CAPÍTULO 2- ¡ESTO ES UN ESPÍRITU GUERRERO!


—No me digas que no sabes que tu hermano se ha casado —Andrea miró con incredulidad a Annie.
—¿Me ves con cara de saber que Xavier ahora está casado? ¡No fui invitada a la boda…! —protestó.
—¡Pero si te mandamos una invitación y todo y nunca hubo contestación! —le recriminó Estela.
—Chicas, no creo que este sea el mejor momento para pelearse por eso… —Celia alucinaba con esas idiotas.
—Lo repito de nuevo —la voz de Riccardo se oyó de nuevo—. ¿Qué clase de espectáculo es este en el sagrado campo de fútbol?
—Es fútbol —respondió Victor con toda tranquilidad—. ¿O es que no se nota?
La actitud del chaval no le hizo gracia al portero. Riccardo echó un vistazo a los jugadores del segundo equipo, todos hechos polvo. Entonces volvió a mirar a Victor y dijo:
—Para ser un alumno de primero —decidió bajar al campo junto con sus compañeros—, te das muchos aires por haber vencido solo al equipo b.
—¿Vencido? —Victor se cruzó de brazos con suficiencia—. Pero si solo estaba jugando con ellos.
—Entrenador, ¿quién es este chico? —preguntó el capitán.
—Parece que se trata de alguien enviado por el Sector Quinto.
—Ya tardaban en enviar a uno de sus espías —masculló Estela—. Me extraña que solo hayan enviado a uno.
—¿Sector Quinto? —Arion no tenía ni idea de lo que estaban hablando.
—¿A qué has venido? —cuestionó directamente Travis.
—Mis instrucciones son reformar el club de fútbol del Raimon. Y todos vosotros acabaréis en el cubo de la basura.
—¡¿Qué has dicho?! —saltó Riccardo.
—¡Pero bueno…! —se escandalizó Estela—. ¿Qué lenguaje es ese, muchacho? ¡Más respeto!
Victor soltó una carcajada despectiva.
—Os voy a presentar. Ellos serán… el nuevo equipo del Raimon. Sí, son vuestros sustitutos en el club.
Un grupo ataviado con uniforme negro y un rayo amarillo en el pecho se colocaron detrás del imperial.
—¿De verdad el Sector Quinto tiene la potestad para hacer semejante cosa? —murmuró Annie, sorprendida.
—Por desgracia, esos malditos pueden hacer cualquier cosa —Estela chasqueó la lengua.
—Ellos imponen las leyes del fútbol en este país —añadió Andrea—. Es el fútbol regulado.
Cuando Riccardo se recuperó de la impresión, logró preguntar:
—¿Cómo que nuestros sustitutos? Nosotros somos el equipo del Raimon, no ellos.
—Ah… Justo lo que esperaba —sonrió el imperial—. ¿Entonces empezamos el partido de verdad?
—No pienso jugar contra un grupo que solo ha venido a buscar problemas. Porque no nos estarás pidiendo que juguemos un partido oficial, ¿no?
—Hay que ver… —Victor cogió un balón con la mano—. Parece que aún no os habéis enterado de vuestra situación, ¿verdad?
Para asombro de todos, el imperial reventó la puerta de la antigua caseta de fútbol de un pelotazo. Y con ella, su cartel, partido en dos.
—Ahora escuchad —Victor se acercó hasta Riccardo y le puso una mano en el hombro—. No es ninguna petición. Es una orden.
—No puede ser —masculló Riccardo, apretando los puños de pura rabia.
—Bueno, ¿empezamos o qué, capitán?
 
—Eh, parece que se ha montado una buena en el club de fútbol.
—¡Sí! ¡Y que van a jugar un partido! ¡Vamos!
—¿Fútbol? —una chica de pelo azul oscuro se detuvo en seco—. ¿Eh? A ver si es…
Tomando una dirección opuesta a la ceremonia de apertura del Raimon, la joven se dirigió también hacia el Edificio Fútbol.
 
Dentro de la sede actual del club, los dos equipos ya estaban listos para el enfrentamiento. El director del instituto y el presidente de la junta escolar mirarían el partido desde el palco especial. Mientras tanto, Arion y Annie alucinaban al ver el lugar por dentro.
—Oh, menudo estadio tenéis —observó Victor—. Es un instituto famoso por su fútbol.
—Basta de cháchara —cortó Riccardo—. Señor Veteran, haga de árbitro, por favor.
Annie pensó que aquel vejestorio tenía bastante aguante. ¿Cuántos años tenía? Y el tío seguía ahí trabajando. Veteran avanzó hasta la mitad del campo con el balón y anunció:
—Bueno, pues va a comenzar el amistoso entre el instituto Raimon y… Esto…
—Escuche —intervino un hombre vestido de traje, corbata y sombrero negro—, por ahora puede llamarnos la Orden de los Caballeros Templarios.
—Pero…
—Me llamo Saber Sabel —se presentó el hombre de pelo rojo oscuro y largo—. Y digamos que soy el entrenador del equipo. Venga, que comience el partido.
—Aquí uno puede colarse cuando le da la gana, ¿no? —comentó Annie.
—Es lo que tiene tener las puertas de par en par —Estela se encogió de hombros.
—En cuanto salgamos de aquí, tú y yo tenemos que ponernos al día. Y tú también, Andrea.
—Mejor por la tarde, que algunas trabajamos —chinchó Andrea.
—Menudo golpe bajo, cabrona —Annie se hizo la dolida.
—¡Atención! —exclamó Veteran—. ¡Empieza el partido entre el instituto Raimon y los Caballeros Templarios! ¡Que ambos equipos se comprometan a jugar limpio y con deportividad!
—¡Sí! —contestó Riccardo.
—Por supuesto —dijo Victor.
—¿Pero qué está ocurriendo aquí…? —susurró Arion, viendo cómo se colocaban todos en posición.
 
—Riccardo… —llamó el portero llamado Samguk Han, un chico con pelo castaño oscuro en forma de tupé y rapado por la parte inferior de la cabeza y que le sacaba como una cabeza de alto—. ¿Por qué la organización está interviniendo? ¿Qué se propone?
—No lo sé, pero está claro que han insultado al equipo del Raimon. Y eso no se lo tolero.
 
—Los Caballeros Templarios… —dijo el director Wintersea—. Esos chicos tienen todo el aspecto de ser miembros enviados por el Sector Quinto.
El señor Goldwin sonrió con triunfo y soltó:
—Y esto sería perfecto para librarnos de Percival Travis de una vez.
 
Una muchacha de pelo rosa salmón con un enorme lazo azul en lo alto de la cabeza cogió asiento entre el público. Muchos alumnos se acercaron curiosos al enfrentamiento, deseosos de ver un gran partido de fútbol.
—¡Eh! —la misma chica de pelo azul que había cambiado de opinión fue bajando las escaleras de las gradas—. ¡Qué grande es esto…! No sé si le voy a encontrar aquí dentro.
—Oye, tú —llamó la chica del lazo grande—, ¿eres nueva en el instituto?
—¿Eh? Sí. Perdona, ¿sabes lo que está pasando aquí?
—Que quieren echar al equipo de fútbol —contestó con una sonrisa pícara.
—¿Echar al equipo? —repitió algo confundida—. ¡Oh, Arion…! ¿Qué haces ahí?
Tres disparos de cámara se escucharon y una joven de pelo abombado y dos trenzas exclamó con gran deleite:
—¡Oh, qué guapo…! —y soltó un suspiro soñador.
—¡Arion…! —la peliazul se acercó hasta el bordillo.
—¡Dentro de nada dará comienzo! —una voz reverberó por todo el estadio—. ¡El equipo oficial del Raimon se enfrentará al misterioso equipo de los Caballeros Templarios! ¡Al parecer, en este duelo se decide el destino del club de fútbol del Raimon! ¡Oh, ah…! —el chico igual de alto que la chica la miró—. ¡Veo que hay alumnos nuevos, así que debo presentarme sin perder tiempo! ¡Me llamo Charley! ¡Charley Horse! ¡Y soy el encargado de transmitir y comentar todo aquello que suceda en los partidos del Raimon! ¡Ni más ni menos!
—Ah, vale… —la chica alucinaba con el pequeñajo, pero lo aceptó sin más.
—¡Y bueno…! ¡Ahí está el saque inicial…!
 
El partido dio comienzo con el pitido. Riccardo daría el primer pase a su delantero, que portaba el número diez y tenía el pelo violeta oscuro.
—¡Adelante! ¡Vamos, Doug!
—¡Sí!
El capitán le pasó el balón.
—¡A ver de qué son capaces estos…! —comentó Doug antes de subir.
—¡Oh! ¡El Raimon es el primero en lanzar un ataque! —informó Charley Horse—. ¡Es un paso de Riccardo Di Rigo…! —dijo cuando pateó el balón hacia Doug—. ¡Y Doug chuta a puerta! ¿Será capaz Speares, el portero, de detener este trallazo? ¡Lo ha parado…! ¡Lance Speares lo ha atrapado perfectamente!
—¡¿Cómo?! —Doug estaba más que sorprendido.
—Por supuesto —sonrió con suficiencia el portero.
El portero lanzó el balón y Victor lo atrapó en el aire, por encima del enorme defensa que tenía el Raimon.
—¡Atención con el pase de Blade! ¡Es increíble! ¡Conectan un pase tras otro sin dejar caer el balón! ¡Flam Berger se hace con la pelota! ¡Está en posición de tiro…! ¡Gol…! ¡Los Caballeros Templarios se ponen por delante! ¡Samguk Han, el portero del Raimon, no ha podido ni moverse!
—Se han pasado entre ellos en el aire —murmuró Riccardo.
—Y han marcado en un instante —masculló un defensa de pelo rosa y recogido en dos coletas.
 
—¿Eh? ¿Qué ha sido eso? —se preguntó Celia.
—Dios mío, es como ver a la Academia Alius de nuevo… —comentó Andrea.
—Joder con los niños, son buenos —reconoció entre dientes Estela.
—Impresionante… —soltó Arion.
 
—¿Cómo estás, Samguk? —el defensa con el dorsal número tres, el de pelo rosado y coletas, se acercó al portero.
—Lo siento, ha sido fallo mío.
—¿Habéis oído? —habló Flam Berger, el que acababa de marcar—. Fallo suyo dice —hizo un ruidito despectivo antes de volver a su posición.
—Bueno, ¿y qué vas a hacer ahora? —preguntó Victor a Riccardo cuando este último volvía a su posición.
Di Rigo tan solo pudo fruncir más el ceño.
—Vaya, menudo equipo —comentó Doug.
—¿Pero cómo tienen que ser de fuertes para meterle un gol a Samguk tan fácilmente? —preguntó con miedo un chico de cabeza redonda y coletitas altas y castañas.
El defensa grandote gruñó de frustración.
 
El partido se reanudó y esa vez fue Doug quien inició la jugada.
—¡Se reanuda el partido! ¿Qué hará el Raimon para remontar el gol de desventaja?
Para sorpresa de Riccardo y Doug, Victor robó el balón como si nada. Dos jugadores más del Raimon corrieron a su paso, pero el imperial les pasó por encima con gran facilidad.
—¡Detenedle! —ordenó Riccardo.
—¡No te dejaré pasar, tú! —el defensa de gran tamaño no pudo evitar que Victor se escurriera como una serpiente—. ¡Maldición!
Arion temió que fuera el tiro de antes, con el que Victor había intentado reventarle la cabeza. Para su desgracia, Arion acertó y el imperial lanzó su Proyectil Letal.
—¡¿Crees que te voy a dejar?! —bramó Samguk Han—. ¡Parada Ardiente!
Y marcó gol.
—¡Samguk!
—Al final, la fama no era para tanto —se burló Victor—. Qué patéticos sois.
—¿Pero qué ha sido eso? —exclamó un chico de piel morena y gafas de nadar colocadas en la cabeza.
—Esas técnicas no son de seres humanos —sentenció el defensa pelirrosa.
—No podemos perder así. ¡Vamos a recuperarnos! —exclamó Riccardo, el capitán.
 
(Nota: Tengo que hacer un inciso aquí. Es que me hace muchísima gracia el comentario que hace Gabi, el pelirrosa xD Menos mal que no vio los tiros de la Academia Alius, el Zeus o demás jugadores del mundial xD)
 
Pero la distancia entre goles se fue agrandando y los Caballeros Templarios mostraron su superioridad al marcar hasta diez goles.
—¡¿Qué está pasando?! —comentó Charley—. ¡El Raimon se está viendo aplastado!
—Si no hacen algo enseguida, el Raimon va a… —Arion se acercó hasta Travis—. Entrenador, esto no puede seguir así o si no, el equipo va a… ¡Entrenador…!
—No es el entrenador quien puede hacer algo —se limitó a decir Travis—. Son los jugadores —se levantó y caminó hasta donde estaba la línea de campo—. Arion Sherwind.
—¿Sí?
—Ponte uno de los uniformes.
—¿Eh?
—¿O es que no quieres unirte al equipo?
—Sí. Bueno, es que…
Travis le miró de soslayo.
—Voy a ponerte a prueba. ¡Cambio de jugador! ¡Sale Doug McArthur y entra Arion Sherwind! —anunció para desmayo de todos.
—¡Es una locura…! —exclamó Celia—. ¿Cómo puede probar un jugador en este partido?
—Entrenador Travis, me da a mí que este no es buen momento para hacer experimentos —comentó Estela.
—Pero si el chaval no da pie con bola —repuso Annie—. Sin ofender, Arion.
—A estas alturas, es imposible poder remontar el partido, por mucho que quede una segunda parte —añadió Andrea—. A este ritmo nos quedamos sin club.
 
—¡Atención! ¡Lleva el uniforme del Raimon! ¡Pero debe de tratarse de un nuevo miembro del equipo! —anunció Charley Horse—. ¿Cuál puede ser la intención del entrenador Travis?
La chica peliazul se quedó estupefacta al reconocer a su amigo Arion.
—¿Así que tengo que irme? —preguntó Doug, echándose a un lado su largo flequillo—. ¡Bah…!
—Tranquilo, Doug —intentó consolar Riccardo—. Estoy seguro que el entrenador tiene un plan.
—Ya, claro. ¡Pues buena suerte…!
Doug McArthur no le ahorró la mirada despectiva a un nervioso Arion cuando pasó por su lado. Tragando duro, salió al campo con el dorsal dieciocho. ¿Por qué? ¿Por qué precisamente él que casi no sabía ni jugar?
—Ah… Esto… Solo quería decir que muchísimas gracias por ayudarme antes —Arion hizo una reverencia hacia Riccardo—. Es un honor jugar a tu lado.
 
—¡¿En qué está pensando, Travis?! —Celia seguía increpándole—. ¡Ese chico aún no se ha apuntado al club de fútbol!
—No querrá que el club cierre por culpa de un mal cambio, ¿verdad? —Annie le miraba preocupada—. Estaría gracioso que diez años después de haberlo salvado del cierre sucediera esto.
—Si al menos ese Arion jugara bien… —suspiró Andrea.
—Debe tener algo pensado, ¿no, Travis? —Estela miró con algo de esperanza al entrenador, lista para echarse a reír de pura histeria.
—Chicas, cuando le visteis jugar antes, ¿verdad que os pareció percibir algo?
—¿Algo? ¿Qué visteis? —preguntó Estela, que había llegado poco después y no había podido ver el duelo entre Victor y Arion.
—La mirada de Arion, cuando se estaba enfrentando a Victor Blade, era la misma que la suya —se respondió a sí mismo Travis—. ¿No es cierto?
Celia, Annie y Andrea miraron al chaval.
—¿Se refiere a la mirada de Mark? —preguntó Andrea.
—La mirada de Mark… —repitió Celia, haciendo memoria.
 
—¡Arion Sherwind, el nuevo jugador, entra en el terreno de juego! ¡Todos nos estamos preguntando cuál puede ser el plan del entrenador Travis!
Mientras esperaban a que sonara el silbato, Arion se estaba haciendo consciente de que estaba en el Raimon. Después de tantos años queriendo jugar con el uniforme de ese equipo, por fin lo estaba haciendo. Estaba en el mismo lado que sus jugadores, a punto de disputar su primer partido oficial. Debía actuar si no quería que el club cerrara. Tenía que hacerlo.
—¿Otra vez tú? —preguntó Victor con voz aburrida.
Arion inspiró profundamente y murmuró:
—Todo saldrá bien. ¡Sí! ¡Todo saldrá bien!
El pitido sonó y el juego se reanudó. Un jugador de los Caballeros Templarios hizo el saque de banda y fue Blade quien recibió el balón. Pero enseguida vio que Arion le salía al paso mientras gritaba:
—¡Ahora voy a defender a mi querido fútbol!
Sin embargo, un simple toque de rodilla bastó para esquivarlo y le pegó un tremendo pelotazo al chico pelirrosa con coletas. Lo mismo hizo con otro de piel morena y pelo celeste, sin que Arion pudiera hacer nada. Victor siguió dándoles balonazos a todos los jugadores del Raimon.
—¿Tú vas a defender el fútbol? ¡No me hagas reír! ¿Qué pasa? A eso es todo lo que llega tu amor por el fútbol, ¿eh…?
—¡Maldición! —Arion embistió como un toro embravecido, pero terminó tumbado en el suelo.
—¡Fin del primer tiempo! ¡Ha sido una primera parte dominada absolutamente por los Caballeros Templarios!
 
Los jugadores del Raimon se arrastraron hasta el banquillo, donde Annie ayudó a Celia, Andrea y Estela a repartir toallas y agua. Estela fue a ver cómo estaban todos ellos, acompañada de Andrea, que insistía en reconocerlos a pesar de ser veterinaria.
—¡Pero no son animales!
—¿Y qué? Son seres humanos, no se distinguen demasiado. En lo básico se parecen. No me seas tiquismiquis, Estela, anda.
—¡Tócales y te meto el balón por el…!
—¡Comportaos, por favor! —intervino Celia justo a tiempo—. ¡Que hay niños delante!
Annie reía, dándose cuenta de lo mucho que había echado de menos aquello.
—Lo siento, capitán —se disculpó Arion—. No… no he sido capaz de hacer nada desde que he entrado al campo. Pero… ¡Pero no quiero que nos quiten así el club de fútbol!
—Cálmate —ordenó severamente—. Yo tampoco quiero entregarles nuestro club, pero esta gente va muy en serio. Me da rabia reconocer que tienen poder de sobra para aplastarnos.
—Así es como actúa el Sector Quinto —Samguk Han, el portero, se acercó a ellos dos.
—¿Qué? ¿El Sector Quinto?
—Ah, claro, eres nuevo y todavía no lo sabes —recordó Riccardo—. Ya han pasado diez años desde que Japón ganó el torneo mundial —empezó a relatar Riccardo—. Gracias a ello, la popularidad del futbol se disparó. Llegó hasta el punto en que el prestigio en la sociedad de los institutos se decidía por su fútbol. Cuanto peor juegan, más se hunden. Ahora mismo, el valor de un instituto y sus alumnos solo depende de su fútbol.
—¿De su fútbol?
—Nunca creí que la cosa cambiaría tanto en solo diez años… —comentó Annie, que había estado atenta—. Cuando estuve un año más tarde, la cosa todavía no era así.
—Eso es porque no llegó a su punto álgido —respondió Estela, poniéndose a su lado.
—Todavía tuvimos suerte —comentó Andrea.
—Tú mismo decidiste venir al Raimon porque somos buenos, ¿no? —el capitán decidió ignorar las palabras de la profesora Schiller y sus amigas.
—¿Eh? ¿Por su fútbol? ¡No! ¡No es verdad! —Arion frunció el ceño—. ¡Es porque siempre he soñado con poder jugar en el Raimon!
Y porque era de ahí la pelota que le salvó la vida, claro, pero eso no se lo contó a Riccardo.
—¿Así que soñado? —sonrió con algo de burla el capitán y se le borró la sonrisa—. Pues eres el único que piensa así —soltó, sorprendiéndolo—. El resultado lo es todo, se desprecian a los que se les da mal el fútbol. Y para salvarnos de esa situación, se creó el Sector Quinto, la organización de fútbol regulado.
—Pero por muy Sector Quinto que sean —habló Celia—, lo que hay ahora es…
—Dicen que regulan el fútbol, pero en realidad lo están controlando —explicó Travis—. Y quienes se enfrentan a ellos son castigados.
—¿Castigados? —se sorprendió Annie.
—En este momento —continuó el entrenador—, el Sector Quinto controla todos los equipos de instituto, incluyendo cómo deben formar a sus jugadores
—¿Cree que alguna vez conseguiremos recuperar ese fútbol apasionado que nos trajeron Mark y los demás? —preguntó Celia en un murmullo.
—El fútbol como tal ya no existe. Se podría decir que esto es fútbol domesticado.
—Qué barbaridad… —silbó Annie—. Una se va durante un tiempo y ya controlan el fútbol.
—Pues no haberte ido —reprendió Estela—. ¿A dónde demonios fuiste si se puede saber?
—No es el mejor momento para preguntar eso —regañó Andrea—. Esto es serio. El Raimon se podría quedar sin club de fútbol.
—¿Y no hay nada que hacer para impedirlo? —quiso saber la morena.
—De vez en cuando conseguimos jugar partidos limpios —dijo Riccardo—. Y entonces podemos jugar al fútbol libremente.
Pero a veces eso no era suficiente.
 
—¡Va a comenzar el segundo tiempo! ¿Qué hará el Raimon, que se encuentra por debajo del marcador?
Riccardo se lanzó contra Blade para hacerle una segada, pero Victor solo tuvo que saltar.
—¡Capitán! —gritó Arion al verlo en el suelo.
—¿Qué pasa? ¿Es que ya no podéis más? —se burló Victor.
El capitán del Raimon se dejó llevar por la rabia y cargó contra el imperial, que lo esquivó con elegancia.
—¿Por qué no os rendís de una vez? Al final, acabaréis en el cubo de la basura.
El trallazo que pegó hizo volar a todos los defensas y metió a Samguk en la portería, marcando el once a cero del partido.
—¡Los Caballeros Templarios también están dominando este segundo tiempo! —comentó Charley en cuanto el decimosegundo gol sucedió.
—Es imposible que podáis ganarnos —Victor sonreía ante Riccardo, que estaba respirando con dificultad—. Es el fin de vuestro club de fútbol.
—¿El fin…?
—¡No es el fin del club de fútbol! —gritó Arion—. ¡Nadie se quedará con el club de fútbol del Raimon! ¡Jamás!
—Está bien. ¡Pues os lo quitaré!
 
—¡Qué horror…! —Celia veía a los jugadores volar por los aires al paso del imperial.
—Si no supiera que la Piedra Alius está destruida, creería que está bajo sus efectos… —murmuró Annie.
—Y espérate, que no has visto aún lo peor —advirtió Estela.
—Estoy segura de que ese niño del demonio tiene eso —asintió Andrea.
 
—¿Lo habéis entendido ya? —Victor se giró hacia los dos que quedaban en pie, Arion y Riccardo—. Este es realmente el patético nivel de tu admirado Raimon.
—Ya basta… —pidió uno del Raimon, llamado Lars Dijkstra, que se sujetaba el brazo—. Están dispuestos a lesionarnos para hacerse con el club de fútbol. Lo siento mucho, pero paso.
—¿Qué? —Arion vio que se dirigía fuera del campo.
—¡Lars, espera! —pidió el capitán—. ¿Dónde vas ahora?
—Yo me rindo.
—¡No, Lars! ¡Vuelve! ¡Lars…! Oh, no, si seguimos así… Todos… se marcharán…
—¿Cómo que todos se marcharán…? —Sherwind ni siquiera concebía la idea.
—¿Quieres? —Victor le pasó el balón al novato—. Venga, adelante…
Y Arion se lanzó de cabeza, sin pensárselo dos veces. Esquivó una segada, pasó por al lado de Víctor y se regateó a varios con rapidez. Pero al llegar hasta la zona de la portería, dio media vuelta, para sorpresa de todos.
—Esos regates… —Riccardo estaba impresionado.
 
—¿Qué demonios está haciendo? —murmuró Andrea.
—¿Se le ha ido la cabeza o qué? —siguió Estela.
—Vaya, es bastante bueno —comentó la chica del lazo azul desde las gradas, al lado de la chica peliazul.
—Claro, como se entrena regateando todos los días… —recordó la peliazul—. No pudo entrar en el equipo, pero entrenaba solo.
 
—¡Eh, aquí, pásame! —pidió el de las gafas de nadar en la cabeza—. ¿Eh? ¿Cómo? —lo vio pasar de largo.
—¿Qué está haciendo? —se cuestionó Samguk.
—¡Pásalo aquí! —pidió el chico pelirrosa—. ¡Aquí!
Pero el defensa ya estaba marcado por dos jugadores.
—¡Eh!
—Hala…
—¿Por qué no pasa a nadie? —Riccardo no entendía nada, como todos los demás.
—Pero es hasta impresionante, tú.
 
—¿Qué es lo que estás haciendo, Arion?
—Me parece que el chico pretende quedarse el balón hasta que termine el partido —contestó Travis a Celia.
—¿Qué?
—Creo que piensa que si no le da el balón a nadie, entonces no podrán atacar a sus compañeros.
—Oh, joder, no se me había ocurrido eso —se impresionó Andrea.
—O sea que Arion quiere proteger al equipo —concluyó Celia, sorprendida.
—Desde luego, bien pensado —admitió Estela.
—Pero no creo que dure así todo lo que queda —replicó Annie—. Tanta resistencia no debe tener si antes ha recibido balonazos en el otro campo.
 
—¿Crees que te saldrás con la tuya? —sonrió Victor.
Y con un chasquido de dedos, Arion se vio rodeado por diez jugadores.
—Ahora ya no puedes escapar.
El entrenador de los Caballeros Templarios le asintió a Victor, que captó el mensaje.
—Muy bien, entendido —murmuró para sí mismo y luego miró con mala leche a su enemigo—. Arion Sherwind, tu cara me pone enfermo. El fútbol es una tontería inútil.
—¡¿Qué  es eso?! —chillaron Annie y Celia.
—¡No puede ser…! —a Samguk se le salían los ojos de las órbitas.
—Un Espíritu Guerrero —dijo Riccardo, casi sin poder creérselo.
De Victor salió una especie de aura oscura.
—¡¿Qué-qué ven mis ojos?! —chilló impresionado el comentarista—. ¡¿Lo que está apareciendo en el campo es uno de los famosos Espíritus Guerreros de los que hablan todos los jugadores de fútbol?!
El mencionado Espíritu Guerrero se materializó finalmente en un caballero con armadura, espada y escudo que le salía de la espalda de Victor.
—Esta es mi personificación, el Caballero Lancelot —anunció el imperial.
 
—Lo sabía, tenía uno —gruñó Andrea.
—Según tengo entendido, todos los imperiales poseen Espíritus Guerreros —explicó Estela.
—No jodas —maldijo Annie—. Da miedo.
—Entrenador Travis, ¿qué es lo que…? —pero Celia se vio interrumpida.
—La pasión de los jugadores generalmente es invisible —empezó a explicar Travis—, pero con suficiente entrenamiento se puede manifestar dándole una forma física.
 
—Vaya, así que los invocadores existen de verdad… —dijo el chico bajito de pelo celeste.
—No es una leyenda urbana —añadió Samuk.
—Es es… increíble —reconoció Arion.
—¡No te sorprendas por tan poca cosa! —y Victor cargó contra el pobre castaño.
—¡Arion! —gritaron horrorizados al verle volar por los aires.
 
—¡No! ¡Esto no es fútbol! —protestó Celia.
—Esto es una salvajada. ¿De dónde ha salido tanto poder? —Annie miró a las demás.
—Por favor, paren esto —pidió Estela.
—Imposible —intervino Saber Sabel, entrenador rival—. El partido no ha acabado aún.
—No te digo dónde puedes meterte el partido, maldito —masculló Andrea entre dientes.
—Entrenador… —llamó Arion, tirado en el suelo—. Estoy bien, de verdad. ¡Por favor, déjeme seguir jugando!
—Arion…
—¿Es que no ves que te van a romper la cabeza como sigas así? —le reprendió Annie.
—Menuda locura, le va a destrozar —Estela empezaba a ponerse nerviosa.
—¡Quiero seguir luchando hasta el final! Hasta el final… Si nos seguimos esforzando, al final encontraremos una solución.
—¡Toma esto! —con Espíritu Guerrero incluido, Victor chutó la pelota contra Arion.
—¡Arion! —Riccardo corrió a su lado y le ayudó a sentarse—. Esto es una locura.
—¿Hemos terminado? —preguntó con chulería Blade.
—Seguiré… Yo quiero seguir jugando al fútbol con los demás.
—Arion… —el capitán ya no sabía qué decir ante su cabezonería—. ¿Cómo puedes…?
—Por favor… No te des por vencido nunca —le cogió por donde estaba el rayo de su camiseta, justo por la zona de su corazón.
Aquello conmocionó a Riccardo.
—Capitán… Por favor… ¿Eh? —miró al chico, que le había quitado la mano.
—¡Pero yo…! —estaba llorando, dejando que sus lágrimas cayeran libremente de sus ojos—. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no puedo proteger a mis compañeros?!
—E-está llorando… —alucinó Annie.
—Ese es el Riccardo que yo conozco… —sonrió Estela, muy orgullosa.
—¿Por qué te alegras tanto de que esté llorando? —la increpó Andrea, atónita.
—¡¿Pero qué clase de… capitán soy?! —se agarró la cinta roja de su brazo.
—Capitán… —Arion notaba que algo había en el aire y no sabía qué era.
Riccardo empezó a gritar, asombrando a todos. Y al igual que había hecho antes Victor, un aura oscura empezó a brotar del joven. Un Espíritu Guerrero en forma de director de orquesta con cuatro brazos se materializó en el campo.
—¡Oh, Dios mío! ¡Un Espíritu Guerrero, un Espíritu Guerrero! —vitoreó Estela, pegando saltos de alegría—. Cada vez que llora, Riccardo consigue hacer algo espectacular —dijo, intentando que todo su orgullo se notara en la voz.
—Pues ahora mismo tiene unos ojos de loco que vamos… —murmuró Annie.
Andrea le pegó una colleja en la cabeza por idiota.
—Acaba de sacar un maldito Espíritu Guerrero, déjate de decir tonterías.
—¡Riccardo…! —el chico pelirrosa parecía más bien preocupado.
—¿Qué está pasando aquí? ¡Hasta Riccardo tiene uno!
—Esta es la primera vez que lo veo —Samguk todavía no salía de su asombro.
—¡Increíble! ¡Riccardo Di Rigo, el capitán del Raimon, también ha invocado un Espíritu Guerrero!
Saber Sabel estaba encantado de haber descubierto a un nuevo invocador entre las filas del Raimon.
—¡Una resonancia de Espíritus Guerreros! —exclamó, totalmente excitado—. ¡El Lancelot de Victor ha debido despertar la naturaleza que dormía en el fondo del corazón de ese chico!
—Qué interesante… —Victor redujo el suyo a una simple aura oscura.
—¡Soy yo quien debe defender al Raimon! —chilló Riccardo.
—¡Capitán! —Arion se puso delante de él.
—¡Aparta!
—¡Pero…!
—¡Apártate! —le metió un empujón.
Victor intercambió una mirada con su entrenador. Este le sonrió.
—¡Yo soy el capitán del equipo! ¡Por lo tanto yo tengo que defender el fútbol!
Riccardo se veía que estaba cansado tras hacer la invocación.
—¿Crees que vas a poder? ¡Porque seré yo el que te haga pedazos! —Victor volvió a materializar su Lancelot y atacó.
Pero el capitán no se quedó atrás y le dio una patada al balón.
—¡Qué bloqueo! ¡Es un choque entre Espíritus Guerreros!
Todo el mundo estaba asombrado por la cantidad de energía que desprendían.
—¡Qué alto ha subido! ¿Quién de los dos se hará con el balón?
Los dos se lanzaron a por él, pero Saber Sabel gritó en el último segundo:
—¡Esto se acabó!
Victor dejó que Riccardo tocara el balón. Miró con molestia a su entrenador, mientras hacía desaparecer su invocación, y preguntó:
—¿Por qué?
—Hasta aquí ha llegado el partido —anunció.
—¡¿Cómo has dicho?! —increpó Samguk.
—Nos retiramos del encuentro.
—¡¿Estáis huyendo?! —Riccardo estaba con una rodilla clavada en el césped y jadeando.
—¿Huyendo? —Saber Sabel sonrió con malicia—. Más bien os estamos perdonando la vida. Pero la decisión está tomada. Riccardo Di Rigo, tu presencia ha salvado la existencia del Raimon.
—¡Atención a los Caballeros Templarios! ¡Están abandonando el partido cuando aún se está jugando!
Riccardo no pudo más y terminó desmayándose del cansancio. Estela fue la primera en acudir en su ayuda, murmurándole que lo había hecho genial y que le iba a encantar su Espíritu Guerrero. Travis cargó al capitán ante la preocupada mirada de sus compañeros. El defensa pelirrosa también se marchó con él, seguramente a la enfermería. Andrea y Annie siguieron a su amiga Celia, comenzando a cuchichear entre ellas.
 
—¡Arion! —la misma chica peliazul saludó a su amigo en el campo.
—¡Skie…! ¿Estabas aquí?
—¡Sí! Menuda sorpresa todo esto. Pero oye, ¿estás bien?
—Sí, estoy bien. No ha sido nada.
Skie se acercó hasta el magullado chico con una sonrisa de resignación.
—Es increíble todo lo que ha pasado ya antes de la ceremonia de apertura. Oye, ¿qué pasa? —se mostró preocupada.
—¡Ahí va! ¡Es verdad! ¡Va a empezar la ceremonia de apertura!
Skie suspiró derrotada. La chica del lazo azul en la cabeza los vio correr fuera del estadio.
—Las cosas se van a poner interesantes este año. ¿A que tú piensas lo mismo, Rosie?
—Querido capitán, te he sacado un montón de fotos —estaba contentísima la niña con trenzas.
—Desde luego tú siempre igual, ¿eh? —le sonrió sin más remedio.
 
—Pero oye, Annie, ¿desde cuándo estás aquí? —le preguntó Andrea de camino a la enfermería.
—Esta mañana —respondió.
—Se ha presentado aquí, justo cuando estaba hablando con Arion —añadió Celia, que se giró hacia ellas.
—¿Tú no deberías estar en clase, jovencito? —Annie miró al chico con coletas rosas.
—Déjale, Annie, su mejor amigo se acaba de desmayar —restó importancia Estela—. Ni se te ocurra saltarte las clases, ¿me has entendido? Riccardo estará bien, solo es cansancio por invocar su Espíritu Guerrero.
—Está bien, profesora Schiller —suspiró con algo de resignación.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó con curiosidad la morena.
—Gabriel García, defensa del primer equipo —presentó Travis.
—Aunque todos le llaman Gabi —aclaró Estela—. Es de segundo.
—¿Y tú de qué eres profesora? —Annie quiso saber.
Estela se dio un manotazo en su larga cabellera azul y sus ojos castaños brillaron con orgullo.
—Soy profesora de música, está claro. Me he especializado en piano, por eso enseño siendo tan joven. ¿Sabéis ese director de orquesta que le ha salido a Riccardo? Es porque el nene es un virtuoso con el piano. Está claro que es porque también le he enseñado yo.
—No te des tantas grandezas, ¿quieres? —espetó Andrea—. Que para lo enana que eres, se te va a salir por las orejas.
Gabi intentó disimular la risita que luchaba por salir de sus labios. Travis negó con la cabeza, escondiendo una sonrisa. Celia y Annie no tuvieron tanta consideración y se rieron a carcajadas.
—Algún día te haré tragar tus palabras, Andrea. ¡Con batuta y partituras incluidas…!
Las demás rieron con más ganas, Andrea también. Gabi apretó los labios para no reírse de su profesora de música, no fuera a ser que le castigara y no le dejara quedarse un rato con su mejor amigo.
—¿Te quedarás en Inazuma, Annie? —preguntó Travis.
—Sí… —suspiró—. Por fin he vuelto. Y esta vez será para quedarme.
 
 
 
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Menuda ceremonia de apertura está teniendo el Raimon. ¿Tendrá futuro el famoso club de fútbol? ¿O se vendrá abajo cuando los jugadores empiecen a renunciar ahora que el Sector Quinto ha metido mano?
Si lo queréis averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: ¡AMENAZA DE DESTRUCCIÓN!
¡¡¡Esto es fútbol al rojo vivo!!!


¡Bueno, por fin os traigo el segundo capítulo! A veces creo que parezco un robot escribiendo estos capítulos mientras sigo el guión del anime xD

Ahora sí, vamos a ver el paso del tiempo en Estela:


Y para que se vea la diferencia entre su adolescencia y su adultez, aquí está su comparativa:


Y en la página del timeskip ya está actualizada con los datos de Estela :3

Creo que actualizaré cada semana, eso intentaré. ¡No prometo nada!

¡Hasta la próxima!


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