CAPÍTULO 34- TIEMPO DE LOCURAS
—Entrenador Love, ¿le pasa algo a la señorita Mashiro?
Byron suspiró discretamente. Sus jugadores iban detrás de él, al igual que
su novia, que directamente se escudaba detrás de su persona como si fuera un
muro insalvable.
—Deja de hacer el tonto delante de
los chicos, por favor —pidió en coreano.
—No tendría que hacer esto si mi vida
no corriera peligro, ya lo sabes. Ahora cállate y sé un buen novio. Tienes que
protegerme de mi muerte inminente.
—Estoy seguro de que lo comprenderá
en cuanto se lo expliques a Rubén.
—¿Crees que me va a dar tiempo a que
me explique? Por supuesto que no. Directamente se abalanzará contra mí. Son
demasiados años que le conozco como para saber que irá directo a mi cuello.
Esto es una vil traición a nuestro código de amistad de mejores amigos.
—No creo que te esté esperando a la
salida del estadio con tanta gente delante. Montaría un gran escándalo.
Esther resopló con diversión, haciéndose ver más loca de lo que ya estaba a
ojos de los jugadores del Kirkwood.
—¿Acaso sabes de quién estás
hablando? ¿O acaso no te acuerdas de cuando éramos jóvenes? La vergüenza nunca
ha formado parte de nuestro vocabulario. Le va a importar una mierda llamar la
atención de los demás si con ello consigue retorcerme el pescuezo.
Los chicos del Kirkwood decidieron hacerse los tontos en relación a las
rarezas de la gerente. Era mejor no cuestionar demasiado sus acciones. Que las
aguantara el entrenador Byron.
—¡Oh, dios mío! ¡Están ahí, están
ahí! —exclamó, intentando hacerse más pequeñita.
Justo delante del tren que les llevaría de nuevo hasta donde habían dejado
su transporte, se encontraban los del equipo rival. Para sorpresa de Esther, y
también de Byron, estaban casi todos sus amigos de andanzas del mundial de
nueve años atrás en Liocott. ¿Pero por qué demonios habían tenido que ir a
parar todos ahí?
—Dime que hay otra salida, por favor…
—Es la primera vez que estoy en este sitio, soy extranjero —se mofó el
rubio.
—¡Ahí estás, maldita desgraciada!
Los pelos de Esther se pusieron de punta en cuanto escuchó la frase en
español. Justo en frente estaba Rubén, señalándole como a una vulgar ladrona.
Todos los del Raimon miraron en su dirección. Los del Kirkwood miraban como si
estuviera loco a aquel hombre joven que había gritado en una lengua extranjera.
Esther fue la primera en reaccionar y echó a correr. Rubén la persiguió
segundos más tarde, comenzando así una persecución algo bochornosa para ambos
grupos. Al final, el músico atrapó a su mejor amiga y empezó a hacerle cosquillas
para castigarla.
—Qué animado está el ambiente —comentó Kevin con una sonrisa—. Aterrizo y
la que se monta en un momento.
—Bueno, ya se echaban de menos todos estos jaleos —sonrió Hikari.
—¡Haz que confiese! ¡Sangre!
Einar estaba que se le saltaban las lágrimas, pero aun así había gritado
aquello. Lo sentía mucho por Rubén. Le caía muy bien y no podía imaginar la
traición que habría sentido al ver a su mejor amiga, de la que tanto le había
hablado, confabularse contra el enemigo.
—¡¿Pero por qué solo a mí?! —se quejó Esther.
—¡No te preocupes! —soltó Andrea—. Yo me ocupo del rubiales.
—No nos precipitemos —Byron se mantuvo en el sitio.
Sus alumnos retrocedieron un par de pasos, asustados al ver a la española
caminar con aire intimidatorio hacia ellos. Estaban seguros de que el entrenador
Love les protegería de esa fiera.
—¿Unas últimas palabras antes de quedarte calvo, angelito?
—¡No, el pelo no! —exclamó Esther.
—No creo que estés en posición de preocuparte por la melena de tu novio —sonrió
Saki.
—Sino por tu propia vida —terminó de decir Ken, también mirando con interés
la pelea.
Por extraño que pareciera, Guille estaba ignorando ese salseo por una vez
en su vida. Estaba más absorto en hablar entre susurros con Jude Sharp. Samguk
pareció escuchar algo y se unió a la conversación supersecreta. Annie estaba
felicitando a Aitor por su buena actuación en el partido. Estela estaba
comentando con los demás sobre el partido. Greg escuchaba los murmullos entre
dientes de Wan-Chang.
—¡Pardiez! ¡Cuánto jaleo! ¿No deberíamos intervenir? Me está dando pena esa
pobre señorita. ¿Acaso no es eso demasiado rudo?
—Es verdad, que no estás acostumbrado a los amigos del entrenador Evans —sonrió
Riccardo.
—Hacen mucho ruido, eso sí —asintió Gabi—. Pero son graciosos a su manera.
Parecen divertirse todos juntos.
—¿Eso es diversión para ellos? ¿Así es como se divierten en España? —murmuró,
perplejo.
—No creo… ¿No? —Gabi miró a Riccardo.
Era el que más tiempo había pasado con la profesora Schiller, que era de
España.
Riccardo tan solo se rió.
—Antes de que hagas una cosa que te arrepientas, primero déjame explicarme —habló
Byron, empezando a retroceder—. No, mejor dicho, primero deja que Esther se
explique y luego ya le arrancas el pelo si quieres.
—¡Pero bueno! —protestó ella—. ¡Menuda mierda de novio eres!
—¡Cállate y habla! —le gritó Rubén.
—Eso suena a contradicción —se rió Tris.
—Quita, que no sirves para interrogarla —Yuuto le metió un empujón al
español—. Probaremos mi método de tortura.
—¿Y no sería mejor hacerlo fuera de aquí? El revisor nos está mirando con
una cara… —señaló Joss.
—Prometemos no huir a la salida —se apresuró a decir Byron—. Tenéis mi
palabra.
—¿Y deberíamos fiarnos porque…? —Eve arqueó una ceja.
—¡Porque nos conocemos desde hace muchos años! ¡Piedad, por favor…! —lloriqueó la española rubia.
Rubén miró a su mejor amiga. Estaba toda despeinada de tanto revolverse.
—Bueno, pero porque te ves patética, ¿eh? Que si no, verías tú —dijo,
soltándola.
Esther se dio prisa a volver con Byron.
—Nos vemos a la salida —se despidió Kevin como si nada, sonriendo.
Cada grupo se fue por su lado. El Raimon entró a un lado del tren, el
Kirkwood entró en el otro y los amigos del entrenador Sharp se fueron por otra
salida.
—Pareces preocupada.
Tris dejó de toquetear su piercing de la nariz y miró a la que fue su mejor
amiga de la adolescencia. Annie estaba con el rostro serio. Había decidido irse
con ellos y no montar con el Raimon en el tren.
—Tengo que irme —fue todo lo que respondió.
—¿Vuelves al Alpino?
—Sí —suspiró—. Tengo que encargarme de mis alumnos de atletismo y no es
bueno estar tanto tiempo fuera de casa. Estoy segura de que Caleb me va a matar
en cuanto me vea cruzar la puerta.
—¿Todavía no sabe que estás aquí? —Annie se quedó sorprendida.
—Hay veces en que no nos comunicamos durante bastante tiempo. Tampoco hay
necesidad —sintió la urgencia de decirle.
—Pero has estado mucho tiempo fuera de Hokkaido. Digo yo que habrá notado
tu ausencia, ¿no?
—Nuestros trabajos nos quitan mucho tiempo, sobre todo a él —sonrió Tris.
—Ay, el amor lo que hace —suspiró dramáticamente—. Pero siento que algo te
preocupa y no es algo relacionado con tu trabajo. ¿Sucede algo? ¿Te puedo
ayudar?
—Estoy bien —le sonrió.
Pero Annie sabía que no era cierto. Y Tris sabía que Annie no le creía.
Pero ambas se callaron. Porque en esos cuatro años en los que se habían
distanciado, nada y todo había cambiado a la vez. Todo el mundo tenía sus
secretos y tenían el derecho de guardárselos para sí mismos.
—Recuerda que nos tienes aquí para lo que necesites —sonrió Annie,
cogiéndole del brazo con alegría.
—Cómo no hacerlo, si siempre petáis el grupo con tonterías —bufó Tris.
Annie se rió.
—¿Cuándo te vas?
—Esta misma tarde.
—¿Tan pronto? No te va a dar tiempo a saludar a Kevin.
—Suficiente. Me basta y me sobra.
—Yo también me iré.
—¿A dónde? —se sorprendió Tris.
—Iré a visitar a mi hermanita, a ver cómo anda el orfanato. Tengo ganas de
ir y de visitar a nuestro padre.
—¿Ya salió de la cárcel?
—Sí —asintió la morena—. Creo que está haciendo su arresto en casa, por su
salud. Está algo delicado y quiero ir a verle.
—Pero vas a volver, ¿no?
—Oh, claro, solo serán un par de días —se rió Annie.
—¿Entonces pillamos el tren para Tokio juntas?
—¡Vale!
Tal y como había prometido Byron, los del Kirkwood estaban esperando en la
salida. Los jugadores ya estaban metidos dentro del autobús que les llevaría
casa, mientras el entrenador y la gerente esperaban a que los demás llegaran.
Los últimos en llegar fueron los que habían estado como espectadores en el
estadio.
—¿Entonces nos vais a contar toda la verdad? ¿Os tenemos que desterrar para
siempre de nuestro círculo de amigos? —Rubén estaba con los brazos cruzados.
—Al final nunca lo hacen —resopló Yuuto—. Yo soy la prueba andante. Casi me
matan cuando supieron que estaba con la Royal Academy. Y que estaba bajo la
dirección del enemigo.
—Razones de sobra nos diste —repuso Saki—. Te comportaste como una
auténtica matona.
—Una bruja total —añadió Ken.
Tanto Byron, como Esther y Yuuto miraron al joven. Había abierto la boca
solo para soltar mierda de una amiga de toda la vida.
—Bueno, creo que merecemos una explicación, ¿no? —Estela se cruzó de
brazos.
—¿De verdad estáis a favor del Sector Quinto? —preguntó Annie con expresión
grave.
—La verdad es que nos da un poco igual eso —respondió con sinceridad la
rubia.
—Tan igual no te dará si has accedido a estar bajo sus órdenes —Hikari
frunció el ceño.
—No nos importa todo el jaleo que tenéis con el gran emperador y esa
organización —atajó Byron—. Lo importante aquí eran ellos, el Kirkwood. Son
unos niños.
—¿Eso es porque el equipo estaba roto? —preguntó Jude.
—¿Roto? ¿Cómo que roto? —quiso saber Kevin Dragonfly.
—Había rumores de que los jugadores del Kirkwood estaban peleados por sus
diferencias de opiniones —contestó Celia.
—¿Y exactamente por qué queríais ayudarles? —preguntó Eve—. Que yo
recuerde, nunca habéis tenido ninguna conexión con ese equipo en particular.
—Es por los niños. ¿Quién va a pensar en los niños? —dramatizó Esther—. Byron
es psicólogo deportivo y cuando se enteró de la situación de los niños, decidió
aceptar la oferta.
—¿Cómo? ¿Que el gran emperador le ofreció trabajo? —Tris arqueó una ceja.
—Pues claro, no se ofreció voluntario —respondió con obviedad—. Estábamos
en Corea, chicos.
—¿Entonces Alex Zabel os contactó sabiendo la profesión de Byron? —recapituló
Rubén—. ¿Pero para qué? ¿Para salvarlos?
—Hombre, si el Kirkwood perdía contra vosotros estando tan fragmentados,
muy buena imagen no creo que dieran —comentó Esther.
Jude pareció pensarlo durante unos momentos antes de preguntar:
—¿Y ahora qué vais a hacer?
—¿Seguiréis entrenando a esos chicos? —preguntó Celia.
—Sí, por lo menos hasta final de curso —respondió Byron—. Para que empiecen
el siguiente con otros entrenadores.
—Así que nos veréis durante una temporada por aquí —sonrió Esther.
—Bueno, pues asunto solucionado, ¿no? —sonrió Annie—. Ahora nos merecemos
un buen descanso.
—¿Por qué no cenamos todos juntos? —propuso Yuuto.
—A que adivino —dijo Jude—. ¿En mi casa?
—Está claro que sí, hermanito —sonrió Celia—. Más vale que no tengas planes
románticos esta noche.
—¿Quién? ¿Jude? —se rió Kevin.
—¿Y tú qué, eh? ¿No hay nadie que haya ablandado ese corazón de dragón
feroz que tienes? —quiso saber Guille con una sonrisa maligna.
Kevin se puso rojo y quiso huir del español.
—Pues cena en casa de Jude, ¿no? —dijo Saki.
—¿Tenemos que llevar comida? ¿Bebidas? —preguntó Eve.
—Llevaré un karaoke —respondió Guille.
—Tampoco nos pasemos con la comida, eh —dijo Gregori.
—Yo no podré ir —avisó Tris.
—¿Y eso? —se sorprendió Einar.
—Yo tampoco —añadió Annie.
—Bueno, pues si vamos en ese plan, también me uno a la deserción —dijo
Esther.
—Sí, hombre, tú vienes esta noche a casa de Jude —Rubén le miró mal—. Y
pasaré a por vosotros para asegurarme de que no te escaqueas.
—Qué poca confianza depositas en mí —lloriqueó su mejor amiga.
—¿Cómo es que os vais? —preguntó Celia, mirando a ambas jóvenes.
—Tengo que volver a Hokkaido, es demasiado tiempo ya fuera de casa —Tris se
encogió de hombros.
—Aprovecharé para hacer una pequeña escapada a casa —sonrió Annie—. Pero
nada, un par de días.
—Es una pena que os vayáis ahora que más gente ha venido —comentó Hikari.
—No os habré asustado, ¿verdad? —bromeó Kevin.
—Qué va, hombre, ya estábamos acostumbradas a tu cara de mastodonte —Tris
le dio una palmada en el hombro del pelirrosa.
—¿Pero os vais ya? —Saki se dio cuenta de que se iban en dirección
contraria.
—¿Y vuestras cosas? —preguntó Andrea.
—Siempre puedo robarle ropa a mi hermanita.
—Vine sin nada y me iré sin nada —respondió Tris—. Un placer volver a veros,
chicos. Espero que no pase tanto tiempo antes de volver a vernos.
—A ver si todavía estás por aquí para cuando regrese, Kevin —se despidió
Annie.
—¿Ya te has despedido de Aitor? —preguntó Estela.
—¡Hostias, no! ¡Que casi lo dejo tirado en la calle...!
—Tranquila, se puede quedar en mi casa —sonrió Andrea.
—O en la mía —dijo Estela.
—También puedes contar conmigo —habló Joss.
Annie asintió antes de irse corriendo hacia el vehículo. Pegó un par de
golpes en la ventana donde estaba Aitor y le hizo salir fuera para hablar con
él. Tris terminó de despedirse de todos y le metió prisa a su mejor amiga para
irse juntas.
—Bueno, pues ya lo sabéis, cena en casa de Jude Sharp —recordó Yuuto.
—¡Y habrá sorpresa...! —anunció Hikari con una sonrisa.
—Tengo un mal presentimiento... —murmuró Kevin.
—Con ellos siempre —asintió Ken.
Tris y Annie comieron juntas antes de dirigirse a la estación de trenes.
—Bueno, aquí es donde nos separamos de nuevo —sonrió Annie, suspirando.
—Sí. Tengo que coger el próximo vuelo hacia Hokkaido y menuda pereza —Tris
se estiró con parsimonia.
—Si te consuela, mi tren sale en nada.
—Pues no, no me consuela. Llámame cuando hayas llegado.
—Sí, sí, te enviaré un mensaje —se rió Annie.
—¡Y la próxima vez que vayas a desaparecer de esa manera, al menos avísame
a mí con antelación, idiota!
—¡Lo haré, lo prometo!
Annie fue la primera en irse hacia su parada de tren. Como se separaron,
ninguna de las dos notó que sus destinos estaban cambiados. Tris no cogió un
tren en dirección al aeropuerto, sino hacia otro destino. Y Annie pilló en el
último segundo un tren para ir al aeropuerto de Narita, a coger un vuelo
internacional.
Algunos secretos eran difíciles de contar.
—Oye, Byron, ¿y al final cómo es que terminaste siendo psicólogo deportivo?
—preguntó Rubén.
El español había cumplido con su amenaza y había pasado a por ellos dos.
Más que nada porque tampoco se sabían la dirección de la casa de Jude. Y así,
también se ponía al día con esos dos.
—Supongo que es por lo que viví de joven, durante la época del Zeus y todo
eso de los extraterrestres —lo rumió un poco el rubio—. Entre el néctar de los
dioses y la lesión, habría terminado muy mal si no hubiera tenido una buena
ayuda para levantarme de nuevo y llegar bien al mundial.
—¿Necesitaste recibir terapia? —se sorprendió Rubén.
—Hombre, no creo que estuviera muy cuerdo después de estar enganchado a una
droga y luego caer lesionado contra unos aliens —soltó Esther—. Yo también
habría necesitado ir a un psicólogo.
—Cuando estábamos en bachillerato, decidí que me dedicaría a ello, a ayudar
a los demás deportistas. Y bueno, la oferta de ir a Corea del Sur vino sola y
lo otro es historia.
—Y como mi trabajo me permite mudarme donde yo quiera, decidí irme a la
aventura con él —sonrió la rubia—. La verdad es que no me arrepiento. Me ha
servido para aprender muchas cosas nuevas.
—Ya, pues yo te echo de menos aquí, en esta isla —protestó Rubén—. Tanto
tiempo sin vernos y resulta que cuando lo hacemos, trabajas para ese tirano de
Alex Zabel.
—No trabajamos para él —resopló Esther—. Tan solo accedimos para que Byron
pudiera encarrilar a esos niños. Nada más. No nos importa lo del Sector Quinto.
—En lo más mínimo.
—Pero nos ayudaréis a la causa, ¿no? —quiso saber Rubén.
—¿Ayudar? ¿Cómo? —se sorprendió Byron—. El Kirkwood está eliminado.
Entramos gracias al gran emperador. ¿Cómo quieres que lo hagamos?
—Podríais ser espías.
—Dudo mucho que el gran emperador nos deje campar a nuestras anchas, a unos
recién llegados —replicó Esther—. Es mejor que nosotros sigamos ayudando a esos
niños. No nos metáis en vuestros jaleos.
—Además, muchos ya estáis metidos en eso de la Resistencia. ¿Para qué
queréis a más gente? —preguntó Byron.
—La ayuda extra nunca viene mal.
—Pero tú estás metido en eso. ¿O solo estás como apoyo moral? ¿Qué haces tú
exactamente para la revolución? —Esther arqueó una ceja.
—¡Yo soy de mucha ayuda! —chilló, indignado.
Esther vio la oportunidad para molestar a su mejor amigo después de estar
tanto tiempo separados. Byron observó con una sonrisa la absurda pelea de ese
par de amigos, haciendo jaleo mientras iban por las calles.
—Oye, ¿al final qué pasó con Scotty y Celia? —preguntó Esther—. ¿No habíais
intentado juntarlos?
—Bueno, esta noche veremos a ver si ha habido progresos.
—¿Cómo? ¿Scotty va a estar en la cena? —Byron se sorprendió.
—Claro, está en el equipo de fútbol de los apartamentos que regentamos
Silvia y yo. Es el capitán y viejo amigo, viviendo tan cerca no puede no venir.
—Es una pena que Tris y Annie se vayan —suspiró Esther.
—Shawn estuvo antes, pero se fue después del partido contra el Alpino —informó
Rubén.
—¿De verdad? Vaya, parece que no coincidimos —sonrió Byron—. Me habría
gustado saludarle.
—Siempre podéis hablar por mensajes, ¿no? —dijo Esther—. Por cierto,
¿cuánto queda para llegar a la casa de Jude? Llevamos un buen rato caminando.
—Es que el señorito Sharp tiene la casa en una urbanización bastante
exquisita, no os creáis.
—¿Me vas a decir que tiene una mansión o qué?
—Exactamente eso es lo que tiene, Esthercita.
—No jodas —silbó la rubia.
—¿Pero su familia no ha tenido siempre dinero? ¿De qué os extrañáis? —sonrió
Byron.
Pues también tenía razón el angelito.
—¿Qué casa es? —preguntó Esther cuando llevaban ya un buen rato por una
urbanización de lujo.
—Estamos a punto de llegar. Es esa de...
Rubén dejó de hablar cuando vio un tumulto en la cerca de la mansión. Todos
sus amigos estaban ahí apiñados, esperando para entrar. Byron miró la hora. No
llegaban tarde, pero tampoco demasiado temprano. ¿Entonces qué hacían todavía
ahí fuera?
—¿Acaso Jude se niega a abrir o qué? —saludó Esther—. ¿Teme que le desvalijéis
la casa?
—¿A estas alturas? —Yuuto arqueó las cejas.
—Lo habríamos hecho desde el principio —resopló Guille—. Tocad de nuevo y
como no abra, salto la valla.
—Vas a conseguir que nos acusen por allanamiento de morada, idiota —le
regañó Andrea, apartándolo de la entrada.
Byron se olvidó de todos ellos y se fue a saludar a Scotty, Kevin, Willy y
Steve, que estaban ahí esperando. Hacía mucho tiempo que no se veían y era
mejor poder hablar con algo de tranquilidad antes de que todo se desmadrara por
completo.
De repente, la verja se abrió de forma automática. No dudaron en entrar,
haciéndose los indignados por tener que esperar demasiado.
—¿Por qué ha tardado tanto?
—¿Y por qué me miras a mí, Kevin? —bufó Yuuto.
—Porque tengo entendido que eres tú quien más cerca está de Jude.
—¿Me ves estando cerca de él ahora mismo? Y te equivocas. Si un caso,
podrían ser Celia y David. No, David.
Kevin ni siquiera quiso preguntar el porqué de su cambio de opinión.
—¿Entonces Celia ya estará dentro? —preguntó Scotty.
—Pasa y averígualo —bromeó Steve, dándole un empujoncito.
Ken fue el encargado de tocar al timbre para que les abrieran las puertas.
Byron estaba observando el lugar, al igual que Esther. Pero cuando se abrió,
todo el mundo se quedó callado. Una chica de melena corta y rosa con un enorme
lazo en la cabeza fue la que los recibió. Sus ojos rosas brillaron y una gran
sonrisa se formó.
—¡Hola, chicos...!
—¡Danny! —Joss fue la primera en reaccionar y en lanzarse a por ella.
—¡Ah! ¡Sardana García! —gritó Einar como un loco—. ¡La famosa escritora!
—Cariño, deja de gritar tanto, ¿quieres? Vas a asustarla —le regañó Nelly,
saliendo de detrás de la pelirrosa.
—¿Cuándo habéis llegado? —se sorprendió Andrea.
—Hemos llegado juntas —sonrió Silvia, también haciendo acto de presencia.
—Joder, si me lo hubieras dicho, habríamos ido juntos —se quejó Rubén.
—No, no, tenías que ponerte al día con Esther —sonrió ella.
—¿Pero cuándo has llegado aquí? —quiso saber Guille—. ¿Tú no estabas dando
vueltas por el mundo?
—En realidad estaba en Italia —informó Kevin—. ¿Cuándo has venido? No te he
visto en mi vuelo.
—Llegué por la tarde y Nelly fue a recogerme —contestó Danny.
—Esta era la sorpresa que os había dicho —se rió Hikari.
Danny fue rodeada por todos sus amigos para saludarles después de tanto
tiempo.
—Espera, espera, ¿cómo que escritora famosa? —Scotty miró raro a Einar.
—¡Me encantan sus libros! ¡Un autógrafo, por favor! —chilló Einar, pasando
de Scotty.
—Vaya, no esperaba encontrarme con un fan aquí —se rió Danny—. Pero no me
hables tan formal, hombre. Eres el marido de Nelly, ¿no? Qué pena que no
hayamos podido tener más contacto antes.
Nelly tuvo que calmar a su marido antes de que desmayara de la emoción.
—Es una pena que Tris y Annie se marcharan justo esta tarde —suspiró Saki—.
Las podrías haber saludado. Esto pasa por tener tantos secretos.
—Sí, pues esperad que esta noche también tengo yo preparada una sorpresa
—se rió Yuuto—. Pero pasemos, me voy a congelar aquí fuera.
Dentro de la mansión se encontraron a Celia, David y Jude charlando
tranquilamente en el salón. Jude respiró hondo para mentalizarse. Probablemente
su casa terminara hecha una pocilga. David se rió a costa de él.
—Oye, oye, oye. ¿Dónde está mi crítica gastronómica favorita? —saltó Danny
en un momento dado—. Mi compañera de comidas, Yeidi Raimon, ¿dónde se ha
metido?
Todos se miraron entre sí.
—Desapareció.
—¡No lo digas de esa forma tan dramática! —regañó Andrea a Ken.
—Simplemente acompañó a Mark cuando se fue —explicó Eve—. Desde entonces,
no hemos vuelto a tener contacto con ella.
—Tampoco sabemos dónde está Mark —añadió Willy.
—Hemos intentado localizarles a través de los móviles, pero parece que se
han deshecho de ellos —dijo Greg.
—¿Y ni siquiera sabéis dónde estuvieron la última vez? —se sorprendió
Steve.
—La verdad es que no —respondió Yuuto.
—Fue algo muy raro —reconoció Joss—. Se fueron con muchas prisas y sin
contarnos demasiado.
—Hiki me ha contado un poco por encima la situación del fútbol en el país.
¿Quizás tenga algo que ver con eso? —tanteó Danny.
—Tiene que ver con eso —aseguró Jude—. Lo único que sé es que se reunió con
Tris y Shawn antes de anunciar que se iba.
—Me vais a deprimir. Mejor pensemos en comida —sonrió Danny.
—¿La cena ya está lista? —preguntó Willy.
—¿Pero quién la ha hecho? —Joss miró al dueño de la casa.
—Restaurante Rai Rai a su servicio —Archer apareció por la cocina,
sorprendiendo a más de uno.
—Vamos, vamos, no seáis unos vagos y vamos a poner la mesa todos juntos
—ordenó Nelly.
Jude pensó que pronto tendría que comprar una mesa aún más grande. Si
seguían viniendo más antiguos amigos a su casa, el lugar se les quedaría
pequeño. Pero estaba bien ver su hogar tan animado.
—Te recuerdo que hoy te tocará fregar todos los platos —le soltó Celia en
un susurro.
—¿Pero no voy a tener algo de ayuda?
—Pues no, hermanito. Archer ha cocinado toda la comida y la otra vez ya
fregamos David y yo. Esta vez te toca a ti.
Jude miró a David, pero este se hizo el desentendido, haciendo ver que no
le veía por el ojo donde tenía el parche.
—Suena a que me vais a dejar aquí tirado.
—Tan perspicaz como siempre —se rió Celia.
Jude quiso decir algo, lo que fuera. Era su casa. ¿No se suponía que ponía
él las normas? Pero David se le adelantó preguntando en voz alta:
—¿Y qué te trae por aquí, Danny? ¿Vacaciones? ¿Trabajo?
—¿O quizás alguna decepción amorosa? —saltó Guille.
Hikari fue la encargada de pegarle un tortazo.
—No, no —negó la pelirrosa—. Marco y yo estamos muy bien por el momento. Se
ha quedado allí en Italia. La verdad es que me dijo que quería venir, pero el
club lo tiene retenido —se rió—. Pero la verdad es que también estoy por aquí
para promocionar mi nueva novela.
—¿Por qué parece que te has hecho fan de todos nosotros? —Joss miró con
sospecha a Einar.
Einar tal vez era culpable o no de ser un fan acérrimo del Inazuma Japón y
de Las Fieras Nocturnas. Pero nunca lo iba a admitir.
—Porque es un friki vuestro —le delató Nelly sin remordimiento alguno.
El noruego se puso más colorado que un tomate maduro. Si le tocaban las
orejas, seguro que irradiaría calor como una estufa. Varias risitas se pudieron
escuchar por toda la mesa.
—¿Y por qué no avisaste antes de que venías? —se quejó Eve—. Podríamos
haber ido a por ti a recibirte con los brazos abiertos, maldita.
—Tampoco quería que me montarais una escenita en el aeropuerto. Además,
Hiki ya lo sabía.
—¿Actuando a espaldas de los demás o qué? —Kevin miró a la idol con una
ceja alzada.
—¡Era una sorpresa…! —se defendió.
—¿No tenías también una? —preguntó Ken a Yuuto.
—Luego os la anuncio. Ahora quiero saber dónde te vas a quedar mientras
tanto. ¿Cuánto tiempo estarás por aquí?
—La verdad es que no lo sé.
—¿Cómo no vas a saber? —se extrañó Silvia.
—Solo me dijeron que tenía que ir a promocionar a Japón, pero luego no me
dijeron cuándo era mi próxima parada. Supongo que mi mánager se cansó de
tenerme detrás de ella para que me diera un hueco y poder viajar hasta aquí —se
encogió de hombros—. ¡Por cierto, Archer, todo está buenísimo!
—Me alegro, me alegro. ¿Y qué tal la vida por allí en Italia?
—Nueva vida, nuevo lugar, nuevas costumbres y nuevo idioma. Pero tampoco
fue tan difícil adaptarse allí —sonrió—. Pero oye, yo lo que quiero saber es si
lo de Annie no fue una alucinación. ¿De verdad ha estado aquí?
—Te puedo asegurar que sí —asintió Celia—. De pronto apareció un día por el
Raimon. Justo el mismo día del inicio de curso. Fue toda una sorpresa.
—¿Y dónde está ahora?
—Dijo que iría a ver a su padre —respondió Andrea—. Creo que no ha ido allí
desde que pisó de nuevo Japón.
—¿Y Tris?
—Se volvió para Hokkaido —contestó Hikari—. Cosas que pasan cuando te vas
sin decírselo a casi nadie, que tienes que volver a aparecer tarde o temprano.
—Esto me trae demasiados recuerdos —sonrió David.
—¿Verdad que sí? —se animó Steve—. Hacía demasiado tiempo que no nos
juntábamos de esta manera.
—Oye, Steve, todavía me debes ese partido contra tu equipo —recordó Scotty.
—¿Pero no eran niños? —le miró Willy—. ¿Por qué quieres que unos adultos se
enfrenten a unos niños?
—Nos batimos en duelo con los del Raimon —replicó.
—¿Qué quieres? ¿Matarlos? —a Greg se le escapaba la risa.
—¿No será que es porque quieres una victoria fácil? —se burló Celia.
—¡Pues claro que no…! —Scotty se indignó.
—Estás ya mayor para esos trotes, Scotty —comentó Silvia.
—Es hora de que te retires —se rió Kevin.
—¡Pero si soy jovencísimo!
—¡Lo que eres es un enano! —soltó Yuuto.
—¡Estela también! —señaló Guille.
—Si vais a comenzar una guerra campal, ni se os ocurra lanzar la comida —amenazó
Danny.
—Eso, que me ha costado mucho hacerla —apoyó Archer.
Estuvieron de verdad a punto de comenzar una guerra de comida, pero se
contuvieron lo suficiente mientras hablaban de la vida adulta, de las vueltas
que daba la vida y de cómo habían conseguido no perder del todo el contacto.
Era toda una hazaña.
Después de la comilona, se pusieron a comer los postres, ya más calmados.
—Lo que me extraña a mí es que nuestra querida Yuuto Takagi nos tenga una
sorpresa para nosotros —comenzó a decir Danny—. ¿Eso es porque presentías que
iba a volver a Japón o cómo?
—Pues porque soy así de guay. Pero bueno, os adelanto que vamos a hacer algo
muy chulo. Ya lo tengo todo preparado. David me ha ayudado con todo.
—Exacto —asintió el hombre con el parche en el ojo—. Simplemente os tenéis
que dejar llevar.
—¿Pero qué es? —Jude se mostró curioso.
—¿Vamos a hacer una acampada? —se emocionó Scotty.
—¿Cómo lo has sabido? —se sorprendió la rubia.
—¿Qué? ¿Es en serio? ¿He acertado?
—Pues sí —confirmó David—. Vamos a hacer una acampada con los alumnos del
Raimon y de la Royal Academy.
—¿Con los del Raimon? Un momento, pero nosotros no sabíamos nada —Celia
frunció levemente el ceño—. ¿Y tú, Jude?
—Por la cara que está poniendo, está claro que no —comentó Estela—. ¿Pero
ya habéis pedido permiso al instituto o cómo? ¿Nuestros niños también lo saben?
—Exacto.
—Parece como si lo hubierais planeado todo a espaldas de los encargados del
club de fútbol —comentó Danny con diversión.
—Es una actividad fuera del instituto, una simple quedada entre niños
adolescentes por su propia cuenta. Pero claro, estará supervisada por mayores.
Es decir, por nosotros.
—Eso es lo que me preocupa, que estén a nuestro cuidado —soltó Andrea a las
palabras de la portera.
—¡Pues se ve divertido! ¿Podemos ir nosotros también? —preguntó Esther.
—No hay límite de participantes —sonrió David.
—Oh, dios mío, como en los viejos tiempos —se animó Saki.
—No estamos todos —recordó Ken.
—¡Entonces tenemos mucho que preparar…! —se percató Einar—. ¿Cuándo es la
acampada?
—La semana que viene.
—Entonces no sé si podré estar —suspiró Kevin.
—Lo mismo digo —se desanimó Danny.
—Oh, venga, podéis posponerlo un tiempo —se quejó Hikari—. Pasadme con
vuestros agentes y yo los dejo finos.
—No, gracias, no quiero quedarme sin trabajo por tu amabilidad —se negó la
pelirrosa.
—Pues siempre podemos decir que os hemos secuestrado, ¿no? —propuso Guille.
—Claro, claro, unos turistas muy famosos —se rió Eve.
—Tampoco queremos llamar demasiado la atención —bufó Greg—. ¿Y si nos
mandan a la policía?
—Bueno, pero tenemos que saber más cosas del plan —dijo Willy—. ¿Qué
haremos allí? ¿Una barbacoa?
—Pues lo típico que se hace en una acampada, ¿no? —dijo Byron.
—Pero primero tenemos que saber cuánta gente va a ir —comentó Steve—. A mí
me encantaría llevar a mis niños del club de fútbol, pero son demasiado
pequeños para tanta gente junta.
—Siempre puedes organizar una otro día solo con ellos —le recomendó Greg—.
Con mis chicos también lo he hecho alguna que otra vez.
—Yo solo pido que no sea todo fútbol, por favor —pidió Joss—. Un poco más
de variedad.
—Estás pidiendo demasiado entonces —se rió Silvia.
Durante la siguiente hora estuvieron debatiendo sobre qué podían hacer
durante la acampada, diferentes actividades para que no terminaran aburriéndose
con solo fútbol. Pero viendo lo básicos que eran sus jugadores, era poco
probable. El trío de la Royal Academy también contó un poco cómo eran sus
alumnos en un ambiente más relajado, entre amigos.
—No sabía yo que os podríais relajar —silbó Rubén.
—Cierto, cierto —asintió Estela—. Porque parece que os hayan metido un palo
por el culo las veces que he pasado por ahí.
—Jude y David sí que dan esa sensación, ¿pero qué hay de Yuuto? —apuntó
Esther—. ¿Y Caleb? Los dos son unos macarras de cuidado.
—Bueno, también pegan en la Royal, ¿sabes? —dijo Joss—. Como que son los
más cañeros del lugar. Jude y David en cuanto a seriedad y los otros dos, en
ser unos putos amos.
—Yo solo espero que venga el portero, el que es tan cariñoso contigo, Yuuto
—sonrió Saki.
—¿Por qué? —Yuuto arqueó una ceja.
—Porque nos gusta el salseo —soltó Guille—. Y está claro que el nene te
tiene en demasiada gran estima.
Yuuto estuvo a punto de subirse encima de la larga mesa solo para llegar
hasta Guille y darle la paliza de su vida.
—Hablando de gran estima, ¿cómo está Edgar? ¿Por qué no ha venido contigo? —preguntó
Danny.
—Es verdad, tampoco le has mencionado desde que estoy aquí —recordó Hikari.
—Tris tampoco hablaba de Caleb —comentó Ken—. Tampoco sabía que Tris estaba
aquí y no en Hokkaido.
—Sigue siendo igual de huraña con Caleb que antes —sonrió Archer,
recordando.
—Ahora se ha vuelto toda una macarrilla como vosotros —señaló Scotty.
—¿Por qué lo dices? —se sorprendió Danny.
—Porque lleva un piercing en la nariz, muchos tatuajes y tiene un estilo de
vestir algo peculiar —respondió Hikari—. Pero solo cuando no está trabajando.
—¿De verdad? Entonces tendré que pedirle que me enseñe su outfit casual.
—Su forma de vestir es muy cuqui, no es como si fuera una punk o emo. Tiene
bastante estilo —comentó Estela—. Tendré que preguntarle dónde compra esos
vestidos.
—Habéis tenido tiempo de sobra para hacerlo —resopló Nelly—. Ahora no la
molestéis, que tendrá que poner en orden todo en el Alpino.
—¿Cómo creéis que estará Mark…? —murmuró Einar en un momento dado.
Todos se quedaron callados.
—Estoy segura de que lo estará haciendo bien, sea lo que sea —animó Saki—. Confiemos
en el capitán.
—Qué ambiente más deprimente —soltó Guille—. ¿Por qué no hacemos algo más
divertido?
—¿Cómo qué? —le miró Einar.
—Es mi casa —recordó Jude.
—No seas tan dramático, hermanito —le pellizcó Celia.
—Somos demasiadas personas para ir a un karaoke a estas horas —murmuró
Estela.
—Para eso me he traído yo uno.
Y como por arte de magia, Guille sacó uno de esos karaokes portátiles. A muchos
se les había olvidado que el español llevaría uno. Hikari fue la primera en
arrebatárselo.
—¿Están mis temas?
—¿Por qué no nos das un concierto? —sugirió Esther.
—No quiero quedarme sordo —se quejó Byron, cosa que terminó recibiendo un
coscorrón por parte de Hiki.
—Hagamos una competición —se animó Joss—. Si alguien canta peor que un gato
mojado, recibirá un castigo.
—Pero eso no es justo para quienes no tenemos dotes para cantar —protestó
Scotty.
—¿Eso significa que no cantas bien? —Nelly arqueó una ceja.
—¡Adelante, rubia! ¡Cantemos nuestra mejor canción! —Rubén se emocionó.
Esther gritó también llena de emoción.
—¿Y quién decidirá? —preguntó Silvia—. Debe de haber jueces.
—Me presento voluntaria —Yuuto alzó la mano.
—Yo también —dijo Ken.
—Ídem —se apresuró Eve—. Para hacer el ridículo, mejor lo grabo yo.
—Celia, ¿te has traído la cámara? —preguntó Greg—. Esto hay que grabarlo.
—Y por partida doble —Willy sacó su videocámara, expectante.
—Yo creo que la tiene ya pegada a su cuerpo —comentó David.
—Nació con ella —comentó Jude.
Celia hizo un mohín y deslumbró a esos dos con el flash de la cámara.
—¡Conectad el karaoke! —ordenó Hikari—. Yo también seré jueza, porque por
algo soy idol.
—¿Puedo ser el presentador? —preguntó Kevin.
—Ni de coña —saltó Andrea—. Tú también, a cantar con nosotros.
Primero empezaron cantando openings y endings de anime, dándolo todo por
cantar lo mejor posible. Juntos recorrieron sus infancias a través de esas
míticas canciones. Después cada uno fue pidiendo lo que quiso o lo que le
obligaron a cantar. Ken fue el único que se salvó de hacer el ridículo con el
micrófono. Ni siquiera su novia Saki consiguió convencerlo de cantar algunas
estrofas. El tío siguió imperturbable a su posición.
Ni Jude pudo escaquearse del grupo. Simplemente le cogieron y le dieron el
micrófono. A punto estuvieron de pegárselo en la mano con cinta adhesiva. Sin
embargo, no se arrepintieron de forzarlo a cantar porque el actual entrenador
del Raimon cantó con voz grave y pausada la canción _Follow You_ de Imagine
Dragons. Todo el mundo se quedó boquiabierto.
—¿Tú sabías que podía cantar así de sexy? —susurró Yuuto a David.
—Solo sabía lo último... —contestó.
Después de eso, Scotty fue obligado a cantar en dúo con Celia. La canción
trataba claramente de amor y los dos terminaron rojos mientras los demás se
burlaban de ellos.
—¡Siguiente pareja! —gritó Esther.
—¡Alguna en español! —añadió Estela.
—No es justo, hay muchos que no sabemos —se quejó Willy.
—Inglés tampoco y mira cómo lo dais todo —dijo mordazmente Rubén.
—¡Eso es diferente! —se rió Steve—. Las canciones en inglés siempre son
populares y mucha gente las canta.
—Bueno, el español se parece al italiano, así que no estoy preocupado
—razonó Kevin Dragonfly.
—¡Yo quiero cantar...! —gritó Einar.
Y para mala suerte de Nelly, fue arrastrada por su marido.
Silvia, Nelly y Celia también cantaron Seishun
Oden de Twe'lv, consiguiendo que más gente cantara la misma canción
después. Y Yuuto terminó obligando a David y a Jude a cantar Colgando en tus manos de Carlos Baute.
Guille se volvió loco, Hikari también y los demás vitorearon durante la
canción. Incluso Einar se estaba riendo con las mejillas coloradas.
—¿Qué tiene de especial esa canción? —preguntó Byron a su novia.
—Simplemente es muy bonita —sonrió la rubia.
Yuuto fue asaltada por Guille en un momento dado, casi con los ojos fuera
de sus cuencas por conocer más información que tuviera ella. Andrea tuvo que
llevárselo a rastras hacia otro lado. No obstante, David solo sonrió cuando
terminó de cantar y retó a Archer a un duelo de rap. Yuuto también se unió a la
batalla de rap, seguida de Kevin y Greg. Del rap pasaron a una competencia de
ver quién imitaba mejor el ladrido de un perro.
Ken miró hacia el techo de la mansión. ¿En qué momento había pensado que
sería buena idea ir? Miró a su novia y vio su jovial risa, sus mejillas
coloradas y la felicidad que irradiaba.
Ah, sí. Ya recordó por qué.
Silvia fue a la cocina a servirse más agua. Necesitaba beber después de
tanto reír. Cogió más agua para los demás, que seguro que terminarían con la
garganta echas polvo. Cuando salió, se detuvo un momento en la puerta, a
observar a sus antiguos amigos.
No estaban todos. Algunos todavía estaban desperdigados por el mundo o por
suelo nipón cumpliendo sus sueños, viviendo sus vidas y disfrutando de sus
juventudes. Un tiempo lleno de locuras, de pasárselo en grande. Tal y como
estaban haciendo ellos justo en ese momento. Entre esas cuatro paredes, el
tiempo se paraba y volvían a estar en el instituto, haciendo mil y unas
trastadas como antaño. Silvia recordaba aquella época como una etapa muy bonita
gracias a Mark y a los demás. Era una pena que su amigo no estuviera allí. Ni los
demás. Pero esperaba que algún día se reunieran de nuevo todos juntos.
¿Qué habría sucedido si el club de fútbol del Raimon nunca se hubiera
vuelto a formar? ¿Y después del Torneo Frontier Internacional? Gracias al
fútbol, había sido capaz de conocer a esas personas tan maravillosas, llenas de
alegría.
—Silvia, ¿te ocurre algo?
La mujer paró su tren de pensamientos y se percató de su novio, que la
miraba con curiosidad. Se había quedado mucho tiempo parada en la puerta de la
cocina.
—Oh, no, nada. Solo pensaba en mis cosas —sonrió.
—¿Algo que te preocupe? —quiso saber.
—No. Solo pensaba en qué habría pasado si no os hubiera conocido. Muchos escenarios
tontos —terminó riéndose.
—¿Si no nos hubieras conocido…? —repitió, algo sorprendido, para después
mirar a sus amigos.
—Sí, es una tontería.
—Yo creo que tarde o temprano lo habríamos hecho —dijo Rubén, sonriendo con
suavidad—. El conocernos, quiero decir. Porque el fútbol une a muchas personas,
¿no?
Silvia miró a su novio.
—Yo creo que el amor también —soltó ella, dándole un besito en la mejilla y
yéndose con los demás.
Rubén se sonrojó levemente, pero terminó sonriendo.
—¡Eh, tortolitos…! ¡Dejad de flirtear o conseguid una habitación! —gritó
Yuuto.
—Hay habitaciones de invitados de sobras —informó David.
La fiesta empezó a desmadrarse cuando Scotty vertió algo de alcohol en
algunas bebidas de sus amigos a escondidas.
El domingo por la mañana, Eve se despertó con un tremendo dolor de cuerpo. Se
encontró que estaba tirada en el suelo. Pero no era la única, pues sus amigos
también estaban desperdigados por la sala de estar de la mansión de Jude. Algunos
incluso estaban desaparecidos. Lo que iba a ser un simple karaoke terminó
implicando juegos más adultos. Y todo por culpa de algún desgraciado que había
sacada alcohol en algún momento de la noche.
Miró la hora de su móvil, pero vio un mensaje en la pantalla de desbloqueo.
Se levantó de golpe, buscó un papel y un bolígrafo y buscó el cuerpo
inconsciente de Gregori. En cuanto lo encontró, le pegó la notita en la frente.
Por si acaso, también le envió un mensaje a su móvil. Se aseguró de tener las
llaves de su moto en su bolsillo y salió de la casa de Jude lo más
silenciosamente que pudo. Se subió a su moto después de poner el manos libres
mientras hacía una llamada telefónica.
—¡Tris…! Acabo de ver tu mensaje. Voy de camino. ¿Qué ha sucedido?
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Con la euforia del momento
de la victoria, los jugadores del Raimon se ven envueltos en una acampada con
sus entrenadores, algunos yendo en contra de su voluntad. Solo para encontrarse
que también tienen que compartir campo con los de la Royal Academy, el eterno
enemigo del Raimon. Y encima con una monitora surfista peliazul amiga del
entrenador Evans, para variar. ¿Sobrevivirán ese fin de semana? ¿O el campo
será un enemigo imbatible?
Si lo queréis
averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: LA ACAMPADA
¡¡¡Esto es fútbol
al rojo vivo!!!
¡Pues sí, pues sí! ¡Otra vieja conocida! :D
Sardana García o, como siempre la hemos conocido, Danny :D La jovencita que cambió a Paolo por su querido Marco Maserati, el defensa enano de Orfeo xD
Si hay algo que no ha cambiado de ella, son sus lazos en la cabeza xD Pero eso sí, sin su larga melena que llevaba antes. Aquí podemos apreciar el paso del tiempo en ella.
Parece que el aire italiano le ha sentado de maravilla, al igual que a Hikari, que volvió cambiadísima xD
Como siempre, pondré sus fichas en la página del timeskip.
Y sí, se ha podido notar pero varios personajes ya se van quitando del medio, porque otros tienen que volver. Porque no creo que mi cabecita de vieja asalariada me dé tanto como para manejar de nuevo diecinueve personajes a la vez xD
Ay, qué rápido pasa el tiempo ;-;
¡Hasta la próxima!
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