CAPÍTULO 3- ¡AMENAZA DE DESTRUCCIÓN!
Lejos del instituto Raimon, en las instalaciones del Sector
Quinto, el emperador escuchaba el informe Saber Sabel, el entrenador de los
Caballeros Templarios. Sentado en su trono y con un holograma del globo
terráqueo, el emperador oyó decir que Sabel había descubierto a un jugador con
habilidades de invocador.
—¿Supreme ya lo sabe?
—Todavía no, gran emperador. No se encuentra en las
instalaciones. En cuanto logremos localizarle, se lo comunicaremos.
—Bien. Puedes retirarte.
El hombre dio una respetuosa reverencia y se marchó,
dejando atrás a un pensativo y serio emperador.
Mientras la ceremonia de apertura sucedía, Gabi se vio
encerrado en la enfermería con un inconsciente Riccardo en la camilla y una charla
amena entre viejas compañeras. Travis se había marchado ya y Andrea había
insistido en quedarse un ratito más.
—Pues sí, chaval, estas dos chicas de aquí consiguieron
vencer al Inazuma Japón en el mundial de hace nueve años —dijo Annie con gran
orgullo—. Y yo fui la primera chica en formar parte de la selección japonesa.
—Estás ante grandes estrellas del fútbol —sonrió Celia.
—Qué tiempos aquellos —suspiró Andrea con una gran
sonrisa.
—El tiempo pasa muy deprisa —coincidió Estela.
—Entonces, la señorita Powers es familia suya, ¿no,
profesora Schiller? —preguntó Gabi.
—¡Somos cuñadas! —saltó Annie.
—Estoy casada con su hermano.
—¿Tienes fotos de la boda por ahí? Quiero verlas.
—Oh, te van a encantar. Fue una boda preciosa —comentó
Andrea—. Menudo escándalo hizo Guille. No hay foto en que no salga llorando.
—Solo las de antes de que comenzara la boda —se rió Celia—.
Pero luego se las enseñas, ¿de acuerdo? Ahora tenemos que ir a clase.
—Oh, es verdad, que tenemos clase —suspiró Estela—. Y tú
te tienes que largar de aquí, intrusa —apuntó con el dedo a Andrea.
—Entonces me llevo a Annie conmigo. Yo también tengo que
trabajar.
—¿Qué? ¿Ya? ¿Tan pronto?
—Esto no es una sala del té —regañó Celia—. Es la
enfermería y tenemos que dejar que Riccardo descanse. Gabi, ve ya a clase, que
vas a hacer tarde.
—Profesora Hills, déjeme quedarme hasta que se despierte,
por favor —pidió Gabriel García.
—Si no despierta en cinco minutos, te vas directo a clase,
¿de acuerdo?
—Sí, profesora Hills.
—Oh, qué monada de chico —sonrió Annie—. Encantada de
conocerte. ¡Espero poder verte jugar pronto!
Gabi se despidió de ellas y las cuatro jóvenes salieron
del lugar, charlando todavía.
—¿Y por qué no quedamos esta tarde? ¿Termina muy tarde el
entrenamiento de fútbol, Celia? Me gustaría ir.
—¡Eso! ¡Quedemos…! —exclamó Andrea—. Ya verás cuando le
diga a Guille que estás aquí.
—Podemos quedar en la cafetería de siempre —propuso
Estela—. Después del entrenamiento, claro. Así nos ponemos al día.
—¿Dónde está esa cafetería?
—Es una nueva —respondió Celia—. Ya verás, te llevarás
una sorpresa. ¿Sabe ya Xavier que estás aquí?
—Pues… ¿Sí?
—¿Has venido directa del aeropuerto al instituto? —Estela
quiso saber.
—Exactamente, eso hice —sonrió como si nada—. Pero no os
preocupéis por mí. Ya tengo donde quedarme. Dejo la maleta y me voy contigo,
Andrea.
—Vale, pero luego te tendrás que ir. No quiero que andes
molestando mientras trabajo.
—Qué mala eres, H —suspiró dramáticamente.
—Tú sí que eres la mala aquí, Annie —intervino Celia—.
¡Cuatro años sin saber nada de ti! ¿Te parece eso correcto? ¡Te hemos echado
mucho de menos!
—Y yo a vosotras, chicas. De verdad, no sabéis cuánto.
Riccardo Di Rigo volvió de nuevo en sí poco antes de que
las clases terminaran, encontrándose al pelirrosa al lado de la camilla, que
había dejado su expresión preocupada por una sonrisa aliviada. Gabi había
pedido salir un poco antes para ver cómo se encontraba su capitán y como era la
hora de la profesora Hills, consiguió el permiso.
—Hola, Gabi.
—¿Estás bien?
—¿Qué es lo que ha pasado?
—¿No te acuerdas de nada? —se sorprendió Gabi.
—Solo recuerdo a ese chico agarrándome de la camisa. Y después
de eso…
—Luego invocaste un Espíritu Guerrero.
—¿Quién? ¿Yo? —Riccardo abrió mucho los ojos por la
sorpresa.
—Es la primera vez que te he visto poner una cara tan
terrorífica. Parecía que querías hacérselas pagar a ese chico, el tal Blade.
Riccardo sonrió con resignación y preguntó:
—¿Y el equipo?
—Recogiendo la antigua sede del club. Algunos no tenían
clase durante la última hora. ¿Recuerdas que la destrozaron?
Gabi tuvo que reaccionar rápidamente para impedir que
Riccardo se levantara de la camilla.
—¡No hagas locuras! —exclamó Gabi—. ¡Tienes que
descansar!
—¡Soy el capitán del equipo! —respondió con furia.
El pelirrosa le mantuvo la mirada durante unos segundos
antes de suavizar su expresión. Entonces le dijo con preocupación:
—Asumes demasiadas responsabilidades, Riccardo.
—Reúne a todo el mundo. ¡Enseguida!
Después de que el primer día de clases terminara para los
de primer año, Victor Blade enfiló hacia el despacho del presidente de la junta
escolar. Allí se encontró con el director Wintersea, que parecía vivir
enganchado al señor Goldwin. Sin dar más rodeos, Victor les comunicó lo que
había venido a hacer al Raimon.
—Así que después de todo sí que eres un imperial del
Sector Quinto… —recapituló Goldwin—. Y por orden del gran emperador, te han mandado
aquí para tenernos controlados.
—Sí.
—¿Y el plan que teníais de apoderaros del club de fútbol
ha cambiado por el Espíritu Guerrero?
—Puede que el club tenga algún valor después de todo —se
limitó a contestar Blade.
—¿Y la llegada de los Caballeros Templarios puedo pensar
que se hizo para provocar el despido del entrenador Percival Travis? —preguntó
el director Wintersea.
—Mi misión es la de observar a los jugadores y lograr la
destitución de Percival Travis.
—Así que Travis… —comentó Goldwin—. Aquí también llevamos
un tiempo pensando cómo podríamos ocuparnos de ese hombre.
Wintersea parecía nervioso, tocándose varias veces el
puente de sus gafas cuadradas.
Annie llegó a la vieja caseta del club cuando unos
alumnos ponían la puerta sobre el marco. Se ofreció a ayudarles para dejar el
lugar un poco mejor y miró con pena el lugar. Diez años en pie y un mocoso con
el pelo en punta conseguía destrozarla de un solo pelotazo.
—¿Vosotros no tendríais que estar en clase?
—No teníamos durante la última hora —contestó uno.
A lo lejos vieron llegar a Gabi con prisas.
—Hombre, hola, Gabi —saludó Annie—. ¿Cómo está el
capitán?
—Ya ha despertado y ha convocado una reunión de urgencia.
Los jugadores se miraron con algo de preocupación y se
marcharon hacia la reunión.
—¿Celia va a ir? ¿Puedo acompañaros también?
—¿La profesora Hills dice? Todavía estará dando clase. Luego
vendrá.
—Prometo pasar desapercibida como un fantasma. No voy ni
a respirar. Solo quiero ver cómo está tu amigo.
—Está bien —aun así, Gabi no se veía demasiado
convencido.
Annie se aplaudió mentalmente por haber ido. En cuanto todos
los jugadores se reunieron en la sala, y ella se puso en un rinconcito, el caos
estalló. Ni siquiera se dieron cuenta de su presencia. Todos estaban nerviosos
por la presencia de Blade, el imperial del Sector Quinto. Y tener a un imperial
en el Raimon significaba que el Sector Quinto había puesto la mira en ellos por
algún motivo. Eso solo podía significar problemas. No queriendo que esa
organización afectara a su modo de jugar, algunos fueron renunciando al equipo.
Arion llegó a la sala de reuniones, acompañado de su
amiga Skie Blue y un chico enano que había conocido en la ceremonia, cuando el
delantero Jagur Meister del segundo equipo exclamaba:
—¡Ahora que hemos llamado la atención del Sector Quinto,
jamás podremos volver a jugar! ¡Y Blade, el chico ese de primero, da miedo con
solo mirarle!
Las cinco gerentes que habían allí guardaban silencio, al
igual que Di Rigo. Annie tuvo que darle la razón mentalmente. El tal Blade
parecía un macarra capaz de sacarte una navaja en cualquier momento. Solo que
en vez de apuñalarte, ese te pegaría con la pelota.
—¡Habíamos conseguido aguantar hasta ahora, pero es
demasiado! —continuó Jagur Meister.
El niño enano que estaba al lado de Arion, con un peinado
que recordaba a las orejas de un conejo, murmuró:
—Los ánimos están muy caldeados, ¿verdad?
—Seguro que es todo por lo de esta mañana —respondió
Arion con preocupación.
—Venga, nos vamos —ordenó Jagur, yéndose.
Y tres chicos más siguieron su ejemplo.
—Espera, ¿lo estás diciendo en serio? —preguntó Adé Kébé,
el chico con gafas de nadar en la cabeza.
El delantero más alto y grande del equipo, Wanli
Changcheng, se interpuso en el camino de Jagur y dijo:
—Pero chicos…
—Sí, muy en serio, Wan-Chang.
—¡¿Y a ti te parece bien, Riccardo?! —saltó Subaru Honda,
asustando al chico de coletitas sentado a su lado, Eugene Peabody.
—Qué vamos a hacer… —comentó Gabi.
—¡Algo habrá que plantearse…! —exclamó Subaru.
—El equipo b está acabado —sentenció Shunsuke Aoyama,
dirigiéndose a su amigo Hugues Baudet, sentado detrás.
—¿Eh?
—Hugh, Shun, venga, vámonos.
Muchos más empezaron a desertar, sorprendiendo a la
mayoría del primero equipo. Pero las renuncias que más sorprendieron fueron la
de dos jugadores que recientemente habían conseguido pasar del equipo b al a. Les
había costado mucho su ascenso.
—Es porque tenemos miedo del Sector Quinto.
—Para mi expediente ha quedado muy bien formar parte del club.
Pero el fútbol siempre me ha dado lo mismo.
—¡Oye! ¡¿A qué ha venido eso?! —espetó Subaru Honda,
señalándolos con el dedo.
A pesar de ser de baja estatura, Subaru tenía cuerpo atlético
y estaba dispuesto a hacerle una rinoplastia gratis a ese tonto de un puñetazo.
—¡Parad! ¡Ya está bien! —gritó Samguk Han.
—¡Escucha, Sam! —se retuvo como pudo, pero eso no evitó
que gritara—: ¡Aquí todos estamos en las mismas y no hemos salido con eso!
El club se estaba yendo a la mierda y Annie no podía
negar que estaba disfrutando del espectáculo. Claro que debería evitar que se
liaran a hostias como la adulta responsable que era, pero prefería esperar un
poquito más.
—Oye, Lars, Sven, gracias por todo lo que habéis hecho —a
pesar de sonreír, las manos unidas y fuertemente apretadas de Riccardo
intentaban no mostrar su temblor.
—Perdidos… Estamos perdidos… —lloriqueó Eugene.
Arion intentó evitar que los jugadores se fueran,
bloqueando la salida. Intentó hacerlo contándoles la gran admiración que tenía
por el Raimon y sus ganas por formar parte del club, pero los otros se burlaron
de él, diciendo que era un crío por no haberse dado cuenta de lo que había
pasado en realidad.
—Verás, nos asusta cómo está ahora mismo el fútbol.
—¿Os asusta? —Arion se sorprendió—. ¿Cómo puede asustaros
el fútbol? Yo creo que el fútbol es muy divertido. Pensad cómo se sentirá el
pobre fútbol si nosotros no nos divertimos jugando.
La risa fue generalizada en toda la sala. Hasta Annie se
había quedado estupefacta por sus palabras.
—¡Oye, chaval! —llamó Michael Ballzack, el jugador de
piel morena y pelo celeste—. ¿Cómo que el pobre fútbol? ¡El fútbol no es una
persona…!
—¡Ya basta! ¡Yo creo que es verdad! ¡Si nos divertimos
jugando, el fútbol siempre será divertido!
—Deja que se vayan —intervino Riccardo.
—¿Eh? Capitán…
—Muchas gracias, Riccardo. He estado a punto de saltar
con las tonterías de este chaval.
Y de malas maneras, apartó a Arion de la puerta. Incluso las
gerentes salieron con el rabo entre las piernas. Hugues y Shunsuke también terminaron
por marcharse, con el primero no estando del todo seguro y no contento por
abandonar.
—Joder, estáis hechos unos zorros por un chaval de
primero —fue la primera vez que habló Annie.
—¿Y usted quién es? —saltó Doug McArthur.
—El Raimon habría quedado reducido a nada si os llegáis a
enfrentar a la Academia Alius —resopló, ignorando olímpicamente al chico de
pelo violeta oscuro—. Solo nueve jugadores se han quedado, esto es de risa. Mark
estaría llorando al ver cómo está quedando su querido club.
—¿Pero esta quién es? —Michael frunció el ceño.
—Casi me parece un insulto que te hayas desmayado por
ellos, Riccardo —y miró directamente al capitán—. ¿Te sacas un Espíritu Guerrero
y ellos se largan? ¡Ah, menuda desgracia de…!
Annie se quedó a mitad de frase cuando las puertas se
volvieron a abrir, dejando paso a Celia y al entrenador Travis.
—Malas noticias, tenéis desertores en vuestro equipo —soltó
Annie como bienvenida.
—¿Qué haces tú aquí? —se sorprendió Celia.
—Ver cómo el club se disuelve poco a poco —suspiró
dramáticamente—. Entrenador Travis, no me dijo que ahora el Raimon estaba lleno
de blandengues. Menos estos nueve de aquí, que están aguantando como unos campeones.
—Así que solo quedáis vosotros… —dijo Celia con cierta
preocupación.
—Ya veo —comentó Travis.
—Me ha faltado convicción —dijo Riccardo con pesar.
—Es como lo que dicen de las ratas que abandonan el barco
que se hunde.
—¡Exactamente! —saltó Annie con una sonrisa—. Me gusta tu
comparación, chico. ¿Cómo te llamas?
—¿Yo? —se señaló confuso—. Adé Kébé…
—¡Muy buena esa! —le enseñó el pulgar hacia arriba.
—¡Pero eso no nos convierte a nosotros en ratas! —chilló
un indignadísimo Subaru.
—¡Somos miembros del club de fútbol! —añadió solemnemente
Wanli.
—Vosotros sois los héroes de guerra —asintió Annie.
Riccardo suspiró.
—Chicos, sé que esto es muy injusto, pero si decidís
dejarlo, no me lo tomaré a mal.
Todos empezaron a mirarse entre sí, intentando averiguar
quién tenía pensado irse o no.
—Nunca pensé que te quedarías —comentó Michael.
—Yo tampoco de ti —respondió Doug.
—Ya nos las apañaremos.
—Y no tiene nada que ver con el expediente académico —añadió
con sorna Doug, haciendo reír a Michael.
—¿El expediente académico? —preguntó Wanli—. Doug, eso
hace al fútbol muy aburrido.
—No me digas que te parece divertido el fútbol actual.
Eso dejó a Wanli sin respuesta.
—A mí me da igual —explicó Doug—. No juego al fútbol porque
sea divertido o no. Pero podemos tener la vida casi hecha después de graduarnos
aquí —y sonrió para preguntar—: Tú piensas igual, ¿verdad?
—E-eh… Yo…
Para sorpresa de muchos, Arion Sherwind y el chico enano
que se presentó como Jean-Pierre Lapin, pero quería que todos le llamaran JP,
querían unirse al club.
—Pues perfecto —soltó Annie—. Si esos dos se unen, al
menos habrá un equipo completo.
—No, no podéis entrar aquí —rechazó Riccardo con seriedad.
—¿Eh?
—No digas eso, Riccardo —intervino Celia—. Arion, lo de
esta mañana fue especial, pero en realidad hay una prueba para entrar en el
club.
—¡¿Qué?! —gritaron los dos.
—¡Pensaba que ya formaba parte del club!
—Si juegas así de mal, casi prefiero que el club se
disuelva por completo, Arion —bromeó Annie.
—¡Annie, no seas tan desconsiderada…! —Celia le pegó un
pellizco a la morena—. Espera, Arion. Entrenador Travis, a pesar de todo lo que
ha pasado hoy, ¿no podríamos…?
—Está bien. Venid mañana después de clase.
Como el equipo no tenía ni ánimo para entrenar, decidieron
dejarlos marchar antes de tiempo. Arion, JP y Skie se fueron juntos a casa, con
los dos chicos pensando en la prueba de acceso.
—Entrenador Travis, ¿quién es ella? —preguntó Doug.
—Oh, ¿no me he presentado?
—Pero si antes has sudado de él cuando te ha preguntado… —bufó
Michael.
—Lo siento, ha sido sin querer. Me llamo Annie Powers,
soy una antigua alumna del Raimon. Y a partir de ahora, asistiré como
espectadora a todos vuestros entrenamientos.
—¿Y eso cuándo lo has decidido? —saltó Celia.
—Yo misma, claro está. No hay ningún reglamento que
impida verlo, ¿verdad? En el instituto Raimon puede entrar cualquiera y yo soy
una exalumna, estoy en todo mi derecho.
—Mientras no esté molestando… —murmuró Doug.
—¡Tranquilo! Seré como Celia. ¿Sabéis que vuestra
profesora tenía el apodo de la callada? Sí, señor, Celia la callada y estaba en
el club de periodismo antes de ser una gerente del club de fútbol.
—¿De verdad? —se interesó Wanli—. ¿Y por qué la callada?
—Porque hablaba más que una cotorra. No paraba de parlotear.
—¡Annie, por favor…! —Celia se sonrojó por la vergüenza—.
¿Es que solo has venido para molestar o qué?
—Tranquila, tranquila —se alejó de un salto para evitar
su golpe—. ¡Solo estaba contando una anécdota tuya…!
—Entonces, ¿usted fue a la misma clase que la profesora
Hills? —preguntó Subaru.
—Yo era un año mayor que ella, pero coincidimos en el
club. Ah, sí… —suspiró nostálgica—. Vine aquí cuando el Inazuma Japón ya había
ganado el mundial y el Raimon era un instituto famoso. Pero ya os contaré más
otro día. La profesora Hills parece estar a punto de cometer un asesinato. ¡Hasta
mañana!
Como Annie salió pitando de la sede del club, tuvo que
esperar a la salida del instituto. Hbían quedado en que Estela y Celia la
llevarían a la cafetería habitual de reunión para poder charlar. Allí las
esperarían Andrea y Guille. En cuanto las dos docentes salieron del instituto, se
dirigieron al centro de la ciudad de Inazuma.
—¿Vamos a charlar a una cafetería llena de gatos? —Annie
alucinó.
—¡Exactamente! —sonrió Estela—. ¿No es una monada?
—¿Y por qué os reunís siempre aquí?
—Conocemos a la dueña, somos muy amigas de ella —respondió
Celia con una sonrisa misteriosa.
—A ver si me voy a poner celosa… —bromeó Annie.
Al entrar, escanearon todo el lugar para encontrar a
Andrea. Un brazo se movió en el aire y vieron a Andrea sentada al lado de un
chico alto y guapo. Guille había pegado un estirón bastante notable y su cara
aniñada de antes había dado paso a un joven muy apuesto. Eso sí, la misma
sonrisa alegre de siempre todavía la conservaba, igual que su peinado.
—¡Joder! ¡Es Annie! —pegó un salto y salió corriendo a
abrazarla—. ¡Oh, Dios mío! ¡Eres tú! ¡H no quería decirme por qué me había
arrastrado fuera del trabajo! ¡Solo me decía que era algo muy importante!
—¿Ves cómo al final tenía razón? —le increpó Andrea,
todavía sentada.
—¡Guille! —Annie lo abrazó con fuerza—. ¡Cómo has
crecido! ¿Has crecido todavía más en estos cuatro años en que no te he visto o
qué? Madre mía.
—El cabrón no para de crecer —bufó Estela—. Y una aquí
siendo una enana. Vamos, sentémonos, que estamos dando un espectáculo.
—¿Ya habéis pedido? —preguntó Celia a Andrea.
—Sí —contestó la castaña—. Os estábamos esperando. No veáis
lo que me ha costado sacar a Guille del trabajo. ¡Casi lo tengo que secuestrar…!
—¡Pero H! ¡Estaba en mitad de un caso importante! —protestó
él, haciendo un puchero—. Si me hubieras dicho que se trataba de Annie saliendo
de no sé dónde, lo habría dejado antes. ¡Me lo tenías que haber dicho!
—Era una sorpresa, idiota —replicó ella, dando un sorbo a
su café.
—¿Un caso? ¿Es que eres abogado, Guille? No recuerdo que
estuvieras estudiando Derecho cuando me fui…
—¿Él? ¿Abogado? —señaló Andrea—. Se podría decir que sí,
la verdad, pero al servicio de Cupido.
—¿Cupido?
—Dirige una agencia matrimonial aquí, en Inazuma —aclaró
Estela.
—¿Una agencia matrimonial? —a Annie casi se le saltaron
los ojos—. ¿Eso de verdad existe?
—¡Por supuesto! —Guille hinchó el pecho como un palomo
todo orgulloso—. ¡Y déjame decirte que está teniendo mucho éxito! Pues claro, no
por algo soy el mejor casamentero del mundo.
—Si te escucha Sue… —se rió Celia.
—No jodas. ¿Sue también trabaja contigo?
—Oh, no, solo en ocasiones, cuando le apetece aparecer
por aquí —respondió Guille—. Normalmente está en Osaka, ayudando en Corazón de
Espátula, el puesto de crepes.
—Venga, pedid —dijo Andrea—. Annie, ¿te han comentado que
la dueña de este lugar es muy amiga nuestra?
—Sí, eso me han dicho —la morena acarició el lomo de un
minino que pasaba por allí—. ¿La conozco?
—¿Por qué no lo decides tú misma? —dijo una voz al lado
de Annie.
El cuello de Annie giró tan rápido que por un momento sus
amigas pensaron que se lo había partido. Una chica con melena castaña recogida
en cola de caballo estaba en la mesa de ellos, con una libreta dispuesta a
recoger sus pedidos. Sus ojos grandes y castaños miraron con cariño y diversión
a Annie, que se había quedado sin palabras.
—¿J-Joss? ¿Eres tú? ¿Tú eres la dueña de esta cafetería?
—Esa soy yo —se rió—. Joss Austen, dueña de este café de
gatos en Inazuma. ¡Para serviros!
Annie chilló antes de abalanzarse hacia Joss. Necesitó unos
minutos para deshacerse del agarre de la morena, llamando demasiado la
atención.
—¡No me obligues a echarte…!
—Anda, siéntate un poco con nosotras —pidió Celia—. Será solo
un momento.
—Siempre puedo tomarme el descanso ahora —con un
chillido, avisó a sus empleados que estaría con sus amigas por si necesitaban
algo—. Por Dios, mírate, Annie, cuatro largos años sin vernos. ¿Dónde coño
estabas?
—No hablemos de mí, sino de ti. ¿Cuándo la has abierto?
—Después de que te marcharas. Nuestros amigos fueron mis
primeros clientes.
—Sí. Y con la cantidad que éramos, buena caja hizo el primer
día —bromeó Andrea.
—También ayudó que nuestros novios fueran del Inazuma
Japón y ayudaran con la publicidad —añadió Estela, guiñando un ojo.
—La ventaja de tener buenos contactos —remató Guille.
Un camarero se acercó hasta ellos para registrar sus
pedidos. Se quedaron callados hasta que sus cafés fueron servidos.
—Contadme más de vosotros —pidió Annie después de dar un
sorbo a su taza—. He de suponer que todos vosotros habéis estado en Inazuma
desde que me marché, ¿no?
—Sí —asintió Andrea—. Yo encontré trabajo de veterinaria
en cuanto me gradué y Guille montó su agencia matrimonial con ayuda de Sue.
—Yo entré a trabajar como profesora hace poco —explicó Celia.
—Yo lo hice poco después —añadió Estela—. Antes de eso me
dediqué a hacer recitales de piano por todo el país.
—¡Y por el continente asiático! —dijo Joss con una gran
sonrisa—. Aquí nuestra amiga Estela es famosa en el mundo de la música.
—Y encima está casada con mi hermano. ¡Somos cuñadas y yo
sin enterarme!
—Querida Annie, es una de las pocas que ha cometido
semejante locura —intervino Guille—. Los demás no hemos dado todavía el paso.
—Entonces, ¿Darren y tú queréis dar el siguiente paso
algún día? —susurró Annie.
—Ahora no podemos —hizo una suave mueca—. Aparte de jugar
en la liga profesional, está en la selección nacional y nuestros horarios son
un poco jodidos.
Annie dirigió la mirada hacia Andrea.
—Lo mismo que él —alzó las manos—. Solo que Jordan es el
secretario personal de Xavier. Que lo sepas, tu hermano es un tirano en el
trabajo. Además, somos muy jóvenes para pensar en el matrimonio. Fue esta, que
le dio el venazo y aceptó la propuesta de Xavier hace dos años.
—Con tan solo veinte añitos pasó por el altar —Joss negó
con la cabeza, fingiendo desaprobación.
—No me jodáis, no soy la única casada.
—A ver cuándo somos cuñadas tú y yo, Joss. ¡Estoy
deseando que Bryce me diga que pronto seré tía!
—Quita, loca. Ni muerta me quedo embarazada tan joven.
Pídeselo a Estela, que es la casada.
—Ni hablar —replicó la peliazul—. Mi carrera profesional
está en ascenso. Prefiero centrarme en mi piano.
—¿Ya sabe Axel que estás aquí? —preguntó Celia—. ¿Habéis
estado en contacto durante este tiempo?
Los demás se miraron entre sí. Annie se quedó callada
durante unos segundos.
—La verdad es que... que no quedamos muy bien, Celia.
—Algo sabemos —replicó Guille, algo más serio.
—Solo sabemos que de un día para otro te fuiste del país
sin dar demasiadas explicaciones —aclaró Andrea.
—Que querías estudiar fuera o algo así —añadió Estela.
—Bryce me dijo a mí que era porque te querías encontrar a
ti misma —comentó Joss.
—Pues Axel dijo que era porque querías saber más sobre
tus padres biológicos —declaró Celia.
Todas miraron a la morena, que estaba claro que había
dado diferentes versiones. Y obviamente ninguna era la verdadera.
—No os preocupéis, ¿está bien? Me fui por mis motivos,
pero estoy bien, ¿vale? Ahora estoy aquí, que es lo importante.
—¿Piensas volver a hablar con él? —tanteó Guille.
—Bueno, Axel no se lo tomó muy bien. Y con razón. Así que
no creo que su hermana Julia vea con buenos ojos que me acerque a él otra vez.
Seguro que me odia por hacer sufrir a su hermano —agachó la mirada—. Y bueno,
no puedo culparla. Yo tuve toda la culpa. Ahora no voy a ir detrás. Además,
¿qué iba a decirle?
—¿Tal vez que lo sientes? —propuso Joss—. Las disculpas
siempre tienden puentes a la reconciliación.
—Ya se lo pedí antes de marcharme. Volver a decirlo no
cambiará las cosas. Ni tampoco curará las heridas.
—Bueno, pues yo no voy a perdonarte si esta noche no
vienes a mi casa y saludas como es debido a Xavier.
—¿Tiene que ser esta noche? Estoy reventada...
—Déjala, Estela, mañana sin falta ocupa vuestro sofá para
pasar la noche, ¿vale? —sonrió Andrea.
—Y tienes que hacer videollamada con Bryce —advirtió
Joss—. Ya verás, se va a cabrear cuando se entere de que llevas un día entero
aquí y que todavía no lo sabe.
—Ahora que estás aquí, Annie, podrás ayudarme en una
cosa.
—¿En qué puedo ayudarte, Guille? Tengo todo el tiempo del
mundo ahora que no trabajo.
—¿Todavía sigues con eso?
—Cállate, Handrea, esto es importante. ¡Celia y Scotty
están hechos el uno para el otro y no se quieren dar cuenta...!
Tanto Annie como Celia estuvieron a punto de escupir el
café.
—¡Celia...! ¿Te gusta el elfo ese? —tenía la boca
abierta.
—¡¿De dónde sacas esa tontería?! —gritó a su vez Celia.
—No te hagas la tonta —sonrió con picardía Estela—. Hasta
Silvia me ha comentado algo y todo. Y cuando quedo con Rubén, también.
—¿Silvia y Rubén?
—Sí, sí —asintió Joss—. Se ve que Scotty no es muy bueno
disimulando.
—¡Solo decís tonterías, nada más...! —se quejó Celia.
—¿Y Jude aprueba esta relación? —preguntó Annie.
—Scotty sigue vivo porque Jude no lo sabe —se rió Andrea.
—Me tendrás que ayudar con eso también. Yo solo no podré
lidiar con él.
—Hecho. No puedo dejar que una de mis mejores amigas no
consiga estar con el amor de su vida.
—¡Pero bueno...!
Y como antaño, compartieron risas.
Ya había oscurecido cuando en las instalaciones del
Sector Quinto se mostraba una grabación del momento exacto en que Riccardo Di
Rigo invocaba a su Espíritu Guerrero.
—Así que fue un Espíritu Guerrero…
—Pero el sujeto invocador no recuerda nada de lo sucedido
—explicó Saber Sabel.
—Vaya, conque acaba de despertar.
—Entonces, ¿qué hacemos con el instituto Raimon a partir
de ahora?
En el holograma salió la ficha de cada uno de los
jugadores del Raimon, entrenador incluido, y la del capitán se amplió.
—¿Tú qué piensas, Supreme?
La figura tapada con capucha larga se acercó más al
holograma, justo detrás de Saber Sabel. El entrenador se tensó como una cuerda
de piano. Por alguna razón, no se sentía del todo cómodo al lado de Supreme.
—¿No contestas? Bueno, aún no sabemos cuántos invocadores
puede haber. Pueden sernos útiles.
—De acuerdo. Como ordene el gran emperador —Saber inclinó
la cabeza.
El susodicho sonrió de lado. El entrenador se fue de la
habitación, dejando solos a Supreme y al gran emperador.
—Parece que todavía no necesitamos de tus servicios,
Supreme… —comentó el gran emperador con un deje de burla.
Supreme se dio la vuelta, ondeando dramáticamente su
capa, y salió de allí. Entonces la sonrisa del gran emperador desapareció de su
rostro.
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El día de la prueba
de Arion y JP para entrar al club ha llegado. Después de haber entrenado duro la
tarde anterior, pondrán a prueba sus habilidades. Mientras tanto, Annie y las
chicas asisten a la prueba de aspirantes. ¿Pero por qué demonios hay un
guerrero vikingo en el campo?
Si lo queréis
averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: ¡ARION Y JP CONTRA EL VIKINGO!
¡¡¡Esto es fútbol al
rojo vivo!!!Hasta aquí el tercer capítulo. Y como han salido antiguos personajes, he aquí sus apariencias:
Guille |
Joss |
Eso sí, no notaréis el cambio si no os muestro las comparaciones. Aquí están:
Los dos han pegado un cambio durante estos nueve años, pero a Joss se le nota más que a Guille xD La página del timeskip de las chicas está ya actualizada con las nuevas incorporaciones y los nuevos datos.
Y eso es todo.
¡Hasta la próxima!
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