CAPÍTULO 11- ¡DETECTIVES EN ACCIÓN!
—¡Y yo sin poder verlo en vivo y en directo! —lloriqueó Annie.
Era domingo. Annie todavía seguía resfriada pero algo mejor que el día
anterior, justo cuando el Raimon debutaba en el torneo de ese año. Todos sus
amigos habían ido al lugar donde se estaba quedando para contarle lo sucedido.
—Eso por resfriarte, so tonta —regañó Guille.
—Samguk ya está de nuestra parte —sonrió Einar muy animado.
—Sí, ahora solo nos quedan… —Joss hizo cálculos mentales—. Solo quedan
siete jugadores más a los que revolucionar.
—Bueno, poco a poco —Mark sonreía con gran ánimo—. Al principio no había
nadie en el Raimon, solo el entrenador Travis, pero ahora hay cuatro. Capitán,
subcapitán y los dos novatos.
—Lo que me preocupa son las represalias por desobedecer esta vez —murmuró
Estela.
—Ya han cerrado otros clubes de fútbol por oponerse al Sector Quinto —recordó
Celia con cierta preocupación.
—¿Creéis que serían capaces de cerrar el Raimon? ¿Sabiendo lo icónico que
es? —se sorprendió Andrea.
—Con el Sector Quinto existiendo ahora mismo, da igual que seamos el Raimon
ni lo que hicimos en el pasado —repuso Estela.
—No entiendo cómo pueden tener tanta influencia.
—Mi esposa me dijo que incluso llegaron a cerrar institutos por desobedecer
—comentó Einar—. Aunque yo creo que son rumores. No puede ser cierto.
Annie miró con curiosidad al noruego.
—¿De verdad estás casado, Einar? No veo ninguna alianza en tu dedo.
—¡Claro! —sonrió, lejos de sentirse ofendido—. El anillo lo llevo en mi corazón.
La morena parpadeó dos veces antes de decir:
—¿Eso quiere decir que te lo tragaste por accidente?
Joss se rió escandalosamente.
—Einar lleva su alianza en un collar, justo quedándole a la altura del
corazón —explicó Andrea.
Y mientras tanto, Einar enseñaba el anillo escondido bajo su ropa.
—Puede parecer romántico… —comenzó a decir Guille.
—Pero no lo es —continuó Joss.
—Porque si no lo lleva ahí… —dijo Celia.
—Lo perdería —concluyó Estela.
—Es muy práctico, la verdad —asintió Mark.
—Pero no para jugar al fútbol —contradijo Annie.
—Exactamente —Einar le dio la razón.
—¿Arion ya se ha acostado?
—La emoción del partido todavía le dura —suspiró Silvia, mientras se
sentaba al lado de Rubén.
El chico le hizo huevo en el sofá y besó la cabeza de su pareja.
—Seguramente le dure hasta mañana, que será cuando se lleve un chasco al
ver a sus compañeros durante el entrenamiento.
—¿Tú crees? —Silvia le miró.
—Hombre, yo espero que no, que no maten la ilusión del pobre chico, pero es
pedir demasiado.
—Ojalá pudiéramos hacer algo —suspiró ella.
—Quizás podríamos ir a algún entrenamiento un día de estos, ¿no?
—Celia me ha comentado que las chicas se pasan de vez en cuando por allí —sonrió
Silvia con diversión.
—Me extrañaría si no lo hicieran —después de sonreír, suspiró—. Yo solo
espero que no pase nada malo. De todas formas, ¿quién demonios creó el Sector
Quinto? ¿Y cómo pudieron dejar que obtuviera tanto poder e influencia? Y encima
en tan poco tiempo.
Silvia intentó hacer memoria. Pero nunca se había parado a pensar en el
origen de aquella organización.
—Parece una mafia —concluyó la antigua gerente del Raimon.
Rubén estaba a punto de darle la razón a su novia cuando su móvil sonó.
—¿Quién es? Ya es tarde...
—Oh, pero si es el capitán —sonrió el chico antes de descolgar.
—¡Arion, el desayuno! —gritó con todas sus fuerzas Rubén.
Le importaba un comino que todo el bloque se enterara. Sobre todo siendo
tan temprano un lunes por la mañana. Mientras lo escuchara Arion, todo
perfecto.
Enseguida se escucharon los pasos apresurados del jovencito. En cuanto
Arion cruzó la puerta de la cocina, se quedó parado al ver a una joven rubia
comiendo tan pancha el desayuno que estaba sirviendo Rubén.
—Buenos días, Arion. Empieza a desayunar, que no te va a dar tiempo.
—Buenos días —saludó vagamente, observando de reojo a la intrusa—. ¿Y tía
Silvia?
Aquella pregunta hizo detenerse a la rubia de ojos azul marino y mirar con
curiosidad a Arion.
—Déjala que descanse, hombre. Hoy me toca a mí encargarme de ti, mocoso,
así que más vale que no dejes nada en el plato.
—No sabía que ahora hacías de niñera —sonrió la misma mujer.
Arion se quedó tieso de la impresión.
—Mira que llegas a ser bruta cuando
quieres —contestó Rubén en español para que el niño no se enterara—. Que el chaval te ha entendido, mujer.
La chica rió suavemente.
—Esa era la intención, idiota.
—Que te jodan —resopló antes de
mirar a Arion—. Perdona sus modales, Arion, tanto leer tonterías le ha fundido
el cerebro.
—¿No me vas a presentar a este chico tan mono, Rubén? —sonrió ella con
dulzura.
—Pues no.
—Me llamo Arion Sherwind. ¿Es usted amiga de tío Rubén?
—Dios, se me hace tan raro que te
llame «tío Rubén» —rió levemente—. Nuestro
Rubén ha crecido mucho.
—Sí, por desgracia nos conocemos desde hace años —Rubén fingió un suspiro
pesaroso.
—Sakura Kagamine, encantada. Aunque puedes llamarme Saki. Veo que llevas el
uniforme del Raimon. ¿Vas allí?
—¡Sí! Este es mi primer año en el instituto y por fin he podido entrar en
el club de fútbol —contó con gran orgullo y pasión.
—Enhorabuena, Arion —sonrió ella, antes de seguir comiendo—. Te ha salido
todo riquísimo, Rubén.
—Come y calla. Y tú también, Arion.
—¡Sí!
—¿Y bien? ¿Cuánto tiempo os vais a quedar?
—Aún no lo sé —respondió Saki—. Ya sabes que esta vida que llevamos es algo
inestable, nunca podemos hacer planes a largo plazo. No demasiados.
Rubén, que vio la curiosidad plasmada en la cara de Arion, comenzó a decir:
—Saki es voluntaria de la ONU. Todavía no tiene la edad mínima como para
poder hacer voluntariado en el extranjero, por lo que de momento lo hace a
nivel nacional.
—¿Edad mínima? ¿Es que hay una edad mínima para ser voluntario? —se extrañó
Arion.
—Sí. Tienes que tener mínimo veinticinco años para poder hacerlo en otro
país —explicó la mujer.
—Y veintidós si quieres hacerlo en tu propio país —añadió Rubén.
—Obviamente, yo ya tengo veintidós añitos —sonrió con orgullo—. Justo
anoche llegué de mi programa de voluntariado. Un año entero he estado.
—Pero el otro programa ha sido bastante corto —repuso el novio de Silvia.
—También es porque se han complicado un poco las cosas. Y por seguridad,
han decidido enviarlos a casa antes de tiempo —suspiró Saki—. Pero bueno, por
el momento tenemos pensado estar hasta finales de año aquí en Inazuma.
Arion fue escuchando atentamente la conversación mientras desayunaba.
—Por cierto, sentimos haber venido anoche tan de repente —se disculpó la
rubia.
—No seas tonta, anda. Siempre seréis bienvenidos, ya lo sabéis.
—Sí, pero ya era tarde…
—¿También conoce a mi tía Silvia? —saltó el adolescente.
—Pues claro —asintió Saki con una sonrisa.
—¿Eso quiere decir que conoció al entrenador Evans en su etapa del Raimon? —se
ilusionó Arion.
—¿El entrenador Evans? —la chica abrió ligeramente los ojos, sorprendida.
—Oh, es verdad. No os hemos contado las nuevas noticias —soltó una suave
carcajada—. Vas a flipar, amiga mía. Pero Arion, ¿no te está esperando JP para
ir al entrenamiento? Date prisa.
—¿Qué? Pero…
—Ya tendrás tiempo esta noche de charlar con ella. Ve y no llegues tarde.
Tenéis un torneo nacional que ganar, ya lo sabes —Rubén le guiñó un ojo con
complicidad.
—¡Es verdad! —dijo más animado—. ¡Hasta luego, tío Rubén! ¡Encantado de
conocerla! —y salió corriendo.
—¿Tú crees que llegará a tutearme
como a ti? —sonrió Saki—. Aunque
pareces todo un padre con él —se rió.
—Cállate. Es familia de Silvia, pues
claro que me tengo que preocupar por él. En fin, en muy poco tiempo han pasado
muchas cosas. Ya verás en cuanto te lo cuente todo.
—¿Por qué decidió desobedecer las órdenes escritas y ganar el partido,
señor Evans? —interrogó Goldwin con muy malas pulgas.
—Solo cumplía con mi deber como entrenador del equipo.
Goldwin dio un fuerte golpe en la mesa con ambas manos, inclinándose sobre
ella. A su vez, gritó:
—¡Ha enfurecido al Sector Quinto! ¡Y ahora cabe la posibilidad de que
cierren el instituto!
—¿Entonces este es nuestro fin, señor Goldwin? —preguntó un temeroso
Wintersea.
—No —sonrió con malicia antes de volverse a sentar de nuevo—. Existe un modo
de asumir la responsabilidad: consiste en que usted dimita como entrenador.
—Me niego a dimitir.
—Como presidente de la junta escolar, puedo despedirlo.
—E-eso es, queda usted despedido desde este mismo momento —añadió
rápidamente el director del instituto.
—Con su permiso —Mark se despidió y salió del despacho.
—¿Qué tal se siente ahora, exentrenador? —preguntó con sorna Victor, en el
pasillo.
Mark se limitó a dedicarle una gran sonrisa al chaval.
—Vamos, Victor, al entrenamiento.
Por la tarde, cuando los del Raimon se reunieron para entrenar como cada
tarde, tuvieron la visita de los amigos del entrenador Evans. Y lo que vieron
allí no les gustó ni un pelo. La moral estaba por los suelos.
—Pero bueno, cualquiera diría que han ganado un partido —silbó Annie.
—¿Por qué están todos dispersados? —preguntó Joss a Estela—. Nos hemos
escaqueado del trabajo solo para venir a ver el entrenamiento.
—Me parece que estáis perdiendo el tiempo ahora mismo, chicas —Celia sonrió
con algo de pena—. Ahora mismo no hay nada que ver.
—Temen las represalias del Sector Quinto —informó Estela—. Y los que no se
han rebelado, prefieren mantenerse al margen de Arion, JP, Riccardo y Samguk.
—Sí, no vaya a ser que lo revolucionario se contagie —ironizó Andrea.
—¿A ti te han comentado algo, Mark? —preguntó Guille.
—Nada, lo típico, querían que dimitiera —bajó un poco la voz, para que las
gerentes no le escucharan—. Pero yo no lo he hecho.
—Bien hecho —asintió Einar.
—Veo que Victor hoy no está por aquí para dar por culo —murmuró Annie,
mirando a todos lados.
—¿Sabéis qué? Propongo algo.
—¿En qué estás pensando, Guille?
—H, tenemos que conocer al enemigo.
—¿Al Sector Quinto? —Estela alzó las cejas.
—No, a alguien mucho más cercano.
—¿Al señor Goldwin y al director Wintersea? —probó Celia.
—Esos dos son unos cobardes —bufó Andrea—. Sobre todo ese director de
pacotilla.
—Si no son ellos… ¿Entonces quién? —preguntó Einar.
—¡Pues el imperial!
—¿Victor? —Mark se extrañó—. No creo que se le deba de considerar como un
enemigo. Es solo un crío.
—Pero es un imperial, Mark —replicó Guille—. Ahora mismo tenemos al enemigo
en nuestro equipo. Si sale a jugar al campo alguna vez, ten por seguro que
tendrá órdenes de joder todo lo que pueda.
—Y los del Sector Quinto están deseando que el Raimon caiga eliminado, ¿no?
—adivinó Estela—. Por eso han enviado al chico a que se una al Raimon, para
atacar desde dentro.
—Por eso tenemos que investigarle, encontrar su punto débil.
—Guille, estamos hablando de un crío —habló Andrea.
—¿Qué puntos débiles puede tener un mocoso como él? —preguntó Annie.
—La familia, porque otra cosa no se me ocurre —dijo Joss.
—¿Qué sabéis sobre Victor Blade? —Einar miró a las dos profesoras—. ¿Qué
hace cuando no está en el instituto?
Celia y Estela se miraron entre sí para luego ponerse a pensar. Intentaron
hacer memoria.
—Alguien que juega así de bien no puede odiar el fútbol de esa manera —comentó
Mark—. Si tanto odia el fútbol, ¿entonces por qué está jugando? Es algo
contradictorio.
—Los haters a veces son complicados —resopló Guille—. Saben más que uno
mismo.
—¿Y qué sugieres, Guille? ¿Seguirlo?
—Exactamente, H.
—¿Vamos a hacer de detectives con un crío de trece años? —sonrió Joss—.
¿Acaso no tienes nada mejor que hacer o qué?
—La verdad es que no —reconoció el joven—. Estoy algo aburrido en casa.
—Podemos hacer investigación de campo —asintió Einar, todo serio y
decidido.
—Llamas mucho la atención, Einar, contigo seguro que no pasamos
desapercibidos —chinchó Annie.
—Intentad que no os detengan —fue todo lo que dijo Mark, sonriendo.
Cuando se les metía algo en la cabeza, era difícil pararles los pies.
Mientras tanto, lejos del instituto Raimon, la buena tarde que hacía invitaba
a los pacientes del Hospital Inazuma a salir a los jardines de las
instalaciones junto a sus familiares. Los niños pequeños salían a jugar con el
balón, mientras sus mayores charlaban y les vigilaban desde la distancia. A
veces se unían a ellos.
Un joven postrado en una silla de ruedas miraba desde su ventana a niños
pequeños dando patadas a la pelota, riendo suavemente, disfrutando de poder ver
la alegría de los infantes. Inconscientemente, se tocaba la rodilla izquierda.
El gesto se le ensombreció levemente al recordar su condición física.
—Vlad.
El mencionado se giró con una expresión cálida hacia su hermano.
—Hola, Victor.
Como toda respuesta, Victor devolvió la sonrisa, sin ese ceño fruncido que
siempre mostraba hacia los del Raimon.
Bajaron hasta el jardín del hospital, quedándose bajo la sombra de un
árbol.
—¿Cómo estás?
—La verdad es que hoy estoy bastante bien. No me duele nada —respondió
Vlad.
—Ya…
Una pelota mal chutada se dirigió directamente hasta los pies de Vladimir
Blade, el hermano mayor de Victor.
—¡Perdón, señor! ¿Nos puede pasar el balón?
—Vale —sonrió antes de mirar con concentración sus piernas—. ¡Vamos…!
Victor miró los esfuerzos que hacía su hermano para poder mover las
piernas, sin éxito alguno. Al final, tuvo que coger el balón con la mano.
Viendo la cara larga que se le había quedado a Victor, decidió hablar.
—Me alegra de que estés viniendo a verme todos los días, pero… sigues yendo
a los entrenamientos, ¿no?
—Sí —contestó mirando hacia otro lado.
—¿Seguro que lo haces? —preguntó con voz juguetona.
—No te preocupes.
—Vale —el tono de su voz indicó que Vlad hacía ver como que se lo creía—.
¿Recuerdas? Nosotros a esa edad nos pasábamos todo el día jugando al fútbol.
La falta de respuesta de Victor hizo que Vlad se preocupara. Intentó
consolarlo.
—¿Aún estás preocupado por eso? —sonrió levemente—. Fue un accidente.
Victor se levantó de un salto, bastante indignado.
—¡Pero Vlad…!
—Ahora tienes que seguir jugando y conseguir ir al mundial. Ese es nuestro
sueño, ¿recuerdas? Llegar a jugar un día ante el mundo entero. Igual que el
famoso Axel Blaze.
—Eres tú el que debería ir al mundial —Victor tenía los puños cerrados con
fuerza—. Quiero volverte a ver activo, Vlad. ¡Y por eso conseguiré que te curen
las piernas…!
—Victor, no…
—Vaya, me voy durante un tiempo, ¿y los mejores hermanos del mundo se están
peleando?
Victor se giró de golpe, encontrándose con un chico castaño, alto y con
gafas negras cuadradas. Con la luz que había en esos momentos, parecía que el
joven tenía los ojos rojos.
—Ken, ¿cuándo has vuelto? —sonrió Vlad.
—Justo anoche —respondió, dando unas suaves palmaditas en la cabeza de
Victor—. ¿Cómo estáis? Caray, veo que has crecido un poco más desde que te vi,
Victor.
—¿Verdad que sí? —molestó su hermano mayor—. Acaba de entrar justo al
instituto. Ya está muy mayor.
—Tampoco he crecido tanto —contestó, sentándose de nuevo en el pasto y
mirando hacia otro lado.
—¿Has venido solo?
—No. Saki está todavía dentro —respondió, sentándose enfrente de ellos—. ¿Cómo
habéis estado?
—Bien, hoy no me duele nada.
—¿Y tú? ¿A qué instituto vas?
—Al Raimon —contestó.
—¿Eh? ¿Al Raimon? —Ken parpadeó algo sorprendido—. Así que has decidido ir
al mismo instituto al que fue tu ídolo —sonrió con cierta malicia—. Qué mono.
Victor miró hacia otro lado, algo incómodo con todo el asunto del Raimon.
—¿Y has entrado a su club de fútbol?
—Sí —respondió Vlad en su lugar, bastante alegre—. Hace poco empezó la fase
clasificatoria del torneo nacional, aunque Victor no pudo salir como titular.
—Pues claro, todavía soy un novato —bufó.
—Y el Raimon ganó al Vía Láctea.
—¿De verdad? Enhorabuena —sonrió Ken—. Oh, ahí está Saki.
Los hermanos Blade se giraron para saludar a la pareja rubia de Ken.
—Madre mía, cuando me he querido dar cuenta, me he recorrido el hospital
entero —Saki dibujó una gran sonrisa—. Me alegro mucho de veros, chicos.
—¿Cuánto tiempo tenéis pensado quedaros? —preguntó Victor.
—Hasta finales de año —respondió Saki.
Ken le contó a Saki sobre lo que habían estado hablando.
—¡Oh, entonces tienes a Mark como entrenador! —sonrió Saki, emocionada.
—¿Mark está como entrenador? —se sorprendió Ken.
—¿Conocéis al entrenador Evans? —Victor estaba impactado.
—¿Evans? ¿Mark Evans es tu entrenador? —Vlad miró con sorpresa a su
hermano.
—¿Entonces qué le pasó al entrenador Travis? —Ken miró a su novia.
—Se fue tras el amistoso contra el Colegio de Empollones.
—¿Por qué no me habías dicho que tu entrenador es Mark Evans?
Victor se puso algo más nervioso. Y tremendamente incómodo. Por como
hablaban esos dos del entrenador Evans, estaba claro que eran amigos cercanos
del portero del Inazuma Japón. Y si volvían a hablar con ellos, seguramente el
entrenador les contarían sobre su estatus como imperial. Eso conllevaría a que
Vlad tal vez se enterara también.
Pero lo del Sector Quinto y los imperiales no podían saberlo dos personas
ajenas al mundo del fútbol juvenil, ¿verdad? Sakura Kagamine y Ken Sasaki eran
dos jóvenes que dedicaban cuerpo y alma al voluntariado, a ayudar a las demás
personas. Los hermanos Blade habían conocido a esa pareja gracias al
voluntariado que hicieron en sus inicios en el Hospital Inazuma.
Victor quiso creer que no sabían nada sobre los entresijos del fútbol.
—Seguramente no quiso darte envidia —bromeó Saki—. Tenemos que ver a Mark
en cuanto podamos. Hace mucho tiempo que no lo vemos. Ah, ¿sabes? ¡Annie
también ha vuelto…!
—¿También?
—Sí. También me sorprendí muchísimo. Después de tanto tiempo sin saber nada
de ella, ha dado señales de vida. Ya verás, se quedará sorprendida en cuanto te
vea tan hablador.
—¿Tan hablador? —Vlad lo encontró gracioso.
—Es cierto, que vosotros no sabéis el pasado oscuro de Ken. Cuando íbamos al
instituto, prácticamente no hablaba. Y solo se limitaba a chinchar a las chicas
porque quería ver sus sonrojos.
Ken terminó desviando la mirada, abochornado. Victor encontró jugosa esa
información para meterse un poco con el mayor.
Tras charlar un poco más, decidieron dar por terminada la visita y marcharse
del hospital. Victor se tensó al ver a su entrenador de los Caballeros
Templarios, pues todavía estaba en compañía de Ken y Saki.
—¿Sucede algo, Victor? —preguntó Saki.
—Victor —llamó Saber Sabel.
—¿Un amigo tuyo? —Ken miró al hombre trajeado.
—Mi antiguo entrenador —respondió Victor.
—Bueno, ya nos veremos —se despidió Saki, arrastrando del brazo a su novio.
—El gran emperador te llama.
Aquello ciertamente preocupó al chaval, pero igualmente siguió al hombre
sin rechistar.
—Henry Goldwin, presidente de la junta escolar… ¿Qué? El Sector Quinto… No
sé cómo excusarme por lo que sucedió el otro día. Sin embargo, el entrenador
está despedido… ¡¿Qué?! ¡¿Que no le despidamos?! ¡¿Que el gran emperador
autoriza que siga en el puesto…?! Sí, comprendido.
El director Wintersea entró al despacho, preguntando por cómo había ido
todo. Goldwin estaba que echaba espuma por la boca.
—Estamos perdidos —sentenció.
Wintersea le miró sin comprender
nada.
Los chicos todavía estaban en el calentamiento inicial aquella tarde. Estaban
tranquilos, cada grupo por su lado, cuando Victor apareció con decisión por el
campo de fútbol. Aquello sorprendió a todos.
El chaval sabía lo que tenía que hacer. Sabía lo que el gran emperador
quería que sucediera: que el Raimon fuera completamente aplastado. Y él mismo
lo haría, desde dentro. Así todo el mundo comprendería que era una locura
enfrentarse al Sector Quinto.
—Yo voy a salir en el siguiente partido.
—¿Tú en un partido? —Mark no pudo evitar sonar escéptico.
—Exacto.
—¿Qué está tramando ahora? —murmuró Andrea.
—Nada bueno, seguro —añadió Annie.
—Algo debe de haber pasado, estoy segura —dijo Joss.
—Esto no es bueno —susurró Einar.
Mientras tanto, los demás jugadores ya habían empezado a lamentarlo. El
Sector Quinto ya había empezado a mover ficha, un paso más para la destrucción
del Raimon.
—Vale, está bien. Pues contaré contigo —soltó como si nada, sonriendo.
Todo el mundo se quedó boquiabierto.
—¡Pe-pero Mark…! —a Estela casi se le salían los ojos de las órbitas.
—Ni sé ni me interesa lo que quiere, solo que me deje hacer a mi aire.
—De acuerdo.
—¡Espere, entrenador…! —intervino Riccardo—. ¡Se trata de un imperial del
Sector Quinto! ¡Quiere fastidiar de algún modo!
—Puede ser.
—¡¿Entonces por qué?! ¡¿No había dicho que nuestro objetivo era salir
siempre a ganar?!
—Por eso mismo —dijo, sorprendiendo a Di Rigo—. Victor saldrá en el equipo porque aspiramos a ganar.
—Por eso mismo —dijo, sorprendiendo a Di Rigo—. Victor saldrá en el equipo porque aspiramos a ganar.
—¡No lo entiendo…!
—Por cierto, capitán, os voy a ir avisando. El resultado contra el Colegio
Poderosa Fe será de cero a uno, así que pierde el Raimon. ¿Os habéis enterado? —y
con esos aires, se marchó de allí.
—La que se ha liado… —comentó Annie con cierto pesar—. Es una pena que el
Raimon esté así…
—Tenemos que hacer algo —dijo Guille—. No podemos quedarnos de brazos
cruzados mientras van destruyendo este equipo poco a poco y desde dentro.
—¿Todavía sigues con esa tontería de seguirlo? —regañó Andrea.
—El cambio de actitud de Victor es bastante sospechoso —observó Einar—.
¿Por qué ahora quiere jugar?
—Hasta ahora, Victor se había mantenido al margen a pesar de formar parte
del equipo —recapituló Joss—. ¿Por qué ha decidido pasar al ataque justo ahora?
—Decidido, ahora mismo vamos a seguirlo —zanjó Guille.
Andrea quiso protestar, pero entonces se formó un gran revuelo entre los
jóvenes. Michael Ballzack recriminó a Arion y le echó la culpa de todo lo que
estaba pasando. Doug McArthur, uno de los delanteros, renunció al equipo.
—Ahora mismo la moral del equipo estará baja. Y encima Victor va a tener
que jugar sí o sí en el próximo partido —Guille susurró—. Aprovechemos para espiarlo
ahora. Aquí no haremos mucho.
—Esto saldrá muy mal —vaticinó Andrea con un suspiro.
—Avisaré a Celia y a Estela —anunció Annie.
Victor se fue derecho al Hospital Inazuma para visitar de nuevo a su
hermano. Ese día se encontró a Saki y a Ken en la habitación de Vlad, charlando
amenamente mientras veían las noticias en la televisión.
—Victor, hola —sonrió Vlad—. Acabamos de saber quién es vuestro siguiente
rival.
—Nunca había escuchado sobre el Poderosa Fe —comentó Saki—. Pero seguro que
el Raimon le gana.
—Yo… jugaré en el partido.
—¿De verdad? ¡Eso es genial, Victor…! —Vlad estaba contentísimo—. Espero
poder verlo.
—Creo que no lo retransmiten —objetó su hermano.
—Nosotros iremos a verte —dijo Ken.
El imperial se estaba arrepintiendo de haber abierto la boca. ¿Para qué
demonios lo había dicho? Era mejor haberse quedado callado. Pero veía el
orgullo pintado en los grandes ojos de su hermano mayor y ya no tenía tantas
ganas de reprocharse.
—Venga, ven, siéntate —Saki le señaló una silla—. Justo ahora estábamos
contando anécdotas de tu entrenador.
A pesar de no tener ganas de escuchar sobre el dichoso Mark Evans,
igualmente hizo de trizas corazón y se sentó.
—¿Cuánto tiempo lleva ahí? —Andrea ya estaba cansada.
—Paciencia, H, el arte del espionaje lleva su tiempo. Las investigaciones
de campo siempre son las más duras. Sé de lo que hablo.
—Pues claro, siempre has sido así de cotilla —bufó la veterinaria.
—Lleva un par de horas en el hospital —Annie hizo cuentas mentalmente—.
¿Estará enfermo o algo?
—Quizás ha ido de visita —propuso Einar.
—Si es así, entonces las horas de visita pronto terminarán. Esperemos que
por entonces salga. Porque si no, me mato. Eso sí, mañana no estaré disponible.
Bastante me he escaqueado ya de mi cafetería.
—Qué poco enrollada eres, Joss, eres tu propia jefa —dijo Guille.
—No soy tan despreocupada como tú —entornó los ojos.
El español abrió la boca con indignación. Estaba a punto de replicar cuando
Andrea interrumpió diciendo:
—¿Ese de ahí no es Arion?
—El entrenamiento habrá terminado —dijo Einar.
—Me está llamando Celia —anunció Annie—, seguro que quiere saber cómo vamos
—atendió la llamada.
—Mirad, ya ha salido Victor —apuntó Guille.
Joss ahogó un grito de sorpresa. A Annie casi se le cayó el móvil de las
manos.
—Lo siento, Celia, te llamo después. Creo que acabo de ver a Ken y a Saki
hablando cordialmente con Victor. O a lo mejor estoy alucinando —y sin más,
colgó.
—¿Pero esos no estaban fuera? —Andrea estaba sorprendida.
—¿Cuándo han llegado? —preguntó Guille.
—Aquí lo más importante es saber por qué están hablando con el imperial
—habló Joss—. ¿De qué lo conocen?
—Traidores —dramatizó Einar.
Victor se adelantó a Ken y a Saki y se puso en el paso de peatones, a
esperar a que se pusiera en verde.
—¡Victor!
En cuanto se giró, vio que era el pesado de Arion. Ponía una expresión
decaída. Decidió ignorarlo por completo.
—Victor, ¿de verdad no quieres jugar al auténtico fútbol? Porque tú también
lo has sentido, la emoción, la alegría de correr como un loco tras el balón,
¿no es verdad? ¡Tú también has jugado al fútbol así!
A media palabrería del chaval, el semáforo se puso en marcha y Victor se
fue sin dirigirle una sola mirada. Incluso se podían escuchar los gritos de ese
chico irritante.
—¿Pero por qué? ¿Por qué motivo está mal jugar al auténtico fútbol? Dímelo,
fútbol...
—¿Con quién estás hablando, Arion?
Arion pegó un bote al escuchar una voz detrás de él. Luego se dio cuenta de
que era Saki acompañada de un chico bastante alto y guapo.
—Perdón, ¿te he asustado? —sonrió ella—. ¿Conoces a Victor?
—¿Victor Blade?
—Si está en el Raimon, entonces seguramente debe de conocerle —argumentó
Ken.
—Oh, sí, cierto —asintió ella—. Victor ya nos ha dicho que pronto tendréis
partido contra el Poderosa Fe. Mucha suerte.
Eso pareció desanimar más a Arion,
que se despidió de ellos y se fue con un halo bastante triste.
—¿Me lo parece a mí o acababa de hacerle una pregunta al fútbol? —Saki miró
a su novio.
—La locura del fútbol hace que ahora estos chavales de hoy en día lo traten
como si fuera una persona —suspiró—. Menuda decadencia.
—¡Saki! ¡Ken!
—¡Traidores!
Ante esa acusación, la pareja se giró y vio a un grupo de personas correr
desesperadamente en su dirección.
—¡Chicas! —saludó con gran emoción la rubia—. ¡Hola, Guille! Cuánto tiempo.
¿Cómo estáis?
—¿Qué demonios hacíais hablando con ese imperial y siendo tan amiguitos?
—interrogó Guille.
Pero la joven pareja no le prestaba atención, pues estaban más pendientes
de saludar y reprochar su ausencia a Annie.
—Cuatro malditos y largos años —dijo Saki.
—Creíamos que te habían abducido los extraterrestres —comentó
sarcásticamente Ken.
Annie alucinó.
—¿De qué conocéis a Victor? —insistió Einar—. Es un imperial.
—Sí. Y quiere joder desde dentro al Raimon.
—¿Cómo? Imposible.
—Victor no puede ser un imperial. Está en el Raimon. Nos lo ha dicho.
—Jugará en el siguiente partido.
—Creo que necesitáis saber unas cuantas joyitas de ese chaval —suspiró
Andrea—. Tenemos que ir a algún lado más tranquilo donde poder explicarlo
mejor.
—Por cierto, ¿dónde os estáis quedando? —preguntó Annie con curiosidad.
—Silvia y Rubén nos han alquilado un piso —sonrió Saki.
—Fueron muy amables. Llegamos anoche, bastante tarde.
—¿Desde cuándo hablas tanto? —Annie todavía no se lo podía creer.
—Desde que empezó a hacer voluntariado —explicó Saki con diversión—. Poco
después de que tú te fueras.
—Increíble.
—Llamaré a Silvia y diré que vamos para allí —dijo Einar.
—¿Eh? ¿Pero por qué? —Joss estaba algo perdida.
—Tenemos que contarles la realidad de las cosas y el mejor sitio para
hacerlo es donde vive Silvia —explicó Guille—. Así veréis que tenemos razón.
—Pues entonces traeremos a dos testigos más —añadió Annie, dispuesta a
llamar a Celia.
Después de invadir el bloque de apartamentos de sus amigos Silvia y Rubén y
obligarlos a encontrar un sitio privado para todos ellos, les contaron todo lo
sucedido a Saki y a Ken.
—Me cuesta creer que odie el fútbol... —murmuró Saki.
—¿Pero por qué? —preguntó Rubén—. Ya has oído lo que te han dicho. El
Sector Quinto controla todo y sus matones llamados imperiales hacen el trabajo
sucio.
—A nosotros no nos parece que Victor odie de verdad el fútbol tal y como
dice —expuso Ken con calma—. Y la razón por la que lo decimos es por cómo habla
Vlad sobre ese deporte.
—¿Vlad? —preguntó Einar—. ¿Quién es Vlad?
—Vladimir Blade, su hermano mayor —contestó Saki.
—¿Estudia en otro instituto? —preguntó Estela.
—No va al instituto —respondió Ken—. Está ingresado en el Hospital Inazuma.
Aunque me gustaría que esta conversación no saliera de aquí, por favor. No me
gustaría que Arion se enterara por nosotros.
—Tampoco parece Victor quiera que se entere —añadió Saki.
—¿Qué le pasa...? —habló Celia.
—Está en silla de ruedas.
—Dios mío... —murmuró Joss—. ¿Un accidente?
—Por lo que sabemos, de pequeños les encantaba el fútbol —Ken suavizó la
expresión y sonrió levemente—. Idolatraban a Axel Blaze y querían ser como él.
—Pero un día, jugando al fútbol, la pelota se les quedó atrapada en un
árbol. Victor trepó hasta ella, pero se resbaló y cayó. Vlad consiguió
atraparlo para que no se hiciera daño, pero se lesionó.
—Su lesión fue tan grave que lo ha mantenido en el hospital desde entonces.
—¿Entonces nunca más volverá a caminar? —se horrorizó Annie.
—Bueno, la ciencia ha avanzado, puede haber opciones, pero ya sabéis que
son difíciles de acceder —contestó con cierto pesar la rubia.
—Normal que odie el fútbol... —comentó Andrea.
—Yo no creo que lo odie. Más bien se culpa a sí mismo por lo del accidente.
—Yo no he estado tanto tiempo con ellos como Ken, pero... Sí que he visto
Victor siempre mira a su hermano con infinita pena y tristeza.
—¿Eso significa que su hermano no sabe que es un imperial? —intervino
Silvia.
—No sé si Vlad sabe sobre ellos. ¿A ti te ha comentado algo, Ken?
Ken intentó hacer memoria.
—No creo que haya oído hablar de eso si nunca ha estado sometido por el
Sector Quinto, pero quién sabe. Tal vez sí. Pero por su forma de ser, yo diría
que no le haría mucha gracia el juego amañado del Sector Quinto. Y mucho menos
que su pequeño hermano forme parte.
—¿Pero entonces por qué se unió? —preguntó Rubén.
—¿Y qué hará en el partido? —Guille miró a Ken y a Saki—. Sabe que vais a
estar los dos mirando el partido desde la grada. Y se supone que no sabéis nada
y que podéis decírselo a su hermano. ¿Seguirá con las directrices del Sector
Quinto?
—Tal vez disimule —inquirió Andrea—. Parece que saben actuar bastante bien
como para que el público no note nada raro durante los partidos.
—Saber esto de Victor no ayuda en nada —replicó Annie—. Solo para que
sintamos pena y no entendamos nada su actitud. Porque cuando no está con
vosotros o con su hermano, es un completo idiota.
—Los chicos están preocupados —comentó Celia—. Temen que cierren el club de
fútbol y les suponga una mancha en su expediente académico.
—Lo cual es una soberana idiotez eso —dijo Estela.
—Solo tenemos que esperar a que Raimon gane. La Diosa de la Victoria les
sonreirá. Eso es lo que dice Mark —sonrió Einar antes de levantarse de un
salto—. Me voy. Como no haga hoy la cena, moriré.
Ya había oscurecido cuando Andrea se topó con un Arion totalmente deprimido
en el campo de la ribera del río. Estaba considerando si pasar de largo y
continuar su camino a casa, pero ya era tarde. Seguramente la cena ya estaría
lista.
—¿Arion? Es tarde ya. ¿Qué haces aquí fuera?
—Ah, hola...
—Silvia y Rubén te estarán esperando con la cena lista. ¿Por qué no vas?
Les vas a preocupar si estás fuera siendo de noche.
Arion no respondió, solo se limitó a seguir mirando al suelo entre el hueco
de sus brazos apoyados en sus rodillas. La veterinaria decidió sentarse a su
lado.
—¿Qué te tiene así de triste? ¿Es por lo que ha pasado en el entrenamiento
de hoy?
El chico siguió sin responder.
—Oh, Arion... No tienes que hacerle caso a las palabras de ese enano
exaltado. Parecía llevarse muy bien con ese tal Doug, probablemente le diera
rabia que desertara.
—¿Cómo sé que lo que hago estoy bien? ¿Cómo sé cuál es el camino correcto?
Michael me culpa a mí de estar robando el fútbol a los demás. ¿Y si tiene
razón? —soltó un gemido lastimero—. Ya no sé qué pensar.
—Arion, no puedes rendirte solo por eso. Cada persona es un mundo y pensará
diferente a ti. Muchas veces encontrarás a gente que piense igual que tú, pero también
al revés.
—Pero... Yo solo quiero poder jugar al fútbol libremente. ¿Tan malo es eso?
—El miedo puede conseguir muchas cosas, más de las que te piensas, Arion.
¿Pero sabes qué? Al igual que el miedo, el amor puede mover montañas. Y tu amor
por el fútbol es grande, ¿verdad?
—Mi amor por el fútbol... —reflexionó el novato.
—Exactamente. Tu llegada al Raimon ha traído un viento fresco a una
situación amarga para los jugadores juveniles. Recuerda, las revoluciones no se
iniciaron solas. Siempre hubo alguien que fue lo suficientemente valiente como
para empezar con el terremoto que vendría después. Y tú lo serás para lograr el
fútbol libre en los institutos, dalo por hecho.
—¿Cómo está tan segura?
—¿No te das cuenta, Arion? Cuando llegaste, contagiaste de esa emoción a JP
a la primera de cambio. Luego vino el capitán Di Rigo y después a Samguk. Poco
a poco vas consiguiendo que los chicos vayan recuperando esas ganas de darlo
todo en el campo de juego —sonrió Andrea antes de suspirar—. En el fondo, Mark
y tú no sois tan diferentes. Él también podía mover a las masas con su pasión
por el fútbol. Vamos, Arion, no te rindas con esta revolución.
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El día del partido
contra el Poderosa Fe ya ha llegado. A pesar de sus dudas iniciales, Arion
decide seguir luchando por lo que es justo, por el fútbol libre. Sin embargo,
pronto descubrirán que el Poderosa Fe es un equipo bastante ofensivo, incluso
con peor juego sucio que el Vía Láctea. ¿Cómo saldrán de esta?
Si lo queréis
averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: EL PODEROSA FE
¡¡¡Esto es fútbol
al rojo vivo!!!
¡Esta vez han aparecido de nuevo dos personajes de los antiguos! La pareja formada por Ken y Saki ^^ Eso sí, y también hemos tenido más de nuestro Rubén, el de las canciones tontas y encoñado hasta la médula por Silvia xD
Aquí está el paso del tiempo de ambos:
Y aquí la comparativa con su yo adolescente:
Como siempre, sus datos estarán actualizados en página del timeskip.
Reconozco que en este capítulo se me ha ido un poco la mano, pero es que me motivé escribiendo y salió este tocho xD Intento no hacerlos muy largos para que no se hagan tan pesados, pero comparado con lo que escribía al principio del todo... Una mejoría he tenido.
¡Hasta la próxima!
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