CAPÍTULO 49- CHARLAS
—Ah… eh… muchas gracias por… por salir en mi defensa y
todo eso y… Parece que ya me conoce, pero… ¿Quién es usted?
—Oh, perdona, es verdad, no me he presentado —la mujer se
empezó a reír con algo de incomodidad—. Me llamo Eris Hatsune. Soy amiga del
entrenador Sharp.
—¿Eso significa que también lo es del entrenador Evans?
¿Pero cuántas amigas tenía el entrenador de joven?
—Muchas, chico —se rió ella—. Aunque pensándolo bien… sí
que éramos un gran grupo, la verdad. Bueno, según mis fuentes, tú deberías
estar entrenando ahora mismo en el Raimon. ¿Por qué estabas hablando con el
enemigo aquí solo? Podría haber sido peligroso.
—Ah, yo… es que… —Arion se rascó la cabeza, incómodo.
¿Debía confiar tan rápido en una extraña que decía conocer
al entrenador Evans?
—Espera, seguro que está relacionado con todo esto del
cierre de institutos por culpa del Sector Quinto, ¿no? No le hagas caso a ese
desgraciado del gran emperador, Arion. Tú no diste la orden de cerrarlos.
—Ya, pero… el gran emperador tiene razón. Yo fui el que
empezó todo esto. Solo quería jugar al fútbol y nada más. Tampoco quería que
otras personas salieran afectadas por todo esto. ¡Todo esto es por mi culpa!
Eris se sorprendió por el arranque de sinceridad del
chaval. Su expresión se tornó seria.
—Creo que ya es un poco tarde para lamentarte, ¿no crees?
Deberías haberlo pensado antes de empezar con esta revolución.
Arion quedó en shock por las duras palabras de la mujer.
—Pero yo…
—Es cierto, tus acciones han provocado indirectamente que
el Sector Quinto tome medidas drásticas para demostrar que con ellos no se
juega. Y te están culpando directamente a ti. No, en realidad, os están
culpando a todos vosotros. No solo a ti, Arion, sino al Raimon por luchar ante
la injusticia. Y mi pregunta es… ¿Vas a dejar que te pisoteen de esa manera?
¿Que te manipulen a estas alturas?
El estudiante retrocedió un paso. Eris se sentó en el
banco que había al lado del campo e invitó a Arion a hacer lo mismo.
—Entiendo que te sientas culpable, Arion. Cualquiera se
sentiría así. Tú solo querías lo mejor para todos y seguir adelante —Eris
sonrió levemente—. Me recuerdas un poco a Mark…
—¿Al entrenador Evans? ¿Por qué? —se sorprendió—. No me
creo que el entrenador se viera en una situación igual a la mía.
—Lo creas o no, así lo fue. Sucedió hará diez años, tres
meses antes de que empezara el Torneo Frontier Internacional donde se coronó
campeón del mundo. Los institutos de todo el país estuvieron amenazados por una
amenaza alienígena, se hacían llamar la Academia Alius. Retaban a los equipos
de fútbol de cada colegio y si perdían, destruían los institutos. El Raimon
decidió buscar a los mejores jugadores del país para poder enfrentarse a ellos.
Muchos jugadores quedaron lesionados en el primer partido contra ellos. Todos
estaban con actitud pesimista, era normal. Pero Mark no. Él seguía siendo
fuerte, tirando del equipo y no dejándose llevar por la desesperanza.
—Siempre supe que el entrenador Evans fue un gran capitán
—sonrió Arion.
—¿Estás seguro de eso, Arion? Porque la primera vez que
el Raimon se enfrentó a la Academia Alius fue aplastado. Jugaron en nombre del
instituto Umbrella, cuyo club de fútbol todavía era muy débil. Eran los
campeones nacionales, podrían ganar. Pero no lo hicieron, Arion. ¿Y sabes qué
sucedió? —Eris miró al chico.
—Perdieron, así que… —murmuró él, sin querer creérselo.
—Así que la Academia Alius destruyó el instituto Umbrella
delante de todos. Y todo porque el Raimon no había sido lo suficientemente
fuerte. Mark tuvo que ver no solo cómo un colegio entero era destruido, sino
que también fue causante indirecto de las lesiones de sus compañeros.
—¡Eso no es justo…! ¡El entrenador Evans no…!
—Fue Mark quien dio la cara, Arion —interrumpió Eris—. Él
tomó la responsabilidad y falló. Como consecuencia, un colegio quedó destruido.
Y no solo eso, no fue capaz de mirar hacia atrás, hacia los compañeros que le
seguían ciegamente. Solo empeñado en seguir adelante, en animar a los demás a
dar lo mejor de sí y volverse más fuertes. No dudo en que lo hizo con las
mejores intenciones, pero… ¿A qué llevó eso? A que su mejor amigo terminara
destrozado psicológicamente y abandonara el equipo por ser incapaz de ser tan
fuerte como él. Y con él, también se marchó un querido amigo suyo. Te cuento
todo esto, Arion, porque quiero que sepas que Mark Evans no es tan perfecto
como crees. Sufrió muchísimo al ver que no había sido el capitán que debía
haber sido. Fue la primera vez que vi a Mark tan triste y decaído. Porque fue
su culpa, por no darse cuenta.
—Pero… eso no es verdad… Yo… El entrenador Evans lo hacía
por el bien de todos y…
—Pero debió haber pensado en las consecuencias de sus
actos, Arion.
El castaño miró a Eris, totalmente inseguro.
—¿Y qué pasó después…?
—Por suerte, Mark tenía a unos grandes amigos que le
cuidaban durante las pocas veces que se permitía caer —sonrió Eris,
recordándolo todo—. Y siguió luchando porque era lo único que podía hacer. Y
ganamos.
—¿Esto se supone que me tiene que animar…?
Eris se sorprendió tanto que empezó a reírse.
—¿Animarte? No, es para que veas cómo se ve tu
comportamiento ahora mismo. Porque parece que tienes dudas de si seguir o no
con esta revolución, ¿verdad? —alzó las cejas—. Sí, tienes en toda la cara
pintada la expresión de que quieres enterrarte en un agujero muy hondo y no
salir de ahí hasta que todo pase.
—Yo…
—¿Es tu culpa? Bueno, lo es. Han cerrado institutos
porque te has rebelado. ¿Y ahora qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Qué hacemos?
¿Reculamos y volvemos a estar bajo las asquerosas órdenes del Sector Quinto? ¿O
luchamos hasta el final, acabamos con los malos y conseguimos abrir de nuevo
esos colegios caídos? ¿A qué fútbol quieres jugar, Arion? ¿A uno regulado o a
uno libre?
—¿Pero usted de verdad cree que el entrenador Evans tenía
la culpa de todo lo que me ha contado…?
—Cegarse no es bueno, Arion. Creo que eso lo sabes bien.
¿Quizás tenga algo que ver que el gran emperador sea tu salvador y enemigo a la
vez?
—No lo sé, yo… estoy tan confundido… —suspiró, agachando
la cabeza.
—¿Me estás diciendo que no habrías hecho todo este jaleo
si hubieras sabido que cerrarían escuelas? Pero tú ya sabías que el Sector
Quinto jugaba sucio. ¿Por qué no lo pensaste en su momento? Porque te gusta el
fútbol y solo querías que la gente jugara libremente. De todas formas, ¿qué
crees que pasaría ahora si te rindes? ¿Crees que el Sector Quinto os dejaría ir
de rositas? El club de fútbol quedaría disuelto y con suerte dejarían que el
instituto siguiera abierto.
Arion se quedó en silencio. Tampoco había pensado en eso.
Ni siquiera se había planteado abandonar, tan solo quería lidiar con el
sentimiento de culpa, nada más. No había ido más allá de eso. Pero lo que le
estaba diciendo ella tenía mucho sentido.
—¿Quieres volver al entrenamiento? Tus compañeros deben
de estar preocupados.
Sherwind agachó la cabeza, señal que tomó Eris como una
negativa. Terminó sonriendo y acariciando la cabeza del niño.
—Eres un buen chico, se te nota. Pero a veces, las cosas
son más duras de lo que uno piensa. No creo que tus compañeros te reprochen que
te hayas querido tomar estar tarde libre. ¿Me puedo quedar contigo hasta que mi
novio venga a por mí?
—¿Eh? Sí… Muchas gracias, señorita Hatsune.
Eris acarició la espalda de Arion con cariño y se
quedaron en silencio.
Cuando el cielo empezó a tornarse naranja, el equipo del
Raimon dio por finalizado el entrenamiento. Samguk aprovechó para detener a JP
y poder preguntarle con más tranquilidad si había reconsiderado su propuesta.
Le alcanzó justo fuera del Edificio Fútbol, acompañado de Lucian y Skie.
—¿Qué? ¿Todavía sigue en pie? —se sorprendió JP.
—Claro —asintió—. Y al ver el partido contra el instituto
Espejismo, me he convencido todavía más. Sé que llegarás a ser un portero
estupendo.
—Ya, pero bueno, eso fue solo un imprevisto y…
—¿Y qué me dices durante la acampada? —dijo Lucian—.
Estuviste también muy bien.
—Eso fue solo jugando, no era nada serio. Ni tampoco nos
jugábamos el pase a la siguiente ronda.
—¿Ves? Todos los demás se dan cuenta menos tú.
—Hasta ahora solo había practicado como jugador de campo,
nunca había pensado en mí como portero. Además, no es que sea demasiado alto,
así que preferiría seguir como estoy… —sonrió con cierta tristeza.
—Esa frase es demasiado confusa, JP —le regañó Skie—. No
digas «preferiría», di claramente lo que quieres ser o si no, Samguk no
entenderá lo que quieres decir.
—No seas tan dura conmigo, Skie —sonrió el chico,
rascándose la nuca.
—Bueno, sin presiones, ¿de acuerdo? —dijo Samguk—. Pero
quiero que sepas que cuentas con el beneplácito del amigo del entrenador Sharp,
él fue quien nos dio la idea al ver tus magníficos saltos.
—¿Un amigo del entrenador Sharp? —repitió Lucian—. ¿Cuál
de todos?
—Guille.
—Últimamente no lo veo por aquí —comentó Skie.
—Según tengo entendido, está en un viaje de negocios —respondió
Samguk—. No sé cuánto tardará en volver, pero seguro que le haría ilusión si
terminas aceptando ser mi sucesor. Bueno, nos vemos. Chao —se despidió con la
mano.
—Adiós, Samguk, y gracias por todo —Lucian hizo una
reverencia, seguido de los otros dos jóvenes.
—La verdad es que el partido me dejó impresionado por
cómo colaboramos todos para defender la portería —murmuró JP, mirándose las
manos.
—Sí, eso es cierto. Estuvo bien —Skie le dio la razón.
—Yo creo que la fuerza de Wan-Chang y los demás hizo que
pudieses dar todo de lo que eres capaz —le animó Lucian.
Jean-Pierre siguió mirándose las manos. ¿Dar todo de lo
que era capaz? Si tanta gente lo decía, tal vez tuvieran razón, ¿no?
Al final, salió corriendo en dirección al despacho del
entrenador Sharp.
—Se está haciendo tarde. ¿A qué hora dijo que teníamos
que estar allí?
—Pues no lo recuerdo, pero me dijo que pasaría a
buscarnos… Ah, mira, hablando del diablo… —sonrió Eris, respondiendo a la llamada—.
¡Hola, Annie…! ¿Eh? ¿Cómo que sola? ¡Pero si nos tienes que enseñar tú el
camino! ¿Cómo que imprevisto? ¿Pero estás bien…? ¿Y entonces cómo se supone
que…? Oh, vale. Pues espero que te puedas pasar aunque sea para los postres,
tonta. Sí, sí. Hasta luego.
—¿Qué ha pasado?
—Que nos ha dejado en la estacada, eso pasa —bufó Eris a
su novio y luego a Arion.
Cuando Claude había llegado al campo de la ribera, había
decidido invitar a Arion a un helado para levantarle un poco la moral al chico.
Y así habían terminado los tres en una cafetería.
—¿No tienes que volver a casa, Arion? Silvia te tiene que
estar esperando, ¿no?
—Sí, debería volver ya —asintió el chico—. Muchas gracias
por el helado.
—Te acompañamos —dijo Eris, levantándose de la silla.
—¿Eh? No hace falta, de verdad.
—No rechistes. Todavía pueden asaltarte de nuevo esos
canallas del Sector Quinto.
—Pero… —esa vez fue Claude quien habló.
—Si igualmente teníamos que ver a Silvia y a Rubén —sonrió
Eris—. ¿Qué más da adelantar la sorpresa? Venga, vamos.
Claude no protestó más. Arion tuvo que resignarse a que
los dos adultos le acompañaran hasta los Apartamentos Windsor.
—La próxima vez, alquilamos un coche —le apuntó Claude a
su novia, mientras se dejaban guiar por el chico.
—Sí, sí. Cállate y anda, quejica.
—Son estos de aquí —indicó Arion—. Ya estamos.
Arion fue el primero en girar hacia la entrada de los
edificios, sorprendiéndose al encontrarse a su capitán hablando con la tía
Silvia.
—Mira, ya está aquí —sonrió la señorita Woods.
—Hola, Arion —Riccardo se giró—. Nos tenías preocupados.
—¿Qué haces aquí?
—Había venido a preguntarle a tu tía si tenía alguna idea
de dónde podías estar.
—Le iba a decir que fuese a la ribera. Le estaba diciendo
que cuando algo te preocupa, coges la pelota y te vas allí a darle patadas
hasta que estás más tranquilo.
La expresión triste de Arion volvió a él. Casi se había
olvidado de por qué había huido del entrenamiento gracias a las conversaciones
tontas de la señorita Eris y de su novio.
—Así que este casoplón es tuyo, ¿eh? Nunca creí que fuera
tan grande —Eris decidió asomar la cabeza para saludar a una vieja amiga.
—¡Eris…! —exclamó Silvia al reconocerla al instante—.
¡Madre mía, cuánto tiempo! —sonrió yendo hasta la peliazul—. ¡Ahí va! ¡Si
también está aquí Claude Beacons! ¿Pero cuándo habéis venido? ¿Qué estáis
haciendo aquí?
—Vacaciones —fue la escueta respuesta de Claude.
—Y también para ver a mis padres y a vosotros —sonrió
Eris.
—Por favor, pasad. Ahora me lo contáis todo. Chicos,
podéis subir si queréis —dijo Silvia, dirigiéndose a los dos adolescentes—.
Ahora os subiré algo para picotear.
—¿Dónde está Rubén? —preguntó Eris.
—No tardará mucho en llegar. Ya verás qué sorpresa se
lleva.
—Me han dicho que Scotty vive aquí también —dijo Claude—.
¿Sigue siendo tan enano como siempre?
Silvia tan solo se limitó a reír cuando Eris le pegó una
colleja por tonto.
—Saki y Ken también se están quedando aquí temporalmente,
pero ahora mismo no están.
Arion llevó a Riccardo hasta su habitación. Dentro se
encontraba Spotter, durmiendo a los pies de la cama. En cuanto vio que había
vuelto, se sentó moviendo la cola con alegría. Arion le saludó antes de dejar
su bolsa encima de la mesa de estudio.
—Hola, Spotter —saludó Riccardo, acariciando también su
cabeza—. Ahora que lo pienso, es la primera vez que estoy en tu cuarto, ¿no?
—Sí…
Riccardo se dio cuenta de una pelota bastante vieja y
sucia colocada sobre un mueble. Tenía el símbolo del Raimon dibujado con
bolígrafo. No dudó en cogerla con curiosidad.
—¿Y esto?
—Ah…
—Es el emblema del Raimon, ¿verdad?
—Sí, ese balón… es de Alex Zabel.
—¿Cómo? ¿Qué has dicho? —se sorprendió.
—Hace un rato… he visto a Alex Zabel.
Riccardo no pudo añadir nada más, pues Silvia trajo una
bandeja de té con galletas. Luego, con calma, le contó todo lo que había
sucedido desde que se marchó del Raimon.
—Vaya… menudo día has tenido.
—Sí…
—Resulta que le debes la vida a Alex Zabel, el gran
emperador del Sector Quinto, y ese fue tu impulso para jugar, que está haciendo
que sople el viento de la revolución. Pero… míralo así: si Alex Zabel no te
hubiera salvado, no estarías ahora aquí.
Arion no parecía muy convencido. Riccardo sonrió cuando
un recuerdo se cruzó por su mente.
—Es como la otra vez, pero al revés.
—¿Eh?
—Cuando viniste a verme y entraste en mi cuarto, ¿te
acuerdas?
—Es verdad… —sonrió Arion sin pocas ganas.
—Pero hay algo que no entiendo —dijo Riccardo, mirando el
balón viejo—. ¿Por qué quiso verte el gran emperador?
—Eso es… lo que yo tampoco sé —respondió, mirándolo
también.
—«Si quieres saber la respuesta, entonces tendrás que
ganar el Camino Imperial». No sé, a mí esa frase me suena como si te estuviera
animando a seguir adelante.
—¿Tú crees, Riccardo? Pero dijo que el cierre de
institutos era por mi culpa.
—Da la impresión que solo lo haya dicho para picarte, ¿no
crees?
No lo había visto de esa forma.
—El gran emperador es un misterio —reconoció Riccardo—.
Escucha, el Raimon de ahora no es en absoluto el mismo en el que ingresaste —sonrió—.
Todos aspiran a ganar. No hace falta motivarnos, ya lo estamos de sobras. Hoy
mismo el equipo entero ha entrenado hasta darlo todo pensando en el partido
contra el Universal. Arion, el viento que levantaste nos puso en marcha y ahora
se ha extendido por todo el país. Lo entiendes, ¿verdad?
—Sí —asintió.
—Fuiste tú el que me enseñó que lo más importante de todo
es el sentimiento de amor por el fútbol —Riccardo se levantó y cogió la pelota
de fútbol que había al lado de la cama—. ¿Te apetece venir a la ribera a dar
unas patadas al balón? Venga, Arion, ¿qué me dices?
Viendo la cara poco convencida del chico, añadió:
—Solo quiero jugar un rato al fútbol contigo, sin
revoluciones ni nada por el estilo. Simplemente darle unas patadas al balón.
Arion dejó de mirarle, sin responder.
—Está bien, puedes venir cuando te apetezca —se despidió,
saliendo de la habitación del chico.
Justo cuando estaba colocándose de nuevo las zapatillas,
Silvia se asomó a la entrada al ver que había ruido.
—Muchas gracias por todo. Las galletas estaban muy
buenas.
—Riccardo, ¿cómo está Arion?
—Tranquila, creo que está bien —respondió, cogiendo la pelota.
—Solo está algo confundido, eso es todo —Eris se asomó
detrás de Silvia—. Riccardo di Rigo, ¿no? Creo que no nos hemos presentado
antes, disculpa. Eris Hatsune, una…
—Antigua amiga del entrenador Evans, me lo imaginaba —sonrió
el chico—. Encantado.
—El chico con cara de malas pulgas que has visto antes es
mi novio, Claude Beacons. Muchas gracias por intentar animar a Arion. Solo
queda que se convenza él mismo.
—Le he invitado a dar unas cuantas patadas al balón en la
ribera, espero que al final se anime. Hasta pronto.
—Vaya, ¿tenemos fiesta en casa? Hola, Riccardo. ¿Ya te
marchas? —sonrió Rubén, que acababa de entrar por la puerta.
—Sí, nos vemos —se despidió.
Rubén se distrajo con la presencia de Eris, que le
saludaba con gran alegría al lado de su novia.
Mientras tanto, Arion todavía seguía sumido en sus
pensamientos. Reproducía en su cabeza las dos conversaciones que había tenido
con la amiga del entrenador Evans y con el capitán. Sin embargo, Spotter
olisqueando la pelota de Alex Zabel le distrajo. Spotter terminó enviándosela
de un golpe con el hocico. Arion miró el rayo dibujado, pero enseguida dirigió
la mirada hacia Spotter. Se acordó del cachorro que era cuando le salvó de los
tablones, aquel día en la playa. Había crecido mucho desde entonces. Acarició
su cabeza, provocando que Spotter le lamiera la mano en señal de alegría.
—Déjame, Spotter —rió por las cosquillas.
El perro fue a juguetear de nuevo con la pelota y el
estudiante acarició su lomo, ya con una sonrisa distinta en su rostro. Luego,
miró hacia el horizonte y se dirigió hacia su armario. Se colocó su preciado
uniforme del Raimon y se marchó de la casa. Llegó corriendo hasta la ribera del
río, donde un Riccardo se giró sonriéndole desde el campo, como si le hubiera
esperado durante todo ese tiempo.
—¡Capitán!
—Al final has venido.
—¡Capitán, quiero jugar al fútbol con todos los del
Raimon!
Riccardo asintió con una sonrisa.
—Ya no tengo dudas. Quiero disfrutar jugando porque me
gusta muchísimo el fútbol.
—¡Bien!
Entre los dos se fueron haciendo pases en dirección a la
portería.
—¡Ganaremos la semifinal, capitán!
—Sí, ganaremos el Camino Imperial y descubriremos la
respuesta del gran emperador.
—¡Sí! —y chutó hacia la portería.
En su mente, se prometía a sí mismo demostrarle al gran
emperador cómo se disfrutaba jugando al fútbol en libertad.
—Voy a tener que poner a unos perros para que ahuyenten a
todos los intrusos.
Jude estaba cruzado de brazos, viendo cómo su sala de
estar había sido invadida por sus amigos. Habían tocado el timbre, quejándose
de que había tardado demasiado en abrir la puerta, y habían pasado como si
nada.
—Oh, venga, Jude, no seas aguafiestas —se rió Kai—. Si en
el fondo te gusta que hayamos venido a traer más ambiente a tu casa. Esto tan
grande debe de ser muy solitario y triste.
—No es ni solitario ni triste —tuvo la necesidad de
defenderse.
—¿Ah, no? —Hikari alzó una ceja.
—¿No es triste? —Saki también le miró.
—Yo solo he venido porque me han convocado aquí, que
habría una sorpresa —se excusó Byron, alzando las manos.
—A mí también —apoyó Celia—. Además, tampoco tienes nada
mejor que hacer, hermanito —sonrió.
—Tengo unas semifinales que preparar.
—Mucha suerte contra el Universal —deseó Angy.
—¿Puedo ir a ver los entrenamientos? —preguntó Ana.
—Pues claro que sí —sonrió Saki—. Jude no pone pegas.
Puedes divertirte todo lo que quieras con ellos.
Ken asintió a sus palabras.
—Yo lo que quiero saber es quién os ha pedido que vengáis
aquí —quiso saber David.
—Annie —respondió Ana.
—¿Y dónde demonios está ella? —preguntó Jude—. No puede
invitar gente de esta manera a mi casa y luego no aparecer.
—Rubén y Silvia están al caer, que me lo acaban de decir —dijo
Esther.
—A lo mejor ha tenido algo que hacer. Hoy no ha venido al
entrenamiento porque tenía recados —recordó Celia.
—Ya abro yo —Ana se levantó de un salto al oír el timbre
de la puerta.
Cuando la abrió, Silvia y Rubén gritaron:
—¡Sorpresa!
Y detrás de ellos dos aparecieron Eris y Claude. Ana
gritó de la sorpresa y alegría, armando tal alboroto que los demás fueron a ver
qué había sucedido. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que sus viejos
amigos se habían dejado caer por la ciudad de Inazuma.
—Joder, ¿pero cuándo habéis venido? —Angy estaba
abrazando con fuerza a Eris.
—Ha sido esta mañana. Bryce ha tenido la amabilidad de
traernos hasta aquí.
—Y una mierda —espetó Claude—, solo nos ha traído porque
tenía que venir aquí a por Joss.
—Pero porque están de vacaciones como nosotros —sonrió
Eris.
—Varias estáis de vacaciones al parecer —se rió Rubén.
—Ah, la tonta de Annie dice que no puede venir —bufó
Claude—. Esta era la sorpresa que os quería dar, pero ni siquiera ha podido venir.
—¿En serio? —se sorprendió Ana—. ¿Es que os la habéis
encontrado por el camino o cómo?
—Se estaba despidiendo de Joss cuando hemos llegado
nosotros —explicó Eris—. Estaban diciendo algo de una cafetería y de alguien
llamado Aitor.
—Ah, el mocoso de Lina —dijo su novio.
—¿Qué? ¿Lina Schiller ha sido madre? —se sorprendió Ana.
—¿Qué? No —se rió Celia—. Es una larga historia.
—Bueno, tenemos toda la noche por delante, ¿no? —sonrió
Eris—. ¡Que empiece la fiesta! ¡¿Dónde está la comida?! ¡A ver, que yo la vea!
—Ahora sí empiezas a hablar mi idioma —Danny le guiñó el
ojo.
—Espero que hayas llenado bien la nevera y la despensa —comentó
Claude a Jude.
—No puede permitírselo —sonrió David.
Jude se frotó las sienes mientras su hermana pequeña se
reía.
—Y dime, ¿cómo habéis estado todo este tiempo? —preguntó
Ana entre bocado y bocado.
—Muy liados —respondió Claude—. Entre competición y
competición, no hay tiempo libre. Si un caso, para que Eris se eche una
lloradita y siga adelante.
—No lo digas de esa forma, idiota —Eris le pegó en el
brazo—. Lo haces sonar peor de lo que en realidad es.
—Debe ser duro llevar el ritmo de una patinadora
artística tan buena como tú —comentó Ken.
—Oh, vamos, tampoco es para tanto —la chica se sonrojó
levemente.
—Te vemos por la televisión, eres increíble —sonrió Saki.
—Bueno, cada uno tiene lo suyo, ¿no? Muchos de aquí somos
profesionales, ya sabéis cómo va todo esto.
—¿Entonces por qué te saliste del fútbol profesional? —le
preguntó Byron a Claude—. ¿Demasiadas emociones para ti? ¿O el salario era
demasiado alto para tu gusto?
—No, idiota. Me lesioné y tuve que estar un tiempo sin
hacer grandes esfuerzos físicos. Entonces le estuve que estar acompañando
durante sus entrenamientos y competiciones y…
—Y le pilló el gustillo a eso de controlarme la carrera
profesional —Eris rodó los ojos con sorna.
—¡Sabes que no es por eso…! —Claude tartamudeó,
ruborizándose por la forma en que lo había dicho—. Tu anterior mánager era un
inútil, lo sabes bien.
—Así que nuestro tulipán ha logrado controlar ese
temperamento suyo que tenía y ahora va por ahí con un traje y teniendo
reuniones importantes —se rió Esther—. Quién lo habría dicho.
—Yo desde luego que no, teniendo en cuenta la mala leche
que te cargabas de más joven —asintió Rubén.
—Sí, menudos momentos le diste a Eris —se burló Hikari.
—En realidad, todo ese triángulo amoroso o lo que fuera
que tuvieran fue bastante fuerte y entretenido a la vez —recordó Danny.
—Mira quién habló —Angy arqueó la ceja—. ¿No erais vosotras
dos las que estabais coladitas por los huesos de Paolo?
—Menos mal que Guille no está aquí para escuchar esta
conversación —se rió Kai—. Se volvería loco.
—Tengo entendido que Cammy también está aquí —dijo Eris—.
¿Por qué no ha venido?
—Está en el hospital, tiene turno doble hoy —informó Saki—.
Pero si quieres, podemos ir mañana a hacerle una visita. Ken y yo casi siempre
nos pasamos un rato por allí cuando podemos.
—¿Eh? ¿Y eso?
—Visitamos a varios pacientes internados y pasamos la
tarde con ellos.
—Oh, todavía no he tenido oportunidad de saludarla —recordó
Angy—. Quizás vaya también con vosotros dos.
—Pues vamos todas las que estamos aquí, ¿no? —sugirió
Danny—. Yo tampoco la he visto.
—A ver si podemos quedar un fin de semana todos —dijo
Esther—. Tener una tarde libre va a ser algo imposible para nosotros dos.
—¿Dónde os estáis quedando? —preguntó Silvia.
—En casa de mis padres —respondió Eris—. A ver si mañana
podemos pasarnos por el Raimon y puedo ver jugar a Arion Sherwind.
Estuvieron hablando un poco sobre la situación actual de
la revolución, el cierre de los institutos y los sentimientos de culpa de Arion.
También pusieron al corriente de todo a ellos dos.
—Me parece increíble que Axel se haya atrevido a hablar a
solas con Arion —bufó Kai—. ¿Qué cojones le pasa?
—Primero amenaza a Victor y luego culpa a Arion… —murmuró
Saki.
—Tan solo podemos centrarnos en el próximo partido —dijo
Jude—. Rompernos la cabeza pensando en las acciones de Axel no nos ayudará a
derrocar al Sector Quinto. Antes de que vinierais, estaba hablando con David
sobre la mejor opción de entrenar a JP.
—¿A JP? ¿El chico pequeñajo que pega esos saltos tan
grandes? —preguntó Angy.
—¿Qué me dices? —Kai adivinó—. ¿Que al final se va a
convertir en portero?
—Sí, justo después del entrenamiento, ha ido al despacho
de Jude para comunicarle su decisión —asintió Celia.
—Eso es genial —sonrió Ana.
—Estaba pensando en echar un vistazo a los entrenamientos
que ha ido anotando Yuuto, pero creo que es mejor no molestarla por el momento —comentó
Jude.
—Puedo ayudarte si quieres —se ofreció Ken—. Hace tiempo
que no juego como portero, pero quizás pueda servirle de ayuda a JP.
—Jude, había pensado en llamar a alguien —dijo Celia.
—¿En llamar a alguien? —repitió Danny—. ¿Por qué molestar
a otra gente?
—JP ha estado dudando durante un buen tiempo sobre si
asumir el legado de Samguk o no —contó Celia—. Yo creo que se siente inseguro
por ello.
—Bueno, enano es un rato —soltó Hikari.
—Pero eso da igual —dijo Byron—. Su punto fuerte es la
fuerza explosiva que tiene al saltar.
—Es una lástima que Mark no esté aquí para poder
transmitirle todo su conocimiento —se lamentó Eris.
—Pero hay alguien más que sí puede ayudarle —sonrió
Celia, mostrando el mensaje que había enviado con el móvil.
—Si se entera Guille, viene desde Osaka corriendo solo
para verle, estoy segura —se rió Silvia.
—Hombre, yo también salgo corriendo si me dicen que mi
Mark está aquí, ¿sabes? —Ana soltó una carcajada.
—Por fin he aterrizado. Dios, estoy muerta… —se quejó,
moviendo el cuello para destensarlo—. ¿Qué? No, estoy bien, ya te he dicho que
no es nada… Erik, cariño, no me jodas, es solo una pequeña molestia… Sí, sí,
está bien. Iré al hospital y te mandaré una foto para que dejes de joderme.
Estoy de vacaciones, no me presiones. Te dejo, voy al hotel a dejarme caer
muerta sobre la cama. Mañana le daré recuerdos a Silvia.
La castaña de melena larga cortó la llamada, cogió su
maleta con ruedas y puso rumbo a pillar un taxi a la salida del aeropuerto.
—Ciudad de Inazuma, por favor. Muchas gracias.
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Gracias a la mirada
perspicaz de la profesora Hills, JP contará con ayuda de sus amigos y de una
persona en especial para poder ganarle la batalla a sus miedos estando debajo
de la portería. Mientras tanto, Cammy va a tener que lidiar con unas visitantes
que le darán tantos problemas como el revoltoso de Sol Daystar. ¿Conseguirá
controlarlas o Sol se compinchará con ellas?
Si lo queréis
averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: PARECIDOS
¡¡¡Esto es fútbol
al rojo vivo!!!
¡Y después de mucho, una antigua amiga aparece! :D Así está nuestra querida patinadora:
Y así es el cambio que ha pegado. Se le nota la dura rutina diaria que tiene ;)
Como ya sabéis, actualizaré su ficha en la página del timeskip :3
¡Hasta la próxima!
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