CAPÍTULO 60- PRÓXIMO DESTINO


—¿Qué pregunta es esa? —saltó Sue—. Está claro que está en Inglaterra.
—Me gustaría que fuera Yuuto quien contestara —terció Jude.
—Lo has enterrado, ¿a que sí? —la miró Ken con una gran seriedad.
Saki quiso regañarle, pero Angy fue más rápida y le clavó una colleja en la cabeza a Ken.
—¡No digas esas cosas, idiota! Con eso no se bromea.
—¿Pero por qué lo preguntas eso? —quiso saber Estela.
—Porque lleva ya un tiempo aquí y no ha mencionado casi nada a su novio. ¿No estará Edgar preocupado por ti?
—Joder, ni que fuera mi niñera —resopló Yuuto.
—A ver, no es tan raro, ¿sabes? —intervino Eve—. Míranos a Nathan y a mí. Podemos estar tiempo sin hablar por nuestros trabajos.
—Ya te digo —asintió Kai—. Todavía no he visto a Hurley desde que he llegado a Japón.
—Pero os comunicáis, ¿no? —repuso Jude—. Seguro que os enviáis mensajes aunque no os veáis.
—¿Por qué estáis suponiendo que Edgar y yo no nos...?
—Tú sabes algo que nosotras no sabemos, ¿verdad? —interrumpió Hikari, mirando a Sharp con algo de sospecha.
—¿Por qué me está dando muy mala espina todo esto? —Celia arqueó la ceja.
—Debería dártela —sonrió Annie—. Ya sabes cómo somos.
—Pareces incómoda —observó Danny—. ¿Quizás Jude tiene razón suficiente para preguntar por él?
—Yo no estoy incómoda, pero...
—¿Es que ha pasado algo malo entre vosotros? —se preocupó Ana, cortando a Yuuto.
—No hace falta que os preocupéis por...
—No jodas que os habéis peleado —soltó Eris.
—Seguro que ha sido por una tontería —Sakura le quitó importancia.
—Vosotros ya os peleabais continuamente cuando erais jóvenes —recordó Guille.
—Creo recordar que Edgar tenía alma de masoquista de más joven —murmuró Yeidi.
Mark puso cara de sorprendido.
—¿De masoquista? —repitió.
—Sí, parecía disfrutar cuando Yuuto se cabreaba y se ponía algo violenta con él —asintió Andrea—. El tipo se reía, encantado de la vida.
—¿Y a qué viene todo esto ahora? No es asunto vuestro —resopló Yuuto en cuanto tuvo ocasión.
—Claro que lo es. Somos amigas, ¿no? Si estás sufriendo por ese desgraciado... —inquirió Tris.
—Pero dinos qué sabes, Jude —demandó Esther—. No nos dejes en ascuas.
—Justo ayer recibí una llamada de Edgar —explicó, sorprendiendo a todos—. Me llamó para saber si sabía algo de ella, por si había regresado a Japón.
—¿Cómo ha sabido que estabas aquí? —arqueó las cejas Rubén—. Ah, por Internet, sí. Pero si te ha visto a ti, ¿no vio que Yuuto también estaba por aquí?
—Salía yo solo o con David. Yuuto siempre se ha mantenido al margen. Y ahora creo entender por qué. No querías que Edgar supiera que estabas aquí, ¿verdad?
Yuuto suspiró.
—Chicas, aprecio vuestra preocupación, pero en serio, tenéis que...
—¿Entonces has huido de casa? —Saki estaba sorprendida—. ¿Estás evitando a tu novio? ¿Pero por qué?
—No lo estoy evitando, es solo que tenía que volver para ayudar a la causa y...
—A lo mejor la discusión sí que ha sido de las gordas para que te hayas largado incluso del país —murmuró Joss.
—¿Queréis dejar de interrumpirme a cada...?
—¿Pero tú estás bien? —le preguntó Einar con seriedad.
—¿Qué? —la rubia le miró con extrañeza.
—¿Tú te encuentras bien? ¿Cómo te sientes tras la ruptura?
—¿Qué ruptura ni qué ocho cuartos? ¿De dónde...?
—Entonces no habéis roto —apuntó Greg—. Podéis respirar tranquilos, vuestra parejita todavía no se ha disuelto —miró a los casamenteros.
—Menos mal —suspiró Sue—. Bastante tenemos ya con el disgusto de Axel y Annie como para que ahora empieces tú, Yuuto.
—Pero si yo no he hecho nada.
—Exacto —Celia le dio la razón—. Todavía no nos has dicho qué ha sucedido con Edgar.
Yuuto quería gritar de la frustración por ser interrumpida a cada frase. Estaba a punto de protestar enérgicamente cuando Axel Blaze hizo acto de presencia en el entrenamiento, creando barullo entre los jugadores.
—Salvada por Axel —dijo Annie—. Que sepas que esto no ha terminado aquí. En la celebración de mañana nos lo contarás todo con pelos y señales —sentenció.
Y todos los demás asintieron, amenazándola con llevarla a rastras hasta la casa de Jude para que no se escaqueara.
 
Si le hubieran dicho a Jude que a su regreso a casa le esperaba de todo menos tranquilidad, tal vez se habría replanteado mucho mejor sus decisiones.
—Vamos, no seas tan quejica —se rió David, mientras le ayudaba a preparar la casa para la fiesta de celebración.
—Tendría que haber vendido esta y haberme comprado un piso.
—¿Y crees que eso habría detenido a nuestras amigas?
—Por lo menos, solo entraría un número limitado de personas. Aunque luego habría sido una pena dejarla cerrada…
—¿Tienes pensado volver a Italia? Supongo que tu equipo te echará de menos.
—La verdad es que no sé qué hacer —reconoció Jude en un suspiro—. Tenía pensado que fuera temporal, pero…
—¿Pero? —David alzó las cejas.
—Pero supongo que solo echaba de menos estar en casa. Aunque preferiría tener la misma paz que allí.
—Eres un cascarrabias, ¿lo sabías?
—Solo digo que no quiero tanto jaleo.
—Estoy seguro de que en Italia no te divertías tanto como aquí.
—En Italia no tenía tiempo.
—¿Y aquí sí? —David arqueó la ceja—. Además, aquí están tus amigos y tu familia. Allí no tenías a la familia cerca.
Jude miró a David, justo en el momento en que tocaban al timbre.
—Sí, supongo que tenía una razón de peso adicional para volver —comentó, dándose la vuelta para ir hacia la puerta.
David sonrió antes de acompañarlo. Fuera les esperaban Celia y, sorprendentemente, Scotty.
—¿Qué pasa? ¿La peña todavía no ha llegado o cómo va la cosa? —fue el saludo de Scotty.
—En realidad, has venido demasiado pronto —saludó Jude.
—Hemos venido a ayudar —Celia le lanzó una mirada un tanto siniestra a su amigo.
—Eh… sí, claro, Celia ya me ha avisado —carraspeó el chico—. Pero que sepáis que solo he venido antes coaccionado.
—Claro, aquí la invitación de Celia no ha tenido nada que ver —sonrió David—. Adelante, ya está casi listo.
—Demasiadas confianzas te tomas tú para estar en casa ajena, ¿no, Samford? —Scotty arqueó la ceja.
—Es de la familia —se limitó a decir Celia, pellizcándole en el brazo a Scotty.
Cuando los cuatro terminaron de preparar la casa, sus amigos fueron llegando poco a poco. Muchos de ellos traían algunas delicias culinarias para la gran fiesta, como Archer, Caleb y Austin. Joss y Eve trajeron picoteos salados para antes de la comilona y montones de dulces para los postres. Incluso trajeron una tarta para celebrar la victoria del Raimon.
—Bueno, solo hace falta que lleguen los niños, ¿no? —preguntó Greg, dando un rodeo por toda la casa de Jude con la mirada—. ¿A qué hora se suponía que venían?
—Aitor me ha dicho que ya vienen para aquí —respondió Annie—. No creo que tarden mucho más en llegar. Podemos descansar un rato antes de que la verdadera fiesta comience.
—No me puedo creer que por fin se haya terminado todo —sonrió Einar—. Y que haya salido tan bien.
—Sí, por fin he recuperado mi trabajo —Nelly alzó su copa a modo de celebración—. Ya era hora de que se hiciera justicia.
—¡Felicidades, Nelly! —Sue también alzó la suya.
—¿Y quién es ahora el nuevo director? —preguntó Tori—. Tengo entendido que ha habido relevo.
—No conocía de antes a la nueva directora —enfatizó Nelly—, pero tiene pinta de que será mejor que Wintersea.
—Tampoco es que deje el listón muy alto, sinceramente —comentó Nathan.
—Y ahora que todo empieza a volver a su cauce, ¿qué pensáis hacer? —preguntó Joss—. Muchos estáis aquí de paso, no creo que os vayáis a tomar un año sabático, ¿o sí?
—Ahora se acercan las vacaciones de verano, ¿no? Yo volveré a España, que ya es hora de que regrese a casa a ver a mis chicos. Ya he estado bastante tiempo fuera —sonrió Greg.
—Nosotros tenemos planeado un viaje de voluntariado —habló Saki, mirando a Ken—. Ahora que todo ha terminado bien, podemos irnos con más tranquilidad.
—¿Durante cuánto tiempo? —preguntó Archer.
—Un par de meses, tampoco estamos del todo seguros —respondió Ken.
—¿Tú también me vas a abandonar, Esthercita? —dramatizó Rubén, mirando a su mejor amiga.
—Estás de suerte, llorón —le dio un pequeño empujón al chico.
—¿Ah, sí? ¿Por qué?
—Porque nos vamos a quedar un tiempo más, para poder ayudar a todos los jóvenes imperiales. Estoy segura de que van a necesitar algo de ayuda.
Byron asintió.
—Vamos, que te vas a forrar gracias a unos críos —soltó Claude.
—Yo no lo diría de esa manera tan fea, pero sí, básicamente —respondió Love.
—Nosotros vamos a volver a casa, ¿no? —Caleb miró a su novia.
—¿Por qué me miras como si yo tuviera la culpa? —la profesora de Educación Física arqueó la ceja.
—Porque sí tienes la culpa. Te fuiste así a lo loco, haciendo creer que el Sector Quinto te había hecho algo.
—¿Y tú qué sabes si no estabas conmigo? Que yo sepa, estabas con tu equipo de fútbol en la otra punta del país, no me jodas. Y la siguiente vez que te veo es en una isla remota del Sector Quinto.
—¿Cuál es el sentido de esta pelea? —preguntó Austin en un susurro.
—¿Ver quién se jugó antes el pellejo? —intentó adivinar Axel.
—O sea, que os iréis a Hokkaido —resumió Andrea—. Supongo que habréis recuperado también vuestros trabajos en el Alpino.
—Así es —asintió Shawn—. Toca volver y ver cómo está después del paso del Sector Quinto.
—Con todo este jaleo, no habéis tenido tiempo ni para comprobar a vuestro equipo —dijo Yeidi con comprensión—. Yo ya he prohibido a Mark que se mueva de casa durante los próximos meses a menos que sea estrictamente necesario —sonrió con dulzura.
—Parece como si lo fueras a encadenar —bromeó Guille.
—Yo creo que es capaz —comentó Einar—. Se le nota en su aura.
—Pues yo estaré ocupadísima para terminar cuanto antes nuestra sociedad —sonrió Sue con orgullo.
—¿Eso quiere decir que te vas a quedar aquí? —le preguntó Tori.
—Estaremos yendo y viniendo de Osaka —contestó Guille—. ¡Todavía nos queda mucho si queremos que esto salga bien!
—Muchísima suerte, chicos —deseó Mark, sonriendo.
—¿Y vosotras dos? ¿Seguiréis por aquí u os marcharéis ya para Estados Unidos? —preguntó Eris.
—¿Por qué quieres echarnos tan pronto del país? —Ana arqueó una ceja.
—Joder, no hemos casi ni llegado como quien dice y ya quiere que nos vayamos —resopló Sakura.
—No es eso, idiotas —se rió la patinadora artística—. Lo decía para ver si podíamos quedar más.
—¿Pero tú no tienes que entrenar? —cuestionó Jordan.
—No todo en la vida es entrenar —saltó Ana—. También hay que divertirse.
—Exacto. ¿Verdad que sí, mánager? —Sakura miró con suspicacia a Claude.
El antiguo Torch levantó las manos y dijo:
—Estoy de vacaciones, no sé de qué me estás hablando.
—Hablando de mánagers... —murmuró Danny—. Tengo que hablar con la mía para ver cuál es nuestro siguiente destino...
—¿Todavía sigues de gira? —preguntó Eris.
—SÍ. Aunque creo que volvemos a Italia para una feria o un evento, no me acuerdo ahora mismo.
—Yo voy a tener que volver también —suspiró Hikari—. El caso es que quiero quedarme más tiempo aquí.
—Pues si volvéis, podéis preguntarle a Kevin por qué colgó de esa manera durante la última llamada —propuso Celia—. Y también podéis saludar de mi parte a Max.
Sue hizo un escándalo para saber de qué se trataba. Sus compañeros casamenteros se entretuvieron durante un rato explicándoselo.
—Si le enfrentáis, necesito que lo grabéis en vídeo —se rió Scotty.
—Anda que sí, dejadlo al pobre —sonrió Steve.
—Cállate, que a lo mejor el próximo objetivo eres tú —espetó Yuuto con una sonrisa traviesa.
—Es cierto, tú sigues soltero... —Annie entrecerró los ojos hacia el entrenador del Inazuma Kids.
Steve intentó hacerse invisible.
—No desvíes la atención, amiga mía —sonrió Kai de forma diabólica—. Tú todavía tienes algo pendiente que contarnos.
—Es verdad —recordó Annie—. Que tienes que contarnos sobre Edgar.
—¿Pero Edgar no está en Inglaterra? —preguntó Jordan.
—Y Yuuto sigue aquí —asintió Silvia—. Todavía.
—Supongo que el puesto de entrenadora de porteros volverá a estar libre en la Royal, ¿no? —inquirió Eve.
—¿Yo? Todavía sigo siéndolo —resopló Yuuto—. La que acaba de renunciar a su puesto en el Raimon es esta de aquí, que es más escurridiza que yo —la señaló.
—¿Cómo? ¿Que has renunciado? —se sorprendió Estela—. ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Y tú cómo lo has sabido?
—¿Te vas a largar de nuevo como hace cuatro años? —la miró Kai.
—Relax, no me voy a ninguna parte —contestó Annie—. Regreso con mi hermanita, a pasarme por los orfanatos de Don Sol. Después de estar tanto tiempo fuera de casa, quiero regresar con mi familia.
—¿Y qué pasará con Aitor? —preguntó Silvia.
—Se quedará con nosotros por el momento —respondió Xavier—. Te lo iba a comentar esta noche, pero se me han adelantado —pidió disculpas a su esposa con la mirada.
—Lo estaremos vigilando de cerca —sonrió Jordan—. Después de todo, tiene a una gran familia.
—Sí, ya, bueno. Que nos desviamos del tema —carraspeó Estela antes de mirar a Yuuto—. ¿Qué pasa entre tú y Edgar?
—¡El timbre...! —Yuuto se levantó de un salto y se fue directa hacia la puerta.
Camellia llegó acompañada de los alumnos del Raimon, que estaban flipando en colores por el casoplón del entrenador Sharp.
Los amigos de Jude tuvieron que posponer la charla con Yuuto, esperando poder pillarla por banda más tarde. Porque primero tenían que saborear el triunfo sobre el fútbol regulado y el campeonato nacional.
 
—¿Pero no me odias?
—Que no, coño —respondió Aitor con tono de hastío—. ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo? Llevas desde que me he levantado preguntando lo mismo.
—Es que no quiero que sientas que te estoy abandonando. No vas a estar solo. Xavier, Jordan, Estela y Andrea van a estar ahí en todo momento por si necesitas algo.
—¿Cómo que abandonado? —Aitor le miró medio ofendido—. No eres mi madre para sentirme así.
—Ya sé que no lo soy, pero sigo siendo la adulta que se encarga de ti y...
—Eso de adulta...
—Y no me voy a ir mucho tiempo —Annie hizo caso omiso—. Puede que esté un par de semanas, no creo que llegue al mes.
—Me da igual cuánto tiempo estés fuera mientras vuelvas. Prefiero compartir la casa con una persona que con dos.
—¿Qué? ¿Demasiadas personas para tu gusto?
—Claro.
—Pero... pasaste mucho tiempo conviviendo con otros niños y... Ah, vale.
Annie se quedó callada mientras echaba miradas de vez en cuando a Aitor de camino al instituto Raimon.
—¿Pero me vas a echar de menos? —le chinchó con una sonrisa maliciosa.
La reacción llena de hartazgo de Aitor le arrancó una carcajada a la morena, que siguió molestando al adolescente hasta que llegaron a la entrada del instituto, totalmente desierta. No obstante, unos cuantos alumnos que también se pegaban el madrugón para sus clubs iban caminando por el recinto.
—¿Esos son de algún club? —señaló Annie.
—¿Qué? ¿Dónde?
—Allí, esas personas que están cargando con esos equipos de grabación que parecen muy pesados.
—Ni me suenan. Nunca los he visto. Y tampoco tienen pinta de ser profesores del instituto.
Annie y Aitor se miraron, rumiando. Llegaron a la misma conclusión: se estaban colando. ¿Qué hicieron? Los siguieron para emboscarles. En realidad, el plan era que Annie los tumbara mientras Aitor estaba preparado para gritar por si era necesario, todo desde una distancia segura.
Justo cuando Annie se estaba preparando para realizar el salto del tigre sobre el primer desdichado, una voz preguntó:
—¿Se puede saber qué estáis haciendo?
Todos se asustaron, pegaron un brinco y miraron a la presidenta de la junta escolar.
—¡Nelly, maldita sea...! —Annie se llevó la mano al pecho—. ¡Me has estropeado el plan de ataque...!
—¿Plan de ataque? —arqueó Nelly la ceja y se cruzó de brazos—. ¿Estabas a punto de agredir a alguien dentro de mi instituto?
—¿Cómo que su instituto...? —murmuró por lo bajo Aitor.
—Tan solo iba a detener a unos intrusos —señaló a los hombres, que no entendían nada de lo que estaba sucediendo.
—¿Intrusos? Señora...
—Me temo que ha habido una terrible confusión, caballeros —intervino Nelly—. Me disculpo en nombre de mi compañera. Pueden seguir con su trabajo, por favor. Muchas gracias.
Los hombres siguieron su camino, mirándose entre ellos por el extraño episodio. Nelly miró con severidad a las dos personas. Puso los brazos en jarra, una muy mala señal.
—¿Qué demonios te ha hecho pensar que eran unos intrusos?
—Eh, que no he sido solo yo. Aitor también lo ha pensado.
—¡Aquí la adulta mayor eres tú, no yo...! ¡No me cargues el muerto a mí también!
Si Aitor se refugió un poco detrás de Annie o no, debieron ser imaginaciones de las mujeres.
—La culpa es mía por no haberte dicho nada —suspiró Nelly—. Debí haber previsto que intentarías pegarles si te resultaban sospechosos.
—¿Pero quiénes son? —preguntó Aitor.
—Son personal técnico de la televisión —se rió al ver sus reacciones—. Así es, la televisión estará esta tarde en el Raimon para entrevistar en persona a los ganadores del torneo Camino Imperial.
—¿Pero los demás lo saben? —parpadeó Annie, todavía sorprendida.
—No, lo iba a comunicar justo ahora en el entrenamiento matutino. Pero me acabas de estropear la sorpresa. Venga, vamos juntos al Edificio Fútbol.
Annie y Aitor se miraron con confusión, pero hicieron caso a la presidenta de la junta escolar.
Una vez que todo el equipo Raimon se hubo reunido, incluido los entrenadores y gerentes, Nelly procedió a anunciar que una periodista iría por la mañana a grabar un reportaje y por la tarde entraría en directo para entrevistarles. Aitor pegó un grito en cuanto supo que Jun Tominaga estaría a unos escasos metros de él.
 
—No te tendría que haber dicho nada —suspiraba Nelly, viendo la que se había montado.
Annie no había tardado nada en decírselo a todo el grupo de amigos para que fueran allí a contemplar la entrevista al entrenador Evans. Básicamente para burlarse de él y de cualquiera que estuviera delante de las cámaras. También para meterse con Aitor y su amor por la reportera.
—Bueno, ¿qué cojones te pasa con Edgar? —Guille acorraló a Yuuto.
Todos miraron a la portera profesional, con miradas como buitres. Yuuto estaba preparada para saltarle a la yugular a la primera persona que tuviera delante, que justamente era Guille. Sin embargo, el español tuvo la gran suerte de que David Samford justo apareciera acompañado del portero y del capitán de la Royal Academy, Preston Princeton y Rex Remington respectivamente.
—¿Has decidido venir acompañado? —preguntó Yeidi—. ¿Para no sentirte tan solo?
David iba a responder, pero el portero titular de la Royal se le adelantó exclamando:
—¡Muy buenos días, señorita Takagi...!
Gritó tan fuerte que llamó la atención de los jugadores del Raimon, que enseguida se acercaron para saludar a los recién llegados.
—¿Así que este es tu nuevo pretendiente? —soltó Sue, mirando a Yuuto con picardía.
La rubia terminó pegándole un puñetazo en el hombro para que se callara.
—Vamos, no nos puedes tener en ascuas todo el rato —se quejó Andrea—. ¿Qué ha pasado realmente?
—Edgar parecía preocupado —se le ocurrió señalar a Jude ese dato.
—Siento interrumpir vuestra conversación, pero vamos a entrar en directo en un minuto —dijo uno del personal televisivo—. Si son tan amables, por favor…
—¿Nos acaba de echar? —preguntó Tris, estupefacta.
—Nos acaba de echar —confirmó Annie.
Jude, Mark, Celia y Estela se reunieron con los jugadores del Raimon. Estuvieron hablando de cómo tenían que posicionarse para la toma cuando entraran en directo.
El grupo de amigas se quedó detrás de las cámaras para poder observar todo el teatro. Celia y Estela habían vuelto con ellos. Todavía no era su turno. Sin embargo, Jude se quedó más cerca por ser el segundo entrenador.
Yeidi se reía discretamente mientras veía a su marido totalmente rígido en los banquillos. Rubén también se burlaba de Arion, que se mostraba bastante nervioso. Riccardo veía casi con pena al entrenador Evans, no demostrando que estuviera incómodo ante la presencia de las cámaras. Mientras tanto, Aitor parecía no saber apartar la vista de la reportera Jun Tominaga, retorciendo una libreta y un bolígrafo entre sus manos, aguardando al mejor momento para pedirle un autógrafo.
—Míralo, si le da la mano, fijo que se desmaya ahí mismo —comentó Tris.
—No, por favor, que luego tengo yo que cargarlo a casa medio muerto —se quejó Annie.
—Atentos, que empieza —avisó Esther.
La reportera se presentó ante la cámara, con los jugadores del Raimon haciendo unos pases como fondo de la toma. Después de hacer una breve presentación, Jun Tominaga se desplazó lentamente hasta la zona del banquillo, donde aguardaban Mark Evans y Riccardo di Rigo. Mark respondió con un poco de entusiasmo de más, asustando a la reportera. Sus amigas sofocaron risas, cosa que no ayudó a disminuir los nervios de Mark. Tras unas cuantas preguntas, Arion Sherwind fue llamado para que acudiera con ellos, el capitán que dirigió al Raimon a ganar sobre el Monte Olimpo.
—Sí, sin nuestro capitán, no habríamos podido llegar hasta aquí ahora.
—Pero tengo entendido que eres el actual capitán del instituto Raimon, ¿no?
—Así es, solo para la final del torneo Camino Imperial. Porque el verdadero capitán siempre ha sido y será Riccardo di Rigo hasta que se gradúe —sonrió Arion, mirando con gran admiración al chico de segundo año, que parecía algo avergonzado por sus palabras—. Mientras el Virtuoso nos siga dirigiendo, el Raimon siempre seguirá adelante.
—Cuánta pasión, cuánto compañerismo —sonrió la reportera.
—Nuestro niño ha crecido mucho, ¿verdad? —Rubén sonreía, acariciando el hombro de Silvia.
—Sí —asintió ella—. Parece mentira que sea el mismo adolescente que llegó a nuestra casa a principios de año para vivir con nosotros.
—Y ha llegado incluso a ser capitán —señaló Saki, sonriendo.
—Esperemos que estos chicos se tomen un buen descanso —comentó Joss—. El verano está a la vuelta de la esquina, así que seguro que se lo pasarán bien sabiendo que han recuperado el auténtico fútbol.
—Se lo pasarán bien jugando al fútbol —asintió Einar—. Solo saben hacer eso.
—La juventud, quién quisiera volver a tener catorce años y no preocuparse por nada más salvo los estudios y ganar el torneo nacional de tu club —suspiró Greg, nostálgico.
—Yo querría volver al momento en que os conocí —dijo Ken, sorprendiendo a todos—. A antes no. Solo a ese mismo instante —tenía la mirada algo melancólica, mirando hacia el precioso día azul que hacía esa tarde.
—Vaya, ¿te has puesto filosófico? —sonrió Tori—. Es raro ver a nuestro capitán así.
—Nueve años, ¿eh…? —murmuró Angy, apartándose un mechón de pelo de la cara por culpa de una brisa rebelde—. Aunque para algunas personas serán diez.
—¿Tanto tiempo hace que nos conocemos? —se sorprendió Estela—. Madre mía. Como sigamos así, seguro que duramos más que mi matrimonio.
—No seas tonta —se escandalizó Sue—. ¿Acaso quieres divorciarte de Xavier?
—No, idiota, es una forma de hablar.
—Algún día deberíamos reunir a los dos equipos y celebrar nuestra amistad —propuso Eve.
—Pues no sé cómo —Kai puso los brazos detrás de la cabeza—. Cada uno está desperdigado por Japón. Y si no, por todo el mundo. Es difícil cuadrar agendas cuando se es adulto, ¿sabes?
—¿Y para qué queremos hacer la reunión esa? Si casi no hablamos por Line —repuso Yuuto.
—Pues para ponernos al corriente. No seas amargada —resopló Hikari—. Tenemos que hacer el intento de hacer un hueco en nuestras ajetreadas vidas.
—Siempre podemos escaparnos de nuestras responsabilidades, alquilar alguna enorme casa en un sitio remoto y pasar allí un fin de semana —ofreció Danny.
—Eso me recuerda a cuando vinisteis todos a mi albergue para celebrar la Navidad —sonrió Annie al recordarlo.
—Y también para celebrar el cumpleaños de Eve —recordó Celia.
Eve se rió al rememorarlo.
—Pues oye, no es mala idea —rumió Ana, considerándolo de verdad—. Antes de que tengamos más responsabilidades y todo eso.
—¿Y por qué un fin de semana y no dos semanas de vacaciones? —habló Eris.
—Eso es pensar a lo grande —Jude arqueó las cejas.
—Y tan a lo grande —silbó Sakura—. Eso ya son palabras mayores. ¿Coincidir todos en un mismo sitio y encima los mismos días? Satoshi será el mejor entrenador Pokémon del mundo antes de que todos nosotros nos reunamos.
—¿Satoshi? ¿Quién es Satoshi? —preguntó Einar, arqueando una ceja de la extrañeza.
—Ash Ketchum para los extranjeros como nosotros —respondió Greg.
La conversación se vio de nuevo interrumpida cuando a varios miembros del grupo les tocó ser entrevistados. Primero fueron Jude, Celia y Estela. Luego a Silvia y a Rubén por ser los dos adultos a cargo de Arion. Y para sorpresa de todos, Axel y Annie también concedieron una entrevista como antiguo gran emperador y Supreme, la causante del encarcelamiento del fundador del Sector Quinto, Gyan Cinquedea. También pillaron por banda a David Samford con Remington y Princeton para que los rivales consagrados del Raimon hablaran un poco.
—Pero el año que viene la Royal Academy desafiará al Raimon, al actual campeón —sonrió el portero titular.
—Y aunque crean que sus ojos están engañándoles, no es cierto, pues la portera internacional Yuuto Takagi también está aquí con nosotros. Es un placer poder entrevistar a tantas personalidades famosas del fútbol profesional. Díganos, señorita Takagi, ¿qué le llevó a regresar a su tierra natal y convertirse en entrenadora de porteros en su antiguo instituto?
La rubia iba a empezar a hablar cuando un chillido la interrumpió:
—¡Yuuto Takagi!
Todos se giraron de golpe al escuchar aquel grito medio encolerizado. Nelly temió que algún loco se hubiera colado dentro del recinto escolar, pero se quedó de piedra en cuanto reconoció al loco que había gritado. Igual que todas sus amigas. Incluso Jun Tominaga se quedó helada. Los cámaras enfocaron hacia el intruso.
—¡Oh…! ¡Parece que este día va a estar lleno de sorpresas…! Esto no estaba previsto, queridos telespectadores, ya que justo acaba de llegar ni más ni menos que Edgar Partinus, el capitán de la selección nacional inglesa. Recordemos que Edgar Partinus y Yuuto Takagi ya jugaron juntos durante el primer mundial mixto que se celebró el año pasado en Copenhague.
Fue entonces cuando Edgar se dio cuenta de que había gritado como un bellaco ante la televisión nacional japonesa. Carraspeó, hizo un amago de atusarse su larga cabellera azul y bajó con su característica elegancia inglesa. Caminó con parsimonia hasta quedar justo al lado de Yuuto, que había decidido ser un cervatillo recién iluminado por las luces de un vehículo.
—Buenas tardes. Sepan disculpar mi arrebato de hace unos momentos. No he sido capaz de contener la emoción de inmensa alegría al ver de nuevo a mi fiera prometida —sonrió amablemente hacia la reportera.
Yuuto palideció tanto hasta casi adoptar el color de las nubes. Igualmente, seguía manteniendo esa sonrisa tensa.
—Me comunican mis compañeros que vamos a pasar al tiempo de los anuncios —anunció Jun Tominaga, apretándose el pinganillo de la oreja—. Tras la pausa, volveremos para digerir esta nueva bomba. ¡Se nos casan…! —después, realizó su despedida especial para los directos.
—Tres… dos… uno… ¡Estamos fuera!
Fue el momento idóneo para que los amigos de Yuuto se le tiraran encima como una tromba de agua. Los dos niños de la Royal se apartaron justo a tiempo. David tan solo tuvo que hacer un gran paso hacia atrás para dejar que Yuuto aterrizara en el césped.
—¡¿Cómo que te vas a casar?! —Guille fue el primero en chillarle a la oreja.
—¡¿Por qué nos acabamos de enterar justo ahora?! —le siguió Tori.
—No sois los únicos —resopló Yuuto—. Creo que ahora todo el mundo se acaba de enterar de mi compromiso con Edgar. Muchas gracias, imbécil —fulminó con la mirada al inglés.
—¡¿Acaso no pensabas contárnoslo?! —le reprochó Yeidi—. ¡A nosotros! ¡Que somos tus amigos!
—¡¿Cuándo pensabas hacerlo?! ¡¿Justo en el altar o qué?! —Annie le pegó en el hombro.
—En realidad, iba a ser después de la luna de miel… —murmuró.
Sus amigos chillaron aún más en protesta.
—Chicos, chicos, normalmente no soy partidaria de la violencia… —comenzó a decir Andrea—. Pero esta vez te lo has ganado a pulso, Yuuto —y acto seguido, saltó encima de sus amigos para aplastar aún más a Yuuto.
Al final Nelly tuvo que poner algo de orden para que no siguieran abochornándola delante de una periodista famosa. Yuuto se lo agradeció con un hilillo de voz. Jun Tominaga decidió que era mejor hacer el descanso en otra parte, aunque quisiera enterarse de todo el cotilleo. No obstante, el productor decidió quedarse para ver cómo habían crecido las personas que más admiraba.
Por supuesto, nadie se dio cuenta en un momento como ese que era Chester Horse Junior, el joven estudiante que había comentado todos los partidos del Raimon diez años atrás. Aquel estudiante del club de ajedrez había seguido por el mundo del periodismo hasta hacerse hueco en la televisión. Y el esfuerzo había valido la pena al ver a grandes estrellas de su generación allí reunidas.
—¿Puede alguien explicarnos qué está pasando aquí, por favor? —pidió Tris, mirando a los prometidos—. Menos mal que no me he ido todavía a Hokkaido.
—Sí, la que se están perdiendo nuestros amigos —Esther estuvo de acuerdo—. ¿Te has fugado de Inglaterra antes de la boda? Que por cierto, ¿cuándo es? Dadme hechos trágicos.
—¡Necesitamos salseo! —exclamó Sue.
—La boda es en verano —respondió Edgar—. Estábamos con los preparativos cuando mi bella novia decidió darse a la fuga.
—Tienes suerte de que no lo hiciera ante el altar —silbó Rubén—. Eso habría sido mucho peor.
Silvia pegó a su novio por desconsiderado. Y Esther le dio otra torta de regalo.
—Pero cuéntanos más detalles jugosos, que es lo que importa —saltó Saki—. ¿Cuándo fue la propuesta? ¿Quién lo propuso?
—¡No es necesario saber todo eso...! —saltó Yuuto, viendo que Edgar no tenía problema alguno en complacer a sus amigas.
—Es lo mínimo que puedes hacer por enterarnos de esta manera —replicó Joss—. Ha tenido que venir tu novio desde la otra punta del mundo para que nos enteremos en pleno directo de que estáis a punto de casaros, maldita.
—¿Puedo asistir a la boda, por favor? —Einar levantó la mano como un niño bueno pidiendo la palabra.
—¿Qué pregunta es esa? —Nelly le miró arqueando las cejas.
—Está claro que vamos a asistir —dijo Celia con convicción—. ¿Verdad que sí, Edgar?
—Por supuesto.
—¿Entonces se lo pediste tú? —quiso saber Greg.
—No, fue ella —sonrió al recordarlo—. Me dio su cinta de capitana a modo de anillo de proposición. Fue el año pasado, cuando Inglaterra cayó eliminada en octavos ante Islandia. La vergüenza de nuestra derrota se esfumó en cuanto comprendí lo que quería hacer con su cinta.
—Oh, joder, qué bonito... —Angy miró con ternura a la pareja—. No sabía que podías ser tan romántica, tonta.
—¿Comprender? —repitió Estela sin entenderlo—. ¿Es que intentaba ahorcarte con ella o qué?
—Creo que lo intentó —Edgar soltó una carcajada—. Pero cambió de parecer. La derrota no fue de gran ayuda tampoco.
—¿Pero tú no eras el capitán? ¿Te pidió matrimonio con tu propia cinta? —apuntó Eve.
—Fue con su propia cinta de capitana, la de su equipo —señaló Ken—. ¿Me equivoco?
Yuuto quiso escabullirse de allí, pero sus amigos la tenían bien sujeta.
—Eso es bastante cursi —se rió Kai—. Debió ser una gran sorpresa para ti, Edgar.
—El mejor día de mi vida.
—Cállate, imbécil—refunfuñó Yuuto.
—¿Peró entonces por qué huiste a pocos meses de la boda? —Hikari la miró—. No tiene sentido. Todo iba bien, ¿no?
—Las bodas son estresantes, ¿vale? —levantó las manos para defenderse.
—Oh, si, ya lo creo —asintió Sue.
—Pero si tú nunca has planeado ninguna —le soltó Tori.
—¡Claro que sí! En mi mente ya tengo organizada mi boda perfecta. Y es agotador, te lo aseguro.
—¿Iba a ser por la iglesia o por lo civil? —preguntó Danny—. ¿Los ingleses tienen tradiciones y costumbres para las bodas?
—Muchas —contestó Yuuto—. Y se han de seguir a rajatabla sobre todo si la familia política es de la antigua escuela —miró mal a su prometido como si la culpa la tuviera él.
—O sea, que tus suegros te rechazan, ¿no? —concluyó Ana—. Que les den, casaos como os dé la gana.
—Eso, eso —apoyó Eris—. Os podéis fugar y casaros en Las Vegas, por ejemplo.
—Sí, le pega a Yuuto ese estilo, ¿no creéis? —preguntó Sakura—. No me la imagino siguiendo las estrictas costumbres inglesas sobre la etiqueta y todo ese rollo.
—¿Es por eso por lo que te fuiste? ¿Por que no aguantas a mis padres?
—Oh, vamos. Diría que el sentimiento es mutuo, Edgar. Ya viste cómo me miraron cuando nos conocimos la primera vez.
—Llegaste en monopatín al restaurante. Hasta la mesa mismo.
—Desde luego, una primera impresión bastante impactante —convino Silvia.
—¿Y qué? ¿Querías que fuera en coche hasta el centro de Londres? El monopatín era una opción mucho más cómoda y respetuosa con el medio ambiente.
—Me tenías muy preocupado —suspiró Edgar—. Cuando te fuiste de esa manera, yo...
Se calló, no queriendo terminar la frase. Yuuto relajó un poco su expresión fiera y se le escapó una mirada hacia Axel. Por lo menos su novio no se había convertido en un tirano del fútbol durante ese tiempo.
El grupo de amigos dejó más espacio a la pareja, pero sin marcharse. Si tenían que hablar de sus problemas, lo harían delante de ellos. Ese sería el castigo de Yuuto por no decir nada.
La portera suspiró.
—Mira, yo... Perdona si te hice creer que habías tenido la culpa. No es verdad. Fue culpa mía, que me estresé con todo esto de la boda, tus padres y el trabajo. Reconozco que también me entró algo de miedo y... bueno, tampoco me sentó muy bien que a tus padres no les gustara porque... porque, ya sabes... tú los quieres mucho y todo eso. Y son tus padres —recalcó, como si todo eso fuera motivo suficiente.
—¿Tenías miedo de que antepusiera la opinión de mis padres por encima de ti? —Edgar se quedó sorprendido.
—Sí... bueno... Está claro que no soy la nuera inglesa y señorita ideal que pasará por el altar con su único hijo y...
Yuuto se calló y apartó la mirada, dándole rabia tener que ventilar sus frustraciones y secretos delante de todo el mundo. Por suerte para ella, los más jóvenes habían decidido hacerse los locos y no acercarse al grupo de mayores. Aitor había querido acercarse en un momento dado de la conversación y Annie le había bufado cual gato.
—La boda sigue en pie, ¿no?
—¿Qué? —miró a su novio, incrédula.
—Que a pesar de tus miedos y tus dudas... sigues queriendo casarte conmigo, ¿verdad...?
La rubia estuvo unos segundos en silencio, mirando directamente al inglés. Los demás esperaban en silencio y en vilo por la respuesta de ella.
—Idiota —respondió finalmente—, nunca he dudado de nosotros.
Edgar respiró con alivio, mientras los demás gritaban que se besaran. Yuuto les mandó a callar.
—¡Triunfó el amor...! —exclamó Einar, contentísimo.
—Heterosexual —especificó Guille, haciendo reír a algunas de sus amigas.
 
Jun Tominaga no tardó en regresar. Volvieron a estar en directo a los pocos minutos y la presentadora se dio el tiempo de felicitar a la feliz pareja y a intentar sonsacarles algunos detalles jugosos para la prensa del corazón. Bonita forma de anunciar la relación. Estaban intentando responder a la pregunta de dónde se celebraría la boda cuando alguien les interrumpió al grito de:
—¡Edgar Partinus, te desafío a un duelo!
Jude estuvo a punto de hacer una mueca de horror en su siempre serio rostro, pero logró controlarse en el último segundo. David tan solo atinó a parpadear una sola vez y a quedarse igual de quieto que antes. La única que reaccionó notablemente delante de las cámaras fue Yuuto, que abrió desmesuradamente los ojos.
Jun Tominaga se llevó la mano a la boca antes de poder hablar de nuevo.
—¡Cielos...! La entrevista de hoy no puede estar más interesante. El jugador de talla mundial Edgar Partinus acaba de ser retado por el portero titular de la Royal Academy, Preston Princeton. ¿Terminará aceptando este improvisado desafío?
Las personas fuera de cámara estaban con los ojos bien abiertos de la impresión.
—¿Qué demonios está haciendo...? —Annie estaba en shock.
—¿Acaba de retar a un profesional...? —Eris miraba a sus amigas—. ¿Pero por qué?
—¡Por el amor de Yuuto...! —Angy dejó escapar un susurro ahogado—. ¡Qué romántico...!
—Entonces la humillación pública quedará grabada para la posteridad —comentó Ken.
—Tenemos que grabar. Esto es un acontecimiento único —dijo Celia mientras sacaba su cámara.
—¿Quieres grabar cómo matan a un adolescente? —Tris miró a la profesora.
—Mujer, que a lo mejor es Edgar quien cae derrotado —comentó Hikari—. Hay que tenerle fe al discípulo de Yuuto.
—¿Fe? —se rió Sakura—. Vergüenza me daría si un niño de instituto consigue parar mi tiro con supertécnica.
—Esto va a terminar muy mal —se preocupó Silvia—. Deberías hacer algo, Nelly.
—¡Vamos, chicas! —saltó Sue—. ¿Dónde está tu espíritu romántico? ¡Es un duelo a muerte...!
—Me da a mí que Yuuto sí que los va a matar de verdad... —murmuró Tori, viendo que la rubia apartaba a un lado a su prometido.
 
—¡¿Se puede saber qué demonios haces aceptando?! —Yuuto estuvo tentada a cometer un acto de violencia contra el inconsciente de su novio.
—No te preocupes, no seré muy duro.
—¡En primer lugar no tienes que estar haciéndolo...! ¡Es un niño y tú un adulto...!
—El chico parece que le caes demasiado bien. Y ha sido idea suya, no mía. Mi honor está en juego en pleno directo, no puedo dejar que me ofendan de esta manera.
—Por favor, Edgar, que va al instituto —resopló con incredulidad—. Deja de hacer el imbécil.
—En cuanto le demuestre el nivel de los jugadores profesionales.
—¿Estás celoso o qué?
—No puedo estar celoso de alguien que no está a mi altura. Sería absurdo.
—Entonces deja de hacer el...
—¡Que comience el duelo...! —exclamó Edgar, sonriendo para dar comienzo al espectáculo.
 
Va a tirar con Excalibur, ¿no? —susurró Andrea en español a su mejor amigo.
Es su supertécnica más icónica —dijo Esther—. Va a querer lucirse ante todo el mundo.
¿Luchando contra un adolescente? —Yeidi enarcó las cejas—. Eso es ser un abusón delante de las cámaras.
Pobre chaval, tener que luchar contra el prometido de tu crush y ser humillado de esa manera... —suspiró Joss—. Soy ese chico y no me recupero nunca de tal vergüenza...
El pobre solo está celoso —observó Ana—. Pero vaya, anda que Edgar siguiéndole la corriente...
Su hombría ha sido ofendida —se rió Estela—. Está claro que están midiendo a ver quién la tiene más grande.
¿Y quién la tendría más grande? —se preguntó Guille.
Las demás lo pensaron cuidadosamente.
Está claro que es Edgar —concluyó Danny—. No puede ser de otra manera.
¿A qué os referís cuando decís «tenerla más grande»? —preguntó Einar, algo confundido.
A la supertécnica —se apresuró a contestar Rubén—. Nos estamos refiriendo a sus supertécnicas, ¿verdad que sí?
Todos asintieron sin dudarlo.
¿Pero no tendría que ser la más «fuerte»? —Einar no lo pillaba del todo.
Es cierto, es cierto —Kai intentaba disimular su sonrisa y reprimir su carcajada—. Culpa nuestra. Nos hemos equivocado.
A veces los españoles incluso hablamos mal nuestro propio idioma —se rió Saki.
Tío, te quiero —Greg palmeó su hombro—. No cambies nunca, por favor.
Todos se callaron para ver cómo Excalibur aparecía en el cielo y le metía un trallazo al balón. Como todo el mundo supuso correctamente, Preston Princeton terminó dentro de la portería.
Todo quedó grabado por la cámara de Celia y por las de la televisión nacional.
 
—¿Conspirando de nuevo a nuestras espaldas?
Annie se rió mientras guardaba el móvil en el bolsillo de su pantalón.
—Solo con mi hermana. ¿Y tú? ¿Intentando huir del alboroto, Mark?
—Ni en casa me libro, he de aprovechar —suspiró el entrenador Evans—. No, es solo que te he visto aquí muy ocupada.
—¿Te ha enviado alguien a que me espies? —bromeó ella.
—Bueno... —sonrió—. En realidad, ha sido Axel quien se ha dado cuenta.
Annie asintió lentamente.
—Te ha dicho algo más, ¿no es así?
—Yo no me meto. Ya sabes que estamos aquí. Somos tus amigos.
—Gracias —asintió Annie.
Los dos se quedaron callados, observando a todo el enorme grupo de jóvenes y adultos todavía dando vueltas por el campo. Los de la televisión ya se habían ido una hora atrás.
—¿Sabes? Coincido con Ken.
—¿En qué? —Mark la miró.
—En que también querría volver al instante en que os conocí —sonrió Annie—. Manteniendo todo igual, pero reviviendo las mismas experiencias.
—¿Incluso los últimos años?
—No es bueno cambiar el pasado, Mark. Ya lo dicen siempre las películas —soltó una carcajada.
—Es cierto. Pero oye, ¿vas a estar todo el verano con tu hermana?
—¿Por qué lo preguntas?
—Porque tenemos una cita en Londres —sonrió el antiguo capitán del Raimon.
—¡Es cierto...! No te preocupes, Mark, estaremos todos allí para apoyarte. Qué bien que aceptaste antes de convertirte en nuestro entrenador.
—Casi que no me lo creo... —suspiró, sonriendo.
—Próximo destino: Londres 2012 —Annie alzó el puño hacia el cielo.
—¡A por la medalla de oro...! —exclamó Mark, haciendo el mismo gesto.
 
Muy lejos de allí, observando a las personas que eran felices en el Raimon, una mesa redonda llena de hombres trajeados ocupaba el centro de una habitación completamente futurista.
El líder de aquellos hombres por fin habló:
—Hemos terminado de confirmar todo. Comenzando la interrupción.
 
 
 
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Ha quedado claro que la nueva generación del Raimon no tiene nada que envidiar a la antigua, ya que han conseguido salvar al fútbol.
¿O quizás todavía no?


~¿Y si no es un adiós, sino un hasta luego?~

Bueno... nunca creí que conseguiría terminar la secuela del fic. O segunda temporada, como queráis llamarlo. Sobre todo teniendo en cuenta que voy con el agua hasta el cuello últimamente xD

Esta vez no he tardado tanto en terminarla, no llega a los tres años xD Casi tres años donde la nostalgia me ha golpeado un montón de veces y me he tomado muchas licencias a mi gusto, donde también me he divertido mucho pensando situaciones con nuestras alborotadoras. Pero todo eso lo desarrollaré más cuando suba la entrada de curiosidades de esta temporada.

Estaba todavía en duda de si poner el misterio de la segunda temporada de la saga del GO. ¿Por qué? Porque básicamente no sé si llegaré del todo a escribirla. Esta vez me tendría que dar más margen de tiempo para empezar a publicar la siguiente, pues requiere de mucha más planificación para no meter la pata hasta el fondo. Y para eso me gustaría hacerlo cuando ya la tuviera completamente escrita y revisada.

Por eso tampoco puedo dar fecha de regreso.

¡Pero no todo son malas noticias! :D

Seguiré por aquí activa, aunque solo haciendo reseñas, creo. Intentaré hacer una por semana hasta hacer todas las pendientes que tengo. Después ya veré qué hago para que el blog no quede muerto de risa xD

Y, claramente, subiré un extra más :D Espero que sea este viernes y luego, si eso, subiré las curiosidades la semana que viene.

Una vez más, muchísimas gracias por estar ahí tras todos estos años.

¡Os quiero muchísimo! \(*-*)/



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