CAPÍTULO 35- LA ACAMPADA
—¿Dónde está Eve? —se preocupó Einar.
Los demás le miraron, sin dejar de llevarse el desayuno a la boca.
—Ahora que lo dices, no la he visto esta mañana —murmuró Saki.
—Archer, cásate conmigo, cocinas de maravilla —soltó Danny—. Necesito esta
comida todos los días de mi vida. Yo te enseño platos italianos y españoles, no
te preocupes.
—¿Y qué hay con Marco? Creía que ya tenías a tu cocinero particular en
casa.
—Lo podemos hacer de tal manera que no se entere.
—No lo veo.
—¿Y una relación a distancia?
—Nunca salen bien.
—¿Y qué tal una relación laboral?
—¿Y qué pasa con el restaurante?
—Te abro uno nuevo allí en Italia.
—Paso.
Ken les miró con cara juzgadora antes de mirar al noruego y responder:
—En el baño no estaba.
—¿Por qué iba a estar en el baño? —Saki arqueó una ceja.
—Cuando hay alcohol de por medio, hay que mirar siempre en todas partes.
—¿Entonces habéis mirado en el tejado? —dijo Scotty.
—Tú sí que deberías estar colgado del tejado —le gruñó Celia—. Que todos
sabemos que fuiste tú quien nos echó alcohol en las bebidas.
—Pues yo os he visto muy bien acurrucados en la despensa —comentó Joss como
si nada.
Jude dejó de comer en cuanto oyó eso. Bueno, en realidad todos miraron a
Joss, luego a Celia, seguidamente a Scotty y por último al dueño de la casa.
—Yo, lo siento mucho —Guille se levantó de la mesa—, pero esto tengo que
grabarlo.
—¿Deberíamos despejar la mesa? —preguntó Nelly.
—Sí, mejor, así no se echa a perder la comida —respondió Andrea.
—¿Vas a saltar por encima de la mesa o la rodearás? —le preguntó David a
Jude en un susurro.
—¿Quieres que lo retenga? —señaló Rubén.
—¡No me toques! —chilló Scotty, dándole un manotazo al español.
—Si empezamos así, me voy al sofá a terminar de comer —anunció Greg.
—Pero si creía que ya estabais liados vosotros dos desde hace tiempo —habló
Kevin.
—Eso te pasa por no leer el chat grupal —le regañó Hikari.
—¿No deberíamos detener esto antes de que ocurra alguna desgracia? —preguntó
Steve.
—Iluso de ti si crees que vas a poder detener a Jude en modo yandere —le
soltó Yuuto.
—¿Ves? Hemos hecho bien en venir, echaba de menos todo este ambiente —sonrió
Esther.
—Demasiado tranquilo estaba todo esto esta mañana —dijo Byron.
—¿Pero no te había dejado una nota, Greg? —intervino Silvia.
Esa pregunta llamó la atención de todo el mundo. Greg se sintió observado
por veintidós pares de ojos.
—¿Qué nota? —preguntó Estela.
—Esta mañana Greg tenía una nota pegada en la frente —explicó Silvia.
—¿Y no se te ha ocurrido, no sé, decirlo o algo? —le miró Rubén.
—¿Llegaste a leer lo que ponía? —preguntó Kevin.
—No, porque creía que sería algo privado de ellos dos.
—Pues qué raro, no recuerdo haber notado nada pegado en mi frente —se
extrañó Greg.
—Pues parece que tendremos que buscarla —dijo Esther.
—No, que la busque Greg, que para eso Eve se la puso en la frente, porque
era para él —cortó Nelly—. Nosotros seguiremos desayunando.
—Qué cruel eres —comentó Guille, aunque siguió comiendo.
El entrenador español no tuvo más remedio que levantarse y buscar por la
zona del salón. Terminó encontrándola debajo del sofá, le quitó un poco el
polvo y leyó.
—¿Y bien? —preguntó Joss.
—Nada, le ha surgido algo urgente y ha tenido que irse con prisas. La casa
es para mí solo y que siente haberme dejado aquí tirado.
—¿Una urgencia de varios días? —dijo Einar.
—No lo sé, no especifica —Greg se encogió de hombros—. Quizás una semana o
más, quién sabe.
—Ah, bueno, pues entonces no nos preocupemos —sonrió Saki.
—Bueno, ¿qué haremos hoy domingo? —preguntó Danny—. Yo tengo que ir a mi
hotel de Tokio, así que podemos volver juntos, Greg.
—Tengo que ir a la ciudad —anunció Nelly—. Os puedo llevar.
—Os acompaño —se apuntó Einar.
—Pues ya iremos hablando sobre la acampada, ¿no? —quiso saber Scotty—. Lo
digo para poder organizarme.
—Nada, no tenéis que organizar nada —dijo Yuuto—. El sábado por la mañana
quedamos delante del Raimon y nos vamos juntos al monte.
—Mucho me temo que no voy a poder ir —murmuró Kevin—. Me necesitan de nuevo
en Italia. Como mucho podré estar hasta el miércoles, pero nada más.
—Es una pena que te marches tan rápido —se lamentó Hikari—. Pero no te
preocupes, mantendré vigilado a Roma por ti. ¿Qué otro entrenamiento loco
quieres que haga?
—Ninguno. Déjalo descansar al pobre. Ya ha sido capaz de sacar a su
Espíritu Guerrero, así que ahora solo tiene que seguir adaptándose a jugar en
el Raimon.
—Os enviaré el itinerario de la acampada —dijo David.
—¿Itinerario? —Byron arqueó una ceja.
—No me digáis que habéis planeado al milímetro los dos días en pleno monte…
—dijo Esther.
—Hay que aprovechar el tiempo —fue todo lo que respondió Samford.
—Bueno, siempre podemos saltarnos ese absurdo horario —sonrió Estela—. Me
tengo que ir. Tengo que acompañar a Riccardo y a Gabi a una función de música
clásica.
—¿No serán esas dos entradas con las que esa mujer intentó sobornar al capitán?
—recordó Andrea.
—Las mismas.
—¿Es que te dio tres entradas?
—No, pero como es de noche, mejor que los lleve y traiga yo. Así sus padres
se quedan más tranquilos.
Poco a poco se fueron dispersando, cada uno con sus planes domingueros.
—¿Y bien? ¿Qué te parece? —sonrió Guille.
—Pues… en que estaba pensando exactamente lo mismo —se asombró Samguk Han.
—¿Ves, Jude? Hemos pensado lo mismo tu portero y yo —sonrió el español.
—¿Y lo sabe JP? ¿Ha dicho JP que quiere aprender a ser portero?
—Todavía no he tenido oportunidad de hablarlo con él, entrenador Sharp.
—Pero siempre puede tomar clases extras con Yuuto —sugirió Guille—. ¿Ella
misma no se ofreció? Creo recordar que sí.
—No puede estar entrenando todo el rato a alumnos de otros institutos.
Suficiente tiene con los porteros de la Royal Academy. No le metamos más carga
de trabajo.
—Bueno, Samguk, deberías comentárselo cuanto antes a JP. Creo que sería
mejor si la petición viniera de ti.
Cuando Samguk salió del despacho de Jude, este miró a Guille y preguntó:
—¿Y tú no tienes trabajo que hacer? Te veo siempre por aquí.
—Haré como que no intentas echarme de tu despacho. Pero sí, tengo trabajo.
Mucha gente quiere encontrar a su media naranja, al amor de su vida, a su alma
gemela.
—Mucha suerte.
—¿Y tú, Jude? ¿El amor no ha tocado a tu puerta? ¿O eso que vi el fin de
semana me lo imaginé todo? —Guille puso cara de pillín.
—No sé qué creíste ver ese fin de semana.
—Pero en el karaoke…
Guille fue interrumpido cuando Celia tocó a la puerta y pasó sin esperar a
la respuesta. Celia vio que había interrumpido algo, pero supo que no era nada
bueno cuando su amigo español sonrió con malicia.
—Así que terminaste acurrucadita con Scotty, Celia, querida…
La peliazul cerró de un portazo, temerosa de que alguien más escuchara las
tonterías de Guille.
—¡No digas tonterías…!
—Ah, pero Joss os hizo una foto —sonrió.
Jude tuvo que soportar que su hermana pequeña persiguiera por todo el
despacho al casamentero para destruir su móvil.
Samguk decidió colocarse al lado de Riccardo mientras miraban a los demás
entrenar. Aquel miércoles, Hikari Sono había invitado a Sardana García al
entrenamiento para recordar los viejos tiempos, igual que Kevin Dragonfly.
Gregori estaba observando de más a ciertas personas, mientras Jude y Celia iban
intercambiando palabras. Los demás amigos del entrenador no estaban presentes,
lo cual era algo inusual.
—El equipo ha crecido, ¿eh? —sonrió el portero.
—Parece mentira que comenzásemos el curso temerosos del Sector Quinto y
ahora estemos en plena revolución —asintió Riccardo.
—¿Crees que conseguiremos completar con éxito la revolución antes de acabar
el año?
—¿El año? —el capitán miró al mayor—. ¿Por qué lo dices? ¿Tienes prisa?
—bromeó.
—Este va a ser nuestro último año. Me encantaría irme del Raimon sabiendo
que dejo a un equipo libre de ataduras —sonrió el portero—, pero...
—¿Pero?
—Me preocupa la portería. Se han unido muchos jugadores nuevos, pero
ninguno está interesado en el puesto de guardameta. ¿Qué pasará cuando me
gradúe?
Riccardo se dio cuenta de que no lo había pensado tampoco. Samguk tenía
razón. ¿Quién ocuparía su puesto?
—Arion es el que más experiencia tiene defendiendo la portería, pero… —murmuró
di Rigo.
—No, Arion no está hecho para quedarse en la portería —negó Samguk Han—.
Creo que tengo ya fichado al candidato perfecto.
Di Rigo siguió la mirada de Samguk hasta su sucesor.
—¿JP? —se sorprendió Riccardo.
—Sí, creo que tiene bastante talento. Me parece que lo haría bien. Ahora
solo tengo que encontrar el momento adecuado para decírselo.
—¿Pero sabe el entrenador Sharp de tus intenciones?
—Lo gracioso es que fue el amigo del entrenador Sharp quien lo propuso y él
simplemente aceptó.
—¿El amigo? ¿Cuál de todos ellos? —bromeó—. Espera, ¿Guille?
—Exacto —asintió, sonriendo—. Creo que vio al mismo tiempo que yo el
potencial que tiene.
—Bueno, siempre puedes decírselo en la acampada de este fin de semana.
Samguk asintió, considerándolo buena idea.
—Yuuto te va a matar en cuanto te vuelva a ver de nuevo —comentó Greg.
—No es culpa mía que tenga que volver tan pronto —suspiró Kevin—. Créeme
que me encantaría pasar más tiempo con vosotros como en los viejos tiempos.
—Es una pena que te marches hoy —dijo Jude.
—¿A qué hora sale tu vuelo? —preguntó Celia.
—Esta noche.
—Oye, Kevin, me gustaría que nos hicieras un favor —pidió Greg.
—¿Qué sucede?
—¿Ves a esos tres chicos de allí?
Kevin siguió la dirección del dedo de Greg y vio a tres jugadores pasándose
el balón entre sí, algo desganados. No estaban entrenando con los demás.
—Ah, sí, recuerdo al chico más grande. Se le veía enfadado en el partido.
—Ese es Wanli Changcheng —aclaró Greg—. El número doce se llama Shunsuke
Aoyama y el otro, Hugues Baudet. A ver si consigues animarles, capo.
—Sí, ya veo por qué me lo pides —sonrió—. Entiendo cómo se sienten.
—Dicen que eres muy bueno lidiando con adolescentes frustrados —bromeó
Greg.
—¿Y no lo estarás diciendo por otra cosa? —el pelirrosa arqueó la ceja.
—Creo que eres el único que podrías sacarles de ahí —opinó Celia.
Kevin sonrió, alejándose de ellos. En el pasado, había sido como ellos. Se
había sentido así de frustrado ante la entrada de Axel Blaze al equipo con su
Tornado de Fuego. Y luego se había visto reflejado en un chico becado en
Italia, muchos años más tarde.
—Al final era absurdo esperar que jugásemos —comentó Shun.
—Da igual lo que hagamos, nunca jugamos, tú —se lamentó Wanli.
—Ahora que en el equipo hay tantos que son capaces de usar Espíritus
Guerreros, no tenemos ninguna posibilidad.
—No, si tener talento lo es todo, tú.
—No habléis de talento tan a la ligera porque os equivocaréis —contradijo
Kevin a Wanli—. Aunque la primera vez que vi a Roma decía prácticamente lo
mismo que vosotros.
Se sorprendieron.
—Sí, conocí a Ryoma cuando fui a echar un vistazo a los juveniles de mi
equipo. Prácticamente acababa de llegar y se estaba dando cuenta de que como
delantero tenía muy poco que hacer allí. Estaba sufriendo mucho.
Les explicó cómo consiguió convencerle de dar un paso atrás y ser
centrocampista. Además de convertirse en su maestro.
—Desde entonces ha estado soportando un entrenamiento tras otro. Por duro
que fuera, aunque no diera resultado. Un día sí y otro también. Parece que se
toma las cosas con calma, pero debió de ser muy duro. Y el resultado de todo
fue su Bravo Samurái Musashi.
Kevin vio cómo Nishiki anotaba un gol, siendo aplaudido y animado por
Hikari y Danny. El concepto de ellas dos de celebrar su gol fue el echarse
encima del chaval para reírse escandalosamente. Greg las miró, juzgándolas con
la expresión de su cara. Celia reprimió su risita. Dragonfly miró de nuevo a
los tres chicos, intentando hacer como si nada con esa escena bochornosa.
—Lo que quiero decir es que si trabajáis derrochando sudor, al final las
cosas acabarán saliendo.
—¿Por qué se tomó tantas molestias con él si casi no le conocía? —preguntó
Shun.
—A lo mejor porque… no me veía capaz de dejar tirado a un chico solo,
entrenando en los juveniles de un equipo italiano, donde se preocupan por los
compañeros cuando lo pasan mal. El Raimon es un gran sitio. Bueno, supongo que
eso es parte de su espíritu.
—¿El espíritu del Raimon? —repitieron Shun y Hugh al unísono y mirándose.
—En nuestra época, esa cabaña era el símbolo del espíritu del Raimon. Pero
ahora el espíritu de vuestro Raimon está allí —dijo, refiriéndose al Edificio
Fútbol—. Allí es donde tenéis que forjar el nuevo espíritu del Raimon. En otras
palabras, ahora os toca a vosotros seguir adelante.
—¡Sí!
Kevin se dio cuenta de que Wanli todavía no parecía del todo convencido.
Pero no insistió más. Había hecho todo lo posible, le tocaba a ese chico en
concreto pensar de otra manera. Se despidió de ellos, yendo a salvar a su
discípulo de las dos mujeres que lo aplastaban.
—Vamos, vamos, tampoco era para tanto —se quejó Hikari—. El chico es
fuerte, podía con las dos.
—Si fuera al revés, sería considerado como acoso —Kevin rodó los ojos.
—Entonces vamos a acosarte a ti —sonrió Danny antes de lanzarse sobre la
espalda del pelirrosa.
—¡Piensa en los paparazzis...! —estuvo a punto de caerse, pillado
desprevenido.
—¡Aquí no hay...! —se rió Hikari.
—¡No te creas tan importante!
—Como se caiga al suelo, os expulso —dijo Gregori.
—¡No seas tan aguafiestas, coño! —exclamó Danny, bajándose de la espalda de
Kevin.
—¿Cómo ha ido? —preguntó Celia.
—El chico más grande, Wanli, todavía no se ha convencido del todo. Tendréis
que estar pendiente de él.
—No te preocupes. Puedes regresar a Italia tranquilo, yo me encargo de él
—aseguró el español, dándole una palmada en el hombro—. Pero nos habría gustado
verte en la acampada del fin de semana.
—En otra ocasión que esté por aquí. Cuidad de mi chaval.
—¡Descuida! —respondió Hikari.
—Está en buenas manos —asintió Danny.
—Mucha suerte con el Camino Imperial, entrenador Sharp.
—Nos salvaste en el partido contra el Kirkwood, así que te estoy muy
agradecido.
—Bueno, bueno, que me vas a poner colorado y se supone que las despedidas
deben ser lacrimógenas.
—Buen vuelo —se rió Celia.
—Ciao! —se despidió Kevin.
El sábado vino en menos de un suspiro. Cuando quisieron darse cuenta, ya
estaban poniendo rumbo al Raimon para empezar con la acampada organizada por
los amigos del entrenador Sharp. Silvia, Arion, Rubén y Scotty salieron de los
Apartamentos Windsor juntos, andando por las calles. Era bien temprano por la
mañana, porque había que madrugar bastante si se querían aprovechar al máximo
los dos días en pleno monte.
No fueron los primeros en llegar, sino Einar y Nelly. Nelly estaba de un
humor de perros porque Einar la había arrastrado demasiado temprano hasta allí.
Poco a poco fueron llegando más personas, algunas con los ojos medio cerrados
por el sueño y otras con la adrenalina por las nubes. Al final, todos los del
Raimon llegaron. Incluidos los amigos del entrenador Sharp.
—Profesora Hills, ¿y el entrenador? —preguntó Gabi.
—No creo que tarde mucho en venir.
—¿Y los de la Royal Academy? —se preguntó Samguk—. ¿No se suponía que iban
a venir también?
—Gregori tampoco está —Einar se dio cuenta.
—¿Pero tenía manera de llegar aquí tan temprano? —preguntó Guille.
Antes de que Andrea pudiera responder a eso, el suelo del sitio tembló.
Algunos terminaron en el suelo por la sacudida, asustados. De verdad creían que
había sido un terremoto.
—Joder, la Royal Academy siempre haciendo entradas triunfales —se rió
Andrea.
Los del Raimon suspiraron tranquilos al ver el enorme vehículo de la Royal
aparcar justo enfrente de ellos. La puerta se abrió, dejando que la plataforma
se deslizara hasta el suelo. Pero nadie salió. Al menos, no al momento.
Segundos después, una figura salió literalmente volando de la puerta, seguida
de otra más.
—¡¿Qué demonios es eso?! —gritó Eugene, asustado.
Las dos figuras aterrizaron en el suelo, gritando como salvajes y rodando. Esther
se rió cuando se dio cuenta de que eran dos skaters. Pasaron rozando a varios
alumnos, para susto de ellos, mientras reían como unas hienas.
—Sentimos llegar tarde —saludó David.
—Hemos tenido que hacer una parada —explicó Jude.
—Culpa mía, culpa mía —se disculpó Gregori, apareciendo dentro del vehículo
de la Royal Academy.
—Joder, menuda entrada más dramática habéis hecho —se rió Joss.
—Somos la Royal Academy, ¿qué esperabas? —Yuuto se detuvo justo al lado de
Saki.
—Veo que vienes acompañada —sonrió la chica.
—¡Eso ha sido espectacular, entrenadora Takagi!
—También te has traído a tu fan número uno —comentó Ken.
Los alumnos que habían decidido ir de acampada estaban saliendo del
vehículo, entre ellos, el portero titular.
—Míralo, solo hace falta que le salgan corazones para salir volando —se rió
Danny.
—Competencia directa para Edgar —Hikari alzó la ceja, interesada en aquel posible
harén.
—¿Verdad que sí? —se metió Guille, interesado en lo que su compañera
casamentera pudiera opinar.
—¡Muy bien, chicos y chicas! —gritó alguien, llamando la atención.
La segunda persona que todavía iba en monopatín hizo un derrape con la
tabla y se subió de nuevo en el autobús de la Royal, justo en la entrada para
que todo el mundo pudiera verle.
—¡¿Todo el mundo está aquí?! ¡Si no es así, más vale que os deis prisa para
que los restantes muevan el culo y se presenten ante mí!
—¿Quién es esa? —murmuró Michael.
—¡Oh, joder, Kai! —gritó Rubén.
—¡Cuánto tiempo! —sonrió Celia.
Los más jóvenes miraron a la tal Kai. Estaba vistiendo como una alumna de
una escuela de alta clase, de estilo europeo. Tenía el pelo azul celeste, pecas
y los ojos del mismo color. Su melena estaba recogida en una coleta lateral,
con las puntas onduladas y varias mechas de color naranja. Una mezcla bastante
rara, casi como una niña pija pero rebelde.
—Te creía en Australia —comentó Nelly—. ¿Cómo te fue la competición de
surf?
—Podría haberlo hecho mejor, pero no me quejo. Pero no, no estaba por las
aguas de Oceanía, sino por Galicia. Esas aguas bravas son de lo mejorcito —se
rió Kai—. Cuánto tiempo, chavales.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Silvia—. No sabíamos que te unirías a
la acampada.
—Pues sí, lo haré como vuestra monitora.
—¿Monitora? ¿Tú? —señaló Scotty.
—Exacto. ¿Quién mejor que yo?
—A mí también me sorprendió cuando la vi esta mañana —admitió Jude—. La
verdad es que David y Yuuto se lo tenían bien callado.
—¡Era una sorpresa…! —se quejó Yuuto.
—Venga, tenemos que irnos antes de que se haga demasiado tarde —David
empezó a meter prisa.
Como muchos de la Royal Academy no quisieron ir a la acampada, hubo
asientos disponibles para los adultos. Apretujándose un poco entre ellos, todos
consiguieron asientos en los transportes de la Royal y del Raimon. Kai fue la
encargada de conducir la Caravana Inazuma. Joss, Hiki, Danny, Estela, Gregori y
Celia fueron los que se quedaron con los alumnos del Raimon.
—Por cierto, me sorprendió ver que vosotras dos estaríais por aquí —iba
hablando alegremente Kai—. ¡Y a ti también, Greg!
—¿Estabas por España y no fuiste capaz de pasar a saludarme, cabrona? —reprochó
Greg.
—¡No fue culpa mía…! Mi mánager no me dejó escaparme para ir a verte.
—Ya, ya, excusas.
—¡Gregori…! —lloriqueó.
—Por favor, no llores mientras
conduces una caravana llena de niños, gracias —le regañó Estela en español.
—¿Y Hurley? ¿Cómo está? —preguntó Danny.
—Pues ahí va, jugando al fútbol. Quién diría que terminaría abandonando el
surf por el fútbol.
—Pues nunca creí que terminarías amando el surf, la verdad —reconoció Joss.
—Bueno, la vida da muchas vueltas, ¿no? —habló Hikari.
—¡Y el surfista Hurley Kane se convirtió en futbolista profesional! —vitoreó
Danny.
—Disculpad —Arion, que estaba sentado en las filas de delante, se asomó por
detrás del asiento de Celia—. No he podido evitar oír el nombre de Hurley Kane.
¿Son sus amigas?
—Exacto —asintió Estela—. Amigos de juventud.
—Se unió durante un tiempo al Raimon antes de coincidir de nuevo en la
selección japonesa —explicó Celia—. ¿De qué le conoces, Arion?
—Antes vivía en Okinawa y fue mi amigo.
—¿De verdad? —se sorprendió Kai, mirando al chico—. ¿Arion Sherwind dices
que te llamas? No recuerdo que me hablara sobre un niño con tu nombre…
—¡La vista en la carretera…! —exclamó
Gregori.
—¿Cómo está el señor Kane?
—Señor Kane —se empezó a reír Kai—. Tengo que ver la cara que pone cuando
le diga que le has llamado así.
—Kai es su novia —aclaró Joss.
—¿De verdad? —se sorprendió—. Me dijo algo de su novia, pero nunca creí que
la llegaría a conocer.
—Sí, bueno, viajo demasiado.
—¿Y cuándo vuelves a Okinawa? —preguntó Hikari.
—Tenía pensado parar por allí en cuanto terminara de visitaros. Tengo ganas
de ver a Hurley, me dijo que no se movería de allí durante un par de meses.
—Me pregunto por qué Yuuto no nos dijo nada —suspiró Danny.
—Oye, que tampoco dijeron nada sobre ti —recordó Greg.
—No hace mucho vinieron Tori y Sue a visitarnos también —dijo Joss—. Pero
faltabas tú, Hiki, para que los casamenteros se volvieran a reunir.
—Pero eso significaría que Annie habría aparecido de nuevo y ya hace tiempo
que no se le ve el pelo —replicó Kai.
—Volvió a inicios de curso —contestó Celia—. Ahora mismo está visitando a
su familia.
—No jodas, ¿de verdad?
—¿Para qué tienes el móvil si no lo miras? —bufó Estela.
—Perdonad, tengo el grupo silenciado y de vez en cuando borro los mensajes —se
disculpó, sacando la lengua—. Es que habláis demasiado. Cuando tengáis noticias
de ese calibre, me mandáis un mensaje normal y corriente y yo lo veré.
—¿Y cómo es que has decidido ser monitora de un grupo de adolescentes que
no conoces? —preguntó Joss.
—Yuuto me habló diciendo que había planeado una acampada con los chavales
de la Royal Academy más los del Raimon, que coincidiría justo para cuando
volviera a Japón y me preguntó si quería venir. También me comentó que muchos
de vosotros estaríais aquí. ¡Tenía muchas ganas de veros! Y la acampada es para
pasárnoslo bien, ¿verdad?
—¿Pero también has organizado actividades y cosas así? —preguntó Estela.
—Yuuto y David fueron los que se encargaron de todo y yo decía sí a todo.
—O sea, que te uniste a la fiesta —sonrió Gregori.
—¡Claro! Yo no me pierdo un buen bombardeo —se rió Kai.
—Parece que las olas te han vuelto más salvaje de lo que recordaba —comentó
Hikari.
—Me mola tu pelo —piropeó Danny.
—Gracias, gracias. Tuve que pelearme con mi mánager para que no me robara
el tinte.
—Qué cascarrabias es tu representante, ¿no? —Celia alzó la ceja.
—También anda amargada por culpa, así que no hay problema —se encogió de
hombros.
Los dos vehículos aparcaron en una zona no muy elevada, un lugar donde se
reunían muchos campistas. A partir de aquel tramo, tenían que ir andando. Los
jugadores cogieron sus mochilas y todo el material que necesitarían para pasar
dos días allí.
—¡Buenos días, peña! —llamó Kai, yendo a la entrada del autobús de la Royal
para que la vieran bien—. ¡Mi nombre es Kai y seré vuestra monitora durante las
siguientes cuarenta y ocho horas! Entre Yuuto, David y yo os guiaremos hasta la
zona de acampada donde podremos pasar dos días maravillosos. ¡Ni se os ocurra
perderos…! Yuuto y yo iremos al frente, mientras David cerrará filas, para que
no haya ningún despistado que se nos pierda por el monte. ¿Entendido? ¡¿Se ha
escuchado bien desde el fondo?!
—¿No quieres mejor un megáfono? —le tendió David.
—Con esos cacharros no se me entiende una mierda —rechazó Kai—. Es mucho
mejor mi voz. ¡Ah, sí! ¡Otra cosa más! ¡Esta noche a dormir pronto, que mañana
hay que despertarse para ver el amanecer!
Unos cuantos pusieron caras de susto. ¿Cómo que madrugar de nuevo?
—¡No os quejéis, muchachos! —sonrió la peliceleste—. ¡Por la tarde os
podréis echar una siesta!
A muchos no les convencía eso de hacer una siesta, pero no dijeron nada.
Prefirieron callarse e ir con la corriente.
El grupo comenzó a moverse. Tal y como habían dicho, Yuuto y Kai iban a la
cabeza, con algunos de sus amigos acompañándoles. En medio del grupo había otro
grupo de adultos, también cuidando de que ningún travieso decidiera él solo a
explorar el lugar. Celia también tenía bastante bien vigilado a Scotty, solo
por si acaso. Y cerrando la marcha, estaba David, acompañado de Jude y sus
amigos. Todos bien repartidos y pendientes de los adolescentes, pero sin
olvidarse de divertirse y disfrutar de la excursión. Al principio, los pocos
alumnos de la Royal Academy que fueron estaban algo cortados por estar rodeados
de tantos chicos del Raimon, pero con ayuda de los mayores y de la simpatía
natural de algunos, el hielo se fue rompiendo poco a poco. Así se logró que el
grupo fuera bullicioso, que era lo que parecía entusiasmar más a Scotty.
—Pero tú ya habías ido antes, ¿no? —le preguntó Celia.
—Sí, pero hace muchos años. La primera y última vez que fui.
—¿Qué? —se quedó sorprendida—. ¿Me estás queriendo decir que hace nueve
años que no vas de acampada?
—Exacto. Después de eso, no tuve oportunidad de hacer otra, estaba siempre
demasiado ocupado. Si no era con el fútbol, era con los estudios. Y cuando me
gradué, era con el trabajo y ahorrando. Por eso siempre es bueno que nos
reunamos —sonrió Scotty—. Siempre nos lo terminamos pasando de maravilla y es
una gran oportunidad para los más jóvenes.
Celia le miró y sonrió, sin poder evitar recordar con nostalgia a aquel
chaval herido y lleno de desconfianza que conoció diez años atrás.
—¿Y por qué no dijiste nada cuando te viniste a Inazuma?
—¿Para qué?
—No sé. Muchos de nosotros vivimos aquí. Podríamos haber quedado o algo.
—Ah, vale. La verdad es que no se me había ocurrido. De todas formas,
estaba bastante ocupado con el nuevo trabajo... Pero podemos quedar de nuevo,
si quieres. Un día de estos que nos venga bien a los dos.
Scotty no pareció notar la implicación de quedar los dos solos, así que
Celia no se lo señaló. Simplemente se calló y asintió con una sonrisa.
—¡Niños, vamos a animar la cosa! —gritó Esther—. ¡Que esto está muy muerto!
—¿Y qué sugieres? —preguntó Byron—. ¿No ves que estamos caminando por el
monte? Como te caigas, yo no te llevo.
—A veces el mismísimo diablo en vez de un ángel. Esto es algo que hacíamos
mucho en los colegios españoles. Seguro que vosotros también teníais estas
canciones absurdas.
—Hostias, ¿cuál de todas ellas, rubia? —saltó Rubén, mirándole con interés.
—Byron se ha cagao en el bote colacao
—cantó ella en español.
Todos los españoles reaccionaron a aquella melodía y letra. Su maldita
infancia.
—¿Cagao? ¿De cagar? Qué asco —se
quejó Einar—. ¿Qué letra es esa?
Estela se rió ante la mueca del noruego.
—Pues vamos a cantarla —se apuntó Guille.
Rubén y Esther se tomaron unos segundos en discutir cómo adaptar la canción
al japonés. Después, la rubia cantó:
—¡Rubén se ha cagao en el bote colacao!
—¿Quién, yo?
—¡Sí, tú!
—¡Yo no fui!
—¿Entonces quién fue?
—Pues… ¡Danny!
—¡Danny se ha cagao en el bote colacao! —cantaron Rubén y Esther juntos.
La escritora les siguió el juego, demostrando a los adolescentes cómo iba
la cancioncita. Poco a poco se fueron sumando todos los adultos hasta que le
tocó al primer joven, que casualmente fue Ryoma Nishiki. Al principio se puso
algo tímido pero enseguida le salió su vena más animada y terminó cantando,
arrastrando consigo a Michael Ballzack. El delantero peliceleste terminó como
un tomate maduro después de cantar aquella absurda letra.
Y así, cantando y cantando, el camino hasta la zona de camping se les hizo
más corta.
—¡Muy bien, hemos llegado todos sanos y salvos! —aplaudió Kai, después de
que hicieran el recuento de los menores—. Ahora toca montar las tiendas. Sí, no
os quejéis, sé que la caminata ha sido dura, pero habéis aguantado palos
peores. En cuanto terminéis de montarlas, podréis descansar un ratito antes de
que empiecen las actividades.
—No os tenéis que preocupar por la comida —continuó Yuuto—, nosotros la
haremos mientras vosotros disfrutáis del aire libre y la naturaleza, siempre
acompañados de un adulto. Esto es campo abierto y si os pasa algo, la
responsabilidad sería solo nuestra por no haber estado pendiente de vosotros.
No es lo mismo si vais por vuestra propia cuenta que con nosotros. No es una
excursión oficial extraescolar, por lo que vuestros institutos no se harían
cargo, sino nosotros. Así que no quiero ver que alguno va haciendo el tonto
demasiado, ¿entendido?
Algunos asintieron.
—¡No os he oído! —exclamó David, poniéndose serio.
—¡Sí! —algunos se pusieron más rectos de lo necesario.
Sobre todo los del la Royal, respondiendo instintivamente.
—Bien, ya podéis empezar a montar las tiendas de campaña —ordenó David
Samford.
—Si necesitáis ayuda, aquí estaremos —recordó Saki con una sonrisa.
—No os alejéis demasiado, ¿de acuerdo? Que os podamos ver —dijo Estela.
—Sería mejor si nuestras tiendas están repartidas en los límites de la zona
—comentó Ken.
—Sí, así sería mucho más seguro —asintió Gregori.
—Yo pondré la mía en el centro, como monitora que soy. Por si acaso —agregó
Kai.
Steve, David, Gregori, Celia y Nelly estuvieron hablando de cómo organizar
los grupos para las distintas actividades que se habían planeado. También
hablaron sobre la organización de hacer la fogata y la comida.
Cuando todos terminaron de reorganizar las cosas, reunieron a todos los
jóvenes. David fue el encargado de explicar el horario que tenían. Fue
proponiendo las diversas actividades que tenían pensadas y apuntando qué chico
iría a cada una, para tenerlo todo lo máximo posible controlado. No querían que
ningún niño se les perdiera.
Algunos fueron a pescar, otros a aprender los métodos básicos de
supervivencia, a jugar con la pelota, a vóley e incluso a bajar el monte cuesta
abajo con unas tablas. Podrían haberse roto la cabeza pero ya tenían cierto
equilibrio por haber jugado en el Estadio Iceberg contra el Alpino. Algunas de
las mayores se lo pasaron en grande jugando al balón prisionero. Guille y
Hikari se dedicaron a interrogar a algunos de los alumnos para enterarse de su
vida amorosa y dar consejos. Ken estuvo ahí porque simplemente era el grupo más
relajado de todos.
Justo antes de la hora de comer, los mayores se organizaron para hacer la
comida. A Nelly la mandaron lejos de los hornillos, le encargaron reunir a un
grupo de alumnos para buscar leña para el fuego. Tenían que reunir toda la
necesaria que pudieran, para no pasar demasiado frío a la intemperie. Dejaron
reposar la comida un poco y decidieron organizar pachangas de pequeños grupos
para que el apetito se despertara.
—¡Mis dieces al cocinero! —gritó Ryoma—. ¡Esta comida está deliciosa!
—¡Buenísima! —asintió Danny—. Menos mal que te obligamos a venir —sonrió
toda contenta.
—Era eso o secuestrarte, una de dos —se rió Kai.
—Pues la verdad es que nos hemos lucido con la comida, eh —comentó Hikari—.
Luego de esta buena comilona, una buena siesta y quedaremos como nuevos.
—No creo que estos niños quieran hacer eso, como críos pequeños —comentó
Yuuto.
—Tendrán ganas de jugar de nuevo a la pelota —comentó Ken.
—Pero eso es malo —Joss frunció levemente el ceño, preocupada—. Les puede
sentar mal tanto movimiento durante la digestión.
—Tendremos que obligarles a que descansen un par de horas —dijo Saki.
—Pues bueno, tendremos que tener mano dura con ellos —se encogió Estela—.
Pero ellos ya lo deben saber.
—Lo dudo mucho —se rió Andrea—. Son adolescentes. A su edad también
teníamos mucha energía.
—Pero teníamos más cabeza —replicó Guille.
—No sé yo, eh… —murmuró Gregori.
—Estoy de acuerdo contigo, Greg —apoyó Byron—. Algunos teníamos menos.
—Habla por ti, angelito —se burló Rubén.
—Pues todos deberíamos descansar. Hemos madrugado mucho y gastado energías —dijo
Nelly—. Tendremos que obligarles a eso.
—Aunque no duerman, que al menos se queden quietos y descansando —asintió
Silvia.
—¡Ya sabéis chicos! —exclamó Celia—. ¡Después de la comida, a echaros la
siesta! ¡O por lo menos, manteneos relajados mientras hacéis la digestión!
Luego tendréis mucha tarde para volver a disfrutar de otras actividades.
—¡Sí!
Por la tarde, estuvieron haciendo juegos más tranquilos, como de cartas y
juegos de mesa. O incluso adivinanzas y misterios. En eso, Saki y Ken fueron de
mucha ayuda. Antes de volver a tocar un balón de fútbol, Guille sacó el karaoke
portátil que se había traído a la acampada. Andrea alucinó viendo que había
estado cargando con eso durante todo el trayecto.
El atardecer les pilló jugando al fútbol, por lo que se detuvieron y
contemplaron la bonita puesta de sol. Willy se encargó de ir con la cámara
grabando todo lo que viera y Celia de las fotos. Hizo muchas fotos del
atardecer de fondo con las capturas de los chicos.
Cuando anocheció, hicieron una gran fogata para calentarse y hacer algo de
comida al fuego, para que así pareciera una acampada de verdad. Hikari sacó una
guitarra de la nada y empezó a afinarla. Mientras tanto, decidieron observar el
cielo estrellado. Algunos intentaron reconocer las distintas constelaciones.
Cuando Hikari la tuvo afinada, comenzó a cantar. Iba de canciones lentas a
otras más animadas, pues algunas veces los jóvenes empezaban a cabecear por el
ajetreo de todo el día. Antes de tumbarse al cielo raso para observar un poco
más las estrellas, Celia los colocó alrededor del fuego para hacerse una foto
grupal. Después, se fueron a dormir, pues los adultos se pusieron las alarmas
para madrugar antes del alba.
—Dios mío, qué mal me sienta madrugar tanto… —murmuró Nelly, frotándose los
ojos.
—Pero veremos un amanecer precioso —le sonrió Einar, abrazándola por detrás—.
Luego podremos dormir un poco más.
—Eso espero… —Nelly se acurrucó más contra el pecho de su marido, pues
estaba calentito.
Einar terminó besando la coronilla de su esposa, sonriendo algo
somnoliento.
—¡Esto es un nuevo amanecer! ¡El comienzo de una era nueva…! —exclamó
Arion, sonriendo por ver salir el sol por el horizonte.
—Recuperaremos el fútbol, Arion —asintió JP—. Así podremos jugar libremente
al fútbol de nuevo.
—Ojalá el entrenador Evans pudiera vernos ahora mismo… —Riccardo sintió
pena de que el antiguo entrenador no estuviera con ellos allí.
—Mark estaría muy orgulloso de todos vosotros, chicos —sonrió Estela—.
Estoy segura de ello.
—Cuando él vuelva, verá lo mucho que habéis crecido en su ausencia —animó
Willy.
—Que sepáis que aunque no os lo dice, está muy contento con vosotros —dijo
Yuuto con una sonrisa—. Solo que el entrenador Sharp es bastante orgulloso. O
tímido, según se mire.
—¿De verdad está orgullosa de mí, entrenadora Takagi? —preguntó
entusiasmado Preston Princeton.
—¡Por supuesto! ¡Sigue así! ¡Te convertiré en uno de los mejores porteros
que haya tenido la Royal Academy!
—¡Sí!
—¿Pero ese título no era de Joe? —David le miró con una sonrisilla.
—Cállate —replicó portera rubia—. Joseph King ya no es un jugador de la
Royal, así que sigue valiendo.
—No pongas esa cara de alma en pena, Wan-Chang —le palmeó Gregori con una
sonrisa—. Eres uno de los defensas veteranos, ¿no? Creo yo que todavía tienen
mucho que aprender de ti. ¿No sería mejor que tuvieras eso en mente antes de
graduarte?
—¿Antes de graduarme, tú? —se sorprendió el chico.
—Sí —asintió el español—. ¿No es este tu último año en el Raimon? Cuando tú
te vayas y Subaru también, ¿quién se quedará para defender el campo? Estoy seguro
que Gabriel García hará muy buen trabajo dirigiendo a los más jóvenes, ¿pero no
sería mejor que tú les dejaras tu legado también?
—¿Cómo que también?
—¿Acaso ves que hay algún otro portero oficial en el Raimon aparte de
Samguk? —Gregori alzó las cejas.
—Pues… no, no hay nadie más.
Gregori observó que el chico se quedó pensativo, como considerando sus
palabras.
—Los más novatos tienen en consideración tus palabras. Y si no, mira a
Lucian —señaló al sobrino de Ray Dark, hablando con Hikari muy alegremente—. Tiene
muy en cuenta tus consejos y es un rápido aprendiz. ¿Crees que Aitor Cazador no
intentará aprender cosas nuevas de ti? A pesar de que le gusta mucho meterse
con Gabi, va aprendiendo de vosotros. Es un chico muy desconfiado, al igual que
lo era nuestro amigo Scotty, pero gracias al Raimon, se está soltando poco a
poco. Gracias a los amigos que ha hecho jugando al fútbol. No te derrumbes solo
porque Jude no te ha sacado una vez a jugar. En otros partidos, puedes ser un
jugador clave, quién sabe.
—El señor… el señor Dragonfly comentó algo del espíritu del Raimon y de no
rendirse nunca… ¿Me está queriendo decir lo mismo?
—Exactamente. ¿Dónde está ese chico que se revolvió como una fiera contra
el entrenador Sharp hace poco? Cuando quisiste demostrar que podrías acabar con
su plan de entrenamientos. ¿Ya se fue? ¿Simplemente se esfumó? ¿O todavía sigue
ahí? Piénsalo.
Wan-Chang observó la espalda del entrenador español, que se reunió con sus
amigos, antes de mirar hacia el sol que salía por el horizonte.
—¡Sé que estáis hechos polvo después del día de ayer, pero no creo que sea
nada para unos jóvenes como vosotros! —Kai sostenía una pelota de fútbol en la
mano—. Hoy podremos jugar al fútbol libremente, pero con una pequeña dificultad
añadida: hacer pases entre árboles que se os cruzarán cuando menos os lo
esperéis. No es que los árboles se muevan, pero sí que tendréis que estar
pendientes de vuestros rivales y también de esos seres vivos inmóviles. No,
Princeton, no pongas esa cara de emoción porque hoy no podrás lucirte ante
Yuuto como portero. ¿Y qué quiero decir con esto? Pues que cambiaréis de
posiciones. Queda estrictamente prohibido jugar en la posición que normalmente
jugáis.
—Así que Princeton, elige a tu sustituto —dijo Yuuto.
—Vosotras también, chicas, al campo —ordenó Estela a las tres gerentes.
Samguk vio la oportunidad perfecta para acercarse a JP y elegirle como el
portero.
—¿Qué? ¿Yo? Pero si nunca he jugado de esa posición.
—No es tan difícil como parece. Con los saltos que das, te será fácil
llegar al balón.
—¿Pero y Arion…?
—Arion ya ha jugado dos veces como portero, así que tampoco contaría. Tiene
experiencia y la finalidad de esta actividad es estar en una posición que no
nos sea cómoda ni conocida.
JP se lo pensó bastante antes de terminar aceptando, no muy convencido.
Estaba seguro de que lo haría fatal. Samguk sonrió victorioso y dio muchos
ánimos al pequeñajo.
Willy se encargó de grabar todo el partido, que al principio fue un
completo caos, porque los jugadores no terminaban de adaptarse del todo. Samguk
Han y Preston Princeton cometieron varias veces la falta de coger el balón con
las manos cuando se lo pasaban. Tenían demasiado interiorizado el reflejo de
atajarlo. Si no era eso, era también chocarse de golpe y porrazo con algún
árbol. También estaba la desventaja de que la pelota se quedara atascada en
alguna rama. Más de una vez tuvieron que trepar como monos para poder
recuperarla.
Sin embargo, el partido fue demasiado gracioso para los adultos.
—¡Oye, Samguk, has escogido a un muy buen portero! —felicitó Adé.
—¿Verdad que sí? —sonrió orgulloso—. JP, lo has hecho de maravilla.
—¿De verdad?
—Sí, tienes madera de portero —asintió Wanli.
—¡Ese es nuestro JP! —vitoreó Guille.
Jean-Pierre terminó poniéndose algo colorado por tantos halagos que
recibió. Tampoco había sido para tanto, la verdad. Samguk y Preston eran mucho
mejores que él. Por eso se sorprendió cuando Samguk le dejó caer sutilmente la
idea de sustituirle en el futuro, cuando se graduara.
—Bueno, bueno, ¿queréis ver lo que es un partido de verdad, chicos? —intervino
Hikari.
—Dejad paso a los profesionales —sonrió Yuuto con altanería.
—¡Sí! ¡Juguemos! —exclamó Einar.
—Paso —dijo Nelly—. Willy, te dejo mi puesto.
Joss se encargó de atrapar al hacker para que no huyera. Celia y Silvia
terminaron uniéndose para poder completar los equipos.
Primero jugaron en sus respectivas posiciones, pero después hicieron la misma
mecánica que los jóvenes y cambiaron de posiciones. Fue el turno de los
adolescentes de reírse a costa de sus mayores. Incluso Rosie grabó los dos
partidos como recuerdo. Más tarde, hicieron más combinaciones de pachangas:
adultos contra adolescentes, mezclando equipos y jugadores y también reduciendo
el número de participantes. Así estuvieron hasta la hora de la comida, donde
Archer les volvió a mostrar sus dotes en la cocina.
Por la tarde, después de la siesta, comenzaron a desmontar el campamento.
Tenían que estar fuera del monte para cuando atardeciera y así poder llegar a
una hora decente hasta sus casas. Al día siguiente había instituto y tenían que
descansar y madrugar.
Habían sido dos días muy moviditos, pero había valido la pena. De aquella
acampada se llevarían recuerdos que durarían años dentro de sus mentes y
podrían decir que tuvieron una juventud llena de diversión y amistad, con unos
entrenadores muy guais.
Porque los amigos del entrenador Evans eran los más molones del mundo.
—El número al que llama no se encuentra disponible en estos momentos. Por
favor, deje su mensaje después de la señal.
La chica cortó la llamada. A lo lejos pudo a unos cuantos alumnos con el
chándal del Raimon alejarse del instituto siendo de noche y domingo. La mujer de
pelo rubio se extrañó, pero enseguida pensó que había sido una excursión
relacionada con algún club.
Se detuvo frente a la entrada del instituto Raimon. Después de tantos años,
volvía a estar frente al enorme rayo.
Volvió a llamar por su móvil, pero enseguida cortó diciendo:
—Maldita sea, Eve, ¿tú tampoco coges el teléfono? —terminó suspirando—. ¿Dónde
demonios te has metido, Shawn…?
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Después de ese fin
de semana de relax, el Raimon tiene que volver a enfocarse en los
entrenamientos, pues todavía no saben quiénes serán sus enemigos en los cuartos
de final del Camino Imperial. Más que nada porque el nivel de los rivales sería
altísimo. Sin embargo, una llamada de socorro y una extraña invitación pondrán
patas arriba sus planes. ¿Se avecinan nuevos problemas?
Si lo queréis
averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: LA CONVIVENCIA
¡¡¡Esto es fútbol
al rojo vivo!!!
Pensaba meter a Kai en el anterior capítulo, pero no me dio tiempo xD Ahora, sí, nuestra surfista hace acto de presencia:
Vamos a ver si ha cambiado mucho durante estos nueve años:
El aire marino la ha vuelto todavía más salvaje, igual que Hurley en su momento xD
Perdón por tardar, pero al menos habéis tenido un capítulo de más de siete mil palabras :3
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