CAPÍTULO 14- ENTRENAR, ENTRENAR Y ENTRENAR
—Es una lástima que no estuvierais en
la celebración, fue la hostia —se lamentó Guille en español.
—A nosotros nos tocó una celebración
algo más moderada e infantil —se rió Rubén.
—Saki y Ken tampoco fueron. Se
marcharon antes de que nos diéramos cuenta. ¿Sabes a dónde fueron?
—¿Qué? No, no me dijeron nada. ¿Y a
ti?
—¡Tampoco! —respondió
dramáticamente Guille—. Después de no
verles en un tiempecillo, lo normal sería reunirnos para celebrar la victoria
del Raimon, ¿no?
—Quizás tenían cosas que hacer…
—A todo esto… ¿Qué haces tan temprano
despierto? Creía que trabajabas desde casa.
—Es que nuestro querido Arion se ha
dejado la comida —Rubén señaló el paquete—. Y me ha tocado a mí correr detrás del chaval. Algún día se dejará la
cabeza en casa, pero la pelota de fútbol no.
—Bueno, tampoco tendrás que correr
mucho —señaló Guille—. ¿Esos no son
Arion y JP? ¿No deberían estar ya en el instituto?
—¡Arion, JP! —llamó Rubén desde lo alto, bajando hasta el campo de fútbol
de la ribera.
Guille también lo siguió.
—Qué fiero está el capitán —suspiró Rosie, haciendo todavía más fotos
durante el entrenamiento matutino.
—Ahora que lo pienso, ¿y Arion y JP? —preguntó Jade a Skie.
—Es verdad. Siempre son los primeros en llegar. ¿Qué les puede haber
pasado…?
Al banquillo se acercaron las dos profesoras peliazules del equipo de
fútbol, deteniéndose cerca de Gabi, que miraba el entrenamiento con interés y
resignación.
—Hola, Gabriel —saludó Celia—. ¿Estás mejor del tobillo?
—Sí, gracias. No era nada grave, así que en dos o tres días podré volver a
entrenar.
—Estupendo —sonrió la profesora.
—Pero nada de prisas, ¿eh? —recordó Estela con otra sonrisa.
—Sí, entendido.
—Oh, Dios mío, ¿qué hacen esos tontos por aquí? —soltó Estela, viendo cómo
Guille y Rubén corrían detrás de Arion y JP.
—¡Perdón, lo sentimos!
—Llegáis tarde —saludó Riccardo.
—Ha sido culpa mía —se excusó JP—. Estábamos practicando mi supertécnica.
—¿Supertécnica? —se sorprendió el capitán.
—¡Sí! ¡Había pensado en conseguir una como la que tienen los veteranos!
Dichos veteranos se acercaron al novato bajito con curiosidad.
—¿Y de qué clase? —preguntó Samguk.
—Ah… esto… ¡Salto Incandescente! ¡Y sería una supertécnica de defensa!
—Oye, ¿y eso qué es? —cuestionó Subaru.
—Esto… ¡Una técnica con la que aprovechó mi fuerza de salto!
—¿Y por eso habéis llegado tarde? —preguntó Celia, mirando a los dos
hombres recién llegados—. ¿Por ayudarle?
—En realidad, yo solo iba a traerle la comida a Arion, pero el entusiasmo
del chaval nos enredó y… bueno, lo demás es historia —Rubén soltó una risilla
algo culpable.
—¿Y tú, Guille? —Estela miró al español.
—Oh, pues porque quiero ayudar a ese pequeñajo a que lo consiga —sonrió—.
De hecho, en la ribera le he estado ayudando un poco.
—Me parece bien tu interés, pero hay que estar atentos al reloj —regañó
Riccardo a lo lejos.
—Bueno, no seas muy duro, Di Rigo —habló Estela—. No me hagas comentar las
veces en que se te ha ido el santo al cielo mientras hacías otras cosas y
tenías clases de música.
—¿Dónde está ese pequeño imperial? —Guille oteó por el lugar, pero no lo
vio por ningún lado.
—¿Te refieres a Victor Blade? —Rubén miró a su amigo—. Quizás no le hayan
dejado venir. Ya sabes, por ser un imperial y haber traicionado a los suyos.
—Quién sabe lo que nos harán a los demás —se lamentó Eugene con aire
lúgubre.
—¡Yo estoy preparado, tú! —bramó Wanli.
—Porque después de todo, estamos dispuestos a infringir el artículo quinto —comentó
Subaru.
—¿El artículo quinto? —preguntó Arion—. ¿Qué es eso?
—En la vida había escuchado semejante cosa —murmuró Guille.
—Cosas nuevas que se sacan de la manga —añadió Rubén.
—El artículo quinto del reglamento del fútbol juvenil —comenzó a decir Celia—.
El fútbol debe ser amado equitativamente por todos. Así que por supuesto el
valor de la victoria debe ser repartido entre todos. De hecho, el Sector Quinto
nació para proteger ese artículo. Regulan los resultados de todos los partidos
y reparten las victorias.
—¡Nosotros no necesitamos esa clase de fútbol! —exclamó Riccardo a sus
compañeros—. Sabemos que no estamos equivocados. ¡Hay que seguir ganando para
traerlo de vuelta! ¡Para recuperar de una vez por todas el auténtico fútbol!
—Mark estaría orgulloso del capitán —asintió Estela con orgullo.
—Bueno, cambiaos ya e id a clase —Celia dio varias palmas—. Nos vemos
después de clases, chicos.
—Esta tarde me dejaré caer por aquí.
—Oh, eso me recuerda a cuando había esas tardes cotilleos —sonrió Rubén,
mirando a Guille—. Sue, Hiki y tú no parabais en cuanto se trataba de eso. Ni
tampoco Annie.
—Lo gracioso es que pronto habrá esa tarde —sonrió Guille con ilusión—.
Este fin de semana, en el café de Joss. ¡Haremos una gran cena rodeados de
gatitos!
—¿En serio? —se sorprendió Rubén—. ¿Por qué no sabía nada de eso?
—Obviamente, vosotros tenéis que venir.
—No hay más remedio —Estela suspiró con resignación—. Incluso Mark vendrá
obligado.
—Y si tú vienes, obviamente Esther también tiene que venir —dijo Celia—.
Hace mucho que no la vemos.
—Ya está avisada para que venga —Guille le guiñó un ojo.
—Bueno, ahora, largaos de aquí. Estorbáis —apremió Estela.
La campana que advertía del final de clases resonaba por todo el Raimon.
Adé Kébé se había cambiado rápidamente y se encontraba corriendo por las
instalaciones del Raimon. En el puente que unía ambos edificios del instituto,
se encontró con Hugues Baudet y Shunsuke Aoyama por el camino.
—¡Hugh, Shun! ¿Pero qué os pasa? —preguntó alegremente el chaval.
—Estamos preocupados —dijo Hugh, el antiguo capitán del equipo b.
—¿Y eso por qué?
—Pues por el Camino Imperial —aclaró Shunsuke—. Vosotros estáis jugando de
verdad, ¿no?
El gesto de Adé se puso más serio y asintió.
—Claro, lo sabía —dijo Shun.
—Jamás hubiera pensado que lo haríais.
—Ah, sí —Adé no pudo evitar sonreír—. Es inimaginable, ¿verdad?
—Se les ve muy decididos, ¿verdad que sí? —comentó Skie, con los gritos
motivadores de Guille sonando a lo lejos.
—Claro, porque quieren seguir ganando —asintió Jade—. Si no estás
entregado, jamás conseguirás nada.
A lo lejos, Einar hacía unos cuantos estiramientos con cara seria.
—Lo importante es no rendirse nunca.
—¿Eh? De vez en cuando dices cosas inteligentes, Rosie —se sorprendió Jade.
—Y qué guapo está el capitán Di Rigo —añadió, comenzando a hacer otra tanda
de fotos.
—Ya está con lo mismo otra vez… —Jade daba por perdida a la chica.
—¡Adelante! —gritó Riccardo.
—¡Sí!
—¡Sin piedad, chavales! —bramó Einar.
—¡A por todas, JP! —jaleó Guille, asustando al pequeñajo.
—¡Os vamos a patear el culo! —rió Annie.
—No olvidéis que son niños —Celia temía por la seguridad de los adolescentes.
Habían decidido hacer una pachanga contra la nueva generación del Raimon.
Annie, Estela, Guille, Einar, Rubén, Ken y JP jugarían juntos. Joss y Andrea no
habían podido asistir por el trabajo y Saki había dicho que tenía algo que
hacer.
El equipo del Raimon se encargaba de empezar el enfrentamiento, demostrando
la gran sincronización que tenían bajo las órdenes de Riccardo. Ken era el
portero y capitán temporal de aquel equipo improvisado y dejó hacer a sus
jugadores. Annie y Estela se encargaban de defender mientras Einar y JP ocupaban
los puestos de centrocampistas. Rubén y Guille serían los encargados del ataque
del equipo.
—¡Juegos de Loki! —bramó Einar.
Y corriendo hacia donde estaba Adé y el balón, pareció tomar la forma de
Eugene Peabody, que era el que más cerca tenía. Para sorpresa del mismo Eugene
y de los demás, Adé gritó:
—¡Eugene! —se la pasó al falso compañero—. ¿Eh? Pero… si yo se la he pasado
a… —lucía confundido el chico.
—¡Gracias por el pase! —sonrió juguetonamente el noruego, adentrándose en
campo contrario.
—Qué supertécnica más chula —silbó Annie.
—¡Detenedlo! —ordenó el capitán del Raimon.
En el camino del noruego se cruzó Arion, pero este se la pasó a JP. Sin
embargo, Wanli subió y cortó el pase. Arion recuperó la pelota, pero Estela se
lo robó con su supertécnica Destello Fugaz.
—¡No te dejaré! ¡A Todo Vapor! —Subaru se llevó por delante a la peliazul—.
¡Lo siento, profesora Schiller! ¡No es nada personal!
—Cuánta intensidad —se sorprendió Celia—. ¿Es porque se están enfrentando a
jugadores mayores?
JP se dio ánimos de nuevo y se fue a por Michael Ballzack, que tenía el
balón en su posesión. Enseguida todos pudieron ver un duelo uno contra uno muy
intenso e interesante, con JP embistiendo todo el rato a Michael para recuperar
la pelota.
—¡Vamos, pequeño, tú puedes…! —animó Guille.
—Te das cuenta de que ambos son los más pequeños del equipo, ¿no? —preguntó
Rubén con sorna.
—¡Bu-bueno, ya me entiendes! —le dio un empujón, medio avergonzado.
—¡Vamos, JP, salta! —gritó Annie, viendo que el balón había salido
disparado al cielo.
—¡Todavía no! —Michael fue más rápido y chutó hacia la portería de Ken.
Claramente, Ken pudo pararlo sin ningún esfuerzo, pues Michael no había
tenido la potencia suficiente para chutar.
—¡Maldición! —JP hizo el gesto de saltar de la pura frustración.
Todos se quedaron impresionados cuando notaron una luz en sus pies.
—Bueno, por algo se empieza —comentó Ken con tranquilidad.
El novato se levantó, todavía sin poder creérselo. Arion se acercó
rápidamente a él y le puso una mano en el hombro, sonriendo.
—Yo también lo he notado. Era una fuerza increíble.
—Ahora solo tienes que entrenar duro para que te salga el Salto
Incandescente —Guille estaba tan ilusionado que subió al pequeñajo en sus
hombros y empezó a saltar.
—Como se te caiga el niño, verás la que liamos —suspiró Rubén.
—¡Baja ahora mismo a JP, Guille! —gritó Celia, escandalizada.
—¡Vaya, hasta que por fin contestas!
—Lo siento, he estado ocupado —Guille se disculpó rápidamente.
—¿Tanta gente hay que quiere encontrar a su media naranja? —preguntó con
diversión—. En ese caso, deberías contratar a Sue para que te ayude con tanta
responsabilidad.
—Sabes que no puedo hacer eso, tiene su vida allí en Osaka. Pero no, no es
por eso por lo que ando ocupado.
—¿Ah, no? ¿Entonces qué es?
—¡Es que estoy yendo a los entrenamientos del Raimon!
—¿En serio? ¿Y eso?
—Oh, ni te imaginas qué de recuerdos me trae ver a los chavales detrás de
la pelota. H me acompaña muchas veces, cuando no está de guardia. Oh, ¿cuándo
vendrás? ¡Me encantaría que conocieras a JP un día de estos! En serio, el niño
parece un saltamontes de lo alto que salta.
—Solo me has hablado de ese chico, pero no pensaba que fueras a molestar a
los entrenamientos.
—¡Oye, que yo no estoy molestando! —gritó Guille, muy indignado—. ¡Yo solo
doy ánimos para que ganen el Camino Imperial, eso es todo!
La risa melódica de la otra línea de teléfono hizo enrojecer a Guille.
—Ojalá te tuviera aquí para que me animaras como siempre —suspiró Darren.
—Ya, bueno, no es como si me pudiera plantar por ahí y chillar como un
loco. No como antes —Guille sonrió con nostalgia—. ¡Ahora eres un portero
importante, señor LaChance!
—No digas tonterías —volvió a reírse.
—¿Qué harás este fin de semana?
—Intentar descansar un poco. ¿Y tú?
—Oh, pues este fin de semana, es decir, mañana por la noche he quedado con
las chicas para ir a cenar al café de Joss, que ya le toca a ella hacer la
cena. Y creo que no mucho más. ¡Ah...! ¿No te he contado que hemos hecho una
pachanga? Handrea no ha podido venir, porque le tocaba currar, pero Einar iba
asustando a los críos con su mirada —se rió al recordarlo—. Y Celia...
A miles de kilómetros de Inazuma, Darren se acomodó para escuchar con una
sonrisa la voz de su novio.
—A ver... Creo que es por aquí... —Annie murmuraba mientras seguía las
indicaciones apuntadas en su móvil.
Celia la había mandado al quinto pino a que fuera a recoger a Einar. ¿Por
qué? Porque era el encargado de llevar unos postres típicos de Noruega y el
susodicho decía que necesitaba ayuda.
Tan solo esperaba que tuviera coche. Pero claro, si lo tuviera, habría ido
al café de Joss él solito.
Se puso a observar un poco mejor la casa de Einar. No era una mansión, pero
pequeña no era. Todavía tenía curiosidad de ver quién era la esposa del
noruego. No esperó más y tocó al timbre.
—Buenas tardes, Annie —sonrió Einar—. Pasa, pasa. Espera un momento, ahora
voy a por los postres —dijo antes de dejar vía libre.
—¿Acabas de salir de la ducha? —decidió quedarse justo en el recibidor,
observando a un lado de la pared un gran retrato colgado—. ¿Y tu mujer?
—¡Sí! ¡Es que he venido de jugar hace poco! ¡Y ella ahora no está en casa!
—Guille ha estado perdido durante toda la mañana. Creo que estaba
torturando a JP con lo de la supertécnica, aunque el niño parece disfrutarlo.
No recibió respuesta, porque seguramente estaba al otro lado de la casa.
Por lo tanto, se dedicó a observar a la rubia del cuadro.
Tenía el pelo largo y liso, casi con el mismo estilo que Byron Love. Los
ojos rojos miraban directamente a la cámara y tenía una pose relajada y
bastante pasota. La modelo no sonreía y llevaba una camiseta blanca y
pantalones cortos oscuros. A Annie le llamó la atención los dos piercings de la
hélice izquierda de la oreja, aparte de su pendiente.
—¡Siento la espera...!
—No corras, a ver si te caes y te cargas los postres.
—Es verdad. Sería un desastre.
—Totalmente —asintió Annie con gravedad, cogiendo parte de los dulces.
Einar se calzó y los dos se fueron rumbo al negocio de Joss.
—Estás bastante distraída.
—¿Eh? —Saki miró a su novio—. ¿Por qué lo dices? —sonrió, cogiendo de la
mano a su chico.
—No has estado muy animada esta última semana.
—¿Tú no estás preocupado?
—¿Por qué exactamente? —Ken miró detenidamente a la rubia.
—Por lo de Victor… Ese hombre trajeado… estoy segura de que era del Sector
Quinto.
—Parecía su entrenador.
—Y desde que habló con ese hombre, Victor ya no ha aparecido por los
entrenamientos.
—Quizás solo hizo una excepción por ese equipo con un juego tan sucio —murmuró
Ken.
—¿Tú crees? Pienso que le han amenazado con algo. No sé con qué pero sé que
lo han hecho… —Saki ahogó una exclamación—. ¿Y si le han amenazado con hacerle
daño a Vlad?
Ken frunció el ceño. Luego dijo:
—¿Deberíamos hacer algo?
—¿Pero el qué?
El chico plantó un beso en la mano de su novia y le dedicó una suave
sonrisa.
—Por ahora, vamos a desconectar y a disfrutar de la cena entre gatos. Luego
ya lo pensaremos mejor.
—Sí, cierto —asintió Saki, sonriendo—. Con el estómago lleno se piensa
mejor. Y mañana iremos a visitar a Vlad. Le toca rehabilitación, ¿no? A lo
mejor nos encontramos con Victor.
—¿Deberíamos compartir nuestras preocupaciones con nuestros amigos?
—¿Quizás? —Saki no estaba muy segura—. Después de todo, ya saben lo de
Vlad.
—Si vemos que tenemos oportunidad, lo haremos.
Aquella mañana de domingo hacía un sol espléndido, con los pajaritos
cantando, Spotter ahí metido en su caseta y el cielo completamente despejado.
Mientras Silvia barría un poco la entrada, Rubén iba recortando el césped y
podando un poco los árboles.
—¡Hasta luego!
—¡Oye, Arion, no tan deprisa! —le paró Rubén, blandiendo el rastrillo a
modo de arma—. ¿Dónde vas tan corriendo?
—¿También entrenas los domingos? —le preguntó Silvia, observando su
equipación deportiva y balón en las manos.
—Ah, no. Hoy es entrenamiento especial con JP.
—¿Otra vez? —se extrañó el español—. ¿No entrenó ayer todo el día con Guille?
Vas a matar al pobre niño.
—¡Pero es que estamos creando una supertécnica, tío Rubén! No podemos
descansar hasta que la tenga.
—Pero tanto entrenar no es bueno. ¿Y si se lesiona las rodillas de tanto
saltar?
—Qué de recuerdos —sonrió Silvia—. Rubén, no regañes al pobre chico. ¿Acaso
no recuerdas tu época de estar entrenando sin parar con Esther?
—Sí, pero…
—¿Recuerdos? ¿Y quién es Esther?
—Mi mejor amiga de toda la vida —respondió Rubén—. Algún día te la
presentaré.
—Mucho ánimo, Arion —le dijo Silvia—. Déjale pasar, Rubén.
—Bueno, pero no os sobreesforcéis, ¿de acuerdo? —retiró el rastrillo,
despidiéndose con la mano.
—¡Sí! ¡Hasta luego…!
—¡Que lo pases bien! —se despidió su tía.
—Debemos suponer que no aparecerá por aquí en todo el día, ¿verdad?
—Exactamente —se rió ella—. Cuánta energía.
—¿Sí? Pues yo estoy molido. Menudo pedo nos pillamos anoche —suspiró.
—Eso te pasa por competir tanto con Esther —negó con la cabeza, mientras
seguía barriendo—. Y hoy te toca cocinar.
Guille se colocó su bolsa deportiva en el hombro y se fue directo a la
puerta principal. En cuanto la abrió, se encontró de sopetón con su novio.
—¡Hostia puta! ¡Qué susto! —pegó
un salto, chillando en español de la impresión—. ¡¿Pero qué haces, idiota?!
Darren sonrió con picardía y entró en la casa, cerrando la puerta. Después,
abrazó con fuerza a Guille y le robó un beso.
—Sorpresa —tarareó con una gran sonrisa.
—¿Pero qué demonios haces aquí?
—Volver a casa.
—¿Pero por qué no me has avisado? ¡Te habría ido a buscar al aeropuerto o a
donde fuera!
—Quería que fuera una sorpresa. ¿Vas a alguna parte?
—Para tu desgracia, sí —se escabulló del abrazo de oso que le iba a dar el
portero—. ¿Te acuerdas de JP y de su nueva supertécnica? Pues le estoy
ayudando. Hoy he quedado con Arion y JP en el campo de la ribera y estoy
llegando tarde.
—Pero…
—¡Lo siento mucho, cariño, sé que querrías que pasáramos el día juntos,
pero no puedo faltar a mi palabra! —abrió la puerta con algo de torpeza por las
prisas—. Por cierto, ¿hasta cuándo te quedas?
—Hasta el miércoles —respondió algo confuso.
—Perfecto. ¡Pues nos vemos esta noche! —y cerró la puerta.
Darren miró con algo de confusión la casa. Bueno, siempre podría aprovechar
para descansar de verdad.
Mientras iba corriendo hacia el campo de la ribera, se cruzó con dos jugadores
del Raimon.
—Oh, pero si sois amigos de Arion y JP —sonrió—. Buenos días. Eugene y Adé,
¿verdad?
—El amigo del entrenador Evans, ¿no? —sonrió Adé—. Buenos días.
Eugene tan solo dio un cabeceo leve.
—Por favor, que no os dé miedo llamarme por mi nombre. Guille, no os
olvidéis. ¿Vais a pescar? —se sorprendió al ver las cañas y el material
necesario.
—Ah, sí, a Eugene y a mí nos gusta mucho.
—¿En el río hay? —Guille parpadeó varias veces, asimilándolo.
—¿Qué? Ah, no —Eugene negó con la cabeza—. Vamos a un sitio especial, donde
van muchos aficionados a la pesca. Está cerca.
—Ah, vale, ya decía yo —sonrió—. En fin, pasadlo bien, chicos. Tengo
prisas. ¡Nos vemos…!
—El entrenador Evans tiene amigos bastante extraños… —comentó Eugene,
colocándose mejor las gafas.
—Bueno, el entrenador tampoco es que sea muy normal que digamos —se rió
Adé.
—Es estupendo. Me alegra que el ambiente del equipo haya cambiado.
—Sí. Ahora todos quieren ganar de verdad.
—Tengo tantas ganas de entrenar que casi no puedo aguantarme —Gabi sonreía
con gran emoción.
—No tengas prisas. Te han dicho que esperes dos o tres días, ¿no? —le
sonrió Riccardo.
—Arion y JP se esfuerzan mucho y no quiero que me dejen atrás.
—Es verdad —Riccardo se levantó de la banqueta del piano—. Sé que todos sus
esfuerzos nos ayudarán a llegar a la victoria.
—Contamos contigo, capitán.
—Sí… —asintió, mirando a su mejor amigo.
—Chicos, no quisiera interrumpir este momento tan maravilloso, pero en
serio, Gabi, no me distraigas al niño con tus preciosas sonrisas. Sois
demasiado adorables juntos y para mi dolor de cabeza no es bueno.
—Profesora Schiller —se sorprendió Gabi—. ¿Hoy tenías clase? —miró a
Riccardo.
—Tuve que cambiar horarios esta semana y quedamos para hoy —suspiró Estela,
frotándose las sienes—. ¿Cómo vas del pie, Gabi?
—Mejorando. ¿Se encuentra bien, profesora Schiller?
—Creo que tuvo una gran noche de diversión, ¿no, profesora? —Riccardo
sonrió con diversión.
—Oh, sí, menuda cogorza me pillé anoche. Pero calladitos, solo vosotros dos
sabéis que ahora mismo tengo resaca —se dejó caer en el sofá de la habitación
de Riccardo, al lado de Gabi—. Jesús,
María y José, no vuelvo a beber en lo que me queda de mes…
Tanto a Riccardo como a Gabi les hacía gracia cuando la profesora Schiller
maldecía en español. Lo encontraban cuanto menos curioso.
—Ah, profesora Schiller, Samguk, Subaru y Wan-Chang me han comentado que
hoy irían a ayudar a JP —comentó Riccardo.
—¿En serio? —Gabi lo rumió un poco—. Quizás sea porque quieren que los
novatos mejoren todo lo posible antes de que ellos se gradúen…
—Creía que solo iría Guille —murmuró Estela—. Esperemos que no se carguen
al pobre JP. Bueno, tóquenos algo suave, señorito Di Rigo. El señorito García y
yo disfrutaremos de sus obras maestras, aquí sentaditos.
—¡Arion, JP! ¡Hora de comer! —Skie mostró la nevera que llevaba a los
jugadores.
—¿Cómo lo haces para estar siempre en todos lados, Guille? —bromeó Rubén en
cuanto le vio.
—Yo como Dios, en todas partes —le respondió con una gran sonrisa—. Me
muero de hambre.
—Primero lavaos las manos —avisó Silvia antes de empezar a extender la
toalla en la hierba.
Una vez que todo estaba dispuesto, los adolescentes más Guille comenzaron a
devorar todo lo que había.
—¡Está riquísimo!
—¡Delicioso!
—¿A que sí?
—Así que este es el sabor de la comida de tu tía Silvia, ¿no? —le preguntó Samguk
en tono confidente.
—Sí —contestó Arion alegremente.
—¿Eh? ¿Qué decíais, chicos? —preguntó la nombrada.
—¡No, nada! ¡Que todo estaba muy rico…!
—¿De verdad? —ella sonrió a Arion—. Pues que sepáis que lo ha hecho todo
Rubén.
—¿Eh? —se sorprendió el portero—. ¿No lo ha hecho tu tía Silvia?
—Pues claro que no, lo he hecho yo —saltó Rubén—. ¿No te gusta?
—¡Está buenísimo! —dijo rápidamente Samguk.
—Ya tendréis ocasión de probar la cocina de Silvia. En otro momento, claro.
—Bueno, ¿y ya habéis conseguido la supertécnica? —preguntó su novia.
—No, todavía hay algo que no funciona —respondió JP con algo de
resignación.
—JP está combinando bastante bien el salto y el remate de cabeza, pero… —comentó
Arion.
—¿Salto y remate dices? ¿No es exagerado querer ambas cosas?
—Sobre todo para una primera supertécnica —añadió Rubén a lo dicho por la
exgerente.
—¿Y qué sugieres? —intervino Guille—. ¿Que se centre solo en una?
—Siempre he creído que cuando nos liamos, solo tenemos que pensar si hay un
modo más sencillo.
—Pues en tu juventud no creo que siguieras del todo ese consejo… —Guille
menó las cejas pervertidamente, mientras le lanzaba miraditas a Rubén.
Silvia enrojeció, captando lo que quería decir.
—El remate de cabeza siempre va a tener menos potencia que un tiro normal —soltó
Subaru.
—Claro… Es verdad, a lo mejor me faltaría fuerza…
—¿Y por qué no intentas aprovechar el impulso del salto? —sugirió Samguk
Han—. Puedes devolver el balón con las piernas.
Esa idea entusiasmó tanto a JP como a Arion. Guille le dio una palmada algo
fuerte a la espalda del niño.
—Pues decidido. Remata con las piernas y listo.
—Pero para eso tendrías que saltar mucho más alto de lo que has hecho
nunca, tú —objetó Wanli.
—Tranquilo, parece que ha nacido con muelles en los pies este chico —dijo
Guille, totalmente confiado—. Tú puedes. Confiamos en tus capacidades,
pequeñajo.
Y así estuvieron, entrenando con JP para que le saliera la supertécnica. No
la consiguió hacer hasta que el sol no empezó a ponerse por el horizonte.
—¡Lo logré! ¡Lo logré! —pegó un gran salto.
Guille, de pura emoción, fue lanzando al chico en el aire y cogiéndolo al
vuelo. Todo el esfuerzo y las caídas al suelo habían dado sus frutos. Por fin
JP había completado su Salto Incandescente.
—Y lo mejor de todo es que es una supertécnica de tiro —hizo notar Guille.
—Hemos recibido órdenes del Sector Quinto. Nuestro siguiente contrincante
será el instituto Raimon.
—A la orden, comandante —el capitán del equipo se cuadró de hombros, como
un pequeño soldadito bien entrenado.
El entrenador sonrió, murmurando:
—Debe de ser cosa del destino.
Cuando el adolescente abandonó la habitación, el entrenador se recostó
contra su silla. Con aire divertido, dijo:
—Parece que tu trabajo comenzará antes de lo previsto, Takagi…
La chica rubia situada a su izquierda entrecerró sus ojos rojos en
dirección al hombre.
—No me jodas. Tú más que nadie estás deseando enfrentarte de nuevo a Mark.
—Como en los viejos tiempos —comentó el otro chico con parche en el ojo,
situado a la derecha del entrenador.
Los tres sonrieron con nostalgia.
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El Raimon por fin
se entera de quién será su próximo contrincante. Y para sorpresa de los más
novatos, por fin verán en primera persona y con sus propios ojos al némesis de
toda la vida del Raimon. Eso supondrá que viejos conocidos den más de un susto
inesperado a nuestros jugadores. ¿Cómo se lo tomarán?
Si lo queréis
averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: LA CLÁSICA RIVALIDAD
¡¡¡Esto es fútbol
al rojo vivo!!!
Yo publicando siempre in extremis xD Bueno, bueno, las cosas parecen ponerse más interesantes con el nuevo oponente ;)
¡Hasta la próxima!
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