CAPÍTULO 1- ¡UN NUEVO VIENTO!


Diez años habían pasado desde que el Inazuma Japón ganó el primer Torneo Frontier Internacional*. A raíz de aquella gloria, la importancia del fútbol en el país creció de un modo impresionante.
 
(Nota: En el doblaje oficial del GO ya corrigieron el error del TFI de la serie original, llamándolo Fútbol Frontier Internacional, pero para no cambiarlo, seguiré llamándolo TFI.)
 
Y el instituto Raimon, del que provenían tantos jugadores del Inazuma Japón que alcanzó la gloria mundial, se convirtió en una escuela famosa por su fútbol. Bien podían corroborarlo la mayoría de jugadoras de Las Fieras Nocturnas, el equipo español que se alzó con la victoria un año después que Japón. Pero esta es la historia de cómo unos héroes que afrontaron un momento terrible del fútbol.
Sí, una nueva historia del club de fútbol del Raimon.
 
—Ha llegado el momento.
La suave voz se expandió por toda la catedral, sumida en una oscuridad inquietante que tan solo era iluminada por la luz que traspasaba por los vitrales. El hombre, reverenciado ante el altar que tenía delante, llevaba una capa oscura que le permitía esconder su rostro con la capucha. Si el sacerdote que se había colocado a su derecha se agachara un poco más, podría atisbar un poco un mechón de pelo azulado, destacando entre la cabellera rubia.
—No importa si es necesario destruirme a mí mismo —continuó el desconocido, con la vista clavada en el suelo—. Entregaré todo lo que soy, por lo que creo, por mi deseo.
—¿Lo entregarás todo? —preguntó el sacerdote—. Pero… ¿De verdad es tan importante ese deseo tuyo?
Los dos pendientes de la oreja izquierda relucieron bajo la penumbra y su dueño contestó:
—Sí. Asumiré cualquier sacrificio para que se pueda hacer realidad.
—¿Lo dices en serio? Hablas como si se tratase de tu destino.
Cuando el sacerdote quiso girarse hacia el altar, un pasó resonó por la catedral y otra figura vestida con túnica y capucha hizo acto de presencia. Ninguno de los dos hombres se extrañó y se mantuvieron callados. La persona con túnica dijo:
—Entonces adelante. Expresa ese deseo tuyo.
Y sin más dilación, el hombre arrodillado se irguió y exclamó:
—Deseo dominar el fútbol.
 
Aquella mañana de primavera, con los cerezos en su máximo esplendor de florecimiento, el ambiente estaba animado. Era un día importante para mucha gente, para muchos jóvenes y adultos. La dueña de los apartamentos Windsor ya estaba en la entrada, barriendo con tranquilidad. Un chaval, con el pelo castaño y arremolinado de tal forma que parecía que tuviera un remolino a cada lado de la cabeza, salió alegremente del edificio y se dirigió hacia la izquierda.
—¡Buenos días, Spotter! —se arrodilló delante del perro.
Spotter, con la parte superior de su cuerpo fuera de la caseta, levantó perezosamente la cabeza hacia el niño. El chaval le enseñaba con gran emoción el uniforme azul que llevaba.
—¿Qué? ¿A que me queda muy bien? —señaló el rayo amarillo que llevaba en su hombro izquierdo.
Como toda respuesta, Spotter ladró.
—¡A partir de hoy podré jugar muchísimo la fútbol! ¿Verdad que es genial? —se acercó para acariciar al animal, recibiendo lametones en la cara—. ¡Claro, claro! Tú también estás contento, ¿a que sí? ¡Bueno, tengo que irme!
—¡Hasta luego! —se despidió la dueña al verlo pasar.
El niño iba dando los buenos días mientras iba corriendo con gran alegría. La mayoría de la gente le deseaba buena suerte y los ojos azules del chaval no podían brillar con más emoción. Pasó sin detenerse ni un momento por delante del campo de la ribera, un lugar emblemático para la ciudad Inazuma. El castaño no paró de correr hasta que llegó a su destino.
—¡Por fin estoy aquí! ¡En el instituto Raimon! ¡Voy a jugar al fútbol!
Un gran rayo amarillo lo saludaba desde la fachada del edificio principal. Por fin, su sueño iba a hacerse realidad. Pasó la entrada principal, por al lado del cartel que anunciaba la ceremonia de apertura para los nuevos alumnos de primero.
—El famoso símbolo del Raimon. ¡Sí, es el mismo! —no podía más con la emoción que sentía—. ¡Es el famoso rayo! ¡Qué emoción!
Como faltaba un rato para que la ceremonia comenzara, decidió echar un vistazo por los alrededores. Lo primero que hizo fue buscar las instalaciones del club de fútbol. Y en su camino se cruzó con una caseta abandonada y vieja. En el cartel se leía que era el club que estaba buscando, su sede.
—¿Querías algo? Oh, perdona, ¿te he asustado? —sonrió la desconocida—. Lo siento mucho.
Cuando el nuevo alumno se recuperó, preguntó con gran alegría:
—Perdón, ¿es esta la sede del club de fútbol?
—Fue la sede hace mucho tiempo, solo la mantenemos por nostalgia. Pero ya no se utiliza para nada.
La mujer, que parecía ser una profesora del instituto, se prestó a dirigirlo hasta la verdadera sede. El chico alucinó en cuanto se detuvieron delante de un enorme edificio al que se llegaba por un enorme puente, con su inconfundible rayo en lo alto de la fachada.
—¿Esto es la sede?
—Es más que una sede, es el Edificio Fútbol.
—¡¿Qué?! ¿Entonces todo el edificio es la sede del club de fútbol?
—Sí, exactamente. Yo soy Celia Hills, la profesora encargada del club.
—¿Usted es la tutora del club? —preguntó totalmente emocionado.
—Bueno… ¿Y qué es lo que querías?
—¡Yo quiero apuntarme al club de fútbol del Raimon! —contestó con expresión seria.
Celia miró durante un segundo al chico con algo de asombro, como si esa pasión que había desbordado el chiquillo no se la hubiera esperado.
—Ya veo… —murmuró, sonriendo.
—Mi nombre es Arion Sherwind —se presentó tras una reverencia.
Pero Celia Hills fue arrollada por una sombra desconocida.
 
—Es un gran problema el que tenemos, Travis. Nos preocupa su empeño en no comprender cómo funciona el fútbol hoy en día. Si se obstina en no hacer caso a lo que decimos, tendrá que presentar la dimisión.
—Está empezando la época del fútbol regulado —Frank Wintersea se separó del señor Goldwin, presidente de la junta escolar, y se dirigió hacia Percival Travis—. Los institutos han reforzado el control y la educación del talento de sus jugadores mediante la regulación. Nada que ver con lo que había en la época del expresidente Sonny Raimon. Su modo de trabajar ya ha pasado de moda.
—¿No tiene nada que decir? —increpó Goldwin.
—Sí, no pienso traicionar mi trabajo lo más mínimo.
—En ese caso, su salida de nuestra escuela es solo cuestión de tiempo —repuso con tono lúgubre el presidente.
—Si la conversación ha terminado, entonces me retiro.
—¿Pero por qué esa obstinación en seguir en el club de fútbol del Raimon? —preguntó el director Wintersea, viendo cómo se marchaba el entrenador.
Travis se detuvo delante de la puerta, se giró y contestó:
—Estoy esperando el momento.
El director del instituto y el presidente de la junta escolar se miraron sin entender ni una sola palabra. El momento de confusión quedó opacado por la interrupción de un hombre que exclamaba:
—¡Tienen que venir al campo de fútbol ahora mismo!
—¿Qué significa esto? —exigió Goldwin.
—¡El equipo de fútbol…! ¡El equipo de fútbol…! ¡Es horrible! —gritó antes de salir disparado.
 
Arion se asustó bastante al ver que la profesora Hills trastabillaba para no ceder ante el peso muerto de la chica que se había colgado a su cuello. Una gran cortina negra casi envolvía a la profesora, que empezaba a sonreír entre protestas.
—¡No seas tan bruta!
—¡¿Y cómo no voy a serlo?! ¡No puedes pedirme eso! ¡Dios mío! ¡Cuánto tiempo! —la mujer pegó un grito de emoción.
—¡Annie Powers, compórtate delante de los alumnos! —pese a la advertencia, Celia estaba riendo.
Las dos mujeres terminaron dándose un fuerte abrazo.
—¿Pero qué haces aquí? —preguntó Celia, empezando a darse cuenta de que la morena estaba ahí de nuevo, delante de ella—. Creía que estabas en el extranjero. Bueno, estabas perdida, mejor dicho. Tantos años… ¿Cuántos han sido? ¿Cuatro?
—Cuatro, exacto. ¡Pero no te preocupes! ¡Ya he vuelto! —anunció con gran alegría—. Dios, Celia, no sabes cuánto te he echado de menos. En cuanto he puesto un pie en Japón, he venido directamente hacia aquí para que fueras la primera persona a la que viera. ¡Mírate! ¡Profesora! —sonrió con algo de nostalgia—. Parece como si fuera ayer cuando dijiste que querías convertirte en maestra…
Arion miraba a las dos amigas como si fuera un partido de tenis, no muy seguro de si hacerse notar. Para su suerte, fue la morena de pelo largo y ojos oscuros quien reparó en él.
—Oh, un alumno —sonrió con más calma—. Perdona todo este alboroto, es que la profesora Hills y yo somos viejas amigas. Annie Powers, encantada. ¿Eres un nuevo alumno?
—Sí, se llama Arion Sherwind.
—Hoy es mi primer día en el instituto Raimon —sonrió cortésmente.
—Estábamos hablando del club de fútbol del Raimon.
—Ah, qué recuerdos… —suspiró Annie—. He pasado por la antigua caseta, veo que no se ha desmoronado. ¿Y ahora dónde está el club?
—Ahí está —Arion no pudo aguantarse las ganas de señalárselo.
Annie flipó en colores cuando vio semejante edificio y silbó con gran apreciación.
—Dios mío, qué pasada.
—Ahora se lo estaba enseñando a Arion —informó Celia—. Quiere unirse al Raimon.
—Así que quieres apuntarte al club… —Annie lo escaneó de arriba a abajo con curiosidad—. Pero si todavía es temprano, no creo que haya comenzado la ceremonia de apertura. ¿Por qué has madrugado tanto?
—¡Porque sabía que quería jugar aquí! ¡Así que he venido antes que nadie! Me llevaría un disgusto gordo si el club ya estuviera lleno.
—¡Vaya…! Sí que te gusta el fútbol, ¿eh? —sonrió Celia.
—¡Sí, me gusta mucho! ¡Tenía claro que me apuntaría al club en cuanto llegase a secundaria! ¡Me hace muy feliz poder unirme al Raimon, porque lo admiro muchísimo!
A Annie no le pasó por alto la expresión algo apenada de Celia, pero la peliazul cambió rápidamente su expresión y le deseó suerte al chaval. A la morena le dejó intrigada aquel gesto.
—Eres como él… —comentó Celia.
—¿Eh?
—Nada. Ahora que te miro, me has recordado a un viejo amigo.
—Y tanto que sí —sonrió Annie, mirando a la que fue y seguía siendo su mejor amiga—. Seguro que le caería muy bien a Arion. Están cortados por el mismo patrón, estoy segura.
Arion decidió no darle mucha importancia a ese comentario. Parecía ser algo que solo entendían ellas dos.
—Ah, por cierto, ¿podría observar al equipo? Porque estarán haciendo entrenamiento matutino, ¿no?
—Oh, es cierto, los entrenamientos matutinos —recordó con nostalgia Annie—. A estas horas ya habrán comenzado, ¿no? —miró a Celia.
—Si no me equivoco, estarán en el segundo campo —asintió la profesora.
—¡Quiero verlo! ¡Por favor, déjeme asistir al entrenamiento!
—¡Así se habla, chaval! —Annie le dio un buen manotazo en la espalda—. ¡Con energía ya de buena mañana! —se rió—. Si es que es clavadito a él.
—¿Usted también jugó aquí? —se interesó Arion mientras ponían rumbo al campo.
Annie no se reprimió a la hora de recordar viejos tiempos jugando al fútbol en el Raimon.
 
—¿Esto es todo? —un chaval con sonrisa diabólica hizo ondear la pequeña capa que llevaba.
A su alrededor, los jugadores con la segunda equipación del club estaban desperdigados por todo el campo, lleno de polvareda. Las gerentes intentaban socorrer a los chicos y los demás alumnos del instituto miraban con horror la escena.
—¡¿Qué significa esto?!
—Que he destruido el club de fútbol del Raimon.
El entrenador Travis ya estaba delante del chico de pelo azul oscuro, junto con el docente que le había dado la voz de alarma. El mismo profesor le exigió:
—¡Me vas a decir ahora mismo tu nombre y en qué clase estás!
—No lo sé —sonrió maliciosamente—. Como es mi primer día…
—Así que eres un nuevo alumno —habló el entrenador Travis—. ¿Cómo te llamas?
—Me llamo Victor Blade. Y usted es Percival Travis, ¿no?
—Mira, ya hemos llegado —anunció Celia—. ¿Eh?
—Dios mío, ¿qué ha pasado? —se alarmó Annie al ver a tanto niño tirado en el césped—. Un momento, ¿ese no es el entrenador Travis?
Los tres se apresuraron a bajar al campo para averiguar qué había sucedido.
—Conque has destruido el club de fútbol.
—Exacto. No necesitamos el fútbol. Es una estupidez.
—¡Entrenador Travis! —llamó Celia cuando se puso a su lado—. ¡Escúchame! ¡Las peleas están prohibidas!
Travis abrió levemente los ojos al reconocer a Annie, que miraba para todos lados sin saber muy bien qué hacer. Al final, se decidió por saludarlo con un seco cabeceo. Después, se centró en el niño que tenía pose de chulito.
—¿Peleas? Pero si yo no me he peleado con nadie, ¿verdad?
Victor miró al niño más cercano que había, que resultó ser el capitán.
—Es cierto —respondió con dificultad—. No nos ha dado ni un solo golpe. Tan solo ha chutado ese balón de fútbol —miró el esférico con el ceño fruncido.
—Es verdad… —añadió el portero—. El balón que ha chutado nos ha…
—Un solo chico ha podido con nosotros…
Todos miraron con asombro al chico con capa.
—¿Pero por qué? —preguntó el capitán—. ¿Por qué razón has hecho todo esto?
—Porque el fútbol es inútil, así que lo he destruido, nada más.
Muchos de allí comenzaron a sentir impotencia y rabia por esas palabras.
—El club de fútbol queda cerrado desde hoy mismo —anunció Victor como si nada.
—¡¿Cerrado dices?! —exclamó Arion sin poder creérselo.
—¿De verdad crees que puedes hacer eso? —le increpó Celia.
—Si alguien puede, ese soy yo.
—Dime que estás bromeando —espetó Annie—. No puede ser que un mocoso como tú pueda hacer semejante tontería.
—¿Pero por qué odias el fútbol? —quiso saber Celia.
—¿Odiar el fútbol? Oh, bueno… Solo voy a decir una cosa. El fútbol es una inmensa tontería… ¡Que no necesitamos! —pateó con fuerza el balón que tenía a sus pies.
La pelota terminó encestada en una papelera, en lo alto del campo.
—Pues para decir eso, bien que se te da el fútbol —le soltó Annie, dispuesta a sisearle como una serpiente.
 —¿Por qué insultas al fútbol de ese modo? —Celia ya empezaba a enfadarse.
—¿Insultarlo? No se emocione tanto, profesora.
—¿Eh? ¡¿Cómo dices?!
—¡Más respeto, niñato! —gruñó Annie, dando un paso adelante.
—No es correcto que una profesora amenace a un alumno —comentó con chulería.
—Por suerte para ti, no trabajo aquí —sonrió también de la misma forma—. Y créeme, no tengo reparos en usar el mismo método que tú.
Travis sujetó a Annie de la muñeca, con una clara advertencia de que no hiciera ninguna tontería. Se escuchó una exclamación de sorpresa y a lo lejos se vio una chica castaña correr por el campo hacia ellos.
—¡No os preocupéis! ¡Soy veterinaria! ¡Puedo curaros! —se arrodilló junto al capitán.
Victor miró con algo de desprecio a la mujer y Annie miraba de más a la recién llegada.
—¡Oh, joder! ¡¿Andrea, eres tú?!
La castaña miró hacia quien la había llamado, dándole de rebote un coletazo al capitán del equipo. Sus ojos verde oliva se abrieron de par en par segundos después.
—¿Annie? ¿Annie Powers? Dios mío, ¿eres tú? —se levantó tan rápido que dejó caer de bruces al niño—. ¿Qué haces aquí? —chilló mientras iba a abrazarla.
—¡Lo mismo podría decir de ti!
—He venido a visitar a Estela y a ver la caseta del club cuando he escuchado que había estudiantes heridos. He venido a ayudar —entonces reparó en Victor—. ¿Tú eres el salvaje que ha herido a esos pobres niños?
—¿Salvaje? —arrugó el entrecejo.
—Sí, este maleducado ha empezado a decir cosas horribles sobre el fútbol —explicó Annie.
Ya tendría tiempo para preguntar qué era eso de ir a visitar a Estela. Porque no podía ser la misma Estela, la benjamina bajita de pelo azul e histérica que había conocido en su adolescencia, ¿verdad?
—Alto.
Todos miraron hacia Arion, que parecía a punto de entrar en erupción mientras temblaba.
—El fútbol… El fútbol no es ninguna tontería. El fútbol tampoco es una estupidez inútil.
A Percival Travis le llamó especialmente la atención. Andrea codeó a Annie con una mirada significativa e interrogante, justo antes de inspeccionar de nuevo al capitán.
—¿Qué estás diciendo? —bramó Victor de malas maneras.
Fue entonces cuando Arion pareció salir de ese trance lleno de furia e indignación.
—¿Eh? Bueno… No… Es que…
—¿Y quién eres tú?
—Yo me llamo Arion Sherwind —le contestó a Victor—. Y voy a entrar en el club de fútbol.
Victor soltó una risita despectiva.
—Lo siento mucho por ti, porque ya no existe. Así que vete a otro club, chaval.
Andrea frunció el ceño e intercambió una mirada con Annie. Las dos parecieron acordar mutuamente el zurrarle a ese sinvergüenza.
—Pero yo… ¡Yo…! ¡He venido aquí a jugar al fútbol! ¡Sería una desgracia que desapareciera el club!
—¿Una desgracia? —repitió divertido—. Oh, está bien, parece que crees muchísimo en el fútbol. Bueno, pues vamos a ver ese fútbol tuyo.
Arion no tuvo tiempo de reaccionar y recibió de lleno el balonazo del joven.
—¡Arion! ¿Estás bien? —Celia corrió hacia el chico, que se tocaba el estómago adolorido.
—¡Pero serás…! —Annie estuvo dispuesta a cogerlo de las solapas de la ridícula capa.
—¡Espera, Annie! —la sujetó de la muñeca—. ¡No puedes pegar a un niño!
—¡Suéltame, Andrea! ¿Y qué me dices del pelotazo que le acaba de meter, eh?
—Mejor hacerlo a solas, cuando no nos vea nadie que no pueda denunciarnos —le murmuró en voz baja.
—¿Cómo has podido hacer eso? —regañó Celia.
—Porque me ha irritado. Me pone de los nervios los que son como él, que hablan del fútbol sin saber cómo es.
—Pero yo lo sé —repuso Arion, recogiendo el balón con sus manos—. Sé muy bien cómo es el fútbol.
—¿Ah, sí? Vale, está bien. Me vas a enseñar lo que sabes. Es más, ¿qué te parece si tenemos un pequeño duelo?
—¿Un duelo?
—¿Qué pasa? No me digas que ahora retiras lo que dijiste.
—¡No lo retiro! —gruñó con rabia—. ¡De acuerdo!
—Pero Arion…
—No, Celia, no le detengas —dijo Annie—. Ciérrale la boca a ese ingrato, Arion.
—No sé yo si es buena idea eso… —murmuró Andrea, preocupada.
—Chaval… —rió maliciosamente Victor—. Bien, enfréntate a mí…
Muchos alumnos se acercaron al campo al ver el jaleo que se estaba montando. La tensión reinaba en el aire. Andrea quería sacar de allí cuanto antes a los niños heridos, por si algún balón salía desviado.
—A ver qué te parece. Si me quitas el balón, has ganado, ¿de acuerdo?
Arion no tragó saliva de puro milagro.
—Entrenador Travis, ¿pero es que piensa dejarles? —increpó Celia con preocupación.
—¿No sería mejor sacarlo de aquí antes de que haga más daño? —preguntó Annie.
Pero el entrenador no dijo nada.
—S te quito el balón, gano, ¿no?
—Si me ganas, aceptaré que el club de fútbol pueda seguir existiendo. Pero si gano yo, entonces se acaba el club de fútbol.
—Señor Goldwin, tiene que impedirlo.
Celia miró con desesperación al presidente de la junta escolar. Wintersea, el inútil director del instituto, iba a su lado.
—Al contrario, autorizo este duelo.
—¿Cómo?
—Pero bueno —masculló Andrea por lo bajo.
—Llevo un tiempo pensando que el club necesita una renovación. Y si son incapaces de ganarle a un alumno nuevo, es que el club no merece la pena.
Aquello dejó sin aire a los presentes.
—Tú, chico, ¿cómo te llamas? —preguntó Goldwin.
—Me llamo Arion Sherwind, señor.
—Sherwind, ¿eh? Te confío el destino del club de fútbol del Raimon. De ti depende todo —soltó, dejando conmocionado al chaval—. Contamos contigo.
—Está claro que este está chalado —susurró Annie sin que nadie la oyera.
—¡Un momento! —intervino Celia—. No lo puede estar diciendo en serio. Por favor, director Wintersea, diga que se detenga.
—Ah, sí —entonces le susurró—: ¿Está seguro de esto, señor Goldwin?
—Estoy convencido de que se trata de un infiltrado del Sector Quinto.
—O sea, que cree que todo esto es cosa del gran emperador.
—Sí, el gran emperador debe de estar tramando algo. Lo mejor es no meterse en su plan.
Wintersea suspiró.
—Es una decisión del presidente de la junta escolar —zanjó Goldwin.
—Se-señor Goldwin… —Celia estaba sorprendida por la ineptitud del presidente.
—Bien, entonces arreglado —sonrió Victor.
—¿Tú estás seguro, Arion? —preguntó Andrea.
—Bueno, vamos a ver. Todos los días estoy entrenando el regate. Sí, seguro que puedo.
—¿Cómo que entrenas el regate? —la profesora Hills estaba estupefacta—. ¿E-eso es todo…? —incluso se le torcieron las gafas que llevaba en la cabeza de la impresión.
—Sí. Tranquila, todo saldrá bien —se dio dos palmadas en las mejillas—. ¡Venga!
—Dios mío, no sabe jugar… —Annie quería desmayarse del disgusto.
—Vamos listos —bufó Andrea.
 
Cuando despejaron el campo de fútbol, los dos jóvenes estaban en el círculo central. Arion se encontraba nervioso, sudando la gota gorda sin haber comenzado siquiera. Al igual que todos los demás, claro. No todos los días uno se jugaba la continuidad del club y le ponía esa responsabilidad a un completo novato.
—Adelante. Juguemos al fútbol, Arion Sherwind.
Victor empezó a dar toques con la rodilla. Tan solo le tenía que quitar el balón para poder ganar. Chupado.
—¡Vamos! ¡Todo saldrá bien! —y se lanzó de cabeza.
Para desgracia de los allí presentes, Arion no conseguía rozar el balón. Victor lo esquivaba como si nada, con gran facilidad. Annie tuvo que reconocer que el chaval tenía peripecia. Andrea maldijo entre dientes por su mala suerte. Llegó un momento en que Victor quiso probar una cosa y le dio un pase facilito a Arion. Al castaño le pilló desprevenido, lo recibió con la rodilla y terminó devolviéndola con la cara sin poder evitarlo. Andrea y Annie cerraron los ojos para no ver tal vergüenza. Los niños del equipo sufrieron la misma agonía.
—Tal y como pensaba —sonrió el peliazul de mirada diabólica.
—Es un desastre. Está jugando con él —comentó uno de los jugadores.
—Es imposible que gane. Lo único es saber cuánto podrá aguantar.
En resumen, que estaban jodidos.
—¿Qué te pasa? ¿Ya has terminado? —se burló Victor.
—¡No, todavía no! —contestó, agazapado en el suelo por el esfuerzo.
—Tanto que hablabas de lo que conoces el fútbol y al final solo era de boquilla —ya no sonreía, estaba molesto—. ¡Esta gente es la que más me irrita!
Y se desquitó pegándole con el balón. Arion salió despedido para horror de los demás.
—¡Arion, no! —gritó Celia.
—Joder, yo lo mato —saltó Annie, pero se detuvo al ver que se ponía de pie.
—Eso duele… Pero aún no se ha acabado.
Las palabras de Arion enfadaron todavía más a Victor, que siguió apaleando al chaval con el balón.
—Esto es una locura…
—Hay demasiada diferencia de nivel.
—Bueno, ¿y si lo damos ya por terminado?
—To-todavía no —Arion se fue de nuevo hacia Victor.
Igualmente, recibió otro pelotazo.
—Ahora ya va en serio.
—O sea, que es el fin del club de fútbol…
—Pero fijaos bien —comentó el que llevaba la distinción de capitán—. Ese chico tiene algo impresionante.
—¿Eh? —todos se inclinaron hacia adelante para poder ver mejor.
—Puede que le falte mucha técnica —continuó el capitán—, pero tengo la impresión de que sus movimientos han ido mejorando desde que empezó. Cada vez va sufriendo menos daño.
—¿Seguro? ¿Y cómo lo hace?
—Es como si pudiera prever la trayectoria del balón.
—¿Tú crees?
—Lo que pasa es que la velocidad de Blade está aumentando.
Arion quiso detener el balón con la rodilla, pero este se desvió y terminó dándole en la cara.
—¿Y eso qué ha sido…?
—Cla-claro que a lo mejor me lo he imaginado —reculó el capitán.
Mientras el novato seguía recibiendo golpes, Goldwin y Wintersea observaban todo desde lo alto del campo.
—Me temo que se trata de un imperial —dijo el presidente Goldwin—. Sin duda, esas técnicas no son de un chico muy normal.
—Un imperial, el grupo de futbolistas de élite forjados por el Sector Quinto. Había oído que reciben una preparación perfecta por medio del fútbol. ¿Cree que será ese chico uno de ellos?
—Y aparte de eso, el muchacho que se está enfrentando al imperial… Se llama Arion Sherwind, ¿verdad?
El director Wintersea observó al aludido antes de decir con un asentimiento:
—Sí. Se ve que es un nuevo alumno.
—Hay que ver cuánto se está esforzando el chico —tuvo que reconocer Goldwin.
Arion estaba sentado en el césped, recuperándose como podía. Victor ya estaba harto de todo aquel juego, así que decidió terminar de una vez por todas.
—¡Oh, no! —exclamó el jugador que tenía el papel de capitán—. ¡Va a chutar! ¡Ahora hará el mismo tiro que nos derribó a todos nosotros!
—Es una locura —jadeó Andrea—. Está preparándose para hacer una supertécnica.
—Dios mío, si le da, lo mata. ¡Tenemos que impedirlo!
—Entrenador Travis, haga algo, por favor —pidió Celia.
—¡Proyectil Letal!
Sin embargo, Arion se levantó rápidamente y le plantó cara, con decisión. Nada ni nadie le iba a impedir jugar al fútbol. Lo decidió aquel día, cuando un balón le salvó de ser aplastado por unas enormes tablas de madera al ir a salvar al pequeño Spotter. Su salvación fue una pelota desgastada con el dibujo de un rayo, el símbolo del mítico Raimon. Aquella pelota y el chico misterioso con sudadera naranja y rostro oculto.
—¡Voy a jugar al fútbol! ¡He dicho que jugaría y jugaré!
Para asombro de Victor y Travis, un aura oscura salió de la parte trasera de Arion. Con un grito belicoso, le dio tal cabezazo que consiguió pararla y retenerla con el pie a duras penas.
—¡Se lo quité!
Gritos de alegría profirieron Andrea, Annie y Celia, mientras que Victor alucinaba, sin poder creérselo. Había parado como si nada su jodida supertécnica. Los demás jugadores estaban igual de impresionados.
—Ese chico… —susurró Travis, mirándolo con nuevos ojos.
—¡Se lo ha quitado! ¡Se lo ha quitado! —Celia reía de la emoción.
—¡Ha ganado, ha ganado! —Andrea aplaudía con fervor.
—¡Has salvado el club de fútbol del Raimon, Arion! —Annie silbó con todas sus fuerzas.
—¡Ahora podré jugar al fútbol!
—Fútbol, fútbol, fútbol… ¡Basta ya de tanto fútbol! —lleno de rabia, Victor dirigió su pie hacia el balón.
—¡Espera, eso no fue lo que dijiste! —la profesora quiso impedírselo.
Pero el mocoso ya había chutado hacia la cara de Arion. No obstante, otro balón intercedió en la trayectoria y lo desvió por poco.
—¿Cómo? —Blade no se lo esperaba.
—¡Mirad, ahí arriba!
—¡Profesora Schiller…!
¿Schiller? ¿Cómo que Schiller? ¿Lina estaba dando clases allí? Annie quedó algo sorprendida por el apellido.
—¡Capitán!
—¿Se puede saber qué clase de espectáculo es este en el sagrado campo de fútbol?
Un chico de media melena gris con la equipación principal del club estaba en lo alto, acompañado de una profesora no más alta que el capitán y de color azul oscuro. Los dos tenían expresiones serías.
—Mira que crear semejante alboroto ya de buena mañana —se lamentó la supuesta profesora Schiller—. Debería daros vergüenza —añadió con sus ojos marrones centelleando desaprobación.
—¿Eh? ¡Riccardo…! —llamó Celia, sorprendida por las palabras.
—Ese chico es… —Arion no sabía muy bien si era el capitán principal o qué, pero por su actitud, parecía que sí.
Detrás de él, Victor soltó una risita desdeñosa.
—Vaya… Por fin aparece.
—Yo soy Riccardo Di Rigo, el capitán del Raimon —esperó a que más chavales se acercaran por su espalda para añadir—: Y todos los que vienen conmigo, son el equipo del Raimon.
El momento de solemnidad quedó relegado a un segundo plano cuando Annie soltó un alarido de total sorpresa.
—¡¿Estela?! ¡No me jodas! ¡¿Ahora eres una Schiller, Estela?!
 
 
 
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A pesar de la intervención del capitán, Victor Blade no va a dejar las cosas tan fáciles al club. Por eso, todo el Raimon tendrá que enfrentarse a él para poder tener futuro. Por eso, cuando el equipo se encuentra en un momento difícil, Riccardo Di Rigo sacará un nuevo poder. Mientras tanto, Annie irá poniéndose al día de todo lo acontecido durante su ausencia y nuevos reencuentros tendrán lugar. ¿Pero podrá hacerlo con una preocupación menos o verá que su querido club de la adolescencia es cerrado definitivamente?
Si lo queréis averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: ¡ESTO ES UN ESPÍRITU GUERRERO!
¡¡¡Esto es fútbol al rojo vivo!!!


Bien, aquí está el primer capítulo de la segunda temporada.

Como habréis visto, el estilo de escritura ha cambiado radicalmente. Espero que haya sido para mejor. Para mi yo quisquilloso, lo ha sido con creces. ¿Os gusta?

Creo que es necesario decir esto para que después nadie se extrañe por si hace una comparación. Como esta temporada estará basada en la del GO, casi todos los títulos, por no decir todos, estarán basados en el original. Esto ya no es lo mismo que en la primera temporada, que me inventé los sucesos a lo loco, no. Es decir, los hechos más importantes sucederán de la misma forma, salvo algunos, pero no muchos.

La gracia de esto es saber qué demonios ha sucedido con las chicas. Y bueno, también contar el pasado de Annie.

Quiero dejarlo claro desde ya por si las moscas, por si desde un inicio parece algo aburrido vivir lo mismo que sucede en la serie del GO.

Dicho esto, pasemos a ver el crecimiento de las chicas que han aparecido en este primer capítulo:

Annie

Andrea

Así se verían actualmente, con nueve años más encima. Y para refrescar la memoria, he hecho una comparativa con edades y todo:



Iré actualizando poco a poco una nueva página donde se ve el cambio que han pegado de una temporada a otra. Además de la comparativa, iré poniendo más datos a medida que se vayan revelando. Y dicha página ya está disponible.

Sin más, me despido.

¡Hasta la próxima!



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