CAPÍTULO 5- EL PRIMER AMISTOSO


—Bueno, ya se ha acabado la clase por hoy —anunció la profesora.
—¡Levantaos! ¡Saludad!
Arion y JP intercambiaron miradas y salieron disparados de su clase, dejando a Skie atrás. Estaban tan emocionados con su primer día como miembros oficiales del club de fútbol, que se dejaron a su amiga por el camino. Ellos tres fueron los primeros en llegar, con los veteranos llegando momentos después.
—¡Perdón! —exclamó Arion con excitación—. No sé si habrá que hacer algo antes del entrenamiento o preparar algo, pero decídmelo y lo haré.
Riccardo Di Rigo llegó con expresión seria.
—¡Capitán! —saludaron los tres amigos al unísono—. Encantados de estar aquí.
Tuvieron que esperar a que llegaran el entrenador Travis, la profesora Hills y Victor Blade. Estela también se coló en el lugar como segunda tutora, de manera ocasional, y vino acompañada de Annie.
—Bueno, ahora se van a presentar los nuevos miembros del equipo —anunció el capitán.
Cinco jóvenes estaban delante de las demás personas.
—Vale —Jade le metió una palmada a Arion en el hombro—. Venga, empieza tú —sonrió—. Ánimo, Arion. Con mucha energía.
—¿Y quién eres tú? —se sorprendió Celia.
—¿También quieres ser gerente? —preguntó Estela.
—¿Tú no estabas en la prueba de selección? —recordó Annie.
—¿Quién? ¿Yo? —se señaló a sí misma—. ¿Qué? No, no estoy por hacer cosas así de aburridas. A ver, ¿qué puedo decir? —entonces posó la mano jovialmente sobre la cabeza de Arion—. Voy a ser la animadora particular de este chico.
Tanto Estela como Annie alzaron las cejas.
—¿Animadora particular? —repitió Adé Kébé, sin poder creérselo.
—Pero bueno, ahora mismo no os preocupéis por mí. ¡Vamos! —Jade le metió un empujón al castaño para que se presentara.
El chaval tragó duro y empezó a gritar:
—¡Me llamo Arion y estoy en primero! —sintió que sudaba la gota gorda—. Esto… ¿Qué más?
—Arion, tranquilo —le susurró JP, dándole ánimos.
—Y en fin, que me gusta mucho el fútbol —se reverenció—. Estoy feliz de estar aquí.
—¡Muy bien! ¡Nosotros también! —respondió Samguk con una gran sonrisa.
—Siguiente —pidió Riccardo.
—¡Sí! ¡Soy Jean-Pierre pero llamadme JP! ¡Voy a primero y en primaria jugaba de defensa! ¡Estoy muy contento de estar aquí! ¡Pienso esforzarme mucho! —el pequeñajo hizo una reverencia.
Arion se quedó impresionado por la presentación del chico.
—Siguiente —Riccardo miró en dirección a Victor, que estaba apoyado contra la pared.
—Ha dicho el siguiente —habló Subaru—. ¿Es que no le has oído?
—Me llamo Victor Blade —se presentó con una sonrisa prepotente.
—Estamos perdidos, mira que meterle en el equipo —murmuró Eugene—. Estoy seguro de que ha venido a acabar con el equipo.
—¿Tú crees…? —le susurró Adé.
—Es el fin, seguro.
—Bueno —Celia dio una palmada, sonriendo—, y ahora las nuevas gerentes.
—Hola, me llamo Skie Blue y voy a primero —se presentó la amiga peliazul de Arion—. Encantada de estar aquí.
—Soy Rosie Red —dijo, sin soltar su cámara de fotos rosa—. Voy a segundo —e hizo una foto, soltando una risita.
—Y por mi parte, me llamo Jade Green. Soy de segundo. Encantada —sonrió como si nada, dejando algo confundidos a los jugadores.
—Ahora nos toca presentarnos a nosotros —dijo el portero del equipo.
—De tercero son Samguk Han —comenzó a decir el capitán—, el portero, Doug McArthur, Subaru Honda y Wanli Changcheng.
—¡Encantados!
—¡Encantados de conoceros!
—Y los demás somos de segundo —continuó Di Rigo—. Michael Ballzack, Gabriel García, aunque todos le llamamos Gabi, Eugene Peabody, Adé Kébe y yo, el capitán Riccardo.
—Yo soy Celia Hills, la tutora del club de fútbol, y él es el entrenador Travis.
—¡Encantados de conocerles!
—Aquí la mayoría ya me conoce. Soy Estela Schiller, la profesora de música. Normalmente estoy a cargo del club de música, específicamente para los de piano, pero siempre suelo darme una vuelta por aquí. Como ocasionalmente me designan como tutora de este club, digamos que soy el plan de emergencia.
Annie se señaló a sí misma, mirando a Celia y a Estela. Entonces no tuvo más remedio que presentarse.
—Me llamo Annie Powers. Soy una antigua jugadora del club y vieja conocida de las profesoras y el entrenador Travis. Y bueno, me tendréis por aquí pululando hasta que me canse.
—Ahora, os vamos a entregar vuestros uniformes —Celia se acercó a ellos con las prendas de ropa.
—¿Pero este no es el uniforme del primer equipo? —se sorprendió Arion.
—Normalmente, empezaríais en el equipo b—explicó Gabi—, pero… Todos los que estaban se marcharon, así que…
—¿Estáis seguros?
—Pero eso no significa que ya forméis parte del primer equipo —contradijo Subaru.
—¡Trabajaré mucho para merecérmelo! —sonrió Arion.
—Creo que a mí me viene un poco grande… —comentó JP.
—Cambiaos y vamos a entrenar.
—¡Vale!
 
El entrenamiento comenzó, con los novatos viendo de primera mano cómo se las gastaba el primer equipo. Arion estaba encantado, viendo lo rápidos que eran y sus peripecias con el esférico. Jade estaba en el banquillo, casi regañando a Arion por su lentitud. Riccardo se preguntaba si podía conseguir levantar al equipo, para luego desviar la mirada hacia el único jugador que no estaba entrenando: Victor Blade.
—Míralo, con esa pose de chulito de barrio y sin hacer nada, creyéndose mejor que nadie —comentó Annie—. ¿De verdad había necesidad de meterlo en el equipo?
—Los inútiles de Wintersea y Goldwin así lo han querido —Estela chasqueó la lengua—. Han estado comiéndoles el culo a los del Sector Quinto desde que empezaron.
—¿Lleváis mucho tiempo así?
—Dos años —respondió Travis—. El Sector Quinto impuso el fútbol regulado dos años atrás.
—Desde entonces, los chicos no han podido jugar libremente —comentó Celia.
Gabi se la pasó a Riccardo y este a Doug, evitando la segada de Michael.
—¡Vamos, ven, Doug! —bramó Samguk.
—¡Tiro Sónico!
—¡Parada Ardiente!
—¡Lo ha parado! —masculló Doug.
—¡Adé! —Samguk hizo un pase largo.
—¡Arion! —el chico se la pasó sin detenerla.
Pero el novato estaba más pendiente de mirar con asombro a los demás. Por lo tanto, perdió el balón.
—¡Despierta, chaval! —regañó Subaru.
—¡Sí, sí!
—¡Por poco! —se lamentó Jade—. ¡Adé, vaya birria de pase has hecho!
Mientras tanto, Riccardo seguía dándole vueltas a por qué el entrenador había metido a esos dos novatos en el equipo.
 
—Entrenador Travis, el próximo domingo vamos a jugar un partido amistoso contra el Colegio de Empollones —informó el señor Goldwin—. Hemos recibido una orden de resultados del Sector Quinto.
—¿Y qué toca esta vez?
—El Raimon pierde por 3-0. Me imagino que sabe lo que pasa con quienes rompen las reglas. Hará todo lo que esté en su mano para evitar cualquier actuación discutible.
—¿Eso era todo lo que querían?
—Sí.
—Muy bien. Si me disculpan… —y se marchó del despacho.
—¿Seguro que todo irá bien? —preguntó Wintersea.
—Prepara lo de siempre.
—Sí, ahora mismo —le faltó tiempo para irse a cumplir la orden.
—Dichoso Travis, cómo cuesta lidiar con este hombre —masculló Goldwin.
 
En cuanto el entrenador entró a su propio despacho, se apresuró a realizar una llamada.
—¿Diga?
—Willy, soy Travis.
—¡Ah! ¡Entrenador Travis…! —el chaval se olvidó de su videojuego y apartó la vista de él.
—Han organizado un amistoso con el Colegio de Empollones. Y por la orden de resultados, el Raimon perderá 3-0.
—Ya han empezado.
—¿Está todo preparado?
—Sí.
—Está bien. Vamos, sigue adelante.
—¡Genial! ¡Pues ya puedo!
—Si necesitas ayuda, dilo.
—¡No se preocupe, entrenador Travis! Si surge algún imprevisto, siempre puedo contar con ayuda de Greg. Aunque ahora mismo creo que estará en plena temporada… Y si eso a eso le sumamos la diferencia horaria de España… —murmuró, divagando.
—Haz lo que creas conveniente, Willy.
—¡Descuide! —y colgó—. ¡Ah! ¡Claro, como no estaba mirando, he perdido! —se lamentó.
 
Al día siguiente, Annie llegó al Edificio Fútbol encontrando al equipo con un humor bastante peor que el del día anterior.
—¿Qué os pasa, chavales? —sonrió la morena—. ¿Por qué esas caras tan largas?
—Entrenador Travis, profesora Hills —saludó Samguk.
—Profesora Schiller —Riccardo miró con cara seria a la peliazul.
—Chicos —saludó la docente de música—. Parece que queréis decirnos algo.
—Ayer pusieron esto donde Riccardo —informó Samguk, haciendo que el capitán entregara el papelito.
Ahí se podía ver el resultado del partido amistoso contra el Colegio de Empollones.
—Entrenador, entonces, ¿esta vez tenemos que perder? —quiso asegurarse Gabi.
—Tener que perder… —murmuró Eugene, alicaído.
—Y encima tiene que ser contra esos empollones… ¡Porque si jugásemos como sabemos, nos los podríamos merendar de un golpe! —Subaru apretaba el puño con rabia.
—El fútbol juvenil está decayendo estrepitosamente —comentó Annie.
—¡Bien! ¡Hoy también seremos los primeros! —se escuchó la voz de Arion antes de que llegara a la sala—. ¡Oh! Buenos días a todos… ¿Es que pasa algo?
—Vamos a jugar un amistoso contra el Colegio de Empollones —informó Riccardo, no sin cierto retintín.
—¿El Colegio de Empollones?
—¡Ah, sí, lo conozco! —saltó JP—. Es un instituto que está consiguiendo mucha fama.
—¿Sí? ¿De verdad? —sonrió Arion.
—¡Sí! Era famosa la preparación de sus alumnos para bachillerato, pero de un tiempo a esta parte, su fútbol es muy bueno.
—Gracias al Sector Quinto, claro —murmuró para sí mismo Eugene.
Estela frunció el ceño ante esos halagos y Annie hizo un ruidito estrangulado, con desagrado.
—El Colegio de Empollones, ¿eh? ¡Amigos, tenéis que esforzaros! ¡Yo os animaré desde el banquillo!
—¿Cómo que desde el banquillo? —espetó Celia, mirando a Arion—. Si también vais a jugar.
—¿Eh? ¿Nosotros también?
—Claro, porque si no, nos falta gente.
—Chaval, está claro que Blade no va a mover ni un músculo ni a jugar —señaló Annie—. Entonces solo quedáis vosotros dos para ser once jugadores justos.
—Si alguno se lesiona, entonces ya no tendríamos recambios —apuntilló Estela.
—Oh, es verdad… ¡Muchas gracias! ¡Ahora sí que me voy a esforzar! ¡Vamos a ganar este partido! ¡Qué ganas tengo de que llegue ya domingo!
—¡Sí! —apoyó JP.
Arion pasó un poco por alto las caras largas de sus compañeros, atribuyéndolo a solo preocupación por enfrentarse a un equipo tan poderoso como los Empollones.
 
Después del entrenamiento, Estela interceptó a Riccardo para acompañarlo a su casa. Antes de que fuera demasiado tarde, quería darle unos cuantos apuntes a su alumno. Los dos comenzaron a caminar por las calles. La profesora miraba de reojo al alumno, que estaba demasiado callado y con cara de pocos amigos.
—¿Estás bien, Riccardo?
—Sí, estoy bien, profesora Schiller.
—No lo parece. Supongo que todo esto te estará afectando demasiado…
El adolescente no contestó nada.
—¿Seguro? Has estado distraído últimamente.
—De verdad, profesora. No se preocupe. Es solo…
—No me gustaría irme a casa viéndote así, Riccardo…
—Estoy bien —sonrió levemente—. Han pasado muchas cosas en muy poco tiempo, eso es todo.
—Sí, eso es cierto…
—¿Di Rigo?
Los dos se toparon con una mujer bastante arreglada y el pelo totalmente rizado, recordándoles a ambos a un brócoli de color azul. Estaba parada justo al lado de una farola, que escondía detrás a alguien más.
—Perdona, ¿eres Riccardo Di Rigo, el capitán del equipo del Raimon?
—Sí, ¿por qué?
—¡Lo sabía! —dio una palmada, emocionada—. Ian, ven —arrastró a un niño muy parecido a la mujer fuera de la farola—. Este es mi pequeño, Ian Stein, juega de centrocampista en el equipo del Colegio de Empollones.
Estela miró al mocoso, empezando a sentirse algo irritada al ser olímpicamente ignorada por la mujer.
—¿De los Empollones? —Riccardo se fijó mejor en el chico.
—Pero la verdad es que no consigue chutar mucho y eso está quedando fatal en su expediente. Por supuesto, he ido miles de veces a pedir al entrenador un poco de ayuda, pero nunca se molesta en contestar.
—Oh, no… —murmuró Estela, viendo por dónde iban los tiros—. Riccardo, vámonos.
—Estaba hablando con él, señorita, no nos interrumpa. Solo será un momento, nada más —la mujer le miró con algo de mala leche antes de dulcificar su expresión hacia Riccardo—. Bueno… Mira, aquí tienes —rebuscó en su bolso y se las tendió en la mano—, son unas entraditas para un concierto. Tómalas, tómalas —sonrió con dulzura—. Es que como me ha dicho un pajarito que te gusta la música clásica…
—¿Eh?
—Es suficiente, vámonos, Riccardo —Estela posó la mano sobre su hombro, totalmente seria.
—Con un gol bastaría, un golito de nada —se apresuró a añadir, soltando una risa falsa.
Fue entonces que el capitán lo entendió todo.
—Vamos, Ian, pídelo tú también.
Madre e hijo hicieron una reverencia.
—Oiga, señora, pero no puedo…
—¡Oh, no! ¡No pasa nada…! —impidió que las devolviera—. Ha dado la casualidad de que las llevaba encima. Contamos contigo.
—¡Ya basta! —gruñó Estela, fulminando a la mujer y dando un paso adelante—. ¡Lárguese antes de que las cosas se pongan feas, sinvergüenza!
—Tranquilícese, ya nos íbamos —sonrió, todo dulzura—. Vamos, Ian, muévete, no te quedes ahí plantado.
Pero será desgraciada… ¡Casualidad mi coño! —masculló Estela en español, con un tic en el ojo—. Mira que intentar sobornarte con entradas… ¡Al menos podrías habernos dado dinero en metálico, so tonta! Rápido, Riccardo, ¿tan enana me veo como para que hayan sudado así de mi cara?
Pero Riccardo, estaba apretando con rabia las entradas, no habiendo escuchado a su profesora. Y tampoco le habría entendido por haberle hablado en español.
—¡Riccardo Di Rigo! —y dio una fuerte palmada—. ¡Despierta, muchacho! Dame esas entradas, ya que nos ha hecho el favor de dárnoslas, la aprovecharemos, vaya que si las aprovecharemos. Pero ni se te ocurra dejar que ese mequetrefe meta gol. Habrase visto, menuda imbécil, creyendo que te puede comprar de esa manera. Oh, cómo se pondrán las demás cuando se enteren…
—¿Las demás? —se sorprendió Riccardo—. ¡E-espere, profesora Schiller…! —la retuvo de la muñeca, porque la peliazul ya iba embalada.
—¡Claro! ¡Esta noche he quedado a cenar con Annie, Celia, Einar, Joss, Guille y Andrea! Ya verás, no se creerán lo que ha pasado. ¡Escandaloso! ¡Y encima delante de la profesora! ¡Ya verán! ¡Se van a cagar en todo! ¡Se les va a caer el pelo! ¡Sobornar a un alumno!
Riccardo seguía con la mirada a la profesora, que iba de un lado para otro, sin saber muy bien qué hacer. ¿Detenía a la docente o dejaba que siguiera chillando como una loca en mitad de la calle? Entonces pareció reparar en su alumno pianista.
—¡Riccardo! ¡Dime…! ¿Estás bien? Espero que esa imbécil no te haya hecho sentir mal —entonces se dio cuenta demasiado tarde del mal lenguaje—. Perdón —carraspeó—. No imites mi comportamiento ni mi vocabulario, ¿entendido? ¿Te importa que me lleve las entradas? Como prueba. ¡Pero no te preocupes! Te las devuelvo mañana. Podríamos ir Gabi, tú y yo, ¿qué te parece? —sonrió—. Ya que las tenemos, qué menos que usarlas. En fin, creo que se está haciendo demasiado tarde para ir a tu casa, así que lo dejamos para otro día, ¿sí? ¡Nos vemos mañana!
El capitán se quedó algo confundido y clavado en el sitio, viendo cómo su profesora de piano salía corriendo. Intentaba procesar el intento de soborno de la madre de uno de sus contrincantes y la perorata que le había soltado Estela Schiller. Al final, se marchó a casa más confundido que antes.
 
La cena se hacía en casa de Andrea. Xavier había secuestrado a Jordan en el trabajo, por lo que tenía la casa para ella solita hasta que apareciera su novio, más muerto que vivo. Era por eso que había decidido organizar esa cena. Guille hablaba en español con Einar para que practicara el idioma, bajo el escrutinio de Joss para que no se le ocurriera tomarle el pelo al noruego. Mientras tanto, Celia y Andrea trasteaban en la cocina. Annie se dedicaba a cotillear la casa de Jordan y Andrea, observando las fotos de sus amigos.
Un incesante timbre sonó por la casa y Einar fue arrollado por una emocionada Estela, que ondeaba tres papelitos en su mano mientras gritaba:
—¡No os vais a creer lo que me acaba de pasar! ¡Vais a flipar! ¡Es que es superfuerte!
—¿Te ha tocado la lotería? Comparte un poco con los demás, maldita —Guille fue a saludarla—. Dame la bolsa, anda.
Estela estuvo a punto de estampársela en la cara.
—¿Qué llevas en la mano? —preguntó Joss.
—¡Esto, amigas mías, es la prueba del delito!
—¿Del delito? —Einar ladeó la cabeza—. ¿Has cometido un crimen?
—¿Qué? ¿Yo? ¿Qué te hace pensar que yo he matado a alguien, Einar? Bueno, ganas no me han faltado, la verdad.
—Lávate las manos y siéntate —ordenó Celia—. Ahora en la mesa nos lo cuentas, ¿vale?
—¡Muy bien! Andrea, cuídame esto, ¿quieres? ¡Es muy valioso! —y se largó hacia el baño.
Los demás se quedaron igual de confundidos. Una vez que estuvieron en la mesa y comenzaron a cenar, Einar preguntó:
—¿Entonces qué ha pasado?
—Eso, que nos anuncias que tienes algo que contarnos y no sueltas prenda.
Estela estampó en la mesa lo que traía en la mano.
—¿Un concierto de música clásica? —Joss miró a la peliazul—. ¿Vienes a restregarnos que has conseguido entradas para eso o qué?
—¡No! ¡No las he comprado!
—¿Las has robado? —preguntó Andrea.
Estela hizo un ruido ofendido.
—No necesito robarlas, H, puedo comprarlas si quisiera.
—Entonces las has comprado —dedujo Celia.
—Tampoco.
—Las has encontrado en la calle casualmente —tanteó Annie.
—Casi pero no.
—Es un regalo —aseguró Einar con una sonrisa.
—¿Un regalo de Xavier? Chica, qué gesto más bonito —sonrió Guille.
—No y no. Es un soborno.
Viendo la cara de confusión de sus amigos, Estela procedió a relatar el episodio con Riccardo y la mujer estirada.
—¡Es indignante! —bramó Einar antes de soltar algunas palabras en noruego.
—Pues sí que está mal la cosa para que hagan eso… —suspiró Andrea.
—Al menos no ha intentado matar al capitán —soltó Annie—. ¿Cómo se lo tomó Riccardo?
—El pobrecito mío estaba en shock, pues claro. ¡Mira que querer sobornarle solo para que el inútil de su hijo destaque…!
—Una vergüenza —concordó Guille.
—¿Y por qué tienes tú las entradas? —preguntó Joss.
—¿Qué harás con ellas? —siguió Celia—. ¿Vas a tirarlas?
—¿Qué dices? —se rió Estela—. Ni loca tiro yo estas entradas. ¿Sabes la pasta que cuestan? No, pienso ir a este concierto.
—Pero si se las ha dado a Riccardo —Andrea arqueó una ceja.
—Resulta que hay tres. Una para Riccardo, otra para Gabi y la última para mí —sonrió con suficiencia la peliazul.
—¿Y no se puede denunciar ese intento de soborno? —Annie miró a Celia—. Digo yo que los institutos podrán hacer algo, ¿no?
—Lo dudo mucho —suspiró Celia.
—¿Cuándo es el partido? —preguntó Einar.
—El domingo —contestó Estela—. ¿Vais a venir?
—Pues claro, no me lo pierdo por nada del mundo —respondió Andrea.
—Allí estaremos, listos para animar al Raimon —siguió Guille.
—En domingo no se trabaja, son sagrados —soltó Joss con una gran sonrisa.
—¿Puedo colarme en el banquillo de vuestro equipo? —Annie miró con súplica a Celia.
—N-no sé yo…
—Menudo morro tienes, tú te vienes con nosotros, en las gradas —bufó Guille.
—¡Qué emoción! —sonrió Einar—. Seguro que es un partido emocionante.
—Pero si estará amañado —le recordó Joss.
—Igualmente, puede ser emocionante, ¿no? —Annie miró a las demás—. ¿O no?
—Es que jugar así… Desmoraliza bastante —murmuró Celia.
—Bueno, con ese chaval llamado Arion, seguro que la cosa se anima —dijo Andrea—. Y luego está ese saltimbanqui enano.
—¿Ya lo saben ellos? —preguntó Guille—. ¿Ya saben que el partido está amañado?
—Creo que no.
—Deberíais decírselo —dijo Einar con seriedad—. Es mejor no ocultar las cosas.
—Bueno, no nos amarguemos la cena —comentó Estela—. Vamos a cenar y a pasarlo bien.
¡Tiremos la casa por la ventana…! —aulló Joss con alegría.
Celia y Annie no entendieron nada pero igualmente se rieron por su entusiasmo.
¿Cómo se puede tirar una casa por la ventana? ¡Eso es imposible…! —Einar se quedó confundido.
Los españoles se rieron por la inocencia del guerrero vikingo.
 
Las gerentes y JP gritaron al ver el estado de Arion.
—¿Y esa cara? Estás lleno de arañazos.
Skie intentó tocar su rostro, pero Arion se lo impidió.
—¡No es nada, no es nada! Tía Silvia ha exagerado mucho, pero de verdad que no es nada.
A Jade se le cruzó una excelente idea por la cabeza. Se acercó al castaño y tiró del esparadrapo que tenía en la mejilla, dejando a la vista el raspón.
—Si parece que estás bien —soltó con sorna la chica.
—Sí…
—Has estado practicando otra vez en la ribera, ¿verdad? —adivinó Skie.
—Es que no podía dejar de pensar en el entrenamiento y no quería ser un estorbo para mis compañeros en el partido.
Los demás jugadores se quedaron sorprendidos.
—Así que te has pasado toda la noche entrenando —sonrió JP—. ¡Hay que ver, eh! ¡Tú no paras nunca!
—¿Silvia? —le susurró Annie a Celia—. ¿Se refiere a la Silvia que conocemos...?
Pero la chica no le estaba escuchando, porque anunció:
—Venga, chicos, recoged vuestras mochilas y andando. Tenemos que irnos ya si no queremos llegar tarde al partido.
Skie, JP y Arion quedaron maravillados ante el autobús del equipo. A Annie le recordó la Caravana Inazuma de tiempo atrás. Incluso Veteran conducía. Era como viajar al pasado.
 
El amistoso tendría lugar en el campo del equipo contrario, en el estadio del Colegio de Empollones. Sorprendentemente, tenían bastantes espectadores. Claro, como les iba mejor en los partidos, iba más gente a animar. En el banquillo de los Empollones, todos los jugadores leían con concentración libros, muy seguramente llenos de estrategias y análisis. El entrenador se acercó al capitán del equipo, Dave Inchy.
—¿Sí, entrenador? —se levantó del asiento.
—En el primer tiempo, dos goles de Moe Sart.
Dave miró hacia el delantero con el dorsal once para preguntar:
—¿Y Frank Lyn?
—No, Frank ya marcó en el partido anterior. Por lo tanto, hoy no le toca marcar.
—Bien, entendido.
Desde las gradas, la madre del joven Ian Stein miraba con condescendencia hacia el banquillo de los Empollones, muy segura de que las cosas no saldrían tal y como las había planeado ese tonto entrenador. En cuanto salieron los jugadores al campo, ella no se cortó ni un pelo al saludar a su adorado hijito. Riccardo frunció el ceño al ver a la señora.
—¡Mirad! ¡Esa es la estirada que sudó de mi cara! —señaló Estela, no muy lejos de la mujer.
No fue muy difícil para los demás adivinar quién era su retoño.
—Muy espabilado tampoco se le ve —comentó Guille.
—¡Hay mucha gente! ¡Vamos a animar al Raimon! —Einar levantó los brazos con emoción.
—Guille, no seas tan malo con el niño —le regañó Andrea—. Ahora el fútbol es como una clase social. Si eres patético jugándolo, eres de lo peorcito en la escala social.
—Menuda tontería —bufó Joss.
—Ya estoy deseando ver cómo juegan —Annie estaba igual de emocionada que Einar.
—¡Vamos, Raimon! ¡A ganar! —vitoreó el noruego.
 
—¡Aquí estamos de nuevo! ¡Allá donde vaya el Raimon, allí estará siempre Charley Horse! ¡Sí, Charley Horse, desde aquí dispuesto a comentar este partido contra el Colegio de Empollones, que está teniendo una racha de victorias imparables! ¡Bueno, ambos equipos ocupan sus posiciones! ¡El Raimon cuenta con un nuevo centrocampista, Arion Sherwind! ¡Y en la defensa ha entrado Jean-Pierre Lapin! ¿Cómo jugarán ambos? ¡Vamos a poder verlo dentro de muy poco! ¡El Raimon ha sacado de centro! ¡Comienza el primer tiempo!
—¡Riccardo! —Michael hizo un pase hacia atrás.
—¡Adé!
—¡Tuya, Doug!
—¡El Raimon sube con velocidad conectando un pase tras otro!
—Bien, tengo que ir con ellos —se dijo a sí mismo Arion, comenzando a subir.
—¡Doug está avanzando! ¡Doug McArthur evita la entrada del jugador de los Empollones!
Mientras Arion se maravillaba por lo bueno que era el delantero, los dos capitanes del equipo se enfrentaban cara a cara. Entonces Dave le dijo a Riccardo:
—Vamos a hacer un partido igualado durante cinco minutos. Tenemos que entretener al público, ¿verdad?
Doug iba directo hacia el área pequeña, pero uno de los defensas, Socrat Eiss, fue a su paso y le guiñó el ojo. La expresión concentrada de Doug mutó a una de disconformidad.
—¡Mirada Ladrona!
—¡Han logrado quitarle el balón a Doug!
—Gracias —sonrió el defensa, dejando atrás al resignado delantero.
Arion y JP estaban sorprendidos por la habilidad de los Empollones.
—¡Es fantástico! ¡Menudo encuentro! ¡Es una lucha completamente igualada entre ambos equipos!
 
—¡Mirad! ¡Riccardo está delante de ese tal Ian! —señaló Estela.
—Veamos qué hará nuestro capitán —Guille se cruzó de brazos—. ¿Apostamos, H?
—Qué apostar ni qué leches, está claro que no le va a hacer caso a esa tonta.
—Ni le ha mirado —se rió Annie, al ver el pase directo que le hizo a Michael.
—Maldita sea, mira que tener que perder el balón ante ese chaval que parece un robot —bufó Joss, disgustada.
—Actúan bastante bien —reconoció Einar, muy a su pesar.
 
—¡El intercambio entre ataque y defensa continúa igual!
—Creo que ya es hora de conseguir un gol —sonrió el capitán de los Empollones, susurrándole a Riccardo—. El siete le pasará al nueve y este marcará —se alejó de nuevo, dando la señal de aviso.
—¡Adé! —llamó Riccardo, gruñendo con resignación.
—¡Bien! ¡Es el capitán! —se alegró Arion—. ¡¿Qué?! Le han quitado la pelota al capitán… —Arion quedó muy sorprendido.
—¡Buen corte por parte de Ed Ison, número siete de los Empollones!
—¡Moe! —el siete se lo pasó al nueve.
JP y Arion bajaron para intentar evitar el tiro del rival. Pero viendo que no llegarían a tiempo, Arion estaba tranquilo con Samguk en la portería. Confiaba plenamente en las capacidades del portero. Estaba claro que lo pararía. Samguk realizó su Parada Ardiente para enfrentarse a la supertécnica Trayectoria Perfecta. Sin embargo, vio que lo pararía con facilidad y, muy a su pesar, se dejó marcar.
—¡Gol! ¡El tanto de los Empollones inaugura el marcador…!
Arion quedó paralizado al ver que habían roto la supertécnica del portero. En cambio, sus compañeros miraban con tristeza la frustración de Samguk. Ese tiro era mediocre y se había visto obligado a dejarlo pasar.
 
—¡Oh, venga ya! ¡No me jodas! —saltó Joss, totalmente indignada—. ¡Me cago en la puta! ¡¿Qué mierda de tiro es ese?!
¡Ese tiro lo podría haber parado yo con la polla…! ¡¿Pero qué cojones…?!
¡Guille! ¡¿Qué mierda es ese vocabulario?! —regañó Andrea—. ¡No digas palabrotas, coño!
¿Polla? —repitió Einar, con cara de confusión—. ¿Qué es una polla?
El femenino de pollo —respondió rápidamente Andrea, pegándole una torta a Guille.
¡Oh, ya veo! —sonrió, todo ilusionado el noruego por aprender algo nuevo.
Annie miró a sus amigos chillando en español. No sabía exactamente qué habían dicho, pero se podía hacer una idea viendo sus caras. Claro que Estela tuvo la amabilidad de ser su traductora.
—Vaya mierda de partido —murmuró Estela—. Con razón necesitan que el Sector Quinto intervenga en sus partidos.
Con el bullicio de la afición y el partido, nadie se percató de la presencia de un joven cerca de la entrada, uno con una característica bandana naranja, observando el partido. El hombre terminó murmurando:
—Así que esto es el Raimon…
 
 
 
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Arion comenzará a sospechar de la actitud de sus compañeros, que no levantan cabeza tras el primer gol. ¿Qué les pasa? Eso se puede remontar en un momento. ¿Por qué demonios están cometiendo tantos errores? Pero no hay que preocuparse, ahí está Arion para intentar levantar la moral del equipo, con la energía de un novato ignorante de todo el tejemaneje del Sector Quinto. ¿JP y Arion se enterarán de la verdad del fútbol juvenil?
Si lo queréis averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: LA CABEZONERÍA DE ARION
¡¡¡Esto es fútbol al rojo vivo!!!


Bueno, bueno, ¿recordáis quién es Greg? ;)



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