado, querido Victor —asintió Yuuto.
—Creemos que entonces podremos devolverle al fútbol la libertad que tenía no hace tanto tiempo —dijo el señor Raimon—. Los goles que se van consiguiendo cada una de las victorias equivalen a votos para los candidatos. En el fondo, el torneo Camino Imperial es la elección del gran emperador. Nuestro objetivo final es echar a Alex Zabel y que Seymour Hillman sea elegido nuevo gran emperador.
—Por eso debéis seguir ganando —habló Travis—. Tenéis que llegar a la fase final, al torneo nacional en sí. No podéis perder bajo ningún concepto.
—Por supuesto, nosotros no pensamos perder, desde luego —declaró el capitán Di Rigo.
—Esto nos da más fuerzas. Ahora sabemos que no somos los únicos que estamos luchando para cambiarlo todo.
—Es increíble lo que está pasando.
—Bueno, bueno, a ver si estamos viendo uno de esos momentos que cambian la historia.
—Lo estamos viendo en primera fila.
Jude y Estela se encargaron de poner al día a Mark, a Annie y a Celia con todo el asunto. Yuuto charló animadamente con Einar para hacerle ver que seguía siendo la misma jugadora que llevaba años admirando.
Algo estaba claro: tenían que llegar a los nacionales.
 
—Cómo han cambiado, ¿eh? —sonrió Skie, viendo a todos los jugadores dar lo mejor de sí mismos.
—Sí —asintió Jade—. Ahora tienen caras de hombres que salen a luchar. Cuando estás decidido de todo corazón a hacer algo, siempre te cambia la cara para bien.
—Están levantando viento —declaró Rosie.
—¿Qué? ¿Viento? —repitió Skie.
—El viento que sopla del Raimon.
—Vaya, qué cosas más chulas dices de vez en cuando, ¿no? —reconoció Jade.
Celia estuvo de acuerdo con ellas. Se podía decir que era un viento llamado revolución.
 
—Estáis demasiado tranquilas como para ser vosotras —comentó Estela, yendo hasta sus amigos—. Buen entrenamiento, ¿eh?
—Todavía sigo sin creerme que fuéramos tan injustos con Yuuto —suspiró Rubén.
—Habrá que ir a pedirle perdón —suspiró Guille.
—Para eso está la cena de esta noche —repuso Andrea—. Para pedirle disculpas con la mejor cena del mundo.
—Ojalá pudiera ir —lloriqueó Einar.
—¿Y por qué no vienes? —se sorprendió Joss—. Que viene Yuuto, que es tu ídola. Que no tendrás muchas otras oportunidades de cenar con ella.
—¡Lo sé! Pero tengo un compromiso ya…
—¿Estás yendo a otra cena divertida sin nosotros? —Annie se hizo la indignada.
Einar se lo pensó dos veces antes de contestar. La respuesta era difícil.
—Oye, esos chicos parecen conocer a Riccardo —murmuró Saki.
Estela miró hacia donde señalaba la rubia.
—Oh, si son Shun y Hugh... —se sorprendió Estela.
Tanto Estela como Riccardo vieron que los dos exjugadores miraban con ciertos sentimientos hacia el campo de fútbol. Cuando los dos jóvenes se dieron cuenta de que el capitán les miraba, se dieron a la fuga.
 
—El Raimon ha comenzado a entrenar para preparar la final de su fase —informó David Samford en la base de la Resistencia.
—La final del grupo b es mañana, ¿no es verdad, Percy? —preguntó el señor Raimon.
—Y quizá gane la academia Cala Pirata —respondió el nombrado.
—¿Qué información tenemos sobre la Cala Pirata? —habló Hillman.
—Bueno, por ahora es un equipo desconocido —contestó Jude—. Como todos los partidos del grupo b siguieron las órdenes del Sector Quinto, me temo que todavía no sabemos nada de su auténtico poder y de lo que son capaces.
—Seguid recopilando toda la información posible —dijo el líder—. Es vital para el éxito de la revolución. Ah, y también, Jude…
—¿Sí?
—Quiero encargarte una nueva misión.
—Bueno, si ya hemos terminado por hoy… —Yuuto se levantó cuando la reunión terminó—. Tenemos que entrenar. Señores, ¿por qué no vienen a cenar con nosotros esta noche? —señaló a Jude y a David—. Nuestros viejos amigos nos deben una cena por tanta desconfianza.
 
—¿Todavía no has ido a casa?
Arion miró hacia arriba, encontrándose con la figura del entrenador Evans, bolsa en mano. A su lado, Einar le miraba con una gran sonrisa. Arion había estado practicando arduamente después del entrenamiento.
—Entrenador, Einar.
—¿Qué? ¿Practicando nuevas supertécnicas, Arion?
—Sí, es que… —Arion se levantó, con la vista clavada en el balón de sus manos—. Me pongo a pensar que no podemos perder y… entonces no puedo quedarme quieto.
—¿No crees que estás exagerando un poco? —se rió Mark—. Pero bueno, comprendo cómo te sientes. Yo también me he llevado un buen susto con eso de la revolución.
—Y yo —suspiró Einar, más pesaroso.
Arion no se veía muy convencido.
—Ya ves, yo solo quería recuperar el auténtico fútbol para todos y ahora se ha convertido en algo así de grande e importante.
—Sí…
—Creo que no estás ayudando —murmuró Einar.
—Qué nostalgia he sentido —sonrió Mark, para confusión de Arion—. Yo también me iba solo a practicar supertécnicas cuando terminaban los entrenamientos. Quería ser más fuerte. Dominar más alucinantes supertécnicas.
—¡Sí! ¡Eso es! —la pasión de Arion hizo retroceder a Mark, acercándose más y más—. ¡Los rivales serán cada vez más fuertes a partir de ahora, así que he pensado en crear otra supertécnica defensiva como la Brisa Deslizante! ¡Podría venirle muy bien al equipo!
—Arion, escucha, si acabas de dominar el Tiro Vendaval. ¿Es que no te basta ya con eso? Einar te machacó bastante para que lo consiguieras.
—Había pensado que a lo mejor podía aprovechar la velocidad del Tiro Vendaval para la defensa —expuso algo desanimado.
—Ya entiendo. Así que cada vez apuntas más alto, ¿eh?
—Sí —asintió con convicción.
—Bueno, ¿por qué no la creamos juntos? —preguntó Mark, jugueteando con la pelota.
—¡¿Qué?! —gritó Einar.
—¿Con usted? —dijo a la misma vez Arion.
—Piensa que soy tu rival. Intenta quitarme el balón.
—¡Entendido!
—¡Pero Mark! ¡Que no tenemos tiempo para jugar! —le dijo Einar, asustado.
—¡Oh, venga! ¡Yo también quiero ayudarle! —rió Mark—. ¡Únete también!
Einar no supo qué hacer.
 
Mientras tanto, Riccardo salía del instituto con Estela. Al pasar por el campo de fútbol, vieron a Shun y a Hugh juguetear con el balón de fútbol. Al final, terminaron sentándose en el banquillo.
—Creía que os habíais ido todos —comentó Hugh.
—Ha sido culpa mía —sonrió Estela con cierto pesar—. Le he entretenido demasiado con unas cosas del piano. Y ahora yo llego tarde a la cena.
—Debes de pensar… que es raro —Shun le pasó el balón a Riccardo.
El capitán miró la pelota y la terminó pasando.
—Bueno, ¿qué importa? —soltó, sorprendiendo a los dos chicos—. Los dos erais del club de fútbol —sonrió con cierta nostalgia.
—Sí, ¿qué más dará? —asintió Estela—. Olvidaremos que os bajasteis del barco cuando se hundía, pero eso no quiere decir que no os guste el fútbol. Solo que no os gusta el regulado.
—Profesora Schiller… —murmuró Hugh con cierta sorpresa.
—Vimos el partido contra la Royal —dijo Shun.
—¿Ah, sí? Bueno, gracias —respondió Riccardo.
—Fue un partido fantástico, los dos equipos jugando en serio —recordó Hugh—. Creo que de todos los partidos que recuerdo, es la primera vez que veíamos uno jugando tan en serio como ese.
—Y ese Victor Blade de primero fue una sorpresa. Nunca había imaginado que él podría completar el Trueno Ilimitado.
—Fíjate, yo creo que se sorprendió hasta él mismo —bromeó Estela.
—Porque es un imperial del Sector Quinto, ¿no? —preguntó Hugh con dudas.
—Victor Blade ya no es el mismo que se enfrentó a nosotros con los Caballeros Templarios —respondió Riccardo, levantándose del banquillo—. Ahora es uno más del Raimon. Iremos al torneo nacional. La lucha no ha hecho más que empezar, ya no vamos a parar. Es más, no pensamos parar.
—¿Y no tenéis miedo? —preguntó Hugh.
—Mentiría si dijera que no lo tengo. Pero mira, es que tampoco quiero mentir sobre lo que siento por el fútbol.
—Bueno, chavales, tengo que irme ya si no quiero que me crujan por llegar tarde —anunció Estela—. Chicos, ya sabéis que siempre habrá un hueco para vosotros, ¿de acuerdo? Aunque sea para unos desertores tan monos como vosotros —sonrió con diversión—. ¡Nos vemos mañana…!
 
Arion terminó comiéndose el césped del campo cuando no logró recuperar el balón. Einar le ayudó a levantarse, justo cuando su móvil empezó a sonar. Enseguida su cara se puso pálida y contestó al móvil.
—Lo dejaremos por hoy y ya seguiremos trabajando mañana —dijo Mark con una sonrisa, mirando de reojo a Einar, que seguía hablando por teléfono.
—Sí… —asintió Arion, sin su alegría de siempre—. Muchas gracias por todo —agradeció con una reverencia.
—Oye, ¿por qué no vienes con nosotros a casa? Así puedes cenar.
—¡¿Cómo?! —gritaron al unísono Einar y Arion.
Al noruego estaba que le daba algo. Se había dejado convencer para jugar y eso no era bueno.
—¿Ir a su casa, entrenador? ¿Puedo de verdad? —se ilusionó Arion al momento.
—¿Estás hablando con ellas, Einar? Diles que vamos a llevar un invitado.
—Sí, es un chico del club —Einar se alejó de la oreja el móvil, escuchándose nada más que gritos—. Me ha colgado… —suspiró—. Bueno, creo que está todo arreglado.
—¿Nos van a arrancar la cabeza cuando lleguemos?
—Mi mujer no, la tuya. A los dos.
Arion se quedó boquiabierto y gritó:
—¡¿Entrenador, pero es que está casado?! ¡¿Los dos?!
 
Einar se estuvo lamentando durante todo el trayecto porque sabía que se iba a llevar una buena bronca por no aparecer por casa antes. En realidad los dos tenían que haber aparecido antes, pero con la tontería del fútbol se les había olvidado por completo. Arion no sabía qué pensar sobre la actitud un tanto miedica de los dos hombres.
En cuanto se bajaron del coche, Einar y Mark dieron una profunda inspiración antes de caminar hacia la casa enorme que tenían delante. Mark ni siquiera había sacado las llaves de su bolsillo cuando la puerta se abrió, dando paso a una iracunda mujer castaña de pelo ondulado. Con cuidado de no hacer ruido, cerró la puerta tras de sí y empezó a gritar en susurros:
—¡Maldito seas tú y tu fútbol! ¡Maldito el día en que te conocí y en que acepté casarme contigo! ¡Y también maldito le día en que dije que sí a esta maldita cena! ¡Todo es por tu maldita culpa! ¡Y también por la tuya! ¡Yo no soy crítica gastronómica para hacerme este destrozo! ¡Como se me caiga la lengua y pierda el maldito trabajo, os mato! ¡Es que me cago en todos vuestros muertos!
Einar se llevó las manos a la boca al escuchar esa maldición en español. Arion se había refugiado detrás del noruego, viendo la cara de susto del entrenador Evans.
—¡¿Dónde coño estabais?! —gritó de nuevo la mujer, con sus ojos verdes brillando de ira—. ¡¿Qué es eso de que os habéis entretenido jugando al fútbol?! ¡Os lo dejé muy claro! ¡A casa nada más salir del entrenamiento y de hacer la compra!
—Ye-Yeidi, escucha… —intentó decir Einar, mirando con apuro a Arion.
—¡Ni Yeidi ni porras! ¡¿Tú por qué demonios te dejas engatusar por Mark?! ¡Si es que los dos sois…! —la tal Yeidi paró bruscamente sus despotricamiento contra los dos hombres, percatándose de la presencia del niño—. ¿Y él quién es?
—E-es nuestro invitado… —dijo Mark con una risita nerviosa.
—Ah, entonces tú debes ser Arion Sherwind, ¿no?
Para asombro del chico, el demonio de ojos verdes se convirtió en un tierno angelito con una sonrisa de lo más adorable. Nunca se le habría ocurrido que esa mujer pudiera encolerizarse tanto si no la hubiera visto con sus propios ojos.
—S-sí, Arion Sherwind, buenas noches —dio una reverencia algo rígida—. E-encantado de conocerla.
—El gusto es mío —sonrió, dándole unos cuantas palmaditas en la cabeza—. Me llamo Yeidi Evans.
—¿Es usted la mujer del entrenador Evans? —preguntó tontamente con asombro.
—Es en estos momentos cuando desearía haberme opuesto a mi propia boda —soltó, manteniendo su sonrisa alegre—. Pero bueno, ya no se puede hacer nada más. El desastre está hecho. Einar, tu mujer está en la cocina. Yo de ti me vigilaba la cabeza, por si algún cuchillo vuela por accidente.
¡Entendido! —el noruego se disculpó antes de adelantarse.
—Pero pasa, pasa, no tengas miedo —Yeidi se rió—. Perdona por este numerito, es que no esperaba que estuvieras aquí con ellos mientras les echaba la bronca. Que lo de Arion caiga sobre tu conciencia, cariño mío —maldijo a su marido.
Arion quedó perturbado al ver la sonrisa angelical que podía poner mientras se dirigía a su marido. El entrenador Evans tan solo se limitó a sonreír con apuro.
Cuando llegaron a la mesa, ya estaba puesta. Montones de comida estaban esparcidos por la mesa de considerable tamaño. Einar iba yendo de un lado a otro, sin detenerse demasiado y con la cara cada vez más mustia. Arion se preguntó por qué tenía esa expresión con toda esa comida deliciosa en sus manos. La esposa de Einar todavía no había salido de la cocina.
—¡Sal de una buena vez y saluda a nuestro invitado! —gritó Yeidi antes de sentarse en la mesa.
—Bienvenido, Mark —saludó, saliendo con prisas de la cocina y sonriendo—. Te esperábamos un poco más temprano.
—Sí, lo siento. Es que nos hemos retrasado por mi culpa.
—¡Bu-buenas noches! Soy…
—Eres Arion Sherwind, ¿verdad? —sonrió ella, mirando al chico—. Bienvenido, soy Nelly Raimon. Mark y Einar están hablando todo el rato de ti, así que lo he sabido enseguida.
—Bueno, siéntate —indicó Yeidi—. Que tenemos un montón de comida que degustar. Y toda preparada por nuestra querida chef Nelly —sonrió.
—Tenemos a un chico que está creciendo, ¿no? —dijo Nelly con aire sabio—. Dime, Arion, ¿crees que podrás con todo?
—¡Sí puedo! Es increíble. ¡Y qué pinta!
—Que sepas que en realidad íbamos a cocinar Einar y yo, pero como desapareció en combate, pues Nelly insistió en hacerla ella. Al final no pude negarme ni tampoco ayudar —suspiró con pesar Yeidi.
—Y he hecho bien en hacerla, ¿ves? —indicó Nelly—. Hemos tenido un invitado y nos ha venido muy bien por el tiempo y la cantidad de comida. Venga, no se hable más. A comer.
—¡Que aproveche! —exclamó Arion.
—Sí, come, come —dijo Mark, agarrando un pinchito—. La comida siempre sabe mejor después de entrenar.
—Sí, sobre todo la comida de Nelly, ¿verdad que sí, cariño? —Yeidi sonrió a Mark.
Einar y Mark se metieron en la boca a la misma vez sus pinchitos enteros. Yeidi le dio un buen bocado a la bola de arroz. Arion se decantó por el marisco rebozado.
Se le agrió el gesto al chaval.
—¿Qué tal? ¿Está bueno, Arion? —preguntó Nelly.
El chico recibió dos patadas a la vez, una en cada pierna. Vio que habían sido Einar y Mark. El chico quedó impresionado por la expresión de sufrimiento silencioso de los dos hombres. Yeidi tenía una sonrisa asesina mientras masticaba y masticaba el arroz, mirándole a él.
—¡Buenísimo! —terminó contestando, para alegría de Nelly.
—¡Ah, cuánto me alegro! Bueno, voy a buscar otra cosa —se levantó de la mesa.
Los demás comensales miraron de reojo cómo se iba hacia la cocina.
—Entrenador, esto sabe…
—Aquí los hombres comen y callan —respondió, para disgusto del chaval.
—Esto os pasa por entreteneros jugando al dichoso fútbol —añadió Yeidi, sin perder su sonrisa diabólica mientras seguía dándole vueltas a su primer bocado.
—Tú piensa que está rico —le aconsejó Einar.
—Y todo saldrá bien —remató Mark.
—Todo saldrá bien… No creo que funcione así… —se lamentó Arion.
—Bueno, tomad —Nelly apareció con una ensalada de lo más variopinta—. Hay que comer equilibrado.
Los cuatro terminaron de tragar sus bocados y sonrieron a la fuerza.
 
Después de la cena, disfrutaron de un café todos juntos, menos Arion, que bebió un zumo de naranja. Para alegría de Nelly, no dejaron nada en los platos. Para sufrimiento de otros, claro.
—Ah, hoy he visto a tu padre, Nelly —comentó con alegría Mark—. Menuda sorpresa. Oye, qué calladito te lo tenías, eh, Einar —codeó al noruego.
—Créeme, yo también me he llevado una sorpresa al ver a mi suegro ahí —comentó Einar.
—Ya, habéis ido a los sótanos de la Royal, ¿no? —preguntó Nelly.
—Hombre, por fin. Eso quiere decir que la cosa va avanzando —sonrió Yeidi—. Menos mal.
Los tres varones se quedaron sorprendidos.
—¿Ya lo sabíais? —preguntó Mark, mirando a las dos mujeres.
—Pues claro, es mi suegro. Y el padre de Nelly —contestó Yeidi con obviedad.
—¿Lo sabías todo y no me dijiste nada? Soy tu marido —lloriqueó Einar.
—¿Qué pasa aquí? ¿Por qué tanto secretismo?
—Sentimos no haberos dicho nada —se disculpó Yeidi.
—Pero para poder desarrollar la revolución, lo mejor era que todos pensaran que el Raimon había empezado una revuelta por su cuenta.
—¿Una revuelta por su cuenta…? —pensó Mark en voz alta.
—Así el Raimon atraería la atención de todo el mundo y Jude y los demás podrían moverse con libertad —respondió Nelly—. Han construido su base en la Royal y han podido seguir con todos los preparativos.
—No me mires así, Mark —Yeidi le dio una suave caricia a su marido—. Ibas a ser el entrenador, no podíamos arriesgarnos tanto y que supieran que tenías conexiones con la Revolución. Lo mismo contigo, Einar.
—Te relacionarían conmigo de un modo u otro aunque no tuvieras nada que ver.
—¿Y qué tiene eso de malo? —se sorprendió Mark.
—Puede que no lo sepas, pero Nelly era antes la presidenta de la junta escolar del Raimon, pero el Sector Quinto la echó y colocó a la sabandija de Goldwin por no compartir sus ideales. Así podrían tener más controlado al Raimon desde dentro. Y el inútil del director Wintersea no hizo nada por impedirlo —bufó Yeidi—. Cada vez que lo pienso, me cabrea un montón.
—Siento habértelo ocultado todo, cariño —Nelly sonrió a su marido—. Pero oye, habéis conseguido que esto salga adelante. Y todo gracias a Mark.
—No, no ha sido gracias a mí. Gracias a los jugadores del Raimon. Esta revolución no es en absoluto cosa mía —dijo, mirando a Arion—. Fueron los jugadores del Raimon quienes lograron encontrar sus sentimientos por el fútbol.
—La nueva generación está pisando fuerte, ¿eh? —comentó Nelly, sonriendo al chico.
—Claro, el fútbol que había en nuestra época ahora ha pasado a Arion y a los demás y ellos deben heredarlo —dijo Yeidi.
—Hay que seguir trabajando duro, Arion —Einar le guiñó un ojo.
—Esta batalla todavía está por determinar —concluyó Mark.
—¡Sí!
 
 
 
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La predicción de Travis se cumple y el Cala Pirata será el próximo rival del Raimon en la final de clasificación. ¿Lograrán averiguar algo de este equipo antes del partido? ¿O el Raimon se quedará a las puertas de los nacionales?
Si lo queréis averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: ¡EL DESAFÍO DE LA ACADEMIA CALA PIRATA!
¡¡¡Esto es fútbol al rojo vivo!!!


Bueno, bueno... ¡Por fin se ha revelado la identidad de la mujer de Einar! ¿Os esperabais que fuera Nelly Raimon? Pues sí, la señorita se enamoró de ese guerrero noruego. A la tercera va la vencida, supongo xD Y sí, Einar adoptó el apellido de su esposa y se llama Einar Raimon.

Y como Nelly se pilló por ese trozo de pan de los países escandinavos, pues está más que claro que la esposa de Mark no podía ser otra que nuestra comilona Yeidi xD Que por cierto, aquí os la dejo:


Parece más relajada, pero en realidad sigue siendo igual de glotona que antaño xD He aquí la comparativa de este salto en el tiempo:


Como siempre, sus datos, y alguno que otro más, ya estarán actualizados en la página del timeskip. Y como no tengo nada más que añadir, me despido.

¡Hasta la próxima!



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