CAPÍTULO 44- ESPEJISMO


—Joder, las mejores cosas pasan cuando yo no estoy —se quejó Annie, dejándose caer en el sofá.
—Yo no diría que fue una cosa guay… —murmuró Angy—. Al menos para algunos.
Era el día siguiente después de rescatar al Raimon de las garras del Sector Quinto. Annie había regresado y se había encontrado con aquel panorama. Por la noche habían decidido reunirse para poder actualizar a la morena.
—Si hubieras estado en esa maldita isla, no estarías diciéndolo tan a la ligera —Danny le dio un buen pellizco a Annie.
La morena chilló antes de apartarse de golpe de la pelirrosa. Entonces se topó con David, que siguió su camino con cara de pocos amigos antes de subir las escaleras de la mansión y encerrarse en una de las habitaciones.
—¿Pero esta no es la casa de Jude…? —señaló Kai.
—No preguntes, es mejor no hacerlo —dijo Saki, con una sonrisita de lo más extraña.
Ken tan solo tuvo que echar un vistazo a su novia para saber qué era lo que estaba pensando.
—Supongo que el enfado todavía no se le habrá pasado… —murmuró Joss.
—¿Enfado? ¿Enfado por qué? —preguntó Esther.
—Ha estado así desde que volvimos anoche —comentó Rubén.
—¿Y Jude? —preguntó Guille.
—Le he visto subir las escaleras —contestó Andrea—. Supongo que irá a hablar con él.
Andrea vio cómo su mejor amigo se quedaba demasiado pensativo. Esa no era buena señal. Sobre todo cuando Hikari, Danny y Saki se acercaron a él. Incluso Annie.
—Siento tener que aguaros la fiesta, pero tenemos que irnos —Andrea cogió del cuello a Guille cual gato.
—¿Eh? ¡Pero si aún es pronto, H!
—Sí, claro, ¿pero luego quién tiene que despertarte por las mañanas? Yo.
—¿Vais a algún lado? —preguntó Esther, curiosa.
—Guille se tiene que ir temprano a Osaka y yo me voy a una convención internacional de veterinaria al Reino Unido.
—¿A qué te vas a Osaka? —preguntó Kai con curiosidad.
—Voy a reunirme con Sue por negocios.
—¡Déjanos cinco minutos más con él, por favor! —suplicó Annie.
Hikari y Danny le hicieron ojitos de cachorrito a Andrea. Pero esta las ignoró de manera experta.
—Nuestros vuelos salen temprano, no podemos estar holgazaneando más por aquí. Ahora que sabemos que estáis sanos y salvos, tenemos que cumplir con nuestras obligaciones.
—Seguro que os dimos unos buenos días estando desaparecidos —comentó Angy.
—Ni que lo digas, casi paralizamos nuestros trabajos para poder ayudar con la búsqueda —respondió Joss—. Ahora toca volver al curro.
—Es mejor irnos ya a descansar. ¡La revolución debe seguir…! —exclamó Einar—. ¡Hasta mañana!
—Tú tienes que trabajar también —Nelly le bajó los humos—. Bastante has hecho ya saltándote todas esas sesiones.
 
Los chicos del Raimon volvieron a sus rutinas de entrenamiento. Aunque la isla tan rara les había ayudado, tenían que centrarse en el próximo partido. Hikari, Danny, Angy y Kai estaban presentes en los entrenamientos, queriendo cotillear todo.
—¡Podéis iros con toda la tranquilidad del mundo! —sonreía Kai—. ¡Estaremos aquí para sustituiros…!
—Eso es lo que más me preocupa, que os quedéis vosotras —murmuró Greg.
—Seguro que nos perdéis a los niños —Estela tenía el ceño fruncido—. No sé yo si dejaros a Riccardo a vuestro cargo… Lo mismo Gabi se me pierde también. Quizás sea mejor que haga una escapada con ellos y…
—No puedes secuestrar a dos menores de edad solo porque creas que te los van a perder —cortó Celia, mirando mal a su compañera de profesión—. Los niños estarán bien, yo todavía sigo aquí. Y Jude.
—¿Y por qué a mí no me cuentas? —Angy se indignó.
—No nos cuenta a ninguna de nosotras —Danny hizo un puchero—. Solo soy una simple escritora, nada más. No vivo una vida alocada como ella —señaló a Hikari.
—¿Cómo que alocada? ¡Pero si soy una influencia de masas! ¡Canto y bailo!
—Y yo solo surfeo, no veo lo malo en eso —añadió Kai, encogiéndose de hombros.
—Quizás debería pedir a Esther que nos eche una mano… —comentó Estela.
—¿Pero ella no está ocupada con los del Kirkwood ahora que han salido del trance del Sector Quinto? —recordó Celia.
—Igualmente, deja que la avise solo por si acaso —lloriqueó la señora Schiller.
—De todas formas, estaré cerca por si algo malo pasa —avisó Greg—. Pero lo que más me preocupa es él.
—¿Todavía? —se sorprendió Celia—. En la isla se veía mejor…
—Estaremos pendientes de él —aseguró Kai.
—Mucha suerte en tus conciertos por el país, Estela —sonrió Hikari—. Es un arduo trabajo, pero es tan gratificante… Ojalá pudiéramos ir a verte.
—Mejor que no —bromeó la peliazul.
—Os mantendré informados si descubrimos algo Yuuto, Willy y yo —dijo Greg, mirando a Jude.
—Entendido —asintió el entrenador Sharp—. Buena suerte.
Gregori había decidido recluirse en la casa de Eve para poder investigar mejor las instalaciones de aquella isla. Yuuto estaba allí físicamente mientras que Willy y Greg lo hacían a distancia, desde Japón. Estela se fue del entrenamiento matutino para terminar de detallar algunas cosas de sus últimas clases y Gregori decidió que no podía perder más el tiempo, así que cogió un tren para Tokio.
Cuando esos dos se marcharon, las cuatro recién llegadas decidieron molestar a Jude para que les dejara meter mano al plan de entrenamiento de los chicos. Creían que podían aportar distintos de vistas que serían beneficiosos para ellos y así mejorar mucho más.
 
Wan-Chang se sentía raro. Desanimado. Veía a todo el mundo entrenar con todas sus fuerzas, con todas sus ganas. La emoción y miedo por enfrentarse a unos imperiales poderosos en aquella isla se había esfumado y los pensamientos intrusivos estaban a la orden del día. Estaban siempre ahí, dando vueltas por su cabeza, chupando su energía y drenando sus ganas de patear una pelota de fútbol. Incluso Aitor estaba quejándose menos con los entrenamientos imposibles que le ponía Annie.
Recordó las palabras de aliento que recibió. Él no estaba de acuerdo. Si fuera así de verdad, ¿entonces por qué le habían quitado el puesto de titular tras haberse esforzando tanto? Miró la energía con la que se estaban pasando el balón Shun y Hugh a un lado del campo. A ellos les había parecido bien esas palmaditas en la espalda, pero a él no. Eran palabras vacías, ánimos fáciles. Quería jugar, ganar los partidos y que la revolución que empezaron entre todos fuera un éxito. Pero parecía que se le estaba haciendo cada vez más difícil para él.
—¡Wan-Chang, cuidado!
El defensa salió de su ensoñación, solo para reaccionar al balón moviéndose y recibiéndolo tan mal que se fue para otro lado.
—Lo… lo siento, tú —murmuró antes de ir a por el esférico.
Lucian miró sorprendido a su compañero de equipo. ¿Por qué estaba tan disperso?
Wan-Chang recogió la pelota con las manos y se la quedó mirando, ajeno a la atención que le habían puesto los adultos de lugar.
¿Quizás debía dejar el fútbol?
 
—¡Hasta luego…!
—¡Hasta luego y gracias, Adé! —agradeció JP con alegría.
El entrenamiento matutino había terminado. Sin embargo, Lucian estaba a un lado de los vestuarios del Raimon, con cara preocupada.
—¿Qué pasa? ¿Qué estás mirando? —Aitor se unió a mirar el horizonte, colocándose a su lado con una sonrisa.
—No, nada… es que me parece que Wan-Chang últimamente no es el mismo de siempre.
Aitor miró en dirección al mencionado, que estaba sentado en uno de los sofás con la cabeza gacha.
—¿No será que tiene tanta hambre que no puede ni moverse? —dijo con diversión.
—Sí, podría ser eso, pero…
Aitor miró de reojo a Lucian y le pasó el brazo por los hombros.
—Vaya, vaya… ¿Ahora me vas a decir que echas de menos que te lleve de un lado para otro como suele hacer siempre? ¿Es eso, eh? —sonrió con picardía.
—No es eso, de verdad —contestó Lucian, algo avergonzado.
Igualmente, los dos miraron hacia el susodicho.
 
—Ya conocemos a nuestro próximo rival.
La voz del entrenador Sharp sacó de su pesimismo a Wan-Chang, que casi no recordaba las horas de clase y mucho menos haber llegado hasta la sala de reuniones del Raimon durante la tarde. Intentó concentrarse en sus palabras.
—Es el instituto Espejismo.
—¿El instituto Espejismo? —repitió, sorprendido.
—¿Wan-Chang? —Samguk vio raro que él reaccionara así.
—No, no es nada…—desvió la mirada.
Celia tecleó rápidamente su ordenador antes de proyectar los datos del rival.
—El instituto Espejismo es un equipo que cuenta con una técnica excelente —empezó a decir—. Los especialistas dicen que su estilo de juego es como el de un mago. Y este es el capitán del equipo, Harrold Houdini.
Wanli abrió mucho los ojos al ver la imagen del capitán.
—Se dice que es el jugador con la supertécnica más poderosa de todas.
—¿La más poderosa? —repitió Angy.
—Su Tiro Fantasma tiene una efectividad del cien por cien. Así que cuando tira con ella, siempre es gol.
Los jugadores se quedaron sorprendidos ante tal noticia.
—A Harrold también se le conoce como el delantero que no ríe. No importa cuál sea la situación, Houdini jamás muestra sus emociones. Ni siquiera cuando marca un gol.
Aquello todo le sonó muy extraño a Wanli. Ese no era el Harrold que él recordaba, el pelirrojo que siempre sonreía con él jugando al fútbol de pequeños.
—Vaya, ¿quizás esté estreñido emocionalmente? —comentó Hikari.
—O tal vez sea así de personalidad —añadió Danny.
—Tener un control tan grande sobre sus emociones puede significar que es capaz de tomar decisiones con frialdad —analizó Riccardo.
—Yo voto con que es un amargado —soltó Kai—. ¿Es un imperial?
La señorita Hills contestó, pero Wanli ya no estaba registrando lo que decía. En su mente estaba ese doloroso recuerdo de cuando Harrold se alejó de él siendo más pequeños, sin decirle nada y sin mirarle siquiera. Algo que le había dolido demasiado a Wan-Chang. Sacudió ese pensamiento de la cabeza. No podía distraerse con cosas del pasado. Su situación no era buena en ese momento al ya no ser un regular del once inicial del Raimon.
Unas filas más atrás, Lucian le miraba con la misma preocupación.
 
—¡Párale, Wan-Chang! —gritó el portero.
El defensa despertó de golpe, viendo que Aitor le pasaba rápidamente por al lado. La defensa de Wanli fue tan mala que Aitor tuvo oportunidad de tirar a puerta. Gabi se rascaba la cabeza con dudas. Lucian dejó de correr. El embobamiento de su compañero ya pasaba de castaño oscuro. Se estaba notando demasiado que no estaba concentrado.
—Wanli, sal del campo de juego ya —ordenó Jude.
—Perdone, deja que lo vuelva a…
—Has terminado por hoy —le cortó tajantemente.
—Está bien, entrenador… —respondió, alicaído.
—Shunsuke, ocupa la posición de Wanli. Y Hugues, prepárate también para entrar.
—¡Sí!
Wanli apretó los puños al escuchar aquello y terminó por salir del estadio.
—Jude, deberíamos hacer algo con él —comentó Celia—. Esto parece que está yendo a peor.
La repentina marcha de Greg había cambiado los planes que tenía para Wanli. Se suponía que iba a ser el español quien intentara ayudar a Wan-Chang, pero él estaba ocupado con la Resistencia.
—¿Y por qué no llamamos a Byron? —preguntó Angy.
—Ya dijimos que no podíamos. Ni a uno ni al otro —respondió Hikari—. Tendremos que ser nosotras quien le ayudemos.
—¿Creéis que seremos capaces? —murmuró Danny.
—No lo sabremos hasta que no lo intentemos —dijo Kai—. Tenemos que pillarle mañana y hablar seriamente con ese chico.
El grito de Annie cruzó todo el campo, regañando a Aitor por haberle hecho una trastada a Eugene.
 
Wanli miró el cielo nublado. Otra vez estaba solo como aquella vez.
Estaba a punto de terminar la primaria, pero por alguna razón, sus compañeros empezaron a meterse con él. Todos los amigos que jugaban hasta el día anterior con él se convirtieron en sus enemigos. Hasta que vio la luz en forma de Harrold Houdini, que le tendió una mano con una gran sonrisa. Él no cambió. Siguió siendo su amigo, siguió jugando al fútbol con él. Wan-Chang de verdad creyó que podría aguantar la primaria de esa forma, pero Harrold terminó abandonándole también. Extrañamente, a la misma vez que Harrold dejaba de hablarle, todos sus compañeros dejaron de meterse con él.
Pero eso no era lo que él quería. No le alegró ver cómo Harrold se alejaba de él. Sin ninguna explicación. Fue demasiado duro para Wanli. ¿Por qué lo hizo?
Cuando se quiso dar cuenta, estaba en el parque donde iban a jugar ellos dos con una amiga a jugar al fútbol todos los días. Incluso habían prometido ir juntos al Raimon para jugar al fútbol. Wan-Chang ya no le vio más sentido darle vueltas al asunto. Las nubes amenazaban con lluvia, así que decidió marcharse a casa. Justo cuando estaba saliendo del parque, avistó a alguien a lo lejos. Apoyado en una de las barras del parque, se encontraba Harrold Houdini con su chándal del equipo.
—¿Harrold? —no pudo evitar acercarse.
—Ah, hola, tú —fue la respuesta seca del chico—. No nos veíamos desde primaria.
—¿Eh? Sí… —agachó la cabeza.
—Adiós.
Sabiendo que se estaba alejando, Wanli gritó:
—¡¿Pero por qué, tú?! ¡¿Por qué no me volviste a dirigir la palabra?! ¡Antes habías sido mi amigo pasara lo que pasase! ¡¿Por qué?! ¡Harrold!
El chico se giró, con el ceño fruncido.
—¡Responde, Harrold! Tuve que… tuve que haber alguna razón, ¿no, tú? Si no… ¡¿Por qué vendrías a este lugar que tanto significa para nosotros?! ¡Cuéntame la verdad, tú!
Harrold miró el lugar donde habían jugado en tiempos mejores, tiempos más felices. Hacía unos minutos que estaba chispeando.
—Porque eras un estorbo.
—¡¿Qué?!
—Siempre pegado a mí. Al final me harté de tener un cobarde como tú a mi lado.
Wanli no podía creer lo que estaba escuchando.
—En el próximo partido derrotaremos al Raimon. Yo en persona, como capitán del equipo, y como fiel seguidor del Sector Quinto.
Aquella revelación sorprendió aún más a Wanli.
—Oponerse al Sector Quinto es ridículo. El fútbol necesita ser controlado y regulado.
—No… no es verdad…
Harrold frunció aún más el entrecejo.
—¿Después de lo que se metieron contigo todavía no lo entiendes?
—¡Eh, chicos…! —una voz se escuchó acercándose a ellos—. ¿Va todo bien por ahí?
Harrold y Wanli miraron a la chica morena, con flequillo y de ojos castaños que se acercaba a ellos con una sonrisa.
—Vuestros gritos se escuchan desde lejos. No estará pasando nada malo, ¿verdad?
Harrold observó unos segundos más a la mujer antes de mirar a Wanli. Después, terminó suspirando para decirle:
—Los fuertes siempre son obedecidos. Las revoluciones no tienen sentido. No tenéis posibilidad —fue lo último que dijo antes de marcharse.
—¿Por qué…? ¡Antes tú eras el que odiaba las injusticias más que nadie…! —exclamó Wanli, olvidándose de todo—. ¡Harrold…!
La poca lluvia que estaba cayendo se intensificó. Pero a Wan-Chang no le importó eso.
—¡He seguido jugando al fútbol porque creía que algún día nos encontraríamos y volveríamos a hacer las paces! Ahora… ya no tengo ninguna razón para seguir con el fútbol… —terminó murmurando, dejando caer sus hombros.
Terminó agazapándose bajo la lluvia. Estaba solo. Realmente solo.
La lluvia dejó de caer sobre él en un momento dado. Extrañado, miró hacia arriba para ver a la misma joven de antes sujetando un paraguas.
—Decir eso del fútbol es bastante deprimente… —le sonrió con suavidad—. Siento mucho haberme metido en la conversación, pero te veías muy angustiado y no he podido evitarlo. Creía que te estaba acosando o algo. En fin. ¿De verdad crees que estás realmente solo, muchacho? Yo creo que no. Y si no, mira a ese joven que te ha estado observando desde antes de que llegara yo —señaló.
Wanli vio que Lucian se avergonzaba al ser pillado observando desde lejos. Al final no tuvo más remedio que acercarse a ellos.
—Vas a resfriarte como sigas debajo de la lluvia —sonrió Lucian—. Podemos compartir paraguas.
—¿Eres su amigo? —preguntó la chica, sin perder la sonrisa.
—Sí, lo somos —asintió Lucian.
—Entonces todo tuyo. Espero que puedas pensar algo mejor del fútbol. Sé que en solitario puede ser muy deprimente, pero… si lo disfrutas, a veces puede ser maravilloso. No te rindas todavía.
La chica se despidió de ellos, caminando bajo la lluvia. Wanli y Lucian terminaron refugiándose debajo de un árbol mientras veían la lluvia caer. Ninguno de los dos parecía querer decir nada. Al final, Lucian suspiró y miró hacia abajo con una sonrisa algo melancólica.
—A mí también me pasó. Yo también sé lo que significa que se metan contigo. Cuando me trasladé de escuela, tenía muchas ganas de hacer amigos, pero se me daba muy mal hablar y no conseguía decir claramente lo que pensaba. Y como no quería caerle mal a nadie, empecé a decir que sí a todo. Aunque a veces no estuviera de acuerdo. Pero como no quería disgustar a nadie, me seguía liando más y más. Al final, todo el mundo estaba enfadado y harto de mí.
La lluvia empezó a cesar poco a poco.
—Al principio no entendía nada de nada. ¿Qué había hecho mal para que se enfadaran? Pero le di la vuelta. Empecé a pensar lo que pensarían mis compañeros de mi clase. Y me di cuenta de que había sido un idiota. De modo, que dije de verdad todo lo que pensaba a todo el mundo. Les pedí perdón por lo que pasó. Les expliqué que solo quería hacer nuevos amigos y conseguí solucionar el problema.
Lucian miró sonriendo a Wanli, que miraba la puesta de sol del horizonte. Las nubes grises se estaban disipando y solo caían unas cuantas gotas.
—Oye, Wan-Chang. Estoy seguro de que si hablas con él, solucionaréis el malentendido.
Wan-Chang miró de nuevo hacia el suelo para luego dirigir la mirada hacia el atardecer. De repente, un grito se escuchó a su lado. Le sorprendió tanto ver que había sido Lucian.
—Gritar con fuerza sirve para desahogarse. Cuando se metían conmigo, buscaba un lugar donde no hubiera nadie y empezaba a gritar —Lucian cogió aire y chilló de nuevo.
Wan-Chang se tocó el pecho, sintiendo toda la rabia, la frustración y el dolor mezclados en su pecho. Al final, decidió probar el método de Lucian y gritó con todas sus fuerzas. Los dos chicos se emocionaron y terminaron pegando gritos los dos juntos.
 
—¡Cuidado…! —Victor miraba con preocupación a su hermano mayor.
—Si mi hermano se está esforzando tanto, yo no puedo quedarme atrás.
Victor terminó sonriendo con orgullo.
—Sí, bueno, pero tampoco es cuestión de romperse la cabeza en las sesiones de rehabilitación —le regañó suavemente Saki.
—Lo estás haciendo muy bien, sigue así —animó Ken.
Arion, que miraba todo desde la puerta, sonrió con alivio. Se alegraba mucho por Victor y Vladimir. Decidió que ya era hora de marcharse. En la entrada vio a varios niños jugando con una pelota. Cuando se alejaron de nuevo, a Arion le cayó alguien encima, tumbándole en el suelo.
—¡Lo siento! ¿Te encuentras bien?
—Más o menos…
Lo primero en que se fijó Arion era que tenía el pelo anaranjado y un peinado que le recordaba muchísimo a los dibujos del sol.
—¡Ah, el balón!
Los dos vieron que se había ido demasiado alto. Arion y el chico misterioso saltaron, pero el otro le usó para impulsarse más arriba.
—¡Gracias por el apoyo! —después dio un mortal hacia adelante y devolvió la pelota.
Aquello dejó alucinado a Arion. Pero el chut había salido mal y después de rebotar contra un árbol, se dirigía a una de las ventanas del hospital. Arion consiguió llegar a tiempo para detenerlo con su cuerpo. El otro chico sonrió al ver lo hábil que era Arion. Incluso los niños estaban impresionados por esos dos chicos mayores.
—¡Qué guay!
Arion estaba a punto de coger la pelota cuando vio que el otro chico se le acercaba. Pero entonces se la quitó y le sonrió con desafío. Salió corriendo, con Arion yendo detrás, aceptando el desafío de ese desconocido. Los dos pequeños siguieron a ese par, viendo cómo hacían todo tipo de trucos increíbles para robarse el balón el uno al otro. En una de esas, Arion vio cómo el chico se alejaba con el balón. Respiró hondo, hizo un sprint que le alcanzó enseguida y se llevó el balón, sorprendiendo al de pelo naranja.
—¡Qué guay! —volvieron a gritar los niños, maravillados.
—No juegas mal —dijo el pelinaranja.
—Tú tampoco.
Los niños les imitaron antes de que Arion les devolviera la pelota y se marcharan.
—Eres un jugador del Raimon, ¿verdad?
—Sí.
—Qué envidia poder jugar al fútbol de esa manera —se quejó—. Desde que entré en el hospital, no me han dejado jugar ni una vez.
—¿Qué? Haber jugado tanto no te habrá sentado mal, ¿no? —se preocupó enseguida.
—Oh, tranquilo, solo por una vez… —sonrió.
—¡Sol Daystar!
—Sol, ven aquí.
El chico se encogió al escuchar aquellas dos voces femeninas. Arion se dio cuenta de que una de ellas había sido Saki, la que habría gritado el nombre completo.
—¡E-enfermera Travis…! ¡Saki…!
—¿Ya te has vuelto a escapar de tu habitación otra vez? —la chica de pelo morado tenía el ceño fruncido.
—¿Sabes lo preocupada que estaba Cammy al no encontrarte por ningún lado? —Saki se veía molesta.
—¡Es que pasar todo el día tumbado en la cama es un rollo! —respondió Sol con alegría, escondiéndose detrás de Arion.
Las dos mujeres fueron hasta donde estaban ellos.
—Ahora mismo vuelves a tu cuarto —le ordenó la enfermera.
Cuando se quiso dar cuenta Arion, el chico ya estaba detrás del árbol y diciendo de manera juguetona:
—¡No, no quiero…! —entonces miró a Arion y dijo—: Oye, cuando me dejen salir del hospital, volveremos a jugar los dos juntos, ¿vale?
—Sí —asintió Arion.
—Tenéis que ganar el siguiente partido. ¡Yo pienso animaros! Bueno, adiós, Arion —le guiñó un ojo antes de salir corriendo.
—¡Hasta pronto…! ¿Eh? No recuerdo haberle dicho cómo me llamo.
—Este chico no tiene remedio… —suspiró la enfermera al llegar a su lado.
—Tendrías que haberle detenido, Arion —se quejó Saki con un mohín—. Sol es un fugitivo del hospital.
Arion solo rió con algo de incomodidad.
—Perdónale, siento mucho que te haya molestado.
—¡No! No pasa nada.
—Cammy, creo que mandaré a Ken para que lo persiga él mismo —suspiró Saki—. Oh, sí, no te he presentado. Él es Arion Sherwind, te he hablado ya varias veces de él.
—Ah, ¿es el familiar de Silvia? —sonrió—. Encantada, me llamo Camellia Travis.
—Es amiga nuestra y también del entrenador Evans. Y sí, te suena ese apellido porque es la hija del entrenador Travis.
Arion se quedó sorprendido y se apresuró a saludarle con educación.
—Perdonad, pero ese chico… parecía lleno de energía. ¿De verdad que está enfermo?
—Sí, se llama Sol Daystar. Y ha ingresado en el hospital para un reconocimiento.
—Pero siempre se escapa —añadió Saki—. El pobre debe de aburrirse mucho estando aquí tanto tiempo. Le entiendo. El hospital no es un sitio agradable…
—¿Un reconocimiento? Ah, bueno, entonces eso no es nada grave —sonrió Arion—. Menos mal. Conque se llama Sol…
Camellia y Saki se intercambiaron una mirada de preocupación.
 
—El Raimon ha plantado con fuerza su rebelión anti-Sector Quinto.
Alex Zabel dejó de mirar momentáneamente de mirar la pantalla para mirar al hombre de pelo rosa que se colocó al lado de su trono. A su derecha, Supreme se colocó a su lado con el sigilo de siempre.
—Confío en que sepas que si ganan, atraerían un montón de votos para su revolución. El Camino Imperial, aparte de ser un torneo de fútbol, también es un sistema de elección del gran emperador. Alex Zabel, si esto sigue así, tu puesto y tu posición como gran emperador correrán peligro.
—Dentro de poco todo estará solucionado —le miró de reojo—. Sé perfectamente que mi misión es controlar y salvar el mismo fútbol.
 
 
 
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Wanli tiene que combatir sus demonios del pasado y enfrentarse directamente con su antiguo amigo de la infancia. Pero los años no han pasado en vano para Harrold Houdini, que demuestra por qué su Tiro Fantasma es infalible y forma parte de los imperiales del Sector Quinto. ¿Podrá Wan-Chang llegar de nuevo al insensible corazón del que fue su amigo?
Si lo queréis averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: TIRO FANTASMA
¡¡¡Esto es fútbol al rojo vivo!!!




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