CAPÍTULO 29- ¡DÉBILES! ¡QUEJICAS!
—¡¿Cómo que te vas?! —Estela puso el grito en el cielo.
—¿Estás de coña? —siguió Andrea—. ¿Pero por qué?
—¿Te han amenazado? —se preocupó Einar.
—Seguro que ha sido el Sector Quinto —suspiró Yuuto—. Raro era que todavía
no hubieran tomado cartas en el asunto.
—¿Pero qué ha pasado, Mark? —preguntó Hikari—. Acabo de llegar y todo está
patas arriba.
—Sería mejor que le dejáramos explicarse —sugirió Eve.
—En realidad... Yuuto tiene algo de razón. Está relacionado con el Sector
Quinto.
—¿Ahora qué es? —preguntó Gregori—. ¿Podemos ayudar?
La sonrisa de Mark siguió ahí, pero no llegaba a sus ojos.
—Parece ser que el Sector Quinto quiere algo más que controlar el fútbol
juvenil...
—¿Qué quieres decir? —preguntó Annie.
—Todavía no lo sé, pero... por eso he de irme, para averiguarlo.
—Yeidi, estás muy tranquila —apuntó Joss—. Tú sabes algo, ¿verdad?
—Yo solo os puedo decir que... allá donde vaya Mark, estaré ahí para apoyar
sus decisiones —sonrió.
—¿Eso quiere decir que te vas con él? —se alarmó Guille.
—¿Y el trabajo? —preguntó Saki.
—Lo sabíais, ¿no? —preguntó Ken de repente.
Celia se dio cuenta de a quién se lo estaba preguntando y miró a Tris y a
Shawn, que eran los únicos aparte de Yeidi que no estaban sorprendidos.
—Ya te dije que lo hicieras de otra manera, Shawn —refunfuñó Tris—. Qué poco
tacto tienes.
—Pero tenía que saberlo.
—Hay formas más suaves de decirlo.
—¿Decir el qué? —preguntó Jude.
Mark miró al par de amigos y ellos se miraron entre sí.
—Lo sentimos —se adelantó Yeidi con una sonrisa de disculpa—, pero es mejor
que no sepáis nada. Ya es malo que tanta gente lo sepa. Es mejor así.
—¿Pero no vais a decir ni a dónde os vais? —reclamó Estela—. ¿Es peligroso?
Se quedaron en silencio.
—¿Entonces quién dirigirá a los niños? —preguntó Annie.
—Eso es fácil —sonrió Mark—. Jude, te dejo a cargo de ellos. Te pido este
gran favor porque eres el único al que puedo confiárselo. Estoy seguro de que
harás un gran trabajo con ellos.
—¿De qué te sorprendes? —se burló Yuuto—. Eres el segundo entrenador,
estaba claro que te iba a dejar al mando a ti.
—¿Pero por qué yo?
—Bueno, creo que soy capaz de ver el lado bueno de todo el mundo —se rió.
—Eso no es una respuesta —le regañó Yeidi, pegándole un codazo en las
costillas.
—Lo que quiero decir es que eres realmente el único que puede entrenarles,
Jude —se sobó las costillas, sin perder su sonrisa.
Jude asintió, tomándose en serio la responsabilidad que le había dejado
Mark. No decepcionaría a su gran amigo. Los demás continuaron avasallando a los
cuatro para intentar sonsacar más información de la misión secreta. Incluso
Einar estuvo sopesando la opción de coaccionar a su esposa Nelly para averiguar
si sabía algo más.
—¿Cuándo os vais? —preguntó Rubén.
—Habíamos pensado esta misma noche —respondió Yeidi—, pero Mark se tiene
que despedir de los chicos, así que será justo después.
Se quedaron sorprendidos ante las prisas que llevaban.
—Joder, justo llego y os vais —resopló Hikari—. Parece que lo hayáis hecho
a posta.
—Me encantaría poder hablar más tiempo contigo y ponernos al día, pero...
—Yeidi cogió las manos de la idol con pesar.
—Lo entiendo... Otra vez será —sonrió Hikari.
—¿Vosotros también os iréis? —preguntó Jude, mirando a Shawn y a Tris.
—Yo me quedo —respondió la profesora de Educación Física—. Shawn tiene que
volver para poder hablar con los del Alpino ahora que han dejado de estar bajo
la influencia del Sector Quinto.
—¿Pero y tus chicos de atletismo? —preguntó Annie.
—No soy la única entrenadora —resopló ella—. Sabrán arreglárselas sin mí un
par de semanas más.
—¿Cuánto tiempo vas a quedarte? —preguntó Joss.
—Depende —respondió, mirando atentamente a Jude.
Yuuto terminó por sonreír y estirarse con pereza. Después dijo:
—Yo quiero estar delante cuando soltéis la bomba del entrenador a los
chicos.
Estela y Celia suspiraron ante la idea. Seguro que les preguntarían un
montón, como era normal.
Procedieron a despedirse del matrimonio. Yuuto miró desde un lado todos los
abrazos sentidos que se estaban dando con cierto aburrimiento. Ken también
estaba a su lado, evitando que le arrastraran a ese abrazo grupal.
—Bueno, veo que vais a necesitar tiempo, así que yo me largo —dijo la
portera—. Jude, le diré a Samford que llegarás algo más tarde.
—¿Me estoy perdiendo algo? —preguntó Saki, con interés.
—Eso —apoyó Guille—. ¿Por qué tienes que avisar tú de lo que hace Jude a
David? —arqueó una ceja.
—Pues porque habíamos quedado para cenar.
Fue el turno de Annie de alzar una ceja.
—Oh, por Dios, todos los del cuerpo técnico de la Royal hemos quedado para
cenar esta noche —se exasperó Yuuto.
—Pero Jude ya no es de la Royal —dijo Rubén.
—¿Eres un espía secreto? —soltó Einar.
Eve se tapó la boca para sofocar una carcajada.
—Sigue siendo el entrenador de la Royal —bufó Yuuto—. En fin, mejor que no
avise y luego ya te las ves con todos ellos. ¡Buena suerte en vuestra aventura!
—se marchó, despidiéndose con la mano.
—Deberíamos irnos nosotros también —dijo Eve—. Antes de que se haga más de
noche y haya demasiado tráfico.
—¿Has cambiado a Nathan, Eve? —sonrió Hikari con picaresca.
—Anda, no seas idiota —la pelirroja le dio un pellizco—. Tan solo se está
quedando en mi casa, nada más. Hasta que todo esto de la Revolución termine.
—Espero que podamos vernos antes de que me vaya a España —se despidió
Gregori—. Me alegro mucho haberos visto de nuevo.
—¡Algún día iremos a España…!
—Sí, lo tenemos pendiente —asintió Mark a las palabras de su mujer.
Poco a poco se fueron despidiendo y yendo. Al final, solo quedaron Tris y
Shawn con el matrimonio.
—¿Pero estáis seguros de querer esto? —preguntó de nuevo la castaña—. No era
nuestra intención de que tomarais cartas en el asunto. Y tan precipitadamente.
—No, habéis hecho muy bien en decirlo —se apresuró a decir el entrenador
Evans—. Si es cierto lo que habéis averiguado… esto será mucho más grande que
solo controlar el fútbol.
—Sí… —murmuró Yeidi—. Mucho más serio. No podemos dejar que el Sector
Quinto siga haciendo de las suyas. Por eso tenemos que investigar antes de
actuar.
—Tened cuidado —dijo Shawn.
—Vosotros también. Puede que también os tengan en la mira. A lo mejor por
eso os echaron —respondió Mark.
—No me extrañaría —Tris le dio la razón—. Pero bueno, podéis iros
tranquilos. Yo me quedaré hasta que vea que todo está bien y luego regresaré.
—¿Y Caleb? ¿Sabes algo? —preguntó Yeidi—. ¿No quieres decirle que estás
bien?
—Creo que pronto le tienen que dar un par de semanas de vacaciones, no lo
sé. Creo que eso es lo que me dijo la última vez que hablamos. Pero no os
preocupéis.
—Nos vamos. Buena suerte, chicos —se despidió Shawn.
—Hasta pronto.
Cuando se quedaron solos, Yeidi miró la torre y luego a la ciudad de
Inazuma. Mark observó a su mujer y terminó dejando un suave beso en su frente.
—Lo siento, pero debo dejar el Raimon.
Las palabras del entrenador dejaron estupefactos a los chicos. Los había
reunido antes del entrenamiento matutino y eso les había pillado desprevenidos.
—¡¿Cómo ha dicho?!
—Jude Sharp asumirá el puesto de entrenador del equipo.
Y sin añadir ni una palabra más, Mark se fue por la puerta, ignorando los
llamados de sus jugadores. En cuanto posaron un ojo en los demás, se fueron
encima de ellos para hacer preguntas. Las profesoras les evadieron como
pudieron. Annie se hizo la loca mientras que Jude no dijo nada.
—Esto debe ser duro para vosotros, así que os dejaremos un momento para que
lo asimiléis —dijo Estela.
—El entrenamiento del día de hoy se suspende hasta mañana —añadió Celia.
—Intentad descansar hasta entonces, chicos —Annie les miró con comprensión.
Las tres mujeres salieron del lugar, con Jude Sharp yendo detrás.
Al día siguiente, Jude Sharp puso a los jugadores en filas perfectamente
ordenadas. Yuuto se había colado en el entreno, con la excusa de que no se
perdería el espectáculo por nada del mundo. Hikari y Tris también estaban ahí
como espectadoras.
—A partir de hoy hay un cambio en el plan de entrenamiento.
Los jugadores se veían desanimados. Parecía como si estuvieran a punto de
ser castigados. Yuuto se ofreció como voluntaria para marcar el ritmo a los
jugadores, pues conocía de sobras el plan de entrenamiento que tenía pensado
Sharp.
Al ritmo del silbato de Yuuto, fueron haciendo desde flexiones, sentadillas
hasta abdominales con levantamiento de piernas.
—Este plan de entrenamiento... —comentó Skie.
—No están usando el balón —dijo Rosie.
—No. Y es un entrenamiento de fútbol —Jade estaba cruzada de brazos.
Celia miró con cierta preocupación a su hermano. Annie, Hikari y Tris se
murmuraban cosas entre sí.
—Yuuto lo está disfrutando, yo lo sé —dijo Annie.
—Sí, su sonrisa lo dice todo —se rió Tris.
—¿Normalmente entrenan así? —preguntó Hikari.
—Qué va —Estela se sentó con ellas—. Creo que esta es la primera vez que
veo a los chicos hacer entrenamiento físico. O sea, de este tipo.
—¿Es que también van a hacer carreras de vallas? —comentó Tris—. Me ha
pedido antes del entrenamiento que me aviniera con los del club de atletismo y
me las robara.
—Que no te extrañe —dijo Annie—. Mirad.
Yuuto ordenó a los jugadores que cada uno cogiera una valla y se pusieran a
saltar por encima de ellas lateralmente. Fue indulgente y no ordenó que fuera
al ritmo del silbato.
—¡Jean-Pierre, empieza a saltar cada vez más alto! —ordenó Jude.
—¿Eh? ¿Por qué?
Yuuto fue la encargada de subir la valla a un nivel superior.
—¿Por qué solo yo?
—Igual quiere obligarte a dejar el club de fútbol —dijo con malicia Aitor.
—¡Aitor Cazador! ¡¿Qué demonios haces hablando?! —le regañó Annie—. ¡Si
tienes tanto tiempo para hablar, eso es que te queda aliento suficiente para
saltar dos vallas seguidas!
JP miró con asombro al entrenador, que miraba con seriedad cómo los
jugadores intentaban retomar el aliento.
—¡Jean-Pierre Lapin, ponte a saltar de una vez! —le gritó Yuuto con mirada
afilada.
Y Aitor, aunque se quejó, al final tuvo que saltar dos seguidas por
bocazas.
La siguiente actividad que hicieron fue la de correr arrastrando un
neumático atado a su cintura.
—¡Eh, Wanli, pon el triple de peso! —ordenó Jude.
Y Wanli, que antes iba en cabeza, se quedaba atrás por el exceso de peso.
—Adé, cambia y pon debajo un balón.
—Aitor, como te rías de nuevo, te obligo a que lo hagas con las manos —Annie
le miró con mala leche al verle reírse de su compañero cuando se cayó.
Tenían que hacer equilibrio con una tabla y Adé era el que más había
sobresalido con su equilibrio. Aitor era el segundo mejor, pero como era tan
revoltoso, estuvo a punto de tener que hacerlo con las manos. Se libró por
poco.
Y por último, tuvieron que dar vueltas por el campo hasta que el entrenador
diera la orden. Wanli terminó respirando sofocadamente en el suelo. Cuando los
demás se detuvieron para ver si estaba bien, Jude les ordenó que siguieran
corriendo. Eso no le hizo demasiada gracia a su hermana pequeña.
—Yo creo que quiere matarlos —soltó Hikari.
—¿Así era cuando entrenaba a los de la Royal? —le preguntó Annie.
—Pero si esto no es nada —replicó Yuuto—. Venid algún día a los
entrenamientos de la Royal, que os vais a cagar.
—¿No os pasáis un poquito? —preguntó Estela—. ¿No se lesionan por tanto
esfuerzo?
—Estos chicos no están acostumbrados a tanto ejercicio físico.
—Bueno, en eso tienes razón —asintió Tris—. Aunque creo que ya sé lo que
pretende Jude…
—Bueno, veremos a ver si los niños aguantan lo suficiente para enterarnos
de su plan —comentó Estela—. Mañana van a despertarse sintiendo que les pasó un
camión por encima.
—Pobres —se apiadó Hikari.
Jude no dijo nada hasta que casi ya había oscurecido, cuando todos los
jugadores estaban en el suelo, sin poder correr más.
—Terminó el entrenamiento por hoy —fue lo único que dijo antes de irse.
—Desde luego, humor tiene para cuando quiere —Annie sofocó una carcajada.
—Nos vemos mañana —se despidió Yuuto con una gran sonrisa.
—Pues no… A mí no me convence, tú —farfulló Wanli.
—Conque así es como trabaja el entrenador Sharp… —murmuró Samguk.
Celia decidió ir a hablar con su hermano. Sus amigas fueron detrás de ella,
pues se olían el drama desde lejos y ahí tenían que estar para verlo. Pero
antes de eso, les dieron ánimos a los jugadores y se despidieron.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le reprochó Celia en las escaleras.
Jude y Yuuto se detuvieron. Yuuto quiso burlarse de la hermanita pequeña,
pero se mordió la lengua. Era mejor quedarse callada y ver el enfrentamiento.
—¿No ves que vas a reventar a los chicos?
—Solo tengo un deber en este cargo: conseguir que el Raimon gane partidos —y
dicho eso, se fue.
—Pero Jude…
Celia miró a Yuuto, intentando que ella le aclarara algo más.
—Eh… Solo te puedo decir que es por una buena causa. Piensa en el
entrenador Travis o en la entrenadora Schiller. Me tengo que ir, me espera tu
hermano.
La profesora quedó todavía más desconcertada. Se giró para ver a sus amigas
espiando.
—¿Qué creéis que quería decir con eso? —optó por consultarles.
—Confía en tu hermano, sabe lo que hace —dijo Tris.
—Pero díselo mejor —Annie le pellizcó el brazo—. Tiene derecho a saberlo. Al
menos ella.
—¿Saber el qué? —se sorprendió Celia—. ¿Es que vosotras ya lo sabéis?
—Lo podemos intuir, sí —asintió Hikari.
—Creo que es un enfoque muy acertado, Celia. No entiendo cómo nunca se nos
ocurrió antes –le dijo Estela.
Bueno, si ninguna ponía pegas, por algo debía ser, ¿no?
—Bueno, pero me invitáis a cenar por mantener tantos secretos entre
vosotras, ¿de acuerdo? —bromeó.
—¡Que invite la famosa! —gritó Annie.
—¡Eso, eso! —sonrió Tris—. Y que de paso también nos cante.
—Pues vayamos al karaoke —sugirió Estela.
—Me tenía que haber ido en el primer vuelo a Italia.
El entrenamiento del día siguiente siguió la misma rutina. Celia, aunque
sabía que aquel entrenamiento era por una muy buena razón, no pudo evitar
intentar interceder por JP, que ya no podía saltar más.
—Entrenador Sharp, JP ya no puede más.
—¿Él ha dicho algo o se ha quejado?
—No, pero… —titubeó.
—Entonces que continúe.
JP se sintió humillado por las palabras del entrenador. Frustrado y muy
cansado.
Pero no era el único, porque nada más cambiarse de ropa, Wanli estrelló violentamente
su bolsa del instituto contra los casilleros.
—¡Ya no aguanto más, tú!
—Tranquilízate, solo llevamos dos días —recordó Subaru.
—¡Pero mañana será igual, ya te lo digo yo, tú!
JP se puso de pie y declaró:
—Yo no vendré al entrenamiento a partir de mañana.
Todos le miraron con sorpresa.
—JP, ¿en serio? —preguntó Arion.
—Sí.
—Pues yo tampoco, tú —Wanli se acercó hasta donde estaba Lucian y le pasó
un brazo por encima—. ¿Verdad, Lucian? ¿A que a ti tampoco te gusta este
entrenamiento?
—¿Eh? —sonrió, sin saber cómo había sido metido en ese berenjenal.
—Pero Wan-Chang… —intentó mediar Riccardo.
—No intentes detenernos —y sin ninguna vergüenza, arrastró al pobre Lucian
hacia la salida.
—¡Pero, pero yo…! ¡Esto…! ¡Perdón…!
JP también se apresuró a irse. Arion fue detrás de él.
—¡JP! ¿No crees que puede haber puesto todo ese entrenamiento con algún
plan? El fútbol se aprende jugando al fútbol. Estoy seguro de que dentro de
poco sabremos lo que planea el entrenador Sharp. Sigamos un poco más.
JP se detuvo y le gritó:
—¡No quiero!
Arion se sorprendió. Incluso Skie, que les iba siguiendo desde más atrás. Hikari
se escondió detrás de un árbol al escuchar a JP y se quedó observando al grupo
que discutía.
—¡No he hecho más que entrenar con toda el alma, pero…! ¡El entrenador
Sharp…! —no siguió, aguantándose el nudo de la garganta y las lágrimas.
—¿Así que juegas al fútbol para que el entrenador Sharp reconozca tu
mérito? —preguntó con seriedad.
—Para ti es fácil, Arion —suavizó su voz, dándose la vuelta—. Tienes tu
Espíritu Guerrero y el entrenador no se está metiendo contigo… ¡Tú qué sabrás
lo que estoy pasando! ¡No tienes ni idea!
JP salió corriendo y no respondió al llamado de Arion.
—No tengo pensado cambiar el plan de entrenamientos —respondió tajantemente
Jude Sharp.
Riccardo di Rigo, Samguk Han y Subaru Honda habían ido hasta el despacho
del entrenador para hablar con él. Yuuto estaba de pie, al lado de Sharp, y
miraba con cierto asombro a los veteranos del equipo. Esa vez no se mordió la
lengua y soltó:
—No me digáis que los jugadores del Raimon ya están cansados por un
entrenamiento así de básico. Y eso que solo han sido dos días…
Los tres jugadores le miraron algo mal.
—Pero entrenador Sharp… —empezó a decir el capitán.
—Nunca creí que el capitán di Rigo pudiera llegar a ser tan quejica —interrumpió
la rubia—. No eres un novato. ¿Me estáis queriendo decir que no podéis soportar
este pequeño entrenamiento? Si es así, no sé cómo podéis jugar noventa minutos
y ganar con esas condiciones físicas tan patéticas.
—Señorita Takagi, con todo el respeto, no entiendo qué hace usted aquí
entrenando —respondió, frunciendo aún más el ceño—. No se olvide que no somos
la Royal Academy para que nos traten como a soldados.
Yuuto intercambió miradas con Jude. La rubia soltó un par de carcajadas y
dijo:
—Ahí tenéis la puerta entonces. Si no tenéis nada más que aportar, podéis
marcharos. Tenemos todavía trabajo que hacer.
—No… no quiere escucharnos… —se asombró Samguk.
—Así el equipo terminará desecho.
—Chicos, ¿qué hacéis todavía aquí? —se sorprendió Celia, acompañada de
Estela.
—Id a casa, tenéis que descansar bien después de la paliza de hoy —sugirió
amablemente Estela.
—Profesora Hills, profesora Schiller, ¿podría hablar con el entrenador
Sharp? Hemos intentado hablar con él, pero no nos quiere escuchar —pidió
Riccardo—. Incluso la señorita Takagi se ha burlado de nosotros.
Estela pensó que Yuuto había estado demasiado tiempo callada y sin burlarse
de los chicos. A Celia no le gustó que se burlara, pero no podía decirles la
verdad.
—Intentaré… Veré lo que puedo hacer —cedió finalmente Celia.
—Pero chicos, tan solo es el segundo día… —Estela intentó razonar con ellos—.
¿Tan cansados estáis? Entiendo que puede ser un cambio muy brusco, pero…
—No creo que el entrenador Evans nos diera este tratamiento tan inhumano —murmuró
Samguk.
Las profesoras intercambiaron miradas. Les desearon las buenas noches y se
despidieron de ellos, rumbo al despacho de Jude.
Mientras tanto, el grupo de JP, Wan-Chang y Lucian habían terminado en el
restaurante Rai-Rai. Wan-Chang todavía refunfuñaba.
—No pienso seguir aguantando al entrenador Sharp.
—Aquí tenéis, chicos.
—¿Arroz frito? —se sorprendió Lucian al ver la bandeja de comida que le
habían servido—. Si solo habíamos pedido fideos.
—Invita la casa.
Wanli sonrió. Por fin una alegría.
—Muchas gracias, jefe —agradeció Lucian antes de coger lo palillos.
Solo JP parecía estar más decaído que los otros dos. Creía que Arion le
entendería, pero no había sido así. No podía evitar estar triste.
Fuera del restaurante, dos figuras estaban charlando delante del local.
—Oh, Dios mío —se sorprendió Tris—. ¿Todavía está esto aquí?
—Pero el señor Hillman está jubilado, ¿no? O eso me habéis dicho —recordó
Hikari—. ¿Quién lo lleva entonces?
—No lo sé, pero he visto que los chicos se metían aquí. Vamos, entremos.
—¡Espera, no tan rápido…! —le detuvo Hikari.
—Hiki, no me seas remilgada. Me has arrastrado contigo para espiarles,
ahora no te eches atrás. Además, tengo hambre.
—Pero comer aquí… con ellos…
—¿Y qué? Ni que fueran los dueños. ¿No querías ver crear una oportunidad
para acercarte más a él? Pues esta es una muy buena. Puedes intentar consolarle
por el autoritarismo de Jude.
—¿Consolarlo? Lo que voy a hacer es tirarle de las orejas, que no aguanta
nada.
—La verdad es que son más débiles y quejicas de lo que éramos nosotras… —murmuró
Tris.
—No pensé que serían así, la verdad. Un poco de ejercicio y ya se mueren.
—Sí, sí, ahora sé valiente y entremos —Tris le cogió de la muñeca y la
arrastró adentro—. ¡Buenas, jefe!
Las dos se quedaron sin palabras al ver quién era el cocinero que las
atendería.
—¡Soy la tutora del club, tengo que defender a los jugadores…!
—Ya lo sé, Celia, pero no te vuelvas loca —Estela intentaba calmar a su
compañera de profesión—. Además, ya sabes cómo es Yuuto. Es un milagro que no
lo hiciera antes.
—¡Pero no es excusa…! Vale que Jude quiera entrenarles para que mejoren,
pero no puede subir la intensidad de esa manera.
Estela quiso protestar más, pero Celia a punto estuvo de derribar la puerta
de una patada de lo enfadada que estaba. Al final, Estela fue más rápida y tocó
a la puerta antes de que se abrieran automáticamente.
—¡Oye, Jude, tenemos que hablar! ¡¿Qué es lo que estáis intentando hacer?!
—¡Cuidado…! —le gritó Yuuto al ver que resbalaba con un papel tirado en el
suelo.
Por suerte, Celia se pudo agarrar a la mesa.
—¡No puedes tener todo tirado por ahí! —le regañó antes de coger el folio,
pero entonces se puso las gafas y le echó un vistazo—. ¿Eh? Estos son… ¿Los
datos de Arion?
—Mira, también están los de Riccardo y Michael —Estela le pasó los que
había recogido del suelo.
—Y de JP…
Las dos peliazules miraron a Jude, que continuaba tecleando. Al lado de él,
había una montaña de folios. Y Yuuto iba tecleando en la tablet que tenía en
sus manos. Les sonrió con complicidad y bromeó:
—Si no me equivoco, venís por una queja del capitán di Rigo, ¿verdad?
Solo así se dieron cuenta de cuán implicado estaba Jude en analizar las
fortalezas y debilidades de cada jugador. Incluso Yuuto estaba ayudando, a
pesar de que no tenía la necesidad de hacerlo.
—¿Pero por qué? —Estela miró a la rubia.
—No os equivoquéis, es por el bien de la Revolución. Creedme, tengo ganas
de volver a entrenar a los de la Royal, al menos no se quejan tanto como los
del Raimon —bromeó.
Las palabras de Yuuto parecieron reflexionar a Jude. Ya era la segunda vez
que le recordaban que ellos no eran la Royal.
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El duro
entrenamiento de Jude Sharp está haciendo que los jugadores lleguen a sus
límites demasiado rápido. El equipo está roto, pero no todo está perdido. A veces,
pensar con el estómago vacío no es bueno. Y no todo es lo que parece, por lo
que los chicos del Raimon tendrán que ser algo pacientes para saber por qué el
entrenador Sharp es tan duro con ellos. ¿Quizás ayudará un par de historias del
pasado para que sus ganas de entrenar vuelvan de nuevo?
Si lo queréis
averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: ¡JEFE, UNA DE METOMENTODO!
¡¡¡Esto es fútbol
al rojo vivo!!!
He tenido que cortar a la mitad el capítulo, porque se me hacía demasiado largo xD La inspiración es bien cabrona cuando quiere.
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