CAPÍTULO 59- EL MAÑANA
Cuando Mark consiguió salir de su asombro, miró
hacia Axel para comprobar si estaba tan impresionado como él. Grande fue su
sorpresa al darse cuenta de que Axel estaba sonriendo levemente.
—Espera, ¿tú lo sabías? —casi parecía
indignado—. ¿Tú también, Austin?
—Lo sospechaba, pero no estaba del todo seguro.
—¿O sea que solo tú lo sabías?
—Gyan Cinquedea y... Dave Quagmire, parece ser
—contestó Axel—. Pero no conozco del todo bien los detalles de cómo logró
llegar hasta él y que siguiera confiando en ella cuando la veía en la base de
datos como parte del Raimon.
—Alguien nos debe una buena explicación
—suspiró Mark, poniendo los brazos en jarra.
—¿Entonces su marcha de Japón está relacionada?
—se preguntó Austin.
—Solo ella nos sabrá responder —dijo Axel.
—Por lo menos, hemos recuperado el auténtico
fútbol —se entusiasmó Hobbes.
—Error, amigo mío —sonrió Mark—. No hemos sido
nosotros...
—Sino ellos —terminó de decir Axel.
Los tres adultos miraron en dirección a los
adolescentes, que empezaban a reaccionar a las noticias.
—Pero ahora que todo se ha terminado ya...
—empezó a decir Mark—. Ya puedes volver a ser quien eras antes, ¿no?
—La verdad es que le estoy pillando el gustillo
a esta identidad...
—Vamos, Axel, no me jodas —se rió el entrenador
del Raimon—. Juguemos al fútbol. Como en los viejos tiempos —le tendió la mano,
lista para ser chocada.
—Juguemos al fútbol —sonrió Axel Blaze,
chocando palmas.
—¡¿Cómo?! ¡¿Que era una agente doble todo este
tiempo?! —Aitor flipó en colores.
Inmediatamente miraron al eximperial del grupo.
Victor se sintió algo incómodo.
—No, no lo sabía, ¿de acuerdo? No tengo por qué
saber todo lo del Sector Quinto.
—Pero eras un imperial —señaló con obviedad
Eugene—. Deberías saberlo.
—No era el confidente de los altos cargos como
para saber eso. Seguro que la gran mayoría se habrá quedado sorprendida ante
esta noticia. Solo unos pocos habían tenido la suerte de hablar con Supreme.
—¿Se hacía la muda o qué? —Michael arqueó la
ceja.
—No hablaba con casi nadie.
—Incluso el entrenador Evans está sorprendido
—observó JP—. La entrenadora Powers lo tenía bien escondido, sí.
—¿Vosotros creéis que nos dará una explicación?
—se preguntó Lucian.
—Nos lo debe, ¿no? —saltó Aitor—. También era
nuestra entrenadora.
—Te veo bastante indignado, Aitor —sonrió Gabi.
—¡Lo estoy...!
—¿Por su juego a dos bandas o porque no te lo
dijo a ti? —se rió Adé.
—¡P-por su juego a dos bandas, claro! ¡¿Por qué
sonreís así?! ¡Es cierto...!
Al final, terminaron riéndose del defensa.
—Por fin podemos decir... que todo se ha
terminado, ¿no? —sonrió Dave, admirando desde las alturas todo el estadio que
se iba vaciando lentamente—. Después de tanto esfuerzo...
—Podremos volver a casa —sonrió Annie,
quitándose la dichosa capa—. Muchísimas gracias por todo, Dave. No sé qué
habría hecho sin toda tu ayuda.
—La verdad es que me sorprendió mucho la
primera vez que te vi después de tantos años —reconoció el hombre—. Irte sin
dar explicaciones y aparecer al lado del fundador del Sector Quinto. Y luego
Axel siendo nombrado como gran emperador.
—Tuvimos la misma idea —se rió—. ¿Qué harás
ahora?
—Creo que me tomaré un largo descanso —suspiró,
dándose golpecitos en los hombros—. O puede que no, no lo sé.
—Eres un viejo —se burló Annie.
—Y tú tienes que dar muchas explicaciones a tus
amigos, ¿no crees? Incluso a tu querida hermanita —Dave se cruzó de brazos.
Annie suspiró sin más remedio.
—Tengo que encontrar una salida trasera, me
temo que me van a estar esperando como una jauría dispuesta a arrancarme el
pescuezo.
Dave iba a responder al intento de huida de su
amiga, pero unos pasos corriendo hasta donde estaban ellos le hicieron callar.
Los dos adultos miraron a la adolescente de pelo rosa que se había plantado
delante de ellos.
—Julia... —murmuró Annie al verla.
—Axel... Axel te llama... —inspiró una gran
bocanada de aire—. Aunque yo preferiría que no fueras. El daño ya está hecho,
da igual cuántas excusas des.
—Parece que ya tienes un orden de prioridades
establecido —sonrió Dave—. Tranquila, yo aviso a los demás.
—Diles que se lo contaré mañana todo con más
tranquilidad, por favor.
—Dalo por hecho —asintió.
—Muchas gracias. Y lo siento.
Dave le revolvió el pelo antes de irse. La
morena siguió a la hermana pequeña de Axel. Salieron por una entrada que solo
sabían ellas dos del Estadio Cénit, donde ya les estaba esperando Axel en su
deportivo rojo. El antiguo gran emperador abrió la puerta trasera en silencio.
Gyan Cinquedea se fue del Estadio Cénit
detenido, antes de que se le ocurriera siquiera huir de las autoridades. Su
hijo quiso ir con él. Aquilina Schiller, recordando que ese chico estaba
pasando lo mismo por lo que habían pasado Xavier y ella diez años atrás,
decidió apretar suavemente su hombro y acompañarle hasta la comisaría. Austin
Hobbes también hizo lo mismo, a pesar de no haber visto al joven en su vida. La
vida de ese adolescente daría un gran vuelco a partir de ese momento, pero eso
no significaba que tuviera que estar solo.
Mientras tanto, los chicos del Raimon
terminaron de cambiarse y salieron del Estadio Cénit. Fuera les estaban
esperando los amigos del entrenador Evans y Sharp, dispuestos a montar un gran
escándalo en la calle para celebrar que fueran campeones nacionales.
—¡Enhorabuena, chicos! —sonrió Greg.
—¡Ha sido un partido espectacular! —gritó Sue.
—Sí, menuda final. Anda que no hemos sufrido
cuando os hemos visto a todos tirados en el suelo —asintió Tori.
—Mira que querer detener a los Espíritus
Guerreros con Espíritus Guerreros… —Angy arqueó la ceja hacia Arion.
El joven capitán se sonrojó ante su
imprudencia, pero recibió un gran abrazo y un dulce y cariño beso de su tía
Silvia en la frente.
—Seguro que debiste pasarlo mal al ver a tus
compañeros sufrir, ¿no? —Silvia le sonrió con dulzura—. Pero no pasa nada, lo
hiciste bien. Llevaste a tus amigos a la victoria.
—Estamos orgullosos de ti, Arion —Rubén también
sonrió, dándole unas suaves caricias en la cabeza.
Sin saber por qué, esas palabras de sus tíos
golpearon duro a Arion, que tuvo que poner toda su fuerza de voluntad para no
ponerse a llorar como un crío pequeño en los brazos de los dos adultos. No era
el momento ni el lugar.
—Míralo, si parece que esté a punto de llorar
—se burló Eve.
—Al final sí que se va a parecer al capitán en
ese aspecto —se rió Estela, mirando a Riccardo—. ¿Verdad que sí?
Gabi se rió de su mejor amigo abiertamente,
mientras este se sonrojaba levemente por su tendencia a llorar cuando se
frustraba considerablemente.
—Bueno, ahora hay que celebrarlo, ¿no? —Kai
miró a sus amigos—. Os habéis proclamado como el mejor equipo de todo el país,
eso se merece una fiesta por todo lo alto.
—Creo que es mejor dejar las celebraciones para
otro día —dijo Yuuto—. Seguro que ahora mismo deben de estar reventados. Es
mejor que lo celebremos el sábado, con tiempo.
—Mejor así —asintió Hikari—. Propongo que sea a
mediodía.
—Como somos ciento y la madre, ¿qué tal en la
casa de Jude? —propuso Danny.
—¿Qué? —sonrió Mark—. Esa me parece una idea
estupenda.
Jude miró a su amigo con un aura algo sombría.
—Perfecto, Jude ha aceptado —sonrió Ana—. ¿Nos
traemos cada uno algo de comida?
—Qué mínimo, ¿no? —Eris alzó las cejas—. Aunque
tendremos que hacer que Archer también nos cocine.
—Ni siquiera va a poder descansar un sábado,
menudas explotadoras —comentó Sakura.
—Chicos, ya cocinaré yo también —se ofreció
Nelly.
—¡No hace falta, cariño mío! —saltó Einar
rápidamente—. Una diosa como tú no tiene que ensuciarse las manos. Deja esa
tarea tan burda para otros. Deja que tus amigas se encarguen de todo, ¿sí?
—¿Qué estás diciendo, Einar? No puedo cruzarme
de brazos mientras los demás hacen cosas.
—Pero tendrás trabajo que hacer en el Raimon,
¿no? —saltó Guille—. Ahora que el Sector Quinto ya no está al mando de todo,
recuperarás tu puesto en el instituto, ¿verdad?
—Es verdad —asintió muy seguido Yeidi—. Tienes
que poner orden por allí, está todo hecho un caos. Que te lo cuente Mark. El
señor Wintersea como director es un desastre.
—Y ni te cuento de Goldwin —añadió Mark.
—Ni siquiera sé cómo todavía tiene trabajo el
imbécil ese —bufó Andrea—. Es mejor que tú te encargues de la escuela.
—Pero yo no quiero ser directora…
—No hace falta que lo seas —negó Celia—. Con
que vuelvas a ser la presidenta de la junta escolar es suficiente.
—Pero no sé si…
Nelly miró hacia los niños en un momento dado y
vio a los de segundo y tercero mirarle con esperanza. Hasta los más jóvenes
querían deshacerse del inútil de Wintersea y del tirano señor Goldwin.
—Bueno, está bien…
Sus amigos suspiraron con alivio, viendo que se
le había ido de la cabeza la idea de cocinar. Si lo hacía, podían darse por
muertos.
—¿Dónde está Annie? —preguntó Tris—. Espero que
no se le haya ocurrido huir y no enfrentarse a nosotros.
—Pareces cabreada —comentó Sue.
—Lo estoy. Nos debe una explicación.
—Igual que Axel —asintió Celia.
—¿Pero van a venir mañana? —preguntó Joss—.
Deberíamos decírselo.
—¿No habéis pensado que a lo mejor solo quieren
dar explicaciones a un cierto grupo de gente? —señaló Ken, mirando directamente
a los jugadores del Raimon—. Quizás Annie quiera decirles algo por separado.
—Ya, ¿pero dónde está? —espetó Tris—. Espero
que no se haya largado.
—A lo mejor la han detenido por estar tan
involucrada en el Sector Quinto —comentó Esther—. He llamado hace un rato a
Byron para que se encargue de los niños del Dragon Link. Seguro que van a
necesitar ayuda para poder superar todo esto.
—En realidad se ha ido con Axel y Julia.
El enorme grupo de personas se giró hacia el
intruso que se coló en la conversación.
—¿Cómo que se ha ido, Dave? —Sue gritó
indignadísima—. ¿Cuándo?
—Hace un rato. Tendréis que hacer cola para que
os den explicaciones. Primero se las deben el uno con el otro.
—¿Y ahora qué harás tú? —preguntó Greg—. Te has
quedado sin trabajo.
—Descansar. Creo que ayudaré a Aquilina con los
niños del Sector Quinto.
—¿Dónde está ella? —preguntó Nathan.
—Se ha ido con Quentin Cinquedea, el hijo de
Gyan. Lo ha acompañado a la comisaría. Hobbes ha hecho lo mismo.
—Ahora es cuando empieza el verdadero jaleo
—suspiró Caleb—. Espero que no nos llamen a prestar declaración.
—Me temo que así será si fuimos nosotros
quienes aportamos una parte de las pruebas —dijo Shawn.
—Yo encantado con poder ayudar —sonrió Jack.
Algunos adultos se dieron cuenta de que
antiguos rivales del Raimon se habían acercado para felicitarles por ganar y
por el partido. Y también el equipo entero del Monte Olimpo, los verdaderos
integrantes.
—Me ha dicho que mañana quedará con vosotros
para hablar —transmitió Dave el mensaje—. Bueno, Raimon, enhorabuena por la
victoria y a seguir dándolo todo en los próximos partidos. No conseguimos
terminar este, pero tened por seguro que habrá revancha.
—El sábado lo celebraremos en casa de Jude,
vente —dijo Estela.
—Lo intentaré. ¡Nos vemos!
Julia miraba a la mujer morena que estaba
sentada delante de ella, con la expresión seria. Esperaba por sus palabras,
esperando que dijera algo. Que no se quedara callada. Julia había hecho el
esfuerzo de apartar a un lado su rabia contra Annie para escuchar lo que tenía
que contarle. De escuchar sus porqués de sus acciones, de por qué se fue de
aquella manera, sin decir adiós. Sin despedirse. Sin decir nada durante cuatro
malditos años.
A ella le había afectado su marcha abrupta,
claro que sí. Pero a Axel también. Porque no tenía ni idea de qué había
ocurrido exactamente. Estaban bien. Habían pasado las Navidades juntos y todo
parecía ir sobre ruedas. Sin embargo, Axel llegó un día a la casa familiar con
una expresión totalmente en blanco que hasta preocupó a su padre.
—Mira, entiendo tus motivos. Sería hipócrita
decir que no cuando mi hermanito ha hecho exactamente lo mismo. Pero no eran
maneras. Ni siquiera dijiste adiós. Ni siquiera a él, que estabais juntos.
¿Sabes la sorpresa que se llevó cuando te reconoció al lado de ese hombre?
Annie no dijo nada.
—Pudiste evitar hacernos daño de esa manera,
dar alguna explicación o algo.
—En aquel momento no tenía explicaciones, no
sabía nada.
—¿Y me estás diciendo que ahora sí?
—¿No lo acabo de hacer? Años atrás, no habría
podido. Si esta explicación no satisface, la inexistente de antes mucho menos,
Julia. Yo también necesitaba respuestas.
Julia quiso replicar de nuevo, no dar su brazo
a torcer tan rápido, pero Axel ya había salido de darse una ducha. Decidió que
era mejor irse a la habitación que tenía reservada su hermano para ella cuando
se quedaba en su casa. Annie se levantó para mirar a Axel.
—Dale tiempo. Es lo que necesitamos todos.
—Sé que esto no arreglará todo lo que
provocaron mis acciones, pero… lo siento mucho, Axel. En aquel momento, yo… yo
necesitaba irme. Necesitaba huir.
Axel se sentó donde había estado antes Julia y
empezó a secarse su cabello rubio. Annie se dio cuenta de que las mechas eran
temporales. Se acercó con cautela por detrás de Axel y comenzó a secarle con
suavidad su melena con la toalla.
Era más fácil de aquella manera. Para ella.
Para él. Para ambos.
—¿Exactamente qué…?
—¿Te soy sincera? Al principio ni yo misma lo
sabía.
—¿Cuándo fue que te diste cuenta que
necesitabas huir?
—¿Te acuerdas cuando estrenaste el Tornado de
Fuego Dirección Doble?
—Sí, tras muchas semanas practicando nuestra
supertécnica —Axel no quiso, pero su mente le recordó aquellos entrenamientos
intentando sincronizarse a la perfección.
—Sí, nuestra supertécnica… —asintió con un
murmullo—. Fue después de que tú te detuvieras a firmar autógrafos a tus fans.
Gyan Cinquedea pasó por mi lado cuando volvía del servicio. Acompañaba a su
hijo a ver el partido de la selección. Fue la peor sensación que había sentido
en toda mi vida, incluso peor que…
Annie se quedó callada. Axel pestañeó,
recordando que su exnovia no le había contado del todo cómo había sido su
experiencia durante la época de la Academia Alius. Solo sabía que había
conseguido huir antes de que Astram Schiller consiguiera utilizar a unos
adolescentes para su plan de venganza.
Habían estado seis años juntos y Annie no se
había podido abrir con él en ese aspecto. Si lo pensaba bien, tampoco parecía
tan descabellado que se marchara sin dar explicaciones. No habían llegado a
tener ese nivel de confianza a pesar de todo.
—Bueno, parece que los dos cometimos los mismos
errores con un mismo objetivo —concluyó Axel.
—En algo nos parecemos. Y no en lo bueno,
precisamente.
El silencio inundó el salón. Annie respiró
profundamente antes de seguir hablando.
—Me asusté. Hice como en el pasado y hui. Pero
esta vez era algo muy distinto. Todo mi ser me gritaba que me fuera, que me
alejara todo lo posible de ese hombre. Que era muy peligroso. Que podía llegar
a matarme.
Annie sintió bajo sus dedos que Axel se tensaba
por unos segundos ante la sorpresa.
—Mi instinto me decía que no me quedara, que
necesitaba huir. ¿A dónde? No lo sabía. La cuestión era alejarse. Y seguí mi
instinto, sin pensar en nada más. En nadie más. Rompí lazos con todo el mundo.
—¿Llegaste a encontrar la respuesta a tus
miedos…?
—Sí. Tiempo después. Hubo alguien que me ayudó.
Axel no comentó nada. No hizo falta. Los dos
sabían qué habría contestado el delantero de fuego.
¿Por qué no él? ¿Por qué otra persona? ¿Por qué
no había confiado en él?
Pero ya era demasiado tarde. Las respuestas
llegaban tarde. Y no solucionaría nada.
—Y ahora… ¿Ahora eres feliz?
Annie se sorprendió por su pregunta.
—Siempre lo fui. No tuvo nada que ver mi
felicidad con mi marcha, sino mi seguridad. Axel, quiero que sepas que nada de
esto fue tu culpa —sus manos se alejaron de la toalla húmeda y abrazó con
cuidado por detrás al chico—. Tú no tuviste la culpa. No hiciste nada malo. Te
quería con locura, era muy feliz.
—¿Me querías…? —susurró.
Annie presionó con suavidad sus labios contra
la cabeza de Axel, con la toalla haciendo de barrera entre ellos dos.
—Te sigo queriendo. Fue culpa mía, fue mi
error. Yo era la que estaba equivocada. Cometí el error de no decirte nada.
—Pero no de marcharte…
—Pero no de marcharme —afirmó Annie—. No me
arrepiento de lo que hice, pero sí de cómo lo gestioné contigo, con Julia. Con
vosotros dos. Con mis amigos.
Axel se quedó en silencio durante un buen rato.
Annie no se separó ni un segundo.
—¿Esperas que te perdone?
—No. Solo… solo espero que no te culpes. Y que
encuentres algo de paz ahora que te lo he explicado.
—No me lo has contado todo, ¿verdad?
Annie dejó de abrazarle y apoyó las manos en
sus hombros.
—Danos tiempo. Es lo que necesitamos.
—¿Tiempo para qué? ¿A dónde nos lleva esto?
No lo sabía. Ninguno lo sabía. Los dos estaban
igual de perdidos, intentando no ahogarse de nuevo como antaño.
La final había ocurrido un jueves por la tarde.
Al día siguiente, todos los alumnos del Raimon recibieron a sus compañeros por
todo lo alto. Su club de fútbol volvía a ser el mejor del país, imponiéndose
ante todos con todo en contra. Era de celebración y un gran mérito. Gracias a
los que habían luchado en esa revolución, el fútbol juvenil de secundaria
volvía a ser libre. Arion y los demás estaban extasiados todavía, saboreando la
victoria.
Pero eso no evitó que por la tarde tuvieran que
asistir al entrenamiento como cada día. Ya tendrían tiempo de descansar de cara
al fin de semana. Tampoco evitó que Annie se reuniera durante el entrenamiento
con todos sus amigos. Para explicar todo lo que no había contado en ese tiempo.
Para disculparse con todos.
—¿Y dónde estuviste durante esos cuatro años?
—preguntó Angy—. Es decir, ¿a dónde te fuiste cuando te marchaste?
—A un lugar seguro.
—¿Ni siquiera nos puedes decir eso? —Estela
arqueó las cejas—. ¿Por qué tanto secretismo? ¿No somos tus amigas?
—¿No confías en nosotras? —soltó Eve.
—No es eso, es… —Annie suspiró—. Es difícil de
explicar. Cuando consiga explicármelo a mí misma, os lo contaré también a
vosotras. Os lo prometo, de verdad.
—¿Pero estuviste por varios lugares o te
quedaste siempre en el mismo? —quiso saber Kai.
—No, me iba moviendo de vez en cuando en busca
de respuestas.
—Lo que me extraña es todo el tema de Gyan
Cinquedea —murmuró Yuuto—. ¿Cómo conseguiste acercarte hasta él?
—¿Fue porque eres capaz de anular a los
invocadores? —recordó Hikari—. ¿No decían eso de Supreme? —la idol miró a los
demás en busca de confirmación.
Celia asintió.
—El poder anular a los invocadores fue lo que
convenció a Gyan Cinquedea de mantenerme a su lado —asintió Annie.
—¿Entrenaste solo al equipo de su hijo?
—preguntó Danny—. ¿O también entrenabas a los demás imperiales?
—No, solo entrené al Dragon Link —negó Annie—.
Cinquedea quería solo lo mejor para el mejor equipo del Sector Quinto, donde
estaba su hijo. Quentin resultó ser un invocador muy fuerte y alguien con gran
potencial.
—Jugaste con el Inazuma Japón, ¿cómo es que no
te reconoció? ¿Tampoco reconoció a Axel? —habló Ana.
—Reconoció a Axel, no a mí —sonrió la morena—.
Si lo buscáis, borré todo rastro de mí en Internet.
—¿Qué? —se sorprendió Eris—. Es imposible eso.
Una vez que algo se sube ahí, nunca desaparece.
—Solo si buscas por lugares concretos. Y a
menos que hayas seguido todos los partidos del Inazuma Japón y te acuerdes
bien…
—Annie, eras la única chica del equipo, no me
jodas —soltó Sakura—. Es imposible olvidarse de eso.
—Es cierto —asintió Guille—. Habrías pasado más
desapercibida si hubieras estado en Las Fieras Nocturnas, donde la gran mayoría
erais chicas.
—Quizás sí te reconoció, pero no te dijo nada
—ofreció Yeidi—. Es una posibilidad. Nos has dicho que Axel pidió a Gyan
Cinquedea que le dejara ayudarle, ¿no? Y que a pesar de saber que era Axel
Blaze, le puso al frente del Sector Quinto como gran emperador.
—Sí. ¿Cómo sabes que no hizo lo mismo contigo?
—asintió Andrea—. Tal vez solo te estaba poniendo a prueba, como a Axel.
Annie sonrió.
—Axel tiró más de querer dominar el fútbol, de
regularlo, tener el poder entre sus manos. Una mentalidad que iba en sintonía
con la de Gyan, que se creía que así salvaba a todos los niños de poder jugar
equitativamente al fútbol. Yo seguí más ese pensamiento: fútbol equitativo,
fútbol igualitario. A pesar de unos pocos equipos, las chicas éramos minoría.
Solo había torneos masculinos o mixtos, pero nunca femeninos. Y los pocos que
había tenían muy poco éxito. Le fui llorando con ese cuento a Gyan.
—Y se lo tragó —concluyó Tris—. Te ofreció
dominar primero el fútbol masculino de secundaria para que todo fuera más
justo. Y luego te prometió que haría lo mismo con el fútbol femenino y el
mixto.
—Sí, ese habría sido el siguiente paso —asintió
Annie—. No sé si eran palabras vacías o qué, pero el caso es que me mantuvo a
su lado.
—Ya, pero… Estabas a su lado, pero aislada de
todos, ¿no? —repuso Esther—. ¿Por qué no quería que nadie te viera?
—Eso fue en parte decisión mía. No quería
relacionarme demasiado con la gente del Sector Quinto.
—¿Fuiste tú quien metió a Dave en el Monte
Olimpo? —preguntó Rubén.
—No, llegó por sorpresa. Pero en cierta manera,
me alivió tener un confidente allí —sonrió Annie—. Fue gracias a él que pude ir
guardando en un lugar seguro todas las pruebas que iba reuniendo en contra de
Gyan.
—¿Entonces por qué dejó que te hicieras
entrenadora del Raimon? —insistió Saki—. ¿De verdad ibas delatando todo lo que
pasaba en los entrenamientos?
—Le iba contando, sí —reconoció la mujer—. Para
tenerle contento. Estaba más vigilada que Axel.
—Sigo encontrando turbio que solo unos pocos
tuvieran contacto contigo —Joss se cruzó de brazos—. ¿El tipo no tenía esposa e
hijo? ¿Por qué mantenerte a su lado? Además, ¿qué edad tiene?
—No lo sé, nunca me contó nada de su mujer. Y
solo veía a Quentin para entrenarlo, nada más. Me da pena ese chico. No sé cómo
se estará tomando todo esto.
—Es fuerte. Es un guerrero. Se notaba en el
campo —asintió Einar—. Pero ahora tendrá que fortalecerse mentalmente. Para ser
más fuerte y ser como el ave fénix. Renacer de sus cenizas.
—Nos podrías haber ahorrado todo este
sufrimiento si nos hubieras dicho que necesitabas alejarte y ya —suspiró Greg—.
Lo hubiéramos entendido, ¿sabes? No te habríamos presionado para que nos
contaras.
—Una mierda, yo sí te habría presionado —saltó
Tris, haciendo reír a más de uno.
—Eso es lo único de lo que me arrepiento,
chicos… De no haberos dicho nada, de no haber confiado más en todos vosotros.
Pero en aquel momento… me parecía descabellado decir que necesitaba huir,
salvarme y estar sola sin que me vierais como una loca y quisierais saber más.
El caso es que tampoco habría podido.
—Y tampoco nos lo estás contando todo —dijo
Ken—. Todavía te callas cosas.
Todas miraron a Annie.
—Lo sé… Y siento haceros esto, pero… todavía es
demasiado temprano.
—Bueno… —sonrió Celia, apretando su hombro—. No
te preocupes. Te estaremos esperando para cuando estés preparada.
—Aunque tal vez nunca lo estés —replicó Tris
con seriedad—. Pero no pasa nada. Seguimos siendo tus amigas. Seguiremos
estando aquí. Solo… solo no te vayas de esa manera, ¿de acuerdo? Sin avisar.
Las palabras de Tris perturbaron a Annie, que
tan solo atinó a asentir, muda. A decir verdad, había estado asustada de
contarles todo. ¿Y si había sido todo una estupidez? ¿Y si en realidad había
obrado igual de mal que con Axel y Julia? Nunca se había detenido a pensar en
esa posibilidad. No había querido. Había seguido hacia adelante, sin mirar las
consecuencias que había provocado.
—¿Y Axel? —saltó Sue—. ¿Qué ha pasado con Axel?
¿Lo habéis arreglado? ¿Lo habéis hablado?
—Ah, Axel… —Annie miró a los adolescentes que
entrenaban en el campo—. Sí, estuvimos hablando anoche…
—¿Y bien? —insistió Guille.
—Solo hablamos. Seguimos donde estamos. Hemos
vuelto a la casilla de inicio, por lo menos —se encogió de hombros.
Eso pareció dolerles más a Guille y a Sue que a
la propia Annie.
—No seáis tan dramáticos —bufó Danny—. Es
normal que no vuelvan con tan solo una conversación y ya. La confianza está
rota. Igual que la nuestra. Claro que la nuestra no es la misma que la de Axel
porque se suponía que eran pareja. Y Annie falló en decírselo. Se largó. Ni
siquiera cortó con él.
—La verdad es que fuiste bastante cabrona
—concedió Hikari.
—Si lo llego a saber, lucho más por Axel —soltó
Eris.
—Menos mal que el tulipán no está por aquí —se
rió Joss—. Le habría dado algo.
—Calla, que a veces al muy tonto se le cruza un
cable y cree que solo es un reemplazo de Axel —resopló Eris, dejando claro que
era una gilipollez.
—La confianza está rota, la relación ya no es
la misma —reconoció Annie—. Pero estoy bien así. No esperaba menos. No esperaba
nada, de hecho. Solo quería que no se sintiera culpable, si es que aún lo
seguía sintiendo. Quería quitarle cualquier responsabilidad que se hubiera
echado a los hombros. Ahora… los dos somos libres.
—Como el viento, yo soy libre… —canturreó
Esther en español.
Rubén le metió un coscorrón a su mejor amiga.
—El fútbol ha sido liberado, vosotros dos
también de las cargas emocionales… —suspiró Yuuto—. Caray, todo el mundo es
libre.
Los niños dejaron de darle patadas a la pelota
en cuanto vieron asomar a Riccardo por el campo, sin muletas. Incluso las
gerentes también fueron a dar la bienvenida al capitán.
—Ahora todo el equipo está al completo —sonrió
Mark Evans.
—Yuuto… —Jude dejó de mirar al equipo para
mirarla a ella, con su característica seriedad—. ¿Dónde está Edgar?
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
¿Dónde
está Edgar? ¿Por qué se están colando en el instituto Raimon?
Si
lo queréis averiguar, no os perdáis el último capítulo: PRÓXIMO DESTINO
¡¡¡Esto
es fútbol al rojo vivo!!!
¡Con el siguiente se acaba este viaje! ¡Madre mía, no me lo creo! T^T
Comentarios
Publicar un comentario
—Intentaré responder a todos los comentarios.
—Nada de comentarios ofensivos. Si no, los borraré.
—Nada de spam, a menos que quieras dejar tu blog.
Gracias por vuestra colaboración y comentarios/opinión ^_^