CAPÍTULO 48- ENCUENTROS
—Dios mío —Celia se tapó la boca de la impresión.
—Así que el Sector Quinto ha empezado a mover ficha, ¿eh? —Jude frunció el
ceño.
—Estaba claro que no se quedarían de brazos cruzados durante mucho tiempo
más —comentó David.
—Tendremos que investigar más a fondo —rumió Greg—. No me creo que lo
puedan hacer como si nada. Algo podemos hacer para evitar que sigan haciendo de
las suyas.
—Se nos acumula el trabajo —suspiró Willy—. Deberíamos pedir refuerzos.
—De momento, yo no tengo constancia de que el instituto Kirkwood estén la
mira —dijo Esther.
—A mí tampoco me han dicho nada. Supongo que es porque no hemos hecho tanto
ruido como otras escuelas —añadió Byron.
—¿Arion y los demás se habrán enterado ya? —preguntó Saki—. Me preocupa que
eso les meta algo de miedo. Tan solo son unos niños.
—Es un problema —asintió Ken.
—Tendré que contactar con el Alpino —dijo Angy—. No creo que estén en
peligro, pero nunca se sabe.
—Y todo porque el Raimon ha llegado a la semifinal… —suspiró Joss.
—Increíble el poder que tienen unos niños pateando una pelota —comentó Kai.
—Les tienen miedo, ciertamente es patético —Hikari estuvo de acuerdo.
—¿Pero cómo te has enterado de eso, Nelly? —quiso saber Danny.
—Gracias a los contactos de mi padre —respondió—. Pero no creo que tarden
mucho en volar las noticias por todo el país.
—¿Creéis que habrá sido una decisión de Axel? —preguntó Rubén.
—¿Axel Blaze sería capaz de una cosa así? —la voz de Einar tembló de la
rabia—. ¡Solo son niños! ¡Y está también perjudicando a otras personas que no
tienen nada que ver con todo esto!
—La gente cambia —fue todo lo que dijo Annie.
Todos se quedaron en silencio.
—Lo que tenéis que hacer ahora es que el ánimo no decaiga en ellos —dijo
Silvia.
—Es verdad —asintió Willy—. No habéis llegado tan lejos como para que ahora
os echéis para atrás. El Raimon es el símbolo de esta revolución. Si él cae
incluso antes de jugar el siguiente partido, todo volverá a ser como antes.
—¿No será poner demasiada presión en ellos? —preguntó Ana—. No se puede
obligar si tienen miedo. ¿Y si cierran el Raimon?
—Sería un ataque demasiado directo, así que no lo harán —descartó Nelly
rápidamente—. Solo están metiendo miedo a los adeptos del Raimon y de la
revolución, para que nos quedemos solos y no tengamos apoyo, justo como al
principio.
—Bueno, ya os preocuparéis de eso cuando llegue el momento, ¿de acuerdo? —Ana
dio una palmada para aligerar el ambiente lúgubre que se había quedado—.
Hagamos algo más divertido antes de que Einar y Joss se vayan. No sabemos
cuándo podremos estar juntos así de nuevo. Hay que aprovecharlo.
Para desgracia de los mayores, los chicos del Raimon se enteraron de la
noticia de los institutos justo un día después de que el instituto Universal
ganara su partido y pasara a semifinales. Fueron Shun y Hugh quienes dieron la
noticia. Todos se alegraron. Excepto Arion, que terminó explotando y huyendo. Jude
y Celia vieron a Arion pasar justo antes de que comenzara el entrenamiento
vespertino. En cuanto llegaron al Edificio Fútbol, los jugadores se encargaron
de explicar lo que había ocurrido.
—Cerrar institutos es una medida desesperada —dijo Jude.
—Pero aun así, Arion no debería pensar que la culpa es suya —añadió Celia.
—Entonces también pueden destruir el Raimon, ¿verdad? —preguntó Eugene, preocupado.
—Ahora mismo el Raimon es un símbolo del fútbol libre en secundaria. Eso ha
llevado a que muchos se fijen en nosotros y precisamente por eso quieren
derribar ese símbolo en un evento como el Camino Imperial ante una enorme
audiencia —explicó el entrenador Sharp—. Porque para el Sector Quinto vencer al
Raimon sería lo mismo que afirmar que sus ideales son correctos.
—Por esa misma razón, no nos podemos permitir perder de ninguna manera —declaró
Riccardo di Rigo con seguridad.
—Exactamente —asintió Sharp—. Que esta noticia no os distraiga de vuestro
verdadero objetivo: ganar el Camino Imperial y al Sector Quinto.
—¿Y Victor? —preguntó Celia, viendo que no estaba por ningún lado—.
¿Tampoco va a asistir al entrenamiento?
—Pero si hace un momento estaba aquí —parpadeó Ryoma, confuso.
—¿Hoy no vienen las amigas del entrenador Sharp? —preguntó JP en un
murmullo.
—Según Annie, hoy estaban ocupadas —Aitor se encogió de hombros—. Al igual
que ella.
—Muy bien, cambiaos y al campo. Nos hemos de preparar para el partido
contra el Universal.
—¡Sí!
—Que hayan empezado a cerrar institutos es preocupante —dijo el señor
Goldwin, bebiendo de su taza de té.
—Oiga, ¿sabe por qué nuestro instituto no se ha visto afectado? —preguntó
Wintersea—. ¿Le han dicho algo por un casual?
—No. A mí nadie me ha informado de nada.
—Lo que está claro es que desde que empezó el torneo, el número de
solicitudes de traslado a nuestro instituto ha ido aumentando día tras día. Y
también han aumentado las llamadas de protesta —informó, dando también un sorbo
a su té.
—No hay duda de que es irónico. El que nos hayamos rebelado contra el
Sector Quinto ha conseguido que el Raimon haya ganado más atención que nunca.
—¿Qué puede pretender el Sector Quinto de nuestro instituto? No lo
entiendo.
—Tengo la impresión de que nos han dejado atrás en toda esta historia,
director Wintersea.
—Es posible, sí…
Arion corría lo más rápido que podía. Sabía que había estado mal saltarse
el entrenamiento a esas alturas, a muy poco tiempo del partido de semifinales,
pero en ese momento, no podía pensar con claridad. Tan solo le daba vueltas a
la cuestión de otros colegios cerrados.
Él no había querido eso. Él tan solo quería jugar al fútbol de manera
libre, sin que nadie le dijera si debía perder o no el partido. No quería
perjudicar a la gente que no estaba involucrada en toda aquella rebelión.
Aquello estaba mal, muy mal. Y no podía evitar que la culpa le reconcomiera
todo el cuerpo.
Iba esquivando a las personas que iban caminando por la acera, sin darse
cuenta de que una estudiante de bachillerato de pelo rosa y trenzas había
puesto sus ojos en él. Al momento, no dudó en hacer una llamada.
—Ana, despeja tu agenda esta noche. Cena en casa de Jude.
—¿Qué estás diciendo, Annie? ¿Qué tenemos que celebrar?
—Es una sorpresa, ya lo verás. Te espero allí.
—Espera, espera, un momento. ¿Por qué demonios estás organizando tú la
cena? ¿Jude sabe que vamos a acampar en su casa otra vez?
—Pues claro que sí, tiene que compartir ese casoplón que tiene.
—¿Y por qué no lo has puesto por el grupo? ¿Acaso nos estás llamando a todas
una por una o qué?
—Exactamente. Pero ahora pondré un mensaje para que no se os olvide.
—Oigo mucho ruido, no se te escucha muy bien.
—Estoy andando por la calle, perdona.
—¿Por la calle? ¿Pero a esta hora no tendrías que estar entrenando con el
Raimon?
—Las compras para la cena de esta noche eran más importantes. Aitor puede
pasar una tarde sin mi supervisión. Confío en Jude y en Celia.
—Desde luego… —suspiró Ana desde el otro lado de la línea telefónica.
—Oh, te dejo, que creo que uno de mis jugadores se ha fugado del
entrenamiento.
—Está bien.
—Nos vemos esta noche.
—Sí, sí, en casa de Jude. Entendido.
Annie cortó la llamada con Ana y persiguió a Victor, que estaba caminando
con prisas.
.
Sin pretenderlo, Arion había terminado en el campo de fútbol de la ribera.
Una pelota había sido olvidada en dicho campo y Arion la cogió, perdido en sus
pensamientos. No podía seguir jugando sintiendo toda esa culpa. A su mente le
vino el momento en que estuvo jugando con Mark Evans, queriendo que esa
felicidad volviera a él de nuevo.
—¿Qué debería hacer, entrenador Evans…?
—Chico.
—¿Eh? —Arion miró su alrededor antes de decir—: Ah, ¿es a mí?
—Eres Arion Sherwind, ¿no?
—Sí, lo soy, pero… ¿Quién eres tú?
El chico miró mejor a la adolescente que le había hablado. Tenía los ojos
oscuros, el pelo teñido de rosa y recogido en un par de trenzas bastantes
grandes. Eran diferentes a las de Rosie. Esa chica que parecía de bachillerato
las llevaba más altas.
—Me llamo Julia. Es que hay una persona que quiere hablar contigo.
—¿Una persona quiere hablar conmigo?
—Sobre algo muy importante. Espera ahí un momento.
La tal Julia se fue corriendo, quedándose Arion quieto en el sitio. A lo
lejos, apoyados en una esquina, se encontraban Victor y Annie, mirando en
dirección al centrocampista.
Unos segundos después, Arion se dio cuenta de que una persona se acercaba a
las escaleras del campo.
—Usted es… Alex Zabel —se puso en guardia.
El gran emperador les hizo hablar en mitad del campo de la ribera.
—Has estado muy activo últimamente.
—¿Por qué quiere hablar conmigo?
—Arion, has cambiado el Raimon. Y ahora aspiras a cambiar el mundo del
fútbol juvenil a través del Camino Imperial.
—¿Cambiar dice? No es cierto, yo solo quería jugar al fútbol con libertad,
como es de verdad —le respondió a la defensiva—. Y usted es el que ha hecho que
el fútbol se encuentre en esta situación. ¿Por qué? El fútbol tiene que ser
mucho más divertido. En el fútbol no se regula quién gana o pierde los
partidos.
—¿Seguro? ¿De verdad crees eso de todo corazón, Arion?
—¿Se puede saber por qué razón me lo pregunta?
—Veamos una cosa. ¿Qué piensas de que se cierren los institutos que se
unieron a la rebelión contra el Sector Quinto?
—Es imperdonable.
—Exacto, imperdonable. Pero lo cierto es que alguien les invitó a hacerlo y
sin duda alguna fuiste tú.
—¿Qué? —Arion se quedó sorprendido por la acusación.
—Tus sentimientos hacia el fútbol son justo lo que le ha quitado el mismo
fútbol a todos esos chicos que disfrutaban jugando.
El porte seguro de Arion se desinfló, dándose cuenta de que tal vez Alex
Zabel tuviera razón.
—¡Aléjate de ese niño, maldito desgraciado!
Una mujer joven se interpuso entre Arion y el gran emperador de manera
protectora. Llevaba su pelo azul turquesa recogido en una coleta alta y sus
ojos también turquesas miraban con furia al hombre.
—¿No te da vergüenza? ¿Ahora has pasado a intimidar a un chico de trece
años, Alex Zabel?
—Parece que tienes admiradoras que quieren protegerte, Arion —sonrió de
forma cínica—. ¿También dejarás que te protejan?
—El Sector Quinto debe de estar muy desesperado como para que el gran
emperador venga a amenazar personalmente al chico que estuvo detrás de la
revolución —sonrió de la misma manera la mujer.
—Solo estamos manteniendo una conversación. Ese mismo chico al que estás
protegiendo es el causante del cierre de muchos institutos que se unieron a su
causa. Personas que se han quedado sin trabajo y sin un lugar donde estudiar y
todo por su culpa.
—No seas tan miserable como para echarle la culpa de vuestras acciones —le
gruñó la peliazul.
—Y creo que ya se ha dado cuenta —Alex miró directamente al estudiante—. En
realidad, el fútbol debe ser regulado y controlado.
Arion apretó con fuerza el balón que sostenía, intentando que no se le
notara el temblor de las manos.
—No le creas —le dijo la chica, mirándole ferozmente—. Gracias a ti, muchos
alumnos pudieron jugar al fútbol como ellos querían. Seguro que te diste
cuenta, Arion, tus rivales estaban jugando al verdadero deporte que tanto amas.
Uno libre, solo pensando en ganar y pasándoselo bien en el proceso.
—¿Y qué es lo que ha conseguido con ello? Solo afectar de manera negativa
la vida de muchas personas inocentes. Con el fútbol regulado del Sector Quinto,
eso no ocurría.
—No es verdad —contradijo Arion sin tanta convicción—. Porque el fútbol…
El grito de una mujer interrumpió a Arion. Sobre las escaleras, una
muchacha estaba siendo asaltada por un ladrón que iba en bicicleta, intentando
robarle el bolso. Arion no dudó en soltar la pelota e ir a ayudar a la mujer.
Del forcejeo, los tres terminaron en el suelo, con el chico pudiendo recuperar
el bolso de la señora. La mujer peliazul corrió hacia ellos para ayudar a
Arion, viendo que el ladrón decidió ir a por el chico por frustrarle el robo
que se suponía que iba a ser rápido y limpio. De pronto, un balón de fútbol
tumbó al hombre, siendo más rápido que la joven misteriosa.
Arion se dio cuenta de que había sido cosa del gran emperador Alex Zabel. Y
aquello le dejó trastocado, recordándole por un segundo a aquel muchacho de sudadera
naranja y rostro oculto que le había salvado diez años atrás.
—Pero es… —siguió mirando la pelota de fútbol, como en trance.
Solo los gritos de un agente de policía le trajeron de vuelta a la
realidad, con el ladrón huyendo a toda prisa con la bicicleta.
—Muchas gracias, ¿estás bien? —agradeció la mujer, acercándose.
—Sí… —respondió, mirando de reojo hacia el campo de fútbol mientras le
entregaba el bolso.
—Muchas gracias.
El chico seguía consternado. Era él. Alex Zabel era el mismo chico que le
había salvado la vida en Okinawa. La joven peliazul le hablaba, pero no le
escuchaba. Simplemente fue a reunirse con el gran emperador de nuevo. Ella le
siguió, intrigada y preocupada a la vez. Arion no tenía buen aspecto.
—Era usted, ¿verdad? El que me salvó ese día en la obra de la playa. Con
los tablones.
El hombre no respondió. La chica se quedó sorprendida.
—¡Aquel mismo día empezó el fútbol para mí! ¡Cuando miraba el balón que me
dejó, soñaba con jugar al fútbol en el Raimon! ¿Por qué le ha hecho esto al
fútbol? ¡No puede haber nadie que quiera al fútbol más que usted! ¡Estoy seguro
de eso!
—Justo por lo que dices decidí que tenía que controlar el fútbol. Pero para
protegerlo, hay que regularlo.
—¿Qué tiene que ver proteger el fútbol con regularlo? ¡No lo entiendo! ¡El
tiro de ese día y el tiro de hoy no puede hacerlo una persona que no le guste
el fútbol! ¡¿Y entonces por qué?!
—Si quieres saber la respuesta, entonces tendrás que ganar el Camino
Imperial.
—¿Qué quiere decir eso?
Alex Zabel se marchó sin responder, dejando todavía más frustrado a Arion.
—Ese maldito idiota… —gruñó la joven peliazul entre dientes.
—Ah… eh… muchas gracias por… por salir en mi defensa y todo eso y… Parece
que ya me conoce, pero… ¿Quién es usted?
Alex Zabel llegó hasta un aparcamiento cercano, donde
Julia le estaba esperando apoyada en un deportivo rojo.
—Hermanito, así que Arion y tú ya os conocíais. La
persona que más admiraba es su enemigo. ¿Podrá seguir luchando ahora?
—Por supuesto que luchará, Julia. Ese chico… No, justo
por ser él.
—Pones muchas esperanzas en él, ¿no?
—No, solo creo en lo sentimientos de Arion Sherwind.
Julia sonrió.
—En eso no has cambiado nada, hermanito. ¿Pero y tú qué?
¿Estás bien? La medida de cerrar los institutos no ha sido una orden tuya,
¿verdad? Se trataría de ese hombre —enfatizó Julia.
—Da igual quién lo haya hecho, no importa. El fútbol se
ha expandido hasta dominar la vida de muchas personas.
Alex dejó de hablar cuando escuchó que alguien se
acercaba.
—Victor… —murmuró Alex.
Julia se puso en guardia en cuanto vio a la otra persona
que acompañaba a Blade.
—Tú… —frunció el ceño—. ¿Qué demonios haces tú aquí?
—Eso mismo me preguntaba yo —Annie sonrió levemente—.
Nunca creí que te dejaras usar para esto, Julia…
—¿Y a ti qué te importa? —le respondió con rabia—. Deberías
hacer como hace años y largarte.
—¿Qué necesitas, Victor? —preguntó Alex.
—Hablar con usted.
—Vuelve a casa, Julia.
—No hacía falta que me lo dijeras. No quiero estar cerca
de ella —siseó.
—¿A dónde quieres hablar?
—En un sitio más privado.
Annie alzó la mano en cuanto Victor dio un paso adelante.
—Sería más prudente que no subieras al coche del gran
emperador, Victor. Di el sitio y allí nos veremos.
Viendo que la mujer no iba a ceder, terminó asintiendo y
diciendo:
—En el parque de la torre de Inazuma.
—Bien —asintió el gran emperador.
Los dos se subieron al deportivo rojo y se marcharon.
Annie y Victor fueron andando hasta dicho parque. Cuando llegaron allí, el sol
empezaba a ponerse y Alex Zabel estaba mirando las vistas de la ciudad.
—He comprendido lo que decía Arion —empezó a hablar Victor—.
Y he venido a preguntar algo. El chut que hizo para derribar al ladrón me ha
impactado, pero de un modo distinto al de Arion.
Annie abrió ligeramente los ojos, mirando al estudiante.
—Vi muchas veces en el pasado ese estilo de tiro. Era el
del jugador que más admirábamos. Usted es en realidad el jugador Axel Blaze,
¿estoy en lo cierto? Y si es Axel Blaze, usted y el entrenador Evans son amigos
—Victor miró a Annie—. Y a juzgar por la falta de su reacción, entrenadora
Powers, ya lo sabía. Parece que también comparten un pasado.
—Vaya, Axel, hasta un crío de secundaria te ha
descubierto.
—¿Y qué si lo soy? —contestó Axel.
—¿Por qué motivo no se lo dijo a Arion?
—Todavía no era el momento.
—Ya lo he entendido —declaró Blade—. Ya sé cuál es su
auténtico objetivo.
—¿Uno aparte de controlar el fútbol? —alzó las cejas
ella.
—¿No lo entiende?
—Simplemente no me voy a creer tan fácilmente esa
hipótesis tuya, Victor. Puede que hayas pasado más tiempo con el gran emperador
que yo y que creas que lo conoces, pero…
—Si se lo hubiera dicho a Arion —interrumpió Axel—, todo
lo logrado hasta ahora se haría pedazos.
Victor se sorprendió por sus palabras. Annie le miró con desconfianza.
—Es posible que lo mejor sea dejar las cosas así. Pero
antes quiero pedirle un favor.
Tanto Annie como Axel miraron seriamente a Victor. Sin
embargo, Annie se echó a reír en cuanto escuchó la petición del estudiante.
—Buena suerte —terminó diciendo ella.
—¿Por qué lo dice? —le miró sorprendido el delantero.
—Para encontrar a alguien más que esté dispuesto a
hacerlo. No va a ser fácil.
—Y si lo encontrara, ¿acaso tú estarías dispuesta a
dejarle solo conmigo? ¿Con el gran emperador del Sector Quinto? —arqueó una
ceja, retándola.
—Está claro que no pensaba dejarle ir contigo a ninguna
parte.
—Es el delantero estrella del Raimon, es cierto —sonrió
con malicia—. Pero así podrías estar más tranquila y ayudar a Victor en caso de
que lo necesitara.
Por la mirada que le estaba lanzando el chico, también
estaba de acuerdo con las palabras del gran emperador. Annie terminó cediendo
ante la presión y sacó su móvil.
—¿Eris…? Me temo que vas a tener que dar la sorpresa tú
sola. Me va a ser imposible ir a cenar hoy… Sí, sí, solo ha sido un imprevisto
con el que no contaba —murmuró, mirando a Victor Blade al lado de Axel Blaze.
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El encuentro con
Alex Zabel y su descubrimiento, los ánimos de Arion están más bajos que nunca. Nunca
creyó que la persona que le había inspirado tanto fuera la misma que estaba
intentando arrebatarle lo que más quería en el mundo. Pero dos charlas, una con
una desconocida y otra con alguien de confianza, harán que Arion dude más que nunca. ¿Qué decidirá al final?
Si lo queréis
averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: CHARLAS
¡¡¡Esto es fútbol
al rojo vivo!!!
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