CAPÍTULO 39- MALDAD POR PARTIDA DOBLE


Tezcat les llevó hasta una zona justo al lado de una enorme cascada.
—Chicos, vamos a empezar ya el entrenamiento en esta isla —dijo Mark—. Creo que hay posibilidades de poder crecer en este escenario.
—Ya veréis, os lo vais a pasar muy bien —sonrió Yeidi.
—¡A trabajar duro, chavales! —gritó Tris, sonriendo malévolamente.
—¡Sí!
—¿En esta isla hay monos? —preguntó Danny, mirando hacia los árboles.
Entre las ramas se podía ver que había movimiento. Demasiado como para ser provocado por pequeñas aves.
—Me extrañaría —respondió Eve.
—Entonces alguien nos está espiando —Angy frunció el ceño.
De entre las ramas salió volando Tezcat agarrado de una liana. Cuando llegó hasta lo más alto que pudo, retrocedió y aterrizó en el suelo, impresionando a todo el mundo.
—Bueno, un mono no había, pero sí Tarzán —comentó Hikari.
—Chicos, yo he crecido en esta isla, así que por lo tanto la conozco muy bien. Si jugáis con la naturaleza igual que acabo de hacer, seguro que podréis lograr lo que queréis —Tezcat terminó guiñando un ojo.
—¿Lo dices en serio? —Arion se vio entusiasmado con esa idea.
—¿Pero por qué te tomas tantas molestias? —preguntó Riccardo.
—¡Eso sería alucinante! —sonrió JP—. ¡Venga, quiero intentarlo!
Tezcat se limitó a sonreír, sin responder al capitán del Raimon.
—Como hagan eso, se nos rompen la cabeza —comentó Tris.
—Gracioso es que digas eso viendo lo que has planeado para ellos —le espetó Caleb.
—Lo mío no consiste en colgarse de una liana a veinte metros del suelo.
—¡Tranquilos! ¡No es peligroso! —sonrió Tezcat—. Solo hay que escalar esa cascada de ahí.
Todos miraron hacia atrás, viendo hacia la enorme cascada.
—Ese será el ejercicio que os pondré. ¿Quién quiere ser el primero en intentarlo?
Todos los jóvenes se echaron para atrás menos Arion.
—¡Genial, Arion! ¡Ponte los guantes de portero y a escalar se ha dicho!
—Creo que deberíamos quedarnos aquí abajo por si acaso, Mark… —murmuró Yeidi.
—Sí… No quiero que Silvia y Rubén nos maten si algo le pasa al chico…
—¡Bueno, pues los demás seguidnos! —ordenó Tris.
 
—¡Jo, qué alto…!
—¡Tranquilo, Arion! ¡Cálmate y mira bien las formas de las rocas! ¡Así podrás llegar a la cima!
—¡Vale! —exclamó con decisión.
—¡Si te caes, salta hacia el agua! —gritó Yeidi, algo preocupada.
—¿Hay rocas en el fondo? ¿Cómo de profundo es este lago? —preguntó Mark.
—No hay de por qué preocuparse —sonrió Tezcat—. Yo me he tirado muchas veces desde lo alto y no me ha pasado nada.
Sus palabras no terminaron de convencer del todo al joven matrimonio.
 
Nathan y Eve les llevaron hasta un río y ancho plagado de plantas acuáticas con hojas enormes. Tan enormes que eran más grandes que los más jóvenes.
—Bien, chicos, ya hemos llegado al lugar —sonrió Eve—. ¿Habéis traído ropa para cambiaros? Porque vais a terminar chorreando hasta el culo.
Riccardo, Gabi y Subaru se miraron entre sí. ¿Tendría algo que ver con el agua?
—¿Una carrera? —le sonrió Nathan.
—Sabes que no puedo decir no a eso —sonrió la pelirroja también—. ¿Preparados? Listos… ¡Ya!
Para asombro de los tres chicos, los dos adultos empezaron a saltar sobre las hojas de las plantas, desplazándose. Los dos saltaban muy rápido, controlando muy bien sus movimientos para no resbalar y caer al agua. Los dos llegaron a la misma vez al otro lado de la orilla.
—¡Por poco! —se rió Eve antes de girarse y gritar—: ¡Ahora vosotros, chicos! ¡Tenéis que saltar hasta aquí!
—¡Imaginad que las hojas sobre las que saltáis son defensas y que tenéis que encontrar el camino para superarlos! —exclamó Nathan.
—Son unos apoyos inestables —murmuró Gabi.
—Entonces tendremos que buscar un camino.
—¡Bueno, pues tendremos que hacerlo! —se animó Subaru, siendo el primero en intentarlo.
Al principio fue bien al tomar carrerilla. Sin embargo, al pasar a la tercera hoja con mucha dificultad, esta casi le expulsó del sitio. Había rebotado tan mal que terminó dentro del agua.
—¡No os pongáis nerviosos y saltad!
—¡Dejad que vuestro propio cuerpo actúe por instinto! —aconsejó Eve.
—Esto es completamente imposible —se lamentó Subaru.
Riccardo frunció el ceño, mentalizándose para ir saltando de hoja de hoja.
—¡Está bien!
Cuanto más rápido, mejor. Eso había pensado Riccardo. Pero pilló tal velocidad que terminó resbalándose por la hoja mojada y cayendo al agua. Eve sonrió complacida, pero su novio Nathan enseguida le codeó suavemente para que dejara de ser tan mala.
—Lo siento, es demasiado divertido esto.
—Disimula un poco al menos. ¡Seguid intentándolo! ¡No paréis! En mis tiempos, el Raimon también tuvo que pasar por unos entrenamientos duros para mejorar.
—Has sonado como un auténtico viejo —se rió Eve abiertamente.
Nathan terminó con las mejillas algo coloradas, pero se recuperó rápidamente. Gabi fue el siguiente en saltar, sin darse cuenta de que unos kappas miraban su entrenamiento debajo de las enormes hojas.
 
—No me mires así —resopló Tris—. Tú querías entrenar los cambios de velocidad, ¿no? Pues esta es la mejor forma de hacerlo.
—Sigo pensando que habría sido mejor en otro lado —murmuró Caleb.
—Cállate, estos rápidos son la hostia. Es como ir montado en trineo.
Aitor, Wanli y JP alucinaron al estar dentro de esa cueva, con el agua bajando a toda pastilla por las rocas. Miraron los supuestos trineos que les habían construido: ruedas de neumáticos con una cuerda donde sujetarse.
—¡En marcha, chicos! ¡Subid a vuestros vehículos y lanzaos! Tenéis que subir hasta arriba del todo y bajar. Por el agua. Fácil, ¿no? Va, venga. No tardéis mucho si no queréis que vaya yo allí a empujaros —sonrió Tris.
—Te lo estás pasando en grande aterrorizando a esos chicos, ¿no?
—No me jodas, tú seguro que también lo estás disfrutando.
—¿Y si luego nos echamos una carrera? —propuso Caleb.
—Hecho. Pienso aplastarte.
—No si yo llego antes a la línea de meta, otaku —sonrió desafiante el joven.
—Que te lo has creído.
Caleb miró a su novia. Estaba mirando hacia arriba, esperando escuchar los gritos de terror de los más jóvenes mientras bajaban por el agua.
—Avísame la próxima vez que vayas a desaparecer de esa manera.
—¿Estabas preocupado por mí, calvo?
—Bueno, nunca se sabe lo que pueden llegar a hacer los del Sector Quinto…
Tris miró a su chico. Estaba segura de que se estaba comportando tan fatalista por las acciones de Ray Dark y sus métodos sucios para ganar. Si un solo hombre podía llegar a hacer todo eso, ¿de qué sería capaz una organización tan grande como el Sector Quinto?
Tris le cogió del cuello de la camisa y le estampó un beso en los labios. Luego le susurró contra los labios:
—Creo que ya estamos en paz. Sobre todo cuando a ti se te ocurre la brillante idea de colarte con tus amiguitos en una isla remota para investigar al Sector Quinto.
Caleb terminó sonriendo de lado. La pareja se separó en cuanto por fin escucharon gritos. El primero en bajar a toda pastilla fue Wanli Changcheng.
—¡Os tenéis que acostumbrar a los cambios de velocidad! —sonrió Caleb.
Detrás de él bajaron JP y Aitor a la misma vez. A JP casi se le saltaban las lágrimas del susto y de la velocidad adquirida.
—¡No tengo miedo! ¡No tengo miedo…! —se intentaba autoconvencer el más pequeño.
—¡¿Miedo?! ¡Esto es pánico! —soltó Aitor.
Wanli, que se había salido del recorrido, hizo de amortiguador para sus compañeros cuando salieron volando por los aires.
—Oh, por favor —bufó Tris, viéndoles ahí tirados.
—Si subestimáis a la naturaleza, os llevaréis una buena lección —les sermoneó Caleb, totalmente serio.
Caleb y Tris intercambiaron miradas traviesas. Los tres chicos temblaron de miedo al ver a sus profesores sonreír de esa manera.
 
—¿Quiere que hagamos surf en la arena? —preguntó Lucian, sosteniendo una tabla de madera.
—Os permitirá mantener un equilibrio estable, no importa en qué situación estéis —asintió Shawn.
—O también lo podéis ver más como snowboard —comentó Angy—. Como vosotros queráis. Estoy segura de que Kai se lanzaría directa al mar a intentar cabalgar esas olas.
—La arena es igual de inestable que el mar o la nieve. Será un gran ejercicio para vosotros. Venga, adelante —animó Shawn.
—Lo que pasa es que vosotros lo tendréis más fácil con esas cuerdas —suspiró Angy—. Sigo pensando que es mejor que lo hagan si ese apoyo.
—Queremos que se entrenen, no que se abran la cabeza contra alguna de las rocas —le recordó Shawn.
Ryoma y Lucian fueron los primeros en lanzarse ladera abajo. Para sorpresa de ellos, bajaron más rápido de lo esperado y terminaron en la arena.
—¡Qué daño!
—¡Es bastante duro!
Los dos chicos vieron a Victor aguantar mejor el equilibrio.
—¡Maldita sea! —aun así, terminó comiendo arena.
—Un entrenamiento bastante difícil, ¿eh? —sonrió Shawn—. Por eso precisamente merece la pena.
—Y encima haréis piernas a la hora de subir la cuesta. ¡Vamos, chicos, a correr subiendo! ¡Eso os fortalecerá aún más! —animó Angy—. ¡Luego nos podremos dar un chapuzón en el mar después del entrenamiento!
—¿No conoces ningún entrenamiento dentro del agua? —le preguntó Shawn.
—En la concentración estuvimos haciendo mucho vóley playa… —murmuró pensativa ella.
—Con razón estás más morena.
—¡Eso es mentira…!
—Pero seguro que has aprovechado el sol de allí.
—Bueno, tampoco te lo voy a negar…
—Morena o no, siempre serás guapa —y para rematar la cosa, el dio un beso en la mejilla.
—¡Ay, qué mono eres…! —a Angy le salieron corazones en los ojos antes de tirarse encima de su novio para llenarle la cara llena de besos.
—¡Cuidado…! —gritó antes de caer sobre la arena.
A lo lejos, los tres jóvenes se preguntaron si esos dos se habían olvidado completamente de ellos, sumergidos en su burbuja de amor.
 
Samguk había tenido la mala o buena suerte de haber sido interceptados por Hikari, Danny y Jack. Habían decidido coserle a tiros con o sin supertécnicas para que se hiciera más fuerte.
—¡Llamarada Exprés!
—¡Amor Infinito!
Samguk hizo su mejor esfuerzo por parar los tiros, pero le estaban reventando poco a poco. Incluso llegaron a hacer el Super Trampolín Relámpago los tres juntos, solo para que el chico terminara dentro de la portería.
—¿No nos estaremos pasando…? —murmuró Jack.
—Qué va, es solo que es un debilucho —comentó Danny.
—Tiene que entrenar más esos brazos —dijo Hiki—. Si estuviera Yuuto aquí, seguro que lo ponía fino.
—Pero Mark está aquí —habló Jack—. Puede darle algunos consejos.
—Es cierto —sonrió Danny—. Vamos a buscarlo.
—No creo que haga falta. Por allí vienen —señaló Hikari—. ¡Hola, chicos! ¿Dónde está Arion?
—Se ha quedado con Tezcat, escalando la cascada —respondió Yeidi—. ¿Qué estáis haciendo?
—Justamente íbamos a buscarte, Mark —respondió Danny.
—¿A mí? ¿Por qué?
—Para que le des consejos a Samguk y así pueda mejorar de cara al partido —sonrió Jack—. Háblale de tus entrenamientos especiales de cuando eras más joven.
—¿Entrenamientos especiales? —repitió Samguk Han, totalmente interesado.
—Oh, sí, tus entrenamientos —se rió Yeidi—. Se mataba haciéndolos.
—Me parece haber visto a Caleb y a Tris con unas ruedas viejas antes —murmuró Hikari.
El portero del Raimon les miró confundido. ¿Cómo que neumáticos?
El entrenador Evans se vio entusiasmado con la idea y siguió a la señorita Sono, que le llevó hasta donde había visto a sus amigos cogiendo esas ruedas. En cuanto se pillaron dos, se hicieron con unas cuerdas y se fueron a la sombra de un árbol. El joven portero les miró con curiosidad. El entrenador Sharp ya había usado ruedas de coches durante su entrenamiento especial, así que tampoco el sonaba tan descabellado. ¿Pero para un portero? Entonces el chico se vio rodeado por los cinco adultos y terminó con la rueda cargada en su espalda. La otra estaba colgada del árbol.
—Cuando era un crío como tú —empezó a contar, cogiendo la rueda para darle impulso—, me iba hasta el parque de la torre Inazuma cada tarde después del entrenamiento y me dedicaba a parar este neumático con mis propias manos, cargando una también en la espalda. Gracias a ese entrenamiento, conseguí sacar mi Mano Celestial. ¿Preparado, Samguk?
Samguk vio que los amigos del entrenador Evans le observaban muy atentamente. ¿Debía de estar preocupado? Ese neumático era bastante pesado y con impulso, estaba seguro de que saldría disparado si le daba.
—¡Ánimo, tú puedes! —animó Yeidi.
Con un asentimiento breve, el portero tragó saliva. En realidad no estaba nada listo.
Mark dejó caer el neumático para que la propia gravedad hiciera su trabajo. Samguk se preparó para recibir el golpe y detener el neumático. Pero al estar nada acostumbrado a tener tanto peso en su espalda, terminó cediendo al peso y volando hacia atrás.
—Menos mal que no se la has lanzado con mala leche… —murmuró bajito Danny.
—Qué flojo eres, muchacho —Hikari le miró desde arriba—. Si mal no recuerdo, Mark la lanzaba con todas sus fuerzas para que le viniera con más impulso. Vamos, arriba, a seguir entrenando.
—¡Qué recuerdos me trae todo esto! —comentó Jack, sonriendo con mucha nostalgia.
—La verdad es que sí… —sonrió también Mark.
Yeidi vio cómo Samguk Han salía de nuevo disparado por el neumático y se rió. Para el chico seguro que no serían buenos recuerdos durante una buena temporada.
 
El primer día de entrenamiento fue demoledor para los muchachos. Terminaron hechos polvo, muy cansados. Los adultos miraban con sonrisas a los niños, viendo que se habían esforzado mucho. Sin embargo, estaban que casi se dormían del cansancio, sin ni siquiera cenar. Pero Tris fue lo suficientemente espabilada como para pegarles cuatro gritos y espabilarlos un poco. Tuvieron arroz con curry para cenar. Y como sabían que estarían famélicos, hicieron montones y montones.
—¿Estáis bien? —iba preguntando Mark a los jugadores.
Los niños respondían con cara de pena y cansados.
—¿Qué pasa? ¿Ya estáis reventados después de tan poco? —sonrió Caleb de lado.
—No estamos acostumbrados a esta isla —respondió Victor.
—Viniendo de ti, es raro que lo digas —sonrió Yeidi con suavidad.
—Estuve muy poco tiempo y fue en el Santuario, no en plena naturaleza —murmuró él.
—Comed todo lo que queráis, que se puede repetir —ofreció Jack.
Suspiraron. Hasta parecían cansados de tan solo masticar y tragar.
Danny se rió y dijo:
—No os durmáis en los laureles, que la comida vuela.
—Sobre todo teniendo a estos tres pozos sin fondo —señaló Hikari a los más comilones.
—Primero son los niños —protestó Yeidi.
—Eso, eso —asintió Jack—. ¡Todavía tienen que crecer mucho!
—Además, nosotros ya hemos hecho curry de más —soltó Danny—. Nuestra propia reserva particular.
—A ver si os vais a poner malos de tanto comer… —alucinó Eve.
—Me pregunto cómo estarán los demás… —murmuró Tris, mirando hacia el cielo—. Espero que al menos les estén tratando bien.
Caleb le acarició la espalda con cariño, transmitiéndole que seguramente estarían bien, que no se preocupara.
 
—¡Deberíamos hacer algo…! —gritó Jade furiosa.
—Lanzar la cena no hará que nuestra situación mejore —le recordó Celia, viendo que la adolescente estaba a punto de estampar la bandeja contra la puerta.
—Tenemos que calmarnos —dijo Jude con tranquilidad.
—¡Pero entrenador Sharp…! —protestó la chica.
—Aunque planeemos una ruta de escape, igualmente nos seguirán vigilando y sabrán lo que pasa —señaló Rosie con el dedo.
Las otras cuatro personas miraron hacia donde apuntaba. Una cámara de videovigilancia estaba dirigida hacia ellos, observándoles las veinticuatro horas del día.
—Y lo más probable es que se pueda escuchar todo lo que decimos —suspiró Skie.
Solo Celia se dio cuenta de que Jude miraba de más la cámara en el techo.
 
Durante el siguiente día, los chicos del Raimon estuvieron entrenando duramente con los adultos. Fallando continuamente pero no rindiéndose, intentándolo una y otra vez hasta que consiguieran dominar los ejercicios.
Arion y Tezcat se encontraban en lo alto de la cascada, viendo la puesta de sol tan bonita.
—Es impresionante —sonrió Arion antes de tumbarse en el suelo—. El día de hoy ha sido muy duro.
Tezcat se rió, con la pelota en las manos.
—¿Has salido alguna vez de esta isla, Tezcat?
—Bueno… no.
—¿Y los demás de tu equipo?
—No estoy seguro.
—¿No son tus amigos? —se sorprendió el de pelo castaño.
—Bueno, casi no los conocía antes de unirme al equipo.
—¿Sabes una cosa, Tezcat? —Arion se sentó—. Eres muy bueno jugando al fútbol.
—Llevo dándole patadas al balón desde que era pequeño. Antiguamente, en esta isla se jugaba un deporte parecido al fútbol.
Tezcat se sentó mientras Arion asentía y decía:
—Sí, es verdad. De eso me he enterado. Oye, Tezcat, la estatua de antes es un espíritu del fútbol, ¿no?
—Creo que espíritu es demasiado —su sonrisa se fue al mirar el balón y tocarlo—. Pero esto se empleaba hace mucho para decidir los asuntos importantes. El fútbol medía el valor de las personas.
Arion se dio cuenta de que la expresión de Tezcat, pero enseguida se distrajo con el balido de una cabritilla llegando hasta ellos. El chico se levantó y preguntó:
—¿Crees que es la cabritilla de antes?
—¿Por qué la rescataste durante el partido, Arion?
—¿Que por qué la rescaté? No sé explicarlo, pero en ese momento pensé que tenía que hacer algo.
—Desde luego sí que eres gracioso —se rió Tezcat.
—¿Tú crees?
La sonrisa del chico se esfumó de nuevo y miró al horizonte.
—Si hubieras estado en aquel entonces, tal vez las cosas habrían sido distintas…
—¿Como el qué?
—Esta isla tenía unas costumbres distintas a las de vuestro mundo. Hubo una vez durante una larga sequía que esto se usó para decidir a quién habría que expulsar para salvar la aldea —Tezcat miró con tristeza la pelota—. Una chica del equipo perdedor sería la víctima. Esa era la ley de la isla. Una de las chicas tenía un hermano mayor y este quería salvar a su hermana fuese como fuese, así que fue al otro equipo y les hizo la promesa de que se dejarían ganar a cambio de unos regalos. Arion… el chico compró el resultado del partido. Pero la gente de la aldea… lo descubrió.
—¿Y qué le pasó a la hermana del chico?
—Fue expulsada. Así que al final el chico no pudo proteger a su hermana. Si hubiera estado seguro de ganar, si hubiera tenido valor para jugar limpiamente —Tezcat abrazó el balón de fútbol—, tal vez no habría hecho algo así.
—Se parece un poco al fútbol que hay ahora.
—Es posible que el fútbol haya echado una maldición a la isla entera… —frunció el ceño, con rabia.
Pero enseguida se distrajo con el balido de la cabritilla. Luego, el animal se marchó.
—Tezcat, el fútbol no maldice a la gente.
—Claro que sí. Da igual, ya es tarde.
—Pero Tezcat…
—Si tu fútbol no es fuerte, no podrás salvar a quienes más te importan —soltó con rabia y resentimiento—. Por eso hacerse fuerte es lo más importante.
—¿Tú crees, Tezcat? —Arion terminó sonriendo—. No sé, yo estaba pensando otra cosa. Ojalá los aldeanos de tu historia solo hubieran jugado al fútbol para divertirse.
No se dio cuenta, pero esas palabras parecieron enfurecer más al isleño, que dejó caer la pelota de fútbol para patearla mientras gritaba:
—¡Si no tienes fuerza, no vales nada!
Arion se sorprendió ante el chut, pero más lo estuvo al darse cuenta de que el isleño ya no estaba a su lado. Se había esfumado en cuestión de segundos.
 
—Así que crees que estás maldito.
Tezcat se giró, asustado de tener compañía a esas horas de la noche. Se relajó de nuevo para mirar el cielo nocturno.
—No se puede llamar de otra forma a esto.
—Quizás no estés maldito. Quizás solo seas… el Dios del Fútbol. Tal vez sea un regalo.
—Tú y yo sabemos perfectamente que ser dioses no es un regalo misericordioso, sino una maldición. Una muy cruel.
—Puede que tengas razón…
 
 
 
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El día del partido llega más rápido de lo esperado y pronto el Raimon se está dirigiendo al Santuario para disputar el partido. La libertad de sus amigos está en juego y no pueden permitirse la derrota. Para desgracia de ellos, el Equipo Zero les dará más de una sorpresa. Y no precisamente de las buenas. ¿El entrenamiento de esos días habrá valido la pena? ¿O están destinados al fracaso?
Si lo queréis averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: EQUIPO ZERO
¡¡¡Esto es fútbol al rojo vivo!!!




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