CAPÍTULO 30- ¡JEFE, UNA DE METOMENTODO!


Al día siguiente, Wanli, JP y Lucian no vinieron al entrenamiento.
—¿No parece un poco raro un entrenamiento sin esos tres en el campo? —preguntó Jade.
Shun, Hugh y Aitor fueron los que se quedaron rezagados durante las vueltas al campo, sin poder correr más. Ahí fue cuando Jude se dio cuenta de que no podía llevarles como si fueran la Royal. Yuuto miraba de reojo al entrenador y sonrió antes de darle una palmada en la espalda.
—Está claro que no son ellos. ¿Qué harás entonces?
—¿No lo ves? Ni siquiera han durado nada hoy —regañó Annie.
—Me voy. Después del entrenamiento me pasaré —anunció Yuuto—. Tengo que ocuparme de mis propios niños antes de que David me quiera sacar un ojo y hacer pareja de parches conmigo.
—Eso es lo que deberías estar haciendo y no burlándote de estos flojos —dijo Tris.
—Pobres, como no están acostumbrados a estos entrenamientos... —se apiadó Hikari.
—Por eso creo que deberías suavizar un poco más, Jude —le susurró Celia—. No es bueno subir la intensidad tan deprisa, ya lo sabes.
—Yo también debería ocuparme de mi propio club de música —dijo Estela—. Por ahora no me necesitáis. Si eso, nos vemos esta noche.
—¡Ah, sí! —exclamó Annie—. ¡Recordad que esta noche hay cena en casa de Einar! ¡No faltéis!
Tanto Yuuto como Estela hicieron un gesto afirmativo antes de irse.
A pesar del cansancio de los jugadores, Jude no dio por terminado el entrenamiento hasta que ya había oscurecido. Justo cuando Jude se había marchado hacia su despacho, llegaron Andrea, Guille y Joss por sorpresa.
—Pues sí que era cierto eso de que Jude estaba siendo un tirano —silbó Guille, al ver a todos los niños exhaustos.
—¿Tanto los ha machacado? —preguntó Andrea, mirando a sus amigas.
—Bueno… —comenzó a decir Tris.
—Hemos hecho entrenamientos peores, sinceramente —terminó por decir Hikari.
—¿Pero qué han hecho para que estén así? —quiso saber Joss.
Celia les enseñó el plan de entrenamientos que había ideado su hermano mayor. Después de estar un par de minutos analizando la información, los recién llegados se miraron entre sí.
—Me temo que si se meten en el Campo Centella, se mueren directamente —concluyó Andrea.
—Eso sí que era entrenamiento.
—Bryce me contó sobre los entrenamientos a los que eran sometidos en la Academia Alius —dijo Joss.
—Desde luego, eran brutales —murmuró Annie, recordando.
—Mark y los demás pudieron probar uno de los campos de entrenamientos de la Alius —recordó Celia—. Cuando fuimos a Osaka.
—Oh, sí, me lo contó Sue —asintió Guille.
—¡Alto ahí, chavales! —gritó Hikari, llamando la atención de los jugadores—. Antes de que os vayáis al vestuario, me gustaría que os quedarais durante unos minutos.
—Vamos, vamos, no hace falta ni que os mováis —sonrió Guille, viendo que aunque quisieran, tampoco podrían—. Animaos, ya se ha terminado el entrenamiento.
—¿Qué tiene de bueno eso? —gruñó Michael—. Esto es un sinsentido.
—Wan-Chang no ha venido… —murmuró Subaru.
—JP y Lucian tampoco… —añadió Arion.
—Desde luego, sois unos flojos —comentó Tris casualmente.
—Pe-pero Tris… —Celia quedó alucinada por la franqueza de su amiga.
—¿Os han contado alguna vez cuando el entrenador Evans, el entrenador Sharp y todos los del Raimon partieron en un viaje por todo el país para luchar contra extraterrestres? —intervino Andrea, sentándose en uno de los banquillos.
—¿Extraterrestres? —empezaron a murmurar.
—Exacto, H y yo lo vivimos en primera persona, ayudándoles durante el camino —Guille se sentó a su lado.
—¿Tampoco os contaron los extraños entrenamientos del entrenador Travis cuando dirigió al Inazuma Japón en su camino a la cima del mundo? —añadió Joss, sentándose al otro lado de Andrea.
—O incluso los de los mismos extraterrestres —sonrió Annie.
Hikari y Tris se sentaron con sus amigos, también dispuestas a contar los entrenamientos que habían soportado para llegar hasta donde estaban.
Los chicos del Raimon, incluso las gerentes, se quedaron para escuchar esas historias tan extrañas como fascinantes que habían vivido las leyendas del Raimon. E incluso del mundo. Celia sonrió también y decidió aportar su granito de arena contando cuando Sue y ella fueron secuestradas por ángeles y demonios.
Historias tan íntimas que hicieron que los niños se olvidaran del cansancio momentáneamente. Pero el problema seguía ahí, por muchas historias de superación que escucharan.
 
—¡Tres de fideos, jefe! Es que no lo soporto, tú. Al final habrá que cambiarse de instituto, tú. ¿Verdad, Lucian?
—Ah, sí… —respondió en modo automático hasta que entendió lo que dijo Wanli y gritó—: ¡¿Qué?!
—Pues si no os gusta, luchad —les dijo el dueño del restaurante.
—¿Eh? ¿Que luchemos, tú? —Wanli miró de nuevo a Lucian.
—Pero si yo no…
—Queremos recuperar el auténtico fútbol de las manos del Sector Quinto, ¿no, tú? ¡Si nos marchamos del Raimon, volveríamos a estar como antes…! —se lo pensó mejor y entonces exclamó—: ¡Ea, pues entonces lucharemos, tú! ¡¿Verdad?!
—¿Qué? ¿Pero cómo que luchar? —se sorprendió Lucian—. ¿Luchar con el entrenador?
—Marchando una de fideos —el dueño sirvió una bandeja.
—¡Ahí va, otra vez invita la casa! —se sorprendió Lucian antes de agradecerlo.
—Ahora que ya está tomada la decisión, hay que comer.
—Que aproveche.
—JP, ¿qué vas a hacer tú? —le preguntó Wanli.
—No puedo regresar… —contestó de lo más desanimado.
El dueño del restaurante salió mientras los jóvenes comían. Fuera le esperaban Tris y Hikari, que le saludaron con una sonrisa.
—Bueno, parece que ya hay dos convencidos. El pequeñín es otra cosa.
—¿Deberíamos entrar? —Tris miró a Hikari—. Es hora de que entables una buena conversación con tu primo.
—Está bien —asintió, decidida.
—Os he dejado servida dos de fideos —sonrió.
—Muchas gracias, pero tenemos que dejar sitio para la cena —dijo Hikari.
—Pero con gusto nos las llevamos —interrumpió Tris.
—¿Pero a dónde vas?
—Tengo que hacer un reparto de última hora.
—Oh, bueno, pues te esperaremos —comentó Hiki—. Vente con nosotras a la casa de Einar, hay reunión de antiguos amigos.
—Bueno, si insistís tanto…
—¡Eh, Archer! —llamó la profesora.
Archer Hawkins, sin su enorme tupé característico de su juventud, se giró para mirar a sus amigas.
—Me alegro saber que dejaste de ser un delincuente de poca monta —Tris le sacó la lengua.
El hombre se rió viendo las pintas que llevaba en la actualidad Tris.
—Es bueno ver que poco a poco nos vamos reuniendo aquí en Inazuma.
Y con un último saludo, Archer se alejó.
 
—¿A dónde vas, Aitor? —Annie interceptó al adolescente del que estaba a cargo.
El chico señaló a sus compañeros del Raimon, que iban caminando todos juntos.
—Oh, ya veo. ¿Vas a cenar con ellos y a pasar el rato?
—Eh… Supongo. ¿Por qué?
—Por nada. Creía que volverías a casa.
—Pero si tú te vas a cenar con tus amigos.
—¿Quieres venir? —sonrió ella, queriendo molestar al niño—. No creo que les importe tenerte por ahí. Es más, creo que Jude estará encantado de tenerte ahí para darte unos cuantos consejos.
—Preferiría no verle la cara al entrenador Sharp hasta mañana, a ser posible, muchas gracias —respondió con cierto hastío.
Annie se rió.
—Anda, corre, que te dejan atrás. ¡Ten cuidado…!
Aitor se apresuró para alcanzarlos.
—Nunca creí que te vería cuidando de un adolescente —sonrió Celia.
—Ni yo. Pero la vida da muchas vueltas. ¿Has terminado? Vamos a casa de Einar antes de que a Nelly se le ocurra entrar a la cocina.
Celia tan solo pudo reírse.
 
Cuando Aitor quiso darse cuenta, el grupo de compañeros al que seguía había terminado en el campo de la ribera. No sabía muy por qué, tan solo se había dejado llevar por la corriente. Allí encontraron a Riccardo mirando el campo, sumido en sus pensamientos.
—Ese día, el entrenador Evans nos mostró a todos la luz de la esperanza, ¿verdad? —recordó Gabi con una sonrisa, haciendo notar sus presencias al capitán.
—Hola, chicos.
—También habíamos pensado que el entrenador Evans nos estaría esperando aquí, igual que tú.
Aitor puso cara de consternación a lo que dijo Samguk. ¿Acaso era el único que no se había enterado de nada? Eso le pasaba por llegar tarde y estar siempre a su bola. Pero al menos quedaba bien ante los demás.
—¡Riccardo…!
—Nishiki —se sorprendió al ver a su amigo en lo alto de las escaleras.
—Pardiez, que estos días andas tristón como un alma en pena. ¿Y acaso no parece que los demás también? —comentó casualmente, yendo hasta ellos.
—¿Y tú qué sabrás? —saltó Gabi.
—Puedo aseguraros que he contemplado un cambio en vosotros que me ha sorprendido. ¿Sabéis cuál es?
—Nishiki, ya está bien —advirtió el capitán.
—¡Vuestros rostros, chicos! —sonrió Ryoma, sin importarle nada—. Antaño parecían haber perdido la ilusión, pero ahora vuelven a estar animados. El entrenador Evans consiguió la hazaña de sacar unos brotes de esperanza que dormían en lo más hondo de vuestros corazones para que les diera la luz del sol. ¡¿Y ahora los dejáis marchitar?! ¡Haré que crezca y cuando nos encontremos de nuevo, se quedará asombrado de lo grande y fuerte que ha crecido su esperanza!
—Nishiki… —Riccardo estaba sin palabras ante tal discurso.
—Eso o algo similar —terminó por decir, sin dejar de sonreír.
Se miraron entre ellos. Aitor confirmó que no se había enterado de nada.
 
—Arion, ¿crees que volverá a los entrenamientos? —Skie le iba comentando a su amigo sobre JP.
Volvían de camino a casa, sin saber que JP se había cruzado con ellos por casualidad. Habiendo escuchado que hablaban de él, se escondió detrás de una farola.
—Sí, estoy seguro de que JP volverá.
—Y entonces, ¿por qué ir a su casa?
—Porque quiero contarle a JP lo que siento. Quiero decirle que quiero jugar al fútbol con él.
El mencionado no supo qué sentir al escuchar aquello.
 
—¡Buenas, reparto del Rai-Rai!
—¡Archer…! —exclamaron Yuuto y Jude a la vez.
—¿Cómo te han dejado entrar, delincuente? —se rió Yuuto.
—Lo que me extraña a mí es que a Tris le dejen entrar viendo cómo va —respondió, yendo hasta la mesa para sacar lo que había traído.
—¿Te has encontrado con Tris? —se sorprendió la rubia.
—Sí. Estaba con Hikari en el restaurante. Parece que iban a hablar con tres jugadores del Raimon que estaban bastante decaídos.
—¿Tres chicos…? —repitió Jude.
—Seguro que han sido los cobardicas que no han podido con el entrenamiento y se han dado a la fuga.
—Tenían cara de eso, sí —asintió, sonriendo, para luego poner un enorme bol sobre la mesa—. Una de metomentodo.
—¿Eh? —Jude miró a su antiguo amigo—. No hemos pedido nada.
—Escucha, Jude. Cuando aspirábamos a ser los mejores del mundo, queríamos estar en el mismo terreno de juego que la gente increíble. Pero… no sabíamos si podríamos estar a la par con ellos. ¿Sabes qué pasa cuando los que tienes delante son tan brillantes? Que casi no podemos verlos.
—Y ahora yo soy… la persona que tienen por delante, quieres decir.
Asintió, satisfecho.
—Cómetelo antes de que se te enfríe.
—¡Pero no puede aceptarlo! —intervino rápidamente Yuuto—. O Einar nos mata si luego no cenamos bien en su casa. Sobre todo si ha conseguido mantener alejada a Nelly de la comida.
—Oh, ¿también vais a esa cena?
—Te lo han comentado Tris y Hikari, ¿no? Vente con nosotros. Como en los viejos tiempos.
—Me habían invitado ya —sonrió.
—Entonces nos vemos allí, ¿no?
—Bueno, siempre podemos comérnoslo a medias —comentó Jude.
—Parece mentira, Jude, que hasta Archer tenga que recordarte que el Raimon no es la Royal —se rió Yuuto.
—Nos vemos luego, chicos. Es un placer veros de nuevo —sonrió, despidiéndose.
 
No había sido fácil, pero había conseguido quedarse un poco a solas con Lucian Dark. El chico se veía algo nervioso. No conocía de nada a la amiga de los entrenadores y tampoco sabía de qué podían hablar. Hikari respiró hondo, dándose el lujo de observar un poquito más a su primo.
—Eres Lucian Dark, ¿no?
—E-eh, sí, señorita Sono.
—Eres familiar de Ray Dark, ¿verdad?
—Era mi tío… —murmuró, con la cabeza baja—. Es bastante más famoso de lo que me imaginaba…
—¿Te avergüenzas de que fuera de tu familia?
—Yo… —tartamudeó, sin saber qué decir.
—Porque yo sí —Hikari cerró los ojos—. Siempre me pregunto por qué tuve que haber nacido con la misma sangre que ese mismo hombre. Solo me ha traído dolor y sufrimiento.
—¿La…? ¿La hija de Ray Dark…? —Lucian abrió desmesuradamente los ojos, intentando no alzar demasiado la voz—. Eso… eso quiere decir que tú… es decir… que usted…
—Sí —sonrió suavemente para tranquilizarle—. Soy tu prima. Somos familia. Me presento mejor. Soy Hikari Sono. Encantada de conocerte, mi pequeño primo.
El shock del pequeño fue mayúsculo. Nunca creyó que su tío hubiera tenido una hija secreta. Nadie de la familia lo sabía. No supo por qué, pero las lágrimas se agolparon en sus ojos. Eso asustó a Hikari, que no entendía la reacción del niño.
—¿Estás bien, Lucian? ¿Por qué lloras?
—Sí, sí —dijo, limpiándose rápidamente las lágrimas—. Es solo que… me ha sorprendido. Nunca pensé que tendría más familia y… ¿Cómo supo que era su hija?
—Por favor, tutéame, Lucian —dibujó una cálida sonrisa—. Después de todo, somos familia. Entre los primos hay que tutearse.
—Entonces, ¿creciste con mi tío? ¿Cómo era él?
Hikari se miró momentáneamente las manos. Venía la parte más difícil de la conversación. Quizás llegara un poco tarde a la cena con sus amigos.
 
—Todavía no entiendo cómo el instituto os ha dejado entrar —comentó Celia, viendo toda la gente que había en el despacho de Jude.
—¿No lo dijimos anoche en casa de Einar? —sonrió Guille—. ¡Queríamos ver la reacción de los chicos cuando se enteraran!
—La verdad es que quiero ver con mis propios ojos cómo se sorprenden con Jude —asintió Eve.
—Me da curiosidad también —dijo Greg—. Es normal que los entrenadores estrictos sean odiados al principio.
—¿Tú eres odiado? —preguntó Einar, extrañado—. No parece estricto.
—Lo soy, lo soy.
—¿Dónde está Rubén?
—Creo que esta tarde había quedado con alguien —recordó Joss—. Aunque no me dijo con quién. Bueno, en realidad no lo escuché muy bien.
—El sufrimiento valdrá la pena —sonrió Saki.
—Por fin podré dejar de escuchar quejarse a esos niños —suspiró Yuuto.
—¿Creéis que esta vez estarán todos?
—Wanli y Lucian parecían estar dispuestos a volver —comentó Tris.
—Yo creo que los demás también —asintió Estela—. Son el Raimon, no van a rendirse tan fácilmente.
—Esperemos que sí, porque igualmente nos tocará contra un equipo fuerte —dijo Annie.
—¿A qué te refieres? —le preguntó Hikari.
—El ganador del otro grupo ha sido el instituto Kirkwood —anunció Jude—. Los campeones del año pasado.
—¿Pero no fue un partido amañado? —preguntó Ken.
—No. No lo fue —respondió Estela—. Jugaron limpiamente y aun así, perdieron contra el Kirkwood. Por eso es un rival fuerte. Y más si están bajo las directrices del Sector Quinto.
—Es la hora —Jude se levantó de su asiento—. Vamos.
Cuando llegaron al campo de entrenamiento, vieron que todos los jugadores estaban. Incluido JP. El ambiente se sentía tenso.
Los amigos del entrenador Sharp se agolparon detrás de él, en los asientos del banquillo. Después de que las gerentes repartieran los folios asignados a cada jugador, Jude anunció:
—Chicos, he desarrollado un nuevo plan de entrenamientos. Es específico para cada uno de vosotros.
—¿Qué? Pero cada vez hay más disciplinas —se desanimó Eugene.
—El número de algunas ha bajado, pero esto será…
—Bastante duro —Gabi terminó la frase de Riccardo.
—¡No os preocupéis, chicos! —sonrió Annie—. Para eso os hemos traído a vuestro grupo exclusivo de animadores, para que os suban la moral —señaló a sus amigos, que empezaron a gritar con ánimos como una muestra de lo que les esperaba.
—Perdone, entrenador Sharp —intervino el capitán di Rigo—. Cuando terminemos todos los entrenamientos, ¿podremos hablar, por favor? Queremos discutir sobre el futuro del club.
Jude se limitó a asentir.
—¡Muy bien! —gritó Estela después de hacer sonar el silbato—. ¡Os quiero moviendo el culo pero ya! ¡Nada de quejas! ¡En marcha, a trabajar! ¡Ya estáis perdiendo el tiempo! ¡Y tenéis que hacer muchas cosas! ¡Vamos, vamos!
Además de animar a los jugadores, también les fueron ayudando a la hora de realizar sus entrenamientos. Ya fuera con el material como marcando los ritmos de las repeticiones.
 
—¡Terminé! —Arion se dejó caer contra el suelo—. He completado todo el plan…
Sherwind era el antepenúltimo que terminaba. Todos los demás estaban recobrando el aliento sobre el césped. Todos excepto dos personas. A lo lejos, Wan-Chang tomaba impulso para dar un salto.
—¡Esta es la última, tú! —saltó por encima de la valla y aterrizó de cara al suelo—. ¡Terminé, tú! —gritó con inmensa alegría.
—¡Solo queda el pequeñín! ¡Ánimo, JP! ¡Tú puedes! —animó Guille con todas sus fuerzas.
Todos se fijaron en JP. Estaba atado por la cintura a dos enormes llantas y tenía que correr hasta un cono y tocarlo.
—Es la última vez… —murmuró Skie.
Un último toque y habría terminado su plan.
JP estuvo a punto de rozar el cono, pero fue propulsado hacia atrás con violencia. El adolescente se levantó con decisión, no dejando que ese fallo le desanimara.
—¡No me quedaré atrás! —y se lanzó de nuevo, chillando—. ¡Porque me gusta el fútbol!
—¡Tú puedes, JP! —animó Arion.
Todos los más mayores también le animaron.
—¡Quiero jugar…! ¡Ya está!
—¡Muy bien, JP! —Guille salió corriendo hacia el chico para abrazarlo.
Los demás también celebraron con él.
—¡Todos lo hemos superado, tú! —sonrió con orgullo Wan-Chang.
Pasada la emoción inicial, miraron hacia el entrenador Sharp. Sus amigos se colocaron al lado de las gerentes, a la espera de lo que pasaría a continuación.
—Seguro que no puede decir nada de pura rabia, tú —murmuró Wanli.
—¿Tú crees? —replicó Arion, serio.
Victor se percató de varios folios que estaban a sus pies y los recogió. Tras echarles un vistazo, dijo:
—De modo que era esto…
Todos se giraron hacia Victor para saber qué sucedía.
—El nuevo plan estaba preparado para que pudiéramos superarlo casi llegando a nuestros límites.
—Pero… para diseñarlos así entonces significaría que… —Riccardo estaba asombrado.
—El entrenador Sharp sabe perfectamente las capacidades de todos —completó Victor—. Puede que parezca que nos está pidiendo imposibles, pero lo que busca es sacar el máximo de lo que somos capaces.
—Pero es impresionante. Todos esos duros entrenamientos eran para observar nuestros límites y preparar entrenamientos individuales para cada uno… —se dio cuenta el capitán del Raimon.
—¿Entonces era eso? —Skie miró a Celia.
—Así es —asintió la profesora.
—¿Qué gracia tendría si os lo dijéramos de buenas a primeras? —sonrió Estela.
—Y vosotros solo quejándoos —Guille les enseñó la lengua con diversión.
—El punto fuerte del Raimon son sus supertécnicas y las jugadas especiales. Y el punto débil, la fuerza física básica —explicó Jude.
—¿Fuerza física básica?
—Fuerza muscular, potencia de salida, resistencia, etcétera. Esos son los aspectos básicos de la fuerza física. No es bueno que dependáis demasiado de las supertécnicas, porque puede que algún día no funcionen. Y entonces es cuando vais a necesitar esta fuerza física básica.
Celia miró a su hermano con orgullo. Estaba segura de que Mark había notado la carencia del Raimon y había confiado en Jude para hacerles mejorar físicamente. Viendo cómo entrenaba a la Royal, estaba claro que sacaría el mayor partido del físico de los jugadores.
—Entonces… que pareciese tan duro conmigo era… —murmuró JP.
—Jean-Pierre, siempre pones tus límites por debajo de lo que eres capaz, ¿te has dado cuenta?
—¡Sí, entrenador Sharp!
—Muchas gracias, entrenador —Riccardo dio un paso al frente—. Será un honor seguir trabajando con usted —le saludó respetuosamente.
—¡Es un honor trabajar con usted! —los demás secundaron a su capitán.
—¡Tonterías! —saltó Hikari—. Bien que os estabais quejando de lo duro que era.
—Sí, ahora le queréis un montón —se burló Eve, sonriendo.
—No les escuches, Jude, son unos blandengues llorones —dijo Yuuto—. Vuelve a la Royal, allí no se quejan tanto como estos críos.
La ronda de burlarse de los jugadores del Raimon siguió durante un buen rato, con ellos avergonzándose por su mal juicio y Jude sonriendo por toda esa gente que le rodeaba, a cada cual más ruidosa.
 
—¿Eso es todo lo que tiene que decirme, gran emperador Alex Zabel…? —la mujer rubia paladeó ese nombre con cierta ironía.
—Sí. ¿Cuento contigo, Esther Mashiro?
Los ojos naranjas que se reflejaron en la penumbra brillaron con diversión. Sin embargo, esa emoción no se vio reflejada en el rostro de ella.
—No se preocupe, gran emperador. Allá donde vaya yo, va él. Tenga por seguro que Byron Love no se negará.
 
 
 
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Con la incorporación de Ryoma Nishiki al equipo, el ambiente está que arde. Los de tercer año notan la presión en sus hombros, pues cada vez hay más novatos que se disputan la titularidad con ellos. Y más con el próximo partido, pues se enfrentarán al Kirkwood. Por fin tendrán la tan ansiada revancha al repetirse la final del año anterior. Pero parece ser que el vigente campeón no está en tan buenas condiciones como uno se espera. ¿Podrá el Raimon aprovechar esa pequeña ventaja? ¿O se confiarán demasiado?
Si lo queréis averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: LA REVANCHA
¡¡¡Esto es fútbol al rojo vivo!!!




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