CAPÍTULO 33- NUEVAS LECCIONES Y METAS


—¡Recordemos que el marcador va dos a cero! ¡Los equipos se retiran del campo para el descanso de media parte!
—Bien —Langford se estiró, satisfecho—. A descansar, a descansar.
Desde lejos, el capitán Bay Laurel le miraba con preocupación.
—Oye, Langford, ¿por qué vas siempre a tu bola? —le increpó su hermano pequeño.
—Qué más da, he metido un gol, que es lo que importa, ¿no? Quita —le metió un empujón y se fue hasta el banquillo.
Mientras tanto, Bay Laurel fue a hablar con el entrenador Love.
—¿No cree que sería mejor dejar a Langford en el banquillo en el segundo tiempo? Si sigue en el campo, puede que el equipo vuelva a romperse de nuevo.
—No, seguirá donde está.
—¡Pero si sigue en ese plan…!
—Laurel, no debes subestimar al Raimon —le interrumpió Byron—. Cuanta más presión se ejerce contra ellos, más nuevas fuerzas reciben y crecen aún más para remontar. Ese es el fútbol del Raimon. Y ese equipo que ves, continúa con ese fútbol. Para este partido, necesitaremos todo el talento y la fuerza de Langford.
—Sí, pero entrenador…
—¿Vas a quitarnos la oportunidad de enfrentar a un invocador como lo es Langford contra Victor Blade…? —sonrió Esther con malicia—. El diez de cada equipo es invocador. ¿Por qué no dejar que choquen entre ellos? Quiero ver quién gana. Si el traidor al Sector Quinto o nuestro jugador con gran talento. Porque supongo que estarás deseando enseñarle una lección a Victor Blade, ¿verdad…? —miró directamente a Langford.
—Pero señorita Mashiro —intentó protestar su hermano menor, Bradford.
Byron le dio un toque discreto a la rubia para que dejara de meter tanta cizaña.
—Una victoria adquiere auténtico valor cuando la consigue todo el equipo junto —Byron se puso más filosófico—. Solo entonces veréis el camino que debéis seguir como equipo.
Sus palabras les hicieron reflexionar. Mientras tanto, Byron aprovechó para meterle un buen pellizco a Esther.
Tampoco hace falta que te pases con los niños —le regañó él en coreano.
Oh, vamos, tampoco es para tanto. Está dentro del plan, ¿recuerdas? Ese chaval tiene que probar el caer en lo más bajo para darse cuenta de lo que está haciendo. Y creo que Bradford será de buena ayuda —Esther miró al chico bajito—. Es una pena que tengan tan mala relación por culpa del fútbol…
 
En la zona del Raimon, Ryoma estaba sentado en el suelo, sumido en sus pensamientos. Tenía que haber chutado y no acobardarse en el último segundo. Hikari le miraba desde lejos, queriendo acercarse y decirle algo. Sin embargo, se quedó quieta y miró a su primo Lucian, que parecía estar dándole ánimos a todo el mundo. La cantante no fue la única en percatarse de las dudas de Ryoma Nishiki, pues Jude estaba mirando de cerca al centrocampista.
—Tendremos que seguir moviéndonos si queremos librarnos de sus marcajes.
—Ya te digo.
—¿Quién es?
Todo el equipo y el cuerpo técnico del Raimon se dio cuenta de que había un hombre trajeado de blanco y de pelo rosa chillón que caminaba delante de ellos. Se detuvo justo delante de Ryoma. Hikari sonrió y se acercó hasta quedar al lado de él.
—Roma.
—¿Eh? —Nishiki se giró y enseguida se puso rodillas mientras gritaba—: ¡Maestro!
—Sorpresa —canturreó Hikari, sonriendo.
—Cuánto tiempo ha pasado, eh, chicos —el hombre se quitó las gafas de sol.
—¡Si es Kevin…! —sonrió Jude, sorprendido.
—¡Eres tú…! —se alegró muchísimo Celia.
Tanto Annie como Estela se lanzaron encima de él para abrazarle. Hicieron tanto alboroto que llamaron la atención de Byron y Esther, que se quedaron boquiabiertos al verle allí. Los más jóvenes y fanáticos del Raimon reconocieron a uno de los siete jugadores legendarios del club de fútbol.
—Kevin Dragonfly —saludó Greg, sonriendo, y chocó palmas con el hombre—. ¿Qué te trae por aquí?
—Pues lo mismo que a los aquí presentes: fútbol —respondió, levantando una pelota del suelo con el pie—. ¿Me lo prestáis un momento?
Kevin se puso a dibujar un punto gigantesco con rotulador rojo en el balón.
—¿Pero qué está haciendo?
—Ahora lo veréis, chicos —dijo Hikari.
—Muy bien. Roma —le lanzó el balón—. Vamos a ver. Quiero que le des a aquel palo —señaló a uno solitario que estaba a unos metros más allá, clavado en el agua.
Nishiki miró con decisión el centro del palo. Elevó el balón en el aire y chutó con todas sus fuerzas. La tinta del rotulador se quedó grabada justo donde le había indicado su mentor. El balón rebotado fue a parar a las manos de Kevin.
—Parece que has terminado el entrenamiento que te puse.
Una oleada de orgullo y satisfacción sacudió el cuerpo del joven centrocampista.
Jude se dio cuenta de que por eso estaba haciendo ese extraño entrenamiento en aquel descampado aquella tarde, cuando iba acompañado de Eve.
—Roma, ya estás preparado para jugar. Ahora solo necesitas una cosa. ¡Y es esto, comida! —le enseñó un pequeño bento que se trajo.
Les dejaron algo de intimidad, viendo cómo Ryoma engullía las bolas de arroz que le había hecho Kevin Dragonfly.
—No me entero de nada —se quejó Jade.
—¿Por qué no nos dijiste que estabas en contacto con Kevin? —le increpó Estela.
—¿Y desde cuándo se ha convertido en mentor? —se preguntó Celia—. Todavía recuerdo las ganas que le ponía cuando era joven y se veía amenazado por Axel.
—Simplemente coincidimos un día, cuando fue a visitar a Paolo —respondió Hikari—. Desde entonces nos pusimos al día y supe que había acogido a un aprendiz venido de Japón. Aunque creía que Jude sabía algo más de él.
—Es verdad —recordó Greg—. Ambos estabais en la liga italiana, ¿no? ¿Cómo es que no coincidisteis?
—La vida de los adultos es así —sonrió Jude.
—Qué calladito te lo tenías, eh —Annie le pinchó la cadera a Hiki.
—¡Es que tenía que ser sorpresa…!
—Chicos, haremos un cambio en el segundo tiempo —anunció Jude.
Wanli Changcheng se puso en guardia.
 
—Así que ese entrenamiento tan loco era de Kevin… —Eve quedó sorprendida.
—¡Ha estado en las gradas y no ha sido capaz de saludarnos…! —gruñó Guille.
—Bueno, tampoco es como si supiera que estábamos aquí —dijo Andrea.
—Nos deben muchas explicaciones —comentó Joss.
Einar estaba que quería saltar de las gradas para ir a pedirle un autógrafo a Kevin Dragonfly.
—Luego tendrás tiempo, Einar, tranquilízate —se rió Rubén.
—¿Cuánto tiempo creéis que se quedará? —preguntó Saki.
—Espero que el suficiente para darle un buen tirón de orejas por no mostrar señales de vida —murmuró Tris.
—Pero primero el Raimon tiene que ganar —repuso Yuuto.
—¡Bueno, ya va a empezar el segundo tiempo! —la voz del comentarista resonó por todo el estadio—. ¡El marcador está dos a cero a favor del instituto Kirkwood! ¡¿Será capaz de remontar el Raimon?! ¡Y parece que ha habido un cambio en la formación del Raimon! ¡¿Qué es esto?! ¡El delantero Victor Blade ha bajado al centro del campo y el centrocampista Ryoma Nishiki ha subido a la delantera!
—Parece que Kevin se quedará con ellos —comentó Andrea.
Ken estaba más pendiente del cambio que habían hecho.

—¡Se produce el saque de centro! ¡Langford Ash sale disparado como una exhalación hacia el campo rival! ¡Pero Victor le arrebata el balón!
—¡¿Qué?!
—No te lo tengas tan creído, chaval —sonrió, victorioso.
—¡Chicos, no le dejéis tirar! —ordenó el capitán Laurel.
Al encuentro de Victor fueron nada menos que cuatro jugadores. Pero Blade sonrió. Directitos a la trampa. Pasó el balón y el que lo recibió fue Ryoma Nishiki, al que habían dejado completamente solo.
—¡Ahora vais a contemplar el valor de mi alma samurái! ¡Bravo Samurái Musashi!
—¡¿Ese zoquete puede sacar un espíritu guerrero?! —se pudo escuchar gritar a Jade, boquiabierta.
Hikari y Kevin sonrieron con satisfacción.
—¡Ea, pues…! —Ryoma alzó el balón.
Y metió tal trallazo que el portero rival no tuvo tiempo de reaccionar. El público gritó de la emoción.
—¡Gol! ¡Ryoma Nishiki ha marcado con el tiro de su Espíritu Guerrero! ¡El Raimon recorta un gol!
 
—Hace mucho que Ryoma era capaz de invocar un Espíritu Guerrero —explicó Kevin—. Lo único que necesitaba era creer que podía hacerlo, tener confianza en sí mismo.
—Pero entonces ese entrenamiento… —dijo Jude.
—Puro humo —contestó Hikari—. Solo servía para volverle loco.
—Hubiera valido lo que fuera, solo necesitaba saber que lo había logrado para ganar confianza —dijo Kevin—. Después, comer para relajarse y estar dispuesto a explotar todo de lo que es capaz.
—Te tenías que haber metido a psicólogo, Kevin —bromeó Estela.
—Yo creo que asustaría a cualquier con su expresión —soltó Hikari.
—Lo que me genera curiosidad es cómo le acogiste bajo tu ala —dijo Greg.
—Esa tiene que ser una buena historia que contar, sí —asintió Annie, pero enseguida se distrajo con la jugada de Aitor—. ¡Eso es! ¡Muy bien hecho, Aitor…!
Annie vitoreó al jugador, que había parado en seco a Langford Ash con su Red de Caza. Una nueva contra se produjo. En cuanto el balón lo recibió Nishiki, toda la bancada del Raimon se puso a animarlo.
—Míralo, está desatado —sonrió Hikari, viendo que sacaba de nuevo su Espíritu Guerrero.
—Ahora está lleno de confianza —sonrió Celia.
—¡El portero del Kirkwood acaba de invocar a Barron, Coloso Metálico! ¡Un choque entre invocadores! ¡Pero es Ryoma Nishiki quien gana este pulso y marca! ¡Segundo gol! ¡El Raimon finalmente logra empatar! ¡El partido vuelve a estar igual que al principio!
 
Byron sonrió. El Raimon no había cambiado nada a pesar de los años. Intercambió una mirada cómplice con su novia. La rubia miró al número diez del Kirkwood. Podía notar la rabia que irradiaba de su cuerpo. Asintió con satisfacción. Esther no pudo evitar soltar una carcajada.
Los niños que estaban en el banquillo observando todo pusieron cara de no entender nada. Incluso Laurel se sorprendió de la sonrisa de Byron.
—¡Mírales cómo se lo tienen de creído! —rabió Langford.
—Solo estamos empatados, no te lances —le advirtió Bay.
—¿Lanzarme? Lo único que tengo que hacer es aplastarlos con mi Caballo Blanco.
—Tranquilízate. Ahora el Raimon estará animado por el gol, pero si unimos fuerzas, conseguiremos detenerles.
—¡Vosotros dadme el balón, ¿vale?!
Bay Laurel terminó negando con la cabeza, suspirando. No había nada que hacer, Langford era un caso perdido.
—¡El partido se reanuda con el saque de centro del Kirkwood! ¡Escott Aspen es quien recibe el balón! ¡Ni siquiera se detiene a intentar regatear a sus rivales y la pasa! ¡Pero bueno…! ¡Langford Ash corta un pase de su propio equipo y evita que la pelota la reciba Beck Heath! ¡Ash aprieta el acelerador y se marca tal sprint que sus compañeros se quedan atrás! ¡Está desatado!
—¡Langford, Heath! ¡Triángulo Perfecto! —exclamó Bay.
Pero Langford siguió corriendo, haciendo caso omiso.
—¡Apartaos! —gruñó, regateando a Ryoma y a Arion.
—¡Atención, Langford ha sido detenido en seco por un hundimiento! ¡El Raimon tendrá un saque libre!
—¡Te había dicho que no te lanzaras…! —le regañó el capitán.
—¿Qué pasa? ¿Es que quieres jugar solo, eh? —reprochó Heath.
—¡Soy el que tiene más capacidad goleadora de todo el equipo! ¡Si queréis ganar, lo único que tenéis que hacer es apoyarme!
—¡¿Cómo has dicho?!
A lo lejos, Esther suspiró, ensanchando todavía más su sonrisa. Los otros jugadores del Kirkwood empezaron a sospechar que esa mujer disfrutaba de toda la tensión que había en el ambiente. Como si quisiera que el equipo se volviera a romper, después de tanto esfuerzo que había supuesto el unirse todos de nuevo contra el enemigo común.
—¿Veis, chicos? —señaló Esther, mirando a los que estaban de suplentes—. Esto es lo que pasa cuando el delantero estrella del equipo es así de cabezahueca. ¿Y ahora qué hacemos, eh? ¿Alguien tiene la respuesta al problema?
Bradford miró con preocupación a su hermano.
—Entrenador, tiene que sacar a mi hermano. Puede que Langford sea un jugador fantástico, pero si sigue jugando sin hacer caso a los compañeros, todo el equipo se vendrá de nuevo abajo.
—Pero oye, ¿no te da vergüenza pedir eso de tu propio hermano? —Esther le increpó, alzando una ceja—. ¿Y no será que está hablando la envidia?
—¡Pues claro que no, señorita Mashiro…! —tartamudeó él—. ¡Yo solo quiero lo mejor para el equipo! ¡Pero usted tiene que haberlo notado también! ¡Tienen que sacarle antes de que sea demasiado tarde!
Después de mirar durante unos segundos al niño, Byron cedió.
—Vale, está bien, haré un cambio. ¡Sale Aspen del campo y entra Bradford Ash!
—¡¿Qué?! —el chico puso cara de susto.
—Bien, Bradford, quiero que les digas una cosa a tus compañeros —le sonrió el entrenador.
—¡Antes de que el Raimon haga su libre directo, el Kirkwood realiza un cambio! ¡Sustituyendo a Aspen, entra Bradford Ash, el hermano pequeño de Langford Ash!
—Intenta no cagarla demasiado, no seas como tu hermano —le gritó la rubia gerente.
La bancada del Kirkwood ya no podía alucinar más con esa mujer. ¿Por qué demonios estaba ahí si estaba claro que no servía para el puesto?
Bay Laurel se sorprendió por el cambio, al igual que todos los demás. Aspen salió del campo y Bradford se fue directamente hasta sus compañeros.
—Capitán, tengo un mensaje del entrenador.
—¿La nueva estrategia? —preguntó uno.
—Sí. Dice que cuando llegue el momento adecuado, no nos engañemos a nosotros mismos sobre quién debería tirar a puerta.
—¡¿Qué?! ¡¿Solo eso?! —miró de malas maneras hacia el banquillo.
Como toda respuesta, recibió un gesto burlón por parte de Esther, que no se cortó a la hora de sacarle la lengua. Solo Bay Laurel sonrió como si nada.
—Vale, es suficiente.
—Vaya tontería.
—Langford, que son órdenes del entrenador —le recordó su hermano.
—La derrota del Kirkwood sería un gran golpe a favor de la revolución en la elección del nuevo gran emperador. ¿Seguro que en el fondo no estás deseando que gane el Raimon?
—¿No entiendes que perder por la revolución es igual de malo que lo que hace el Sector Quinto? ¡Quiero ganar este partido, quiero que el Kirkwood gane para que encontremos nuestra propia respuesta! —contestó con gran pasión.
—Pues yo cuando juego, lo hago para llamar la atención del Sector Quinto. Así que no te entrometas —Langford se fue a su posición.
 
—¡El Raimon saca su libre directo y realizan de nuevo su supertáctica Pases Volantes!
—El diez del Kirkwood es todo un buscapleitos —comentó Yuuto.
—Seguro que es por su culpa que el equipo esté así de roto —dijo Tris.
—Roto o no, son buenos reaccionando. Se han dado cuenta de que habría un nuevo hundimiento y han conseguido romper la supertáctica —señaló Joss.
—¿Creéis que el hermano del número diez también es un invocador? —preguntó Saki con curiosidad.
—Ni idea, pero es igual de bueno que los demás —observó Rubén—. Ya ha entrado y se ha amoldado perfectamente al ritmo de juego.
—Mierda, han tenido un fallo en la defensa —maldijo Eve—. Ahora el enano ese está solo.
—Y Aitor está demasiado lejos como para llegar —Einar estaba a puntito de tirarse de los pelos.
—¡Pero qué ven mis ojos…! ¡Langford Ash acaba de robarle el balón a su propio hermano con una entrada durísima! ¡Ahora es él quien chuta! ¡Madre mía! ¡Es una vaselina! ¡Pero cuidado! ¡JP ha conseguido llegar a tiempo y evitar el gol del desempate! ¡Menuda jugada de infarto…!
—¿Habéis visto lo mismo que yo? —Guille estaba casi sin palabras.
—Sí, muy buen despeje —sonrió Saki.
—Muy buen salto —alagó Ken.
—Pero tú quieres decir otra cosa, ¿no? —sonrió Andrea—. Parece que hayas tenido una iluminación.
—Ay, H, es que la acabo de tener —empezó a sacudir a su mejor amiga de los hombros—. ¡Una maldita iluminación! ¡He visto la luz!
Andrea terminó por golpearle para que la soltara.
 
—Esos inútiles… Siguen impidiéndome marcar.
—¿No te da vergüenza lo que has hecho? —le encaró Bradford.
—¿Cómo dices? —miró al mocoso de su hermano menor.
—Mira, echa un vistazo. El equipo entero se está entregando, lo da todo para ganar el partido. El único que piensa en sí mismo eres tú, Langford.
—No te hagas el listo —le bufó, alejándose para recibir el saque de esquina.
Porque eso fue precisamente lo que hizo: robar el pase a su capitán Laurel.
—¡Langford! —le gritó de nuevo su hermano.
—¡Olvídame!
El mayor de los Ash se fue de la segada de Gabi y siguió avanzando.
—¡Red de Caza! —Aitor sonrió victorioso al recuperar el balón.
—¡Oye, Langford, te estás pasando!
—¡Que me olvides!
—No es el momento de una pelea entre hermanos, pero seguid —comentó Aitor antes de pasar el balón.
—¡El pase de Aitor va de Arion a Riccardo y el esférico le llega a Ryoma Nishiki! ¿Logrará Nishiki un hat-trick en su primer partido como titular? ¡Increíble! ¡Hickory y Pine han conseguido quitarle el balón con sus Pinzas Cortantes!
—Qué merecida la fama del Kirkwood —reconoció Ryoma, sonriendo de emoción—. A fe mía que no me dejan tirar tan fácilmente.
—¡El Kirkwood va conectando pase tras pase sin dar oportunidad al Raimon! ¡Con esto logran internarse de nuevo en el campo rival!
—¿Ver esto no te hace sentir nada, Langford?
—¿Qué quieres decir?
—El equipo está dando todo lo que tiene para ganar, ¿dejarás que nuestros esfuerzos sean en vano?
Langford estaba empezando ya a temblar de pura rabia. Él era el pichichi del equipo, la pieza clave para marcar goles y ganar. ¿Por qué iba a ser diferente a esas alturas? No, solo era el pesado de su hermano. Solo tenía que marcar otro gol y sentenciar el partido, así demostraría su valía como delantero estrella del Kirkwood.
—¡Cállate! —bramó antes de salir corriendo y recibir el pase.
—¡No dejéis libre al número diez! —gritó Subaru.
Cuando quiso darse cuenta, Langford estaba rodeado de rivales y sus compañeros estaban bien marcados. Pero a lo lejos, por la banda derecha, vio a su hermano pequeño llamarle. Le habían dejado solo, como si no fuera importante. O quizás había sido un fallo de defensa. Era la oportunidad perfecta, el hueco que estaba buscando.
Langford Ash se detuvo. Recordó las palabras que había dicho Bradford. Esa tontería del entrenador Love del momento perfecto y quién tiraba a puerta. Terminó sonriendo. Bueno, ya lo había visto y entendido.
—¡Vamos, Brad! —le pasó el balón.
Al menor de los Ash le pilló por sorpresa que de verdad se la hiciera llegar.
—¡Chuta ya! ¡Marca gol, hermanito!
—¡De acuerdo! —sonrió.
—¡Bradford Ash coge impulso y chuta hacia la otra punta de la portería! ¡Samguk Han no llegará a tiempo!
Aitor maldijo y salió disparado mientras decía:
—¡JP, ven! ¡Toca volar!
La supertécnica no podía ser demasiado difícil. La había visto miles de veces mientras ayudaba a Arion y a JP practicarla los últimos días. Solo necesitaba ser perfeccionada un poco. Él era el único que podía hacerlo, el único con fuerza para poder lanzar al chico como si fuera un torpedo.
JP saltó, uniendo sus pies con los de Aitor.
—¡Defensa Propulsada!
—¡Vamos! —Aitor dio un mortal hacia atrás por el impulso.
Jean-Pierre salió disparado, atravesando la trayectoria de la pelota, consiguiendo detenerlo y salvar la jugada. El banquillo del Raimon saltó de alegría, se habían salvado de una buena.
Bradford se sintió mal por fallar una oportunidad clarísima de gol, pero alguien le gritó:
—¡Brad! ¡Venga, que el partido aún no ha acabado!
El niño sonrió al ver el nuevo aire en su hermano mayor. No se dieron cuenta de la mirada orgullosa de Byron y Esther desde el banquillo.
 
—¡Apenas le queda tiempo al partido! ¿Será posible que termine en empate y nos vayamos a la prórroga?
—Joder, si llego a saber que es capaz de eso, le hago entrenar con JP mucho antes —silbó Annie.
—Esa improvisación les ha salido de lujo —sonrió Hikari.
—¡Vamos, chicos! ¡A por el gol de la victoria! —animaba Estela.
—Ahora sí que el partido está emocionante —comentó Celia.
—¿También tiene hasta una supertécnica de Espíritu Guerrero? —se asombró Gregori.
En el campo, la Estocada Samurái del Bravo Samurái Musashi se enfrentaba al Escudo Guardián del Espíritu Guerrero del portero. Pero el samurái partió en dos el escudo y el balón chocó contra la red de la portería.
—¡Gol! —gritaron las gerentes más jóvenes a la vez.
—¡Hat-trick, Kevin! ¡Ha hecho un hat-trick! —se rió Hikari, sacudiendo a Kevin, como si el propio hombre no lo hubiera visto en primera persona.
—¡Y con estos tres pitidos, el Raimon logra su remontada! ¡El Raimon gana al Kirkwood tres a dos! ¡En el último segundo!
 
El final del partido pilló por sorpresa a los jugadores del instituto Kirkwood, que miraron con tristeza el marcador que los eliminaba del Camino Imperial. Los capitanes se dieron la mano amistosamente, aceptando el resultado del partido y manteniendo un ambiente cordial.
—Lo siento mucho. Al final no he sido capaz de hacer nada, Langford… —miró a su hermano con arrepentimiento.
—¿Qué dices? —le sonrió con cariño—. Hiciste un tiro fantástico. Lo que pasa es que su defensa es increíble.
El pequeño se detuvo, sorprendido por sus palabras. Langford miró el estadio con una sonrisa satisfecha.
—Quería ganar este partido de verdad —miró a su hermano.
—¡A ver, a ver, no os vayáis tan rápido hasta los vestuarios! —llamó Esther—. Que tenemos algunas palabras importantes que deciros.
Cuando se reunieron delante de su entrenador, Byron les dijo sonriendo:
—Equipo, lo habéis hecho muy bien.
—Pero…
—El equipo ha estado unido y ha luchado como uno solo. Con eso me doy por satisfecho.
—Entrenador…
—Y aquí hay una personita que ha aprendido un par de cositas, ¿no? —sonrió Esther, mirando hacia el mayor de los Ash.
Bay Laurel miró a los hermanos y a los dos adultos tan extraños que se habían unido al club. Entonces pareció comprenderlo todo.
—Gracias, muchas gracias, entrenador, señorita Mashiro. Creo que hemos encontrado nuestro camino gracias a ustedes dos.
—¿No sería esto lo que estaba buscando desde un principio el entrenador Love…? —murmuró Bradford.
—Exacto —le sonrió Esther, dejando atrás toda malicia en su expresión—. Eso fue lo único para lo que vinimos aquí en un primer lugar. Para salvaros de vosotros mismos.
—Chicos, siempre he creído en vosotros —les dijo Byron—. Y nadie podrá negar que al final todo el equipo ha sido un solo corazón. Ahora ya lo sabéis. No pudisteis ver el auténtico peligro cuando llegó y sin embargo, supisteis superarlo. Quienes jamás han conocido la derrota, solo piensan en sus propias fuerzas y olvidan lo importante que es tener a los compañeros a su lado.
Asintieron, comprendiendo. Langford y Bradford se miraron, sonriendo.
—¿Has visto, Langford? —habló Esther, mirándole—. Has tenido que llegar hasta el punto en que tus propios compañeros renieguen de ti para darte cuenta de lo equivocado que estabas. Cuando se toca fondo, es cuando uno se da cuenta. Y ahí estaba tu hermano Bradford para tenderte la mano. Siempre ha estado ahí. No lo olvides.
—Muy bien, equipo. A partir de ahora, el instituto Kirkwood empieza un nuevo camino. ¡Buscaremos la victoria trabajando juntos!
—¡Sí!
 
—¿A quién llamas, Guille?
—¡A Jude, por supuesto! —le contestó a Andrea.
—No creo que lleve el móvil encima —dijo Tris.
—Pero el partido ya ha terminado —repuso Yuuto—. A lo mejor tienes suerte y te contesta.
—¿Pero para qué quieres llamarlo con tanta prisa? —preguntó Joss—. Si vas a verle en cuanto salgamos del estadio.
—¡Pero es urgente! ¡Tengo que decirle mi idea!
—¿Cuál? —quiso saber Saki.
—¿Creéis que Kevin Dragonfly todavía estará con ellos después del partido? —preguntó Einar, totalmente a su bola.
—Yo solo espero que Esther no se me escape. Me debe muchas explicaciones esa rubia —resopló Rubén.
—Y también Byron —añadió Eve—. ¿Cómo se dejó convencer para entrenarles? ¿Eso quiere decir que está a favor del Sector Quinto?
—¡Jude! ¡Escucha lo que tengo que decirte! —gritó Guille—. ¡Tienes que hacer que JP se vuelva portero! ¡No puedes desperdiciar esta oportunidad!
 
 
 
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El Raimon avanza un paso más en su revolución con esta nueva victoria. Pero los chicos también tienen que descansar y disfrutar de su juventud, mientras que los mayores tienen que ajustar cuentas con viejos amigos. Y como a estos no se les puede dejar ni un minuto solos, empezarán a liarla. ¿En qué líos se meterán?
Si lo queréis averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: TIEMPO DE LOCURAS
¡¡¡Esto es fútbol al rojo vivo!!!


¡Última entrada del año 2022!



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