CAPÍTULO 54- ¡CUÁNTO TIEMPO!


Jude se dirigía hacia la sala de espera del hospital, donde todos los adolescentes del Raimon esperaban de forma impaciente saber algo de la condición de Riccardo. Estaban muy afectados, ver al capitán di Rigo desplomarse de aquella manera sobre el campo fue aterrador. No tardaron demasiado en llevárselo en ambulancia e ingresarlo en el hospital.
—¡Jude…!
El entrenador del Raimon se giró al oír su nombre, solo para encontrarse a Yuuto y a David caminar en su dirección.
—Creía que no llegabas hasta mañana, Yuuto —se sorprendió Sharp.
—Quise llegar a tiempo para poder ver el partido, pero se me hizo tarde. Cuando David fue a recogerme, me dio la noticia y vinimos para aquí.
—¿Cómo está el chico?
Jude no respondió, simplemente continuó su camino hacia la sala de espera. Una vez allí, los niños ni siquiera repararon en la presencia de los entrenadores de la Royal, solo en Sharp.
—Entrenador… —Gabi miró con miedo al adulto—. ¿Cómo está Riccardo? ¿Se pondrá bien…?
—Su vida no corre peligro por el momento, pero… han tenido que intervenirle de urgencia.
—¿Un operación de emergencia?
Todos se quedaron sin palabras.
 
—Sí… Sí… Entendido —Celia colgó el teléfono y se guardó el número con el contacto.
Se encontró con la mirada preocupada de Annie y a Celia se le escapó un suspiro. Sus amigas estaban esperando con los demás, delante de la sala de operaciones porque los niños habían querido esperar a su capitán allí. Las dos mujeres llegaron hasta ellos y Celia les susurró:
—Los padres de Riccardo vienen al hospital. Estarán aquí enseguida.
—Ah, bien —respondió Jude.
Celia por fin reparó en la presencia de Yuuto.
—¿Cuándo…?
—David me trajo —respondió enseguida—, pero se tuvo que marchar de nuevo.
—¿Entonces ya habéis terminado las cosas allí en la Isla Santuario? —preguntó Angy.
—Así es —asintió la rubia—. Creo que he sido de las primeras en irme. Los otros volverán dentro de nada, no creo que se queden mucho tiempo más.
Los adultos se callaron y miraron hacia los niños del Raimon, que expresaban su tristeza y preocupación mirando la luz encendida de la sala de operaciones.
—¿Pero todavía no han acabado…? —murmuró Eugene—. No sé, ¿no os parece que tardan demasiado?
—Paciencia, chicos —dijo Guille con suavidad—. Estas operaciones pueden tardar horas, nunca se sabe.
—Ya han acabado —anunció Ryoma al ver que la luz se apagaba.
Todos dieron un paso enfrente por inercia hacia la puerta que se abría y dejaba paso a un doctor equipado para la intervención.
—Doctor —Jude dio un paso adelante como el máximo responsable de aquellos chavales.
El grupo de adultos hizo una reverencia, en agradecimiento por su labor. El hombre se acercó hasta Jude, con Gabi, Samguk y algunos más yendo hasta ellos para enterarse antes. Los que se quedaron rezagados tan solo pudieron ver al médico moviendo la cabeza, haciendo que temieran lo peor. Justo en ese momento, dos enfermeras, entre ellas Camellia, salieron transportando a Riccardo en la camilla. Todos los chicos rodearon la camilla.
—La operación ha sido un éxito —anunció Cammy con una sonrisa—. No os preocupéis más, chicos.
Respiraron con alivio.
—Os diré cuándo podéis visitarle, ¿de acuerdo? —Cammy les guiñó el ojo a sus amigos de la adolescencia antes de irse.
—¡¿Un mes de reposo?! —exclamó Subaru, sorprendido.
—Me temo que deberá llevar la pierna escayolada durante un tiempo para estar seguros.
—¿Quiere decir que Riccardo no podrá jugar la final del torneo? —quiso asegurarse Celia.
—Por desgracia, no —confirmó el doctor.
—¡Doctor…! —Arion se acercó hasta el hombre—. ¡¿No hay ninguna solución?! ¡El capitán ha luchado tanto para llegar hasta aquí…! ¡Se ha esforzado para ganar el torneo…! ¡Por favor…! —la voz del chico falló antes de reverenciarse noventa grados, ocultando sus lágrimas—. ¡Por favor! ¡Tiene que hacer algo! ¡Lo que sea para que el capitán pueda jugar la final…! ¡Se lo ruego, por favor, doctor…!
—Si hubiera algo que hacer, lo haría. Puedes estar seguro… —murmuró el hombre antes de retirarse.
Jude y los demás tuvieron que ver cómo todos soltaban sus frustraciones ante la injusticia de la vida. Porque Riccardo se quedaría fuera de la final después de todo lo que había hecho por el equipo para llevarlos hasta allí.
Porque a las puertas de la gran final, el Raimon se había quedado sin capitán.
 
—Jude, deberíamos llevarles a sus casas ya —dijo Celia—. No creo que hoy nos dejen ver a Riccardo.
—Sí —asintió Darren—. Ahora sabemos que está fuera de peligro y que solo necesita recuperarse bien de su lesión.
—Y ahora están muy tristes como para ver a Riccardo —murmuró Guille—. Yo creo que terminarían por deprimir aún más al chico.
—Ya verás cuando se despierte y se entere de que se pierde la final. Va a querer matarse —dijo Danny.
—Pues normal —soltó Yuuto—. Es frustrante.
La conversación se vio interrumpida con la llegada de Ken, Saki y Sakura.
—¿Cómo se encuentra Sol? —preguntó Hikari.
—Mucho mejor que Riccardo, eso seguro —respondió Sakura—. Al menos no ha terminado lesionado como él.
—Eso es ser cruel —se rió Kai—. Tiene más aguante el enfermo.
—Ha lamentado lo del capitán —comentó Saki—. Dice que en cuanto pueda, se escapa para hacerle una visita.
—Le ayudaré a esquivar a Cammy —fue todo lo que dijo Ken.
—Te estás volviendo un rebelde, ¿eh? —se rió Eris.
—Ha sido nuestra mala influencia —bromeó Ana.
—Mirad la que armáis en un momento en cuanto me marcho durante un tiempo. ¿Qué le habéis hecho a mi pobre Riccardo?
El grupo de amigos se giró ante la voz de Estela, que saludaba con una suave sonrisa en el rostro. Gabi fue el más rápido en reaccionar e ir hasta ella, para saber si había podido visitar a Riccardo en la habitación.
—Los únicos que han podido entrar durante un momento han sido sus padres —respondió Estela con suavidad—. Riccardo todavía está bajo los efectos de la anestesia.
—¿Ya has terminado tu gira? —preguntó Jude.
—Sí. Estaba con los padres de Riccardo cuando habéis llamado vosotros. ¿Qué ha sucedido?
Gabi se encargó de explicarle todo lo que había pasado.
—Qué pena… —suspiró Estela—. Está bien, chicos —llamó la atención de los más jóvenes dando una palmada—, es hora de que volváis ya a casa. No se puede hacer nada más por Riccardo y…
—Pero nos gustaría verle antes —protestó Eugene.
—Me temo que hoy no va a poder ser, chicos —se disculpó Estela—. Tal vez mañana haya más suerte. Es tarde y tenéis que volver a vuestras casas. No, venga, no quiero protestas.
—Celia y yo os llevaremos a vuestras casas —anunció Annie—. Mañana ya tendréis tiempo de ir a visitarle después del entrenamiento, ¿de acuerdo?
—Me voy con ellas —dijo Darren—. Te veo luego, Guille.
—¿Qué? Pero…
—Creo que te quieres poner al día con tus amigas, ¿no? Yo ya lo hice —sonrió el portero.
—La verdad es que no es un buen momento ahora mismo —musitó el español, viendo las caras largas de sus amigas.
—Yo me quedaré a hablar con los padres de Riccardo —habló Jude.
Annie, Celia y Darren llevaron fuera del hospital a los jugadores del Raimon. Los demás esperaron a que Jude hablara con los progenitores del capitán.
 
A la tarde siguiente, nadie podía concentrarse para hacer un entrenamiento decente. O se pasaban de fuerza haciendo pases, o recibían el balón con la cara. A más de uno le robaron la pelota en sus propias narices por estar demasiado distraído.
—Pobres… —murmuró Ana—. El ánimo del equipo está bajo sin el capitán.
—Es una pena… —suspiró Eris.
—Más bien ellos dan pena —soltó Kai—. ¡Ay!
—No seas tan cruel —Celia había pellizcado a la surfista.
—¡Pero qué ambiente más deprimente es este…!
Todos quedaron paralizados ante el grito. Algunos, como Michael y Aitor, se giraron algo ofendidos hacia la persona que había gritado de esa manera tan irrespetuosa. Una chica de piel morena y pelo azul estaba mirando hacia ellos con mirada crítica mientras se dirigía hacia la zona del banquillo.
—¡Pero bueno…! ¿Es así como queda el Raimon si su capitán se lesiona? ¿Para el arrastre?
—Sue, no lo estás mejorando —Esther apareció detrás de ella—. Solo estás consiguiendo crear el efecto contrario.
Los jugadores decidieron seguir jugando, sin querer prestar atención a otra amiga más del entrenador.
—¿Qué estás haciendo aquí? —se sorprendió Annie.
—He venido a ver la final del torneo, por supuesto. A ver al Raimon ganar.
—Han aparecido por mi casa por sorpresa —explicó Rubén.
—¿Pero y si el Raimon no llega a ganar? —preguntó Sakura—. Habrías venido para nada.
—¡Pero es imposible que el Raimon pierda! ¡Estaba claro que iban a ganar!
—¡Eso es! —sonrió Guille.
—¿Pero has venido solo para la final? —Ana arqueó las cejas.
—Qué va, también he venido por trabajo —sonrió Sue.
—¿Qué se te ha perdido por aquí? —preguntó Eris.
—Por la cara que están poniendo, diría que nada bueno —comentó Kai.
—¡No es nada malo! —sonrió Guille—. Solo que hemos decidido asociarnos.
—¿Vais a abrir un restaurante aquí? —sonrió Danny.
—¿Qué? ¡No! —negó rápidamente Sue.
—¡He decidido expandir mi negocio de casamentero hasta Osaka! —anunció Guille, todo orgulloso—. He ahí por el que viajé hasta allí y estuve desparecido, que si no, no habría dejado solas a mis niñas.
—Hablando de casamenteros… Los originales estáis de nuevo reunidos —observó Angy.
—¿Para qué lo dices? —saltó Rubén—. Ahora no pararán de dar cansera con eso.
—¿De qué te preocupas? —se rió Esther—. Tú tienes a Silvia, no van a molestarte.
—Pero nos van a implicar a todos —suspiró Sakura.
—Bueno, quedan muy pocos de nuestro grupo solteros, ¿verdad?
Y todas las miradas se dirigieron hacia Celia y Jude.
—¡Annie también está soltera…! —protestó Celia, intentando escabullirse de toda aquella situación.
—¡Pero lo suyo es diferente, con un amor algo complicado…! —saltó Guille, dramáticamente—. En cambio tú con Scotty…
—¡Equipo! —interrumpió Jude, levantándose del banquillo—. ¡¿A qué estáis jugando?! ¡¿Es este vuestro fútbol ahora?! ¡¿Con este fútbol pretendéis ganar la final?! ¡Si vais a seguir jugando así, entonces será mejor que os marchéis del campo y no volváis hasta que dejéis de pensar en tonterías!
—Creo que lo has cabreado del todo —le murmuró Hikari a Guille.
—¡Encima será culpa mía que los niños se preocupen por su capitán y estén jugando como el culo…!
 
—¡Ha marcado! ¡El Monte Olimpo logra aumentar su cuenta una vez más!
Mientras el comentarista exclamaba aquello, en la televisión se pudo ver el marcador del Monte Olimpo: dieciséis goles metidos. Once en la primera parte y cinco en la segunda. Segundos después, los tres pitidos finales resonaron.
—¡Aquí termina el partido! ¡El Monte Olimpo aplasta al instituto Farm con una fuerza impresionante y se clasifica para jugar la final del torneo! ¡Así pues, ya sabemos que el instituto Raimon y el colegio Monte Olimpo se enfrentarán en la final del Camino Imperial! ¡¿Cómo podrá responder el Raimon a la fuerza avasalladora del Monte Olimpo?!
Riccardo cerró la televisión. Se miró la pierna derecha, que la tenía totalmente escayolada y estaba postrado en la cama del hospital. Frunció el ceño con una rabia inmensa.
—Si sigues arrugando el entrecejo de esa manera, te saldrán arrugas. Y eres muy joven para estar ya como una pasa.
—Profesora Schiller, hola… —se sorprendió Riccardo—. Saki, Ken… —saludó con un suave cabeceo.
—¿Cuántas veces te he dicho que no me trates con tanto respeto —se quejó Estela—. Joder, que no soy tan vieja… —murmuró en español.
Tiene su gracia al ser una de las más jóvenes de nuestro grupo —se rió Saki.
—Eso es porque eres su profesora —contestó Ken con obviedad—. Siempre te va a tratar con respeto.
Riccardo tuvo la decencia de mostrarse algo avergonzado al comprender que estaban hablando de él incluso en español.
—¿Cómo te encuentras, Riccardo? ¿Te duele? —preguntó Estela.
—No, no me duele, pero…
—Más te duele perderte la final, ¿no? —sonrió Saki con comprensión.
—Sí… —el chico asintió con reticencia.
—Al menos no fue nada más grave —suspiró Estela.
—¿Qué hay más grave que esto, profesora Schiller? —dijo Riccardo, con gran frustración en su voz.
—Morirse —respondió Ken secamente—. Hay jugadores que caen muertos sobre el césped.
Riccardo quedó en shock por eso. No lo había visto de esa forma tampoco.
—Por suerte, no ha sido ese tu caso —Saki intentó suavizar las palabras de su novio—. Pero la verdad es que nos diste un buen susto cayéndote de esa manera.
—Un mes… Tengo que estar así durante un maldito mes… —suspiró, dejando caer su cabeza sobre la almohada.
—Podría haber sido peor —sonrió Estela—. ¿Os acordáis de cuando Mark y Annie también se perdieron la final del segundo Torneo Frontier Internacional?
—Sí, se lesionaron justo al finalizar el partido —asintió Saki, recordándolo.
—¿Qué? ¿Se lesionaron? —Riccardo se sorprendió.
—Es mejor que te lo cuente uno de los dos, ¿no? —Estela le guiñó un ojo antes de abrir la puerta de la habitación.
—¡Entrenador Evans…! ¡Señora Evans…!
Mark y Yeidi entraron por la puerta, sin perder ni un solo segundo para saludar al lesionado. Riccardo se alegró muchísimo de ver al entrenador de nuevo allí, delante de él.
—Es una lesión bastante aparatosa, pero hicisteis un partido estupendo —felicitó Mark.
—¿Estuvo viéndolo?
—No nos hemos perdido ningún partido —sonrió Yeidi—. Estando allí veíamos todos los partidos y siempre os mandábamos ánimos.
Los cinco adultos procedieron a contar la anécdota de cuando Mark y Annie terminaron lesionándose y perdiendo su oportunidad de jugar en la final, cuando España y Japón se enfrentaron para ser el mejor equipo del mundo. Japón intentaba revalidar su título como los mejores, pero las españolas consiguieron ser mejores que ellos.
—¿Y ahora qué haré, entrenador Evans? —preguntó Riccardo, algo angustiado—.  El equipo y la final…
—De eso quería hablarte, Riccardo… —Mark se puso serio—. El Raimon necesita a un capitán que los guíe durante la final, contra el colegio Monte Olimpo.
Riccardo calló. Había estado pensando en esa cuestión.
—Pero mejor que te comunique su decisión mañana —interrumpió Yeidi—. Es mejor que hoy le dejemos descansar. Te tuvieron que hacer una operación de emergencia, así que te lo tienes que tomar con calma, Riccardo. Tus compañeros esperarán hasta tu vuelta.
—Sí, no veas lo preocupados que estaban por ti —sonrió Estela—. Casi quisieron acampar en el hospital solo para poder hablar contigo aunque fueran unos minutos.
—Esta mañana Gabi quiso visitarte, pero no le dejaron —informó Saki.
—Sol también ha intentado escaparse varias veces para ir a verte —añadió Ken—. Pero Cammy no le ha quitado el ojo de encima, así que no ha podido escabullirse.
Los adultos se marcharon de la habitación para dejarle descansar. Pero Riccardo no lo necesitaba. Tampoco necesitaba pensárselo más. Ya sabía a quién haría capitán.
 
—¡Hasta luego, tía Silvia, tío Rubén! —se despidió Arion antes de correr hacia el instituto.
—¡Espérame, renacuajo! ¡Que voy también contigo!
—¿Eh? ¿A qué vas al Raimon? —se sorprendió Arion.
—No voy allí, pero me queda de paso y quiero acompañarte —contestó Rubén—. ¿Hoy tenéis también entrenamiento matutino?
—Así es. Vamos a entrenar un poco antes de clase.
Rubén se fijó mejor en la expresión seria de Arion y sonrió con comprensión.
—Estás preocupado por el capitán, ¿no?
—Sí. Ahora que no está, nos tenemos que esforzar el doble para ganar y que así el esfuerzo del capitán no se eche a perder.
—Y para concluir la revolución y derrotar al Sector Quinto.
—Sí. ¡Tenemos que esforzarnos mucho!
—Tu tía y yo te animaremos desde las gradas —sonrió Rubén—. No pudimos ir estas semis, pero ten por seguro que allí estaremos para animarte.
—¡Genial! —Arion se animó un poco más con aquello.
Rubén dejó a Arion corriendo en dirección al Edificio Fútbol para poder cambiarse rápidamente. A él se unieron Skie y JP, así que el español pudo marcharse tranquilo a su encuentro con Esther, para hablar de negocios.
—¡Buenos días! —gritaron los más jóvenes al resto del equipo.
—Buenos días, qué madrugadores —saludó Subaru, que se estaba cambiando de uniforme.
La puerta de atrás se abrió. Skie, JP y Arion se giraron con energías para saludar, pero se llevaron una grata sorpresa. En realidad, todos se quedaron sorprendidos al ver al entrenador Evans de nuevo con ellos. A su lado, estaba Jude, sonriendo por la alegría de los adolescentes. Muchos crearon alboroto por su llegada, pero Mark les mandó primero a terminar de cambiarse. Entretanto, Celia, Annie y Estela llegaron también.
Una vez con sus uniformes, Mark procedió a hablar.
—Como me imagino que sabréis, me fui de aquí para investigar las instalaciones de entrenamiento de imperiales del Sector Quinto. Eso es lo que hemos estado haciendo mi esposa y yo hasta ahora mismo. Hemos pasado al cuartel general de la Resistencia toda la información que hemos reunido. Yeidi está allí ahora mismo para pulir algunas cosas y nos ayudará desde allí —la sonrisa de Mark volvió—. Sin embargo, a partir de ahora me uniré a vosotros para que vayamos todos juntos a la victoria.
—¿Eh?
—¿Entonces va a volver a enseñarnos más fútbol? —exclamó Arion, emocionadísimo.
—Eso es —confirmó Jude—. Mark Evans vuelve a ser entrenador del Raimon desde hoy mismo.
Las caras alegres tomaron un matiz algo sorprendido. Celia tuvo que disimular su sonrisa ante la sorpresa, pero Annie no se contuvo a la hora de sonreír, al igual que Jude. Estela encontró adorable que los niños se preguntaran por el futuro de Jude.
—Así que chicos, yo volveré también a mi puesto de dirigir los entrenamientos. Porque esta es la formación que da al Raimon los mejores resultados.
—¡Sí, entrenador!
—Pero antes, tengo que haceros una propuesta.
—¿Una propuesta? —repitió Gabi las palabras de Mark Evans.
—Sé lo de Riccardo, es una desgracia, pero… no podemos quedarnos plantados por culpa de eso. Riccardo está de acuerdo conmigo, eso es lo que me dijo ayer, cuando fui a verle al hospital.
—¿A Riccardo? ¿Ya permiten hacerle visitas? —preguntó Gabi, sorprendido.
—Así es —asintió, sonriéndole.
Mark miró a todos los alumnos con seriedad.
—Chicos, hay que seguir adelante y como Riccardo no podrá jugar, quiero proponer un nuevo capitán para el equipo.
Los niños comenzaron a bisbisear y a mirarse entre ellos, preguntándose quién sería el líder.
—Eso mismo. Y el nuevo capitán es… —Mark le señaló directamente—. Arion Sherwind. Tú serás el nuevo capitán.
La reacción tardó unos segundos en suceder. Las mejillas de Arion incluso se sonrojaron ante la sorpresa.
—¡¿Qué?! ¡¿Yo?! ¡¿El nuevo capitán?!
Mark sonrió con seguridad.
—Antes de venir aquí, me he pasado a ver de nuevo a Riccardo. Estuvimos hablando y estuvo de acuerdo en que Arion fuera el capitán del equipo. Me dijo que tenía que pedirte que aceptaras el puesto sin dudarlo.
—¡¿El capitán dijo eso?! —Arion alucinó.
—A mí me parece lo más justo —opinó Samguk Han—. Sí, Arion, porque precisamente ha sido gracias a ti por lo que no hemos perdido nuestro fútbol. También fuiste tú quien hizo que el viento de la revolución soplase en nuestros corazones. Estoy seguro de que podrás hacerlo. ¿Verdad que sí, chicos? —el portero miró a sus compañeros.
Ario también los miró, siendo la mayor parte de ellos mostrando una sonrisa de confirmación. Adé miró la cara de Michael Ballzack, que justo estaba dándole la espalda a Arion, para justo después comunicarle con un signo de paz al novato de que el veterano peliazul estaba conforme con la decisión a pesar de no decir nada.
—No parece que haya nadie en contra, ¿lo ves? —señaló Samguk.
—Pero… es que yo capitán del Raimon…
Jade dio una palmada fuerte y se exclamó con ceño fruncido:
—¡Vamos a ver! ¡¿Quieres dejarte tonterías de una vez?! ¡Échale narices y acepta ya!
—Pero…
—Arion, todo saldrá bien… ¿Verdad? —le sonrió JP.
—Todo saldrá bien —repitió Skie, mirando a su amigo—. ¿A que sí?
Arion miró las caras de sus amigos, que ponían en él una enorme confianza. Si ellos lo creían, entonces podía hacerlo. Podía convertirse en el nuevo capitán del Raimon.
—Entendido —aceptó con decisión—. Yo… seré el nuevo capitán.
—¡Bien! ¡Así se habla! Venga, nos vemos en el campo para entrar.
—¡Sí!
Todos salieron en tropel hacia el campo.
—¿Entonces lo gordo lo dejamos para esta tarde? —preguntó Annie.
—Sí, así no se distraerán tanto en clases —asintió Estela.
—Así que Arion Sherwind como capitán, ¿eh? —comentó Jude, mirando a Mark—. Bueno, está claro que podrá hacerlo. Sobre todo si consiguió despertar a todo un equipo entero del lavado de cerebro del Sector Quinto.
—Va a estar interesante ver cómo se desempeña como capitán —sonrió Celia, emocionada.
 
Por la tarde, las amigas de los entrenadores también fueron de espectadoras. Se habían enterado de la nueva capitanía y de la sorpresa que les esperaba al Raimon y no quisieron perdérselo.
—Escuchad, equipo. El entrenador del Monte Olimpo, nuestro rival para la final, es ni más ni menos que Alex Zabel. Dicen que los jugadores del Monte Olimpo forman un equipo prácticamente perfecto. Para ser sinceros, no tienen ni un solo punto débil.
—¿Ni un punto débil? —repitió JP, estupefacto.
—No. Por si fuera poco, también dicen que cada uno de sus jugadores tiene la habilidad goleadora propia de cualquier delantero.
—O sea, que pueden marcarnos gol desde cualquier lado, ¿no? —rumió Aitor.
—Está claro que el Monte Olimpo es un equipo increíble —comentó Lucian—. He visto la semifinal y aplastaron al Farm.
Comenzaron a murmurar sobre su rival hasta que Mark interrumpió:
—Si unimos nuestras fuerzas para salir a por ellos, estad seguros de que podremos ganar. ¡Oh, ya están aquí!
—Empieza lo bueno —sonrió Annie con un toque sádico.
Aitor reprimió un escalofrío al ver la sonrisa de la morena.
—No arruines la sorpresa —le reprendió Estela.
A lo lejos, un montón de jugadores con la segunda equipación del Raimon corrió hacia ellos. Solo Shun y Hugh los reconocieron.
—¿Es que les conoces? —preguntó Lucian.
—Son los antiguos miembros del club —respondió Shun.
—Hemos seguido todos vuestros partidos del Camino Imperial —dijo uno de los más altos del equipo, moreno y con la cabeza casi rapada entera salvo por su larga trenza.
—¡Queremos ayudaros en todo lo que podamos! ¡Decidnos lo que hay que hacer!
—Chicos…—se emocionó Hugh.
Subaru le colocó una mano en el hombro, sonriendo.
—Oye, Hugh, esta gente también tiene sus cosas buenas.
Hugh no pudo estar más de acuerdo.
—Jugaremos un partido de entrenamiento divididos en dos equipos —anunció Mark.
—Arion dirigirá al equipo titular y Hugh se encargará del segundo, ¿de acuerdo? —dijo Estela.
—¡Sí!
—¡Qué emocionante! —sonrió Skie.
—Esta es la primera misión del nuevo capitán —Jade estaba expectante.
Todos se sentaron en el banquillo para poder observar mejor el encuentro.
—Hugh tiene una actitud distinta ahora mismo —se sorprendió Ana al mirarle.
—Tiene actitud de capitán —asintió Sakura—. No parece que sea su primera vez dirigiendo a un equipo.
—Eso es porque él era el capitán del equipo secundario del Raimon antes de que renunciaran cuando Victor llegó al instituto —explicó Estela.
—Victor les dio tal paliza que todos renunciaron —recordó Guille—. Parece que fue ayer eso.
—¿Entonces Shun y Hugh también eran parte del segundo equipo? —preguntó Kai.
—Regresaron después de un tiempo, queriendo jugar de nuevo al fútbol —sonrió Annie—. Desde entonces, se han estado esforzando mucho por estar a la altura.
—Lo que está claro es que Hugh está barriendo el suelo con Arion en cuestión de liderazgo —comentó Eris.
—Sí, está tardando demasiado en dar órdenes —asintió Angy.
—Oye, ¿cómo es que no te has ido a buscar a Shawn? —preguntó Hikari.
—Me dijo que volvería de Hokkaido, así que solo le estoy esperando —Angy se encogió de hombros—. También tiene planeado ver la final.
—¿Eso significa que pronto estaremos todos reunidos? —se dio cuenta Danny—. Solo faltan unos pocos para que vuelvan.
—Sí, H todavía no ha vuelto —dijo Guille.
—Einar todavía sigue liado con el trabajo, pero Nelly me dijo que seguramente llegarán a tiempo para la final —añadió Celia.
—Es una lástima que sea el Sector Quinto quien nos haya vuelto a unir y no otra razón… —Mark sonrió con algo de pena.
—¡Muy bien corte, Aitor! —gritó Annie.
—¡Aitor, pásale a Michael ya! —ordenó Arion.
Pero Aitor hizo caso omiso y se la mandó directa a Ryoma, siendo robada en el último segundo.
—¿Cómo que a Michael? —parpadeó Eris—. Pero si Adé estaba libre…
—Errores de novato —dijo Kai—. Todavía no es capaz de ver lo que sucede en todo el campo y solo ve lo que tiene enfrente.
—Es su primer partido, no deberíamos ser tan duros… —murmuró Ana.
—Bueno, para eso están estos entrenamientos —sonrió Sakura—. Para que aprenda a golpes.
—Me pregunto si conseguirá mejorar para la final. Ser un buen capitán no es tan fácil ni tampoco se aprende de la noche a la mañana —murmuró Estela.
—Hay que confiar —dijo Guille—. El chico aprende rápido.
—El más frustrado debe ser el propio Arion al ver que no le sale —comentó Hikari.
—Bueno, todavía hay tiempo para que aprenda hasta la final —soltó Danny—. O eso o ya podemos ir rezando para que ocurra un milagro.
—No seáis tan malas, chicas —regañó Celia—. Estoy segura de que os pueden oír.
—Está claro que el segundo equipo está dominando el partido —observó Jude—. Arion ahora mismo está bloqueado por la presión.
—¡Eh, Arion!
Todos miraron en dirección a Victor, que era quien había gritado. Justo en ese momento, Hugh pasó por al lado del chico y consiguió pasarle a su compañero, que tiró directamente. Arion solo le dio tiempo a gritar «defensa», solo para que el balón fuera directo a los brazos de Samguk. Arion suspiró con alivio al ver que no había habido ningún peligro real.
—Axel le habría dado un pelotazo en la cara —comentó Kai—. Por inútil.
—¿Verdad que sí? —saltó Eris.
—Justo estaba pensando en eso mismo —Guille estuvo de acuerdo.
—Yo creía que Victor iba a hacer lo mismo —reconoció Annie sin vergüenza alguna.
—Se ha ablandado —dijo Estela—. Antes no habría dudado en hacerlo.
—Victor siempre ha sido más de palabras que de acciones —les recordó Celia.
—Pues tiene toda la pinta de patearte la cara como te pongas muy tonto —dijo Hikari.
—Alguien debería hacer reaccionar a Arion —habló Danny.
—Démosle algo de tiempo al chico. Es su primera vez —recordó Ana.
—Tiene demasiado bueno corazón —dijo Angy.
—Tan bueno que es tonto —asintió Sakura.
—Felicita a Hugh, lo ha hecho muy bien hoy —le dijo Eris a Mark.
—Sería bueno que Arion hablara con los más veteranos, así podrían darle varios consejos —comentó Jude.
Mark dio por finalizado ese partido y el entrenamiento siguió otras líneas de acción.
 
Al finalizar el entrenamiento, Arion se dirigió solo hacia su casa, cabizbajo. Era consciente de que su actuación durante ese partido había sido pésima. Había roto al grupo con sus órdenes nefastas. Claro que en realidad, Arion no se fue solo a casa, sino que detrás iban Skie y JP en silencio. Pero el nuevo capitán estaba tan sumido en su pena, que ni siquiera se había percatado de ellos.
Arion suspiró de nuevo. Skie y JP se miraron entre ellos.
—Nada, todo fatal —gruñó ante sus malas acciones—. No puedo ser capitán…
—¿Qué estás diciendo ahora? Si no ha sido más que el primer día —le recordó Skie—. No es propio de ti deprimirte de esa manera solo porque no haya salido del todo bien.
—Pero es que así nunca conseguiré unir al equipo.
—Venga, no te preocupes, Arion —sonrió JP—. Verás que mañana todo sale mejor.
—Ya, pero lo de ser el capitán… Estoy tan preocupado… —agachó todavía más la cabeza.
Sus dos amigos intercambiaron miradas de nuevo. Entonces decidieron pincharle con sus dedos entre los dos.
—¡Venga, anímate! —le sonrió JP.
—¡Anímate, anímate! —canturreó Skie.
Y viendo que el muy tozudo no quería animarse, siguieron pinchándole hasta que Arion no tuvo más remedio que salir huyendo, riéndose aunque fuera solo un poco.
 
—Bueno, nos vemos mañana —se despidió Victor de su hermano y cerró la puerta.
—¿Victor Blade?
El antiguo imperial miró a una chica que llevaba un uniforme escolar de un grado superior, de bachillerato seguramente. Le quería sonar su cara, pero al final terminó preguntando:
—¿Y tú eres…?
—El gran emperador te llama.
Victor cayó en la cuenta de que era la misma joven que estaba en el aparcamiento con Axel Blaze aquel día. No dijo nada y salió del hospital tras ella. Sin darse cuenta de que a lo lejos, Camellia le estaba viendo cuando iba a cerrar una ventana.
A la salida del recinto, se toparon con Annie, que se quedó sorprendida al ver a los dos adolescentes.
—¿Qué se supone que estáis haciendo a estas horas? —fue lo que dijo la morena.
—Eso a ti no te importa —contestó secamente ella.
—Me importa si te estás llevando a uno de mis jugadores a estas horas, Julia. ¿Qué es lo que quieres ahora?
—Repito: no es de tu incumbencia.
—¿A dónde vas? —Annie miró a Victor.
—El gran emperador me ha hecho llamar.
—¿Y para eso tiene que enviar a su hermana? —alzó las cejas, mirando a la niña—. Julia, vuelve a casa ya. Yo acompañaré a Victor.
—No eres nadie para darme órdenes —le bufó antes de seguir su camino.
Annie sintió la mirada interrogante de Victor, pero tan solo suspiró.
—Veamos a ver qué quiere el gran Alex Zabel —dijo antes de seguir a Julia.
Victor quiso indagar más por curiosidad, pero se mantuvo en silencio y fue detrás de ellas.
 
Mark Evans a veces podía pecar de optimista. Y de despistado. Yeidi podía dar fe de ello nueve años atrás, cuando todavía eran dos jóvenes que no se daban cuenta de nada. Pero también era observador cuando quería. Lo había tenido que aprender a golpes, pero al final podía estar orgulloso de decir que muy pocas  cosas se le escapaban a esas alturas de la vida. A pesar de su juventud.
Por eso sabía que algo estaba pasando con Victor Blade. Y también, con su amiga Annie. La noche anterior Cammy le había llamado para informarle de que Victor y Annie se habían ido con Julia, la hermana pequeña de Axel. Y sus sospechas se incrementaron cuando Celia le comunicó que Victor no había asistido al entrenamiento.
—No te preocupes, ya me habían dicho lo de Victor —le sonrió a Celia, como si nada—. ¡Eh, Lucian, ocupa el puesto de Victor en la delantera!
—¡Sí!
—Tampoco ha venido a clase, Mark —informó Estela—. No es propio de él que se las salte. Antes ya se saltaba los entrenamientos cuando aún era un imperial, pero ahora…
—¿Y si le ha pasado algo a su hermano mayor? —preguntó Esther.
—Yo creo que Saki y Cammy nos lo habrían dicho ya, ¿no? —dijo Rubén antes de gritar con pasión—: ¡Vamos, Arion! ¡Hoy lo harás mucho mejor que ayer! ¡Confía en ti y en tus compañeros!
Esther y Rubén habían decidido asistir al entrenamiento de ese día. Las demás tenían esa tarde ocupada porque después de hacer tanto el tonto de aquí para allá, ya era hora de que retomaran sus responsabilidades. Las únicas que se permitieron una tarde de relax fueron Ana, Sakura, Kai y Eris por estar de vacaciones.
—Annie tampoco está —vio Jude—. ¿Sabéis algo de ella?
—Desde ayer no sé nada —negó Celia.
A Mark se le ensombreció el gesto durante un segundo. La conexión de Annie y Victor con los hermanos Blaze era algo para tener en cuenta. ¿Qué estaban tramando en realidad? Demasiadas preguntas sin respuestas. Y tenía la sensación de que no iba a obtener respuestas durante un buen tiempo.
Mark se concentró en el partido que estaba aconteciendo delante de él. El equipo se estaba tambaleando. La ausencia de un líder fuerte y nato como lo era Riccardo les estaba pasando factura a su modo de jugar. Arion todavía no estaba acostumbrado a dar órdenes y a tener todo el campo controlado.
Aquella situación le recordó a cuando él no pudo jugar contra Los Emperadores y el Inazuma Japón perdió durante el mundial en el que se coronaron campeones.
—¡Bien, chicos, se acabó el entrenamiento! —anunció.
Vio la desilusión en los ojos de Arion, pero la llamada entrante en su móvil le distrajo. Era Travis. Aquello llamó la atención de sus amigos.
—Al habla Mark.
—Oye, Mark, ¿podéis acercaros ahora al cuartel de la Resistencia? Quiero que veáis a alguien.
—¿Que veamos a alguien? —Mark miró en dirección a Jude para ver si sabía algo.
Jude negó con la cabeza, pero Estela parecía saber algo que ellos no. Esther y Rubén decidieron que también los acompañarían, más que nada por saludar a los miembros de la Resistencia que por otra cosa.
 
Mientras tanto, en un campo de fútbol cubierto, Victor se entrenaba totalmente solo. Estaba lleno de polvo y sucio, fruto de haber estado entrenando sin descanso alguno. Chutó con todas sus fuerzas hacia la portería donde se encontraba Annie, lista para detener el tiro. Sin embargo, no tuvo ni que moverse del centro porque el tiro salió desviado hacia su derecha. Victor cayó al suelo, exhausto.
Annie colocó sus manos sobre las caderas, mirando al adolescente.
—Sigo pensando que es una tontería que lo esté practicando ahora mismo solo —dijo la morena—. Sería mejor si…
—Otra vez más —interrumpió Alex Zabel, detrás de la portería mientras miraba todo lo que sucedía apoyado en la pared.
—Sí —Victor estuvo de acuerdo, levantándose con dificultad.
Annie miró en dirección al gran emperador.
—Sin una guía, será aún más difícil y perderán el doble de tiempo —le recordó Alex.
—Claro, porque no tenemos tanto tiempo como antaño, ¿verdad que no? —se burló ella antes de centrarse en el joven delantero.
 
Mark, Jude, Celia, Estela, Esther y Rubén fueron hasta la Royal Academy. En cuanto la sala de reuniones se abrió, una conocida voz les dio la bienvenida.
—Chicos, cuánto tiempo sin veros, ¿verdad?
—Xavier, Jordan —Mark quedó estupefacto.
—Tú lo sabías, ¿verdad? —Jude miró a señora Schiller.
—¿Cómo no iba a saber que mi marido iba a estar aquí?  —se rió Estela antes de ir al lado de Xavier y dejarle un beso en la mejilla.
—Me alegro de saber que salisteis bien de esa isla —saludó Andrea, sentada en una de las sillas.
—¿Acaso no me creías o qué? —Yeidi le recriminó, sentada al lado de la castaña.
—Pero si estaba en buenas manos —se burló Yuuto.
Travis dejó un momento para que el grupo de amigos se saludara antes de volver a hablar.
—Me imagino que sabréis que Xavier ha heredado el consorcio Schiller.
—Claro, por supuesto —sonrió Jude, mientras Mark asentía.
—El nuevo presidente de la compañía, Xavier Schiller, tiene fama de ser bastante eficiente —bromeó Andrea.
—Conque eficiente, ¿eh? —Xavier se encogió de hombros y miró a Jordan—. En todo caso, se debe al apoyo que Jordan y la gente de Don Sol me está prestando.
—Un momento, ¿Lina no se encarga de los orfanatos Don Sol? —recordó Rubén.
—¿Entonces qué sucede con Annie? —asintió Esther.
—Antes de desaparecer, mi hermana renunció a su herencia —explicó Xavier, recolocándose las gafas—. Dijo que prefería que se la quedara Lina para ayudar a los niños.
—Todavía seguimos sin saber los motivos de su marcha… —murmuró Celia, diciendo en voz alta lo que todos pensaban.
—¿Pero qué están haciendo aquí Xavier y Jordan? —quiso saber Mark.
—Los dos han estado revisando la situación financiera del Sector Quinto —explicó Travis.
—Sospechamos que el Sector Quinto está incurriendo en varios fraudes en su contabilidad —añadió Xavier.
—¿Con eso queréis decir que están cometiendo un crimen? —preguntó Rubén.
—¿No te parece suficiente con maltratar de esa manera a menores de edad en la Isla Santuario? —bufó Esther.
—Además de soborno y malos tratos, añadiremos el fraude a su larga lista de delitos —dijo Yuuto.
—Están siendo muy hábiles para que no se les descubra —reconoció Yeidi.
—Aunque podéis estar tranquilos —sonrió Jordan—. Al final les pillaremos con las manos en la masa. Ya sabéis, las cosas de palacio van despacio, ¿verdad?
Andrea se rió antes de revolverle el pelo a su novio.
 
—Adelante.
—Con permiso.
Riccardo dejó a un lado el libro que estaba leyendo.
—Ah, Arion. ¿Ya ha terminado el entrenamiento?
—Sí…
—¿Qué pasa? Vamos, adelante, no te quedes ahí plantado. Anda, pasa dentro.
—Sí…
A pesar de haberle insistido a la enfermera Travis para que le dejara ver al capitán di Rigo fuera del horario de visitas, su determinación se había desinflado como un globo al estar delante de Riccardo. Su cara era un poema, lo decía todo sin necesidad de expresarlo. Y sabía que Riccardo sospechaba algo.
Arion hizo ademán de entrar, pero se percató de su pierna escayolada. Eso le hizo dudar durante un segundo, pero llegó hasta la cama.
—Dentro de nada será la final. Lo tenéis todo preparado, ¿verdad?
—Sí…
—Siento muchísimo que me haya pasado esto, Arion… —dijo, mirando su pierna lesionada—. Me hubiera gustado seguir jugando con todos hasta el final, pero eso va a ser imposible.
—¡Lo siento mucho! —Arion le hizo una reverencia de noventa grados, sorprendiendo al otro—. ¡Sé que no sirvo para ser capitán! ¡Que alguien como yo sea capitán solo sirve para que el equipo se haga un lío! ¡Es una locura que alguien como yo pueda sustituirte, capitán!
La sonrisa de Riccardo ya no estaba en su rostro. Cerró los ojos, recordando todas las veces en que Arion gritó su nombre para despertarle de su sueño en aquel partido decisivo.
—Arion —el chico esperó a que el novato le mirara—. Sé que puedes hacerlo. Confío en ti.
Riccardo suavizó su gesto para sonreírle y Arion se conmovió ante la amabilidad de su capitán. Volvió a hacerle una gran reverencia como agradecimiento. Luego, Cammy llegó a la habitación para echarle ya de allí.
Con la tontería, a Arion se le hizo de noche para regresar a casa. Pero eso no le importó al chico, que pensaba decididamente que lo conseguiría. Que conseguiría unir al equipo, que ganarían el Camino Imperial y el auténtico fútbol volvería estar de vuelta, sin estar bajo el control del Sector Quinto. Así lo decidió debajo de aquella farola, dándose cuenta de que se había pasado de largo de su propia calle.
—¡Arion!
Arion estuvo a punto de caerse al suelo por frenar de golpe. Vio que Victor estaba delante de él, con el uniforme del Raimon y totalmente hecho polvo. Sin embargo, su mirada destilaba una determinación feroz.
—¡Victor! ¿Qué te pasa? ¿Y esas pintas? —fue a su encuentro.
—Arion, tienes que practicar conmigo una nueva supertécnica.
—¿Una supertécnica?
—Sí, el Tornado de Fuego Dirección Doble. Una supertécnica combinada con más potencia incluso que el Tornado de Fuego original.
—¡¿Qué?! ¡¿El Tornado de Fuego?! ¡¿Pero esa no es la supertécnica de Axel Blaze?!
Al parecer, Victor tenía muchas cosas que contar.
 
 
 
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A pocos días del partido final, Arion y Victor se machacan para sacar adelante esa nueva supertécnica combinada con tan poca antelación. De igual manera, la Resistencia duplica sus esfuerzos para averiguar más cosas sobre el Sector Quinto y que no haya ninguna sorpresa desagradable durante el encuentro. También existe ese miedo que flota por encima del equipo con la nueva capitanía de Arion. ¿Conseguirán volver a conectar antes del partido? ¿Será Arion capaz de coger confianza como el capitán del equipo que ahora es?
Si lo queréis averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: EL ESTADIO CÉNIT
¡¡¡Esto es fútbol al rojo vivo!!!




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