CAPÍTULO 22- GUILLE Y LAS CITAS
—Bueno, ¿y qué se supone que estamos haciendo aquí? —preguntó Estela—. Es
fin de semana, no quiero pasar más horas en el instituto.
—¿Ni siquiera en el Edificio Fútbol? —preguntó Joss.
—Ni siquiera aquí. Me comprenderías si estuvieras trabajando todos los días
aquí.
—Bueno, no me extraña —comentó Yuuto—. Es agotador tener que estar
aguantando a tanto mocoso suelto.
—Pero tú tienes a ese portero que va detrás de ti, ¿no? —habló Eve—. ¿No es
algo adorable?
Yuuto miró amenazantemente a la pelirroja.
—¿Cómo? —se sorprendió Saki—. ¿Pero qué hay de Edgar? Creía que estabais
prometidos.
Esa suposición creó un alboroto entre los demás, que fueron a confirmarlo
con la portera. Yuuto quería matar a todos los que estaban en la sala.
—¡Por supuesto que no! ¡¿Qué bobadas son esas?! ¡¿Dónde coño has leído
eso?!
—Guille nos lo contó —respondió Ken—. Dice que lo había leído en alguna
revista del corazón.
—Hablando de Guille, ¿dónde demonios se ha metido? —preguntó Andrea.
—Deberías saberlo tú, eres su mejor amiga —comentó Rubén.
—Pero no estoy las veinticuatro horas del día pegada a él —resopló.
—¿Por qué no ha venido Celia? —preguntó Yeidi—. ¿Es que esta es una reunión
secreta o algo así?
—Tampoco han venido Silvia, Einar y Nelly —observó Annie.
—¿Entonces por qué nos ha convocado Guille aquí? —cuestionó Gregori.
—A saber —se encogió de hombros Estela—. Que alguien lo llame antes de que
me largue de aquí.
Dicho y hecho. Las puertas automáticas de la sala se abrieron, dejando paso
a Guille con una enorme sonrisa, radiante.
—Encima que nos citas aquí un sábado por la mañana y sin previo aviso,
llegas tarde —le reprendió Andrea.
—Ay, H, las personas importantes siempre llegan con algo de retraso. ¿No
sabes que eso es de buena educación?
—¿He tenido que madrugar para esto? —bostezó Gregori.
—¡No os preocupéis! ¡Que habéis tenido que venir para esto!
Todos quedaron impactados ante la conocida voz. Guille fue apartado de un
empujón por nada más y nada menos que Sue Hartland, su antigua amiga de juegos
y aventuras.
—¡Pero bueno, no seas tímida! ¡Ven aquí!
—¡Te he dicho que tengo cosas que hacer!
Los demás estiraron sus cuellos para ver con quién demonios estaba hablando
Sue. La peliazul desapareció de nuevo por la puerta y segundos después, una
mujer con cabellera rojiza trastabillaba hasta estar enfrente de ellos.
—¡Tori! —sonrió Eve.
—¡Dejad paso a la futura primera ministra de Japón! —anunció solemnemente
Sue.
—¡Cállate, idiota! ¡Me vuelvo a mi casa!
—¿Pero no decías que tenías cosas que hacer?
—¿Esto qué es? ¿Una antigua reunión de la infancia o cómo? —preguntó Joss.
—Yo creo que más bien es para ponernos todos al día —sonrió Yuuto—. ¿Hacía
cuánto que no nos reuníamos tantos?
—Desde enero, en la boda de Nelly y Einar —recordó Estela.
—Eso no cuenta —replicó Rubén—. Éramos cuatro gatos contados.
—Tenemos que hacer una en condiciones —propuso Annie—. Hace años que no os
veo y nos lo pasábamos muy bien cuando estábamos juntos.
—¿Entonces hemos venido a eso? —preguntó Yeidi—. Pero falta mucha gente…
—No somos ni una cuarta parte —asintió Saki.
—Yo ni siquiera tendría que estar aquí —suspiró Tori—. Cuando me quise dar
cuenta, Sue apareció delante de mí y me secuestró.
—Esto es una pérdida de tiempo —dijo Ken.
—Alto ahí —detuvo Guille, antes de que se le ocurriera largarse—. Chicos,
chicas, nos hemos reunido aquí…
—Para reunir en santo matrimonio… —siguió Sue.
—¿Otra vez con vuestras tonterías? —se quejó Tori.
—En realidad, sí que estamos aquí para unir en matrimonio a una persona —intervino
Annie.
—Debía haber sabido que tú estarías metida en esto —comentó Andrea—. Desde
el mismo momento en que apareció Sue por esa puerta.
—Oh, vamos, los casamenteros están de vuelta —sonrió Guille.
—Falta Hikari —soltó Gregori—. Recuerdo que erais vosotros cuatro contra la
soltería.
—Me apunto esa frase —comentó Guille—. Tiene gancho. ¿Te importa si la uso
como eslogan de mi empresa?
—Solo si me pagas los derechos de autor —sonrió el español.
—¿Qué te parece si te consigo una pareja?
—No, gracias.
Sue carraspeó escandalosamente y miró con decisión a todos sus amigos de la
adolescencia.
—Estamos aquí porque tenemos una muy difícil misión ahora mismo. Pero no
podemos ponerla en marcha por el momento.
—Y os preguntaréis… ¿Por qué? —continuó Guille—. Fácil. Nos faltan dos o
tres personas.
—¿Dos o tres personas? —Joss arqueó las cejas.
—Todo depende de si puede venir o no —asintió Annie—. Pero mientras tanto,
os iremos contando algunos detalles. No hace falta que os diga de qué se
tratará, ¿no?
—Estando vosotros tres juntos, nada puede salir bien —comentó Tori—. Estoy
segura de que será alguno de vuestros desvaríos.
—¿A quién vais a emparejar? —preguntó Ken.
—¡Pues a mi queridísima Celia! ¡Está claro! —exclamó Annie, toda
emocionada.
—¿Con quién? —preguntó Yuuto con curiosidad.
Andrea entrecerró los ojos. Eve se puso pensativa. Por lo que tenía
entendido, hasta ese momento las cosas habían estado calmadas y Guille no había
hecho de casamentero con sus amigos desde hacía años. ¿Entonces qué había
cambiado?
—Pues con Scotty, claro está —soltó Sue con obviedad.
—¿Con el duende enano? —Estela arqueó las cejas.
—Lo dice la que es un tapón comparada con su marido Xavier —se burló Guille.
—Entonces es más de lo mismo con Eve —agregó Greg.
Las dos chicas miraron con aura asesina a los chicos. Ellos retrocedieron
con miedo.
Annie sonrió al ver eso. Le transportaba a los tiempos en que solo se
preocupaban por sacar buenas notas y jugar al fútbol siempre. Sin más
preocupaciones. Pero echaba en falta a más gente, más bullicio, más voces, más
jaleo. Algún día, todos volverían a reunirse y a crear alboroto.
La morena salió de sus cavilaciones cuando las puertas volvieron a abrirse.
Las figuras de Celia, Einar, Silvia y Nelly entraron a la sala.
—Anda, ¿qué estamos celebrando? Buenos días —saludó alegremente Celia.
—Pues tu inminente boda con Scott Banyan —soltó Annie sin miramiento
alguno.
Yuuto reprimió una carcajada. Saki abrió enormemente los ojos. Einar,
Silvia y Nelly sonrieron sin más remedio. Guille y Sue le dieron una mirada de
depredador a la peliazul. Tori terminó suspirando.
—¡¿C-cómo que mi boda?! —Celia se escandalizó, con el rubor invadiendo sus
mejillas.
—¿Entonces no te importa que sea con Scotty? —Joss le miró pícaramente.
—Sí, no veo que hayas protestado sobre tu prometido —Rubén le siguió el
juego con una risita.
Gregori se rió al ver que Celia se ponía roja como un tomate. Annie abrazó
efusivamente a Celia, riendo con los demás.
—¡¿Pero qué cosas estáis diciendo?! ¡No digáis bobadas!
—¿Entonces nos hemos reunido aquí para planear cómo juntar a Celia con
Scotty? —preguntó Nelly.
—Así es —asintió Einar con una gran sonrisa.
—Ah, esto me trae recuerdos… —sonrió Silvia—. Me acuerdo de la que liabais
vosotros tres.
—Cuatro —corrigió Estela—. Falta Hiki, que por desgracia está en Italia.
—O viajando por el mundo —añadió Gregori.
—Seguro que tiene mejores cosas que hacer —replicó Tori.
—¿Y por qué así de repente? —preguntó Silvia—. ¿Eso es porque se
reencontraron el otro día?
—Exactamente —asintió Guille—. Siempre creí que hacíais buena pareja.
—Pero el tiempo y las circunstancias os separaron —siguió Sue.
—Esto es el destino —exclamó Annie—. Os habéis vuelto a reencontrar —sonrió—.
Eso debe ser una señal de la vida, que os quiere juntos. Me pido ser la dama de
honor. Lo he dicho yo primero, que conste.
—Bueno, eso ya lo veremos —dijo Guille—. Cuando se haga el anuncio del
casamiento, lucharemos a muerte.
—¿No veis que estáis asustando a la pobre? —señaló Tori.
Celia quería huir de todos esos locos, pero Annie le había agarrado con
bastante fuerza con disimulo. Había leído sus intenciones.
—Una cosa es que queráis hacerle unas citas y otra muy distinta es que se
enamoren de verdad —expuso Yuuto—. Vamos a ver, ¿a ti te gusta, Celia?
La profesora puso cara de no entender nada.
—¿Gustar en qué sentido?
—¿Te estás haciendo la tonta o qué? —Annie quiso pegar a la peliazul.
De hecho, lo intentó, pero la profesora supo esquivar el golpe.
—Deja, que lo intentamos las dos juntas —ofreció Sue.
—¡Ni siquiera había pensado en eso…! —Celia volvió a escabullirse,
asustada.
—Eso se puede interpretar como que no le desagrada, ¿no? —preguntó Guille.
—Pero tampoco quiere decir que le guste, idiota —replicó Andrea.
—¿Y por qué tan de repente esto? —preguntó Silvia.
—¡Porque el otro día vi algo muy raro…!
—¿Qué viste? —preguntó Eve.
—¡Hubo un hombre peliazul que saludaba con demasiadas confianzas a Scotty!
¡Uno joven y guapo!
Ken miró a su novia. Saki ya tenía ojos de lince al escuchar aquella
información.
—¿Te estás refiriendo a Hal Löwén? —preguntó Rubén—. Pues yo no lo vi raro…
—¡Eso es porque lo ves con ojos de heterosexual! —exclamó Guille—. ¡Pero mi
gaydar me dice algo distinto!
—Tiene muy buen corazón por lo que he podido ver y siempre es muy amable
con todos —comentó Silvia—. ¿Tal vez lo estáis confundiendo con amabilidad?
—¡Imposible! —gritó Annie—. Tenía una sonrisa discreta, como si le diera
cierta vergüenza. ¡Y solo saludó a Scotty!
—¿Y no sería porque Scotty era al único que conocía del grupo? —arqueó Greg
una ceja.
—Sí, todos los demás éramos desconocidos para él —asintió Eve.
—¡Nuestros instintos nunca fallan! —bramó Guille.
Lejos del alboroto, Saki se acercó con cautela hasta Silvia para preguntar
por el tal Löwén y así poder hacerle una visita. Ken suspiró, viendo que su
novia fujoshi no tenía remedio.
—Vale, digamos que tenéis razón —dijo Yeidi—. ¿Entonces qué haréis? ¿Estáis
seguros de que a Scotty no le gusta tampoco?
—Bueno, también tiene el pelo azul, al igual que Celia —señaló Saki sin
poderlo evitar.
—¿Y eso qué tiene que ver? —arqueó Nelly una ceja.
—Scotty y Celia se conocieron antes, ¿no? —dijo Einar—. Quizás sea porque
le recuerda al pelo de Celia.
—Pero si ni siquiera tienen el mismo tono —bufó Estela.
—Sigue siendo azul —Yuuto se cruzó de brazos.
—Bueno, pues para eso tenemos que probar, ¿no? —dijo Sue.
—Eso, eso —asintió Guille—. Y si no sucede nada, pues a otra cosa. Los
dejamos estar.
—¿Tengo voz y voto al menos? —preguntó Celia.
—Está claro que no, Celia, querida —sonrió Annie.
—Sigo pensando que ese rival amoroso es una confusión, pero vale —Silvia
rió suavemente—. Además, eres la única de las gerentes que no tiene nada.
—¿Cómo que la única? —se escandalizó Celia—. Que yo sepa, Cammy tampoco lo
tiene.
—Bueno, pero eres la única que queda aquí —sonrió Eve.
—También queda Greg —señaló Einar.
—Pues ahora que ya lo tenemos decidido, ¿qué hacemos? —preguntó Joss,
emocionada—. Porque no creo que nos hayáis reunido para decirnos esto, ¿no?
—No pienso participar —Tori se negó en rotundo.
—Preferiría mantenerme al margen de todo este jaleo —asintió Nelly.
—Oh, vamos, será divertido —sonrió Estela.
—¿Por qué? —preguntó Ken.
—Pues porque será gracioso ver cómo intentan organizarles una cita exitosa —respondió
Rubén.
—Sois unos liantes —suspiró Greg, no pudiendo no sonreír.
—¡Pues claro que no es divertido! —gritó Celia, toda indignada.
—Yo quiero verlo en vivo y en directo —a Einar le salían brillitos de los
ojos.
—No sé yo… Sigo pensando que esto es un malentendido… —murmuró Silvia.
—Oye, que tampoco nos vamos a comer al tal Löwén —bufó Sue.
—Eso, eso, solo involucraremos a Celia y a Scotty, nada más —apoyó Annie.
—Pero bueno, tampoco descartamos que tengamos que echar una manita de más
si todo se alarga un poco demasiado —comentó Guille.
—Ni que fueran mafiosos —sonrió Saki.
—Pues tampoco estaría tan segura… —dijo Andrea.
—Ay, H, qué desconfiada eres.
—Bueno, ¿y qué es lo que tenéis planeado y cómo os ayudaremos? —preguntó
Eve.
—¡Estáis todos locos! —chilló Celia, intentando escapar.
Annie se encargó de retenerla.
—Así nos quieres —sonrió Yuuto.
—Está claro que voy a tener que encargarme de la logística —suspiró Nelly
con pesar.
Nelly Raimon escuchó atentamente los planes que habían pensado los
casamenteros. Luego fue dando órdenes a diestro y siniestro para que toda
aquella pantomima saliera a la perfección. Y así poder librarse de esos tontos
de una vez por todas. Porque Nelly pensaba que una vez que se salieran con la
suya, dejarían de joder con eso de querer juntar a los solteros con alguien
más.
—Está claro que ha nacido para mandar —Yuuto se rió por lo bajo.
—El día en que recupere su puesto en el Raimon, gobernará con mano de
hierro —comentó Rubén.
—Está claro que instaurará su reino del terror —añadió Estela.
—No quisiera estar bajo su mandato —dijo Gregori.
—Tampoco puede ser tan mala —sonrió Sue.
—Pero si es terrorífica —repuso Tori.
—Ya que estás tan de acuerdo con todo esto, lo harás tú solito mientras yo
miro desde la distancia, ¿de acuerdo? —le dijo Silvia a Rubén.
—¿Me dejas en la estacada? —se llevó una mano al pecho dramáticamente.
—No digas tonterías, ¿quieres? —le sonrió con dulzura.
—A lo mejor esta noche duermes con Spotter —se rió Yeidi.
—No te preocupes, yo te ayudaré —Einar se mostraba muy emocionado—. Y si no
accede por las buenas… —su mirada pasó a ser una más seria.
—Cualquiera diría que le darás una paliza y lo llevarás a rastras —Joss se
carcajeó.
—Pues mala idea tampoco sería —opinó Eve.
—Sois unos salvajes —suspiró Andrea.
—Capitán, a tu señal, empezamos —Guille miró a Ken.
En realidad, todos miraron en dirección a Ken. Sasaki se quedó estático un
momento, sin entender nada.
—¿Qué? —atinó a preguntar.
—Tenemos que esperar a que el capitán dé el visto bueno —explicó Annie.
—Ya no soy vuestro capitán —miró hacia las gerentes y a Sue y a Tori—. Lo
sigue siendo Mark, no yo.
—Bueno, creo que siempre tendremos a dos capitanes queramos o no —comentó
Greg.
—Una vez capitán, siempre capitán —le sonrió Saki.
Ken terminó suspirando.
—Está bien, sí, haced lo que queráis.
—¿Entonces decís que Steve quiere verme para ver si podemos organizar una
pachanga?
—Sí —asintió Rubén—. Además, dice que quiere verte después de tanto tiempo.
—¿Pero no sería un poco injusto tener que jugar contra un grupo infantil? —Scotty
arqueó la ceja.
—Bien que no tuviste reparos en hacer que los niños del Raimon jugaran contra
vosotros —recordó el español.
—¡E-eso fue porque no tuve otra alternativa…! ¿Y tú qué opinas,
entrenadora?
—Bueno, creo que nunca hay que subestimar a nadie, por muy niños que sean —sonrió
Silvia suavemente—. Tal vez os puedan enseñar alguna que otra cosa nueva, ¿no?
—Así que estás de acuerdo en que aplastemos a esos niños, ¿eh? —sonrió
Scotty con maldad—. Muy bien, muy bien, como ordene la entrenadora.
—N-no he dicho eso.
—Einar también quiere ir contigo —informó Rubén—. Dice que quiere conocer a
otro de los siete originales del Raimon. Oh, y creo que Greg dijo algo de sus
niños de España. Tampoco me enteré muy bien. Me parece que dijo que se iba a
pasar por ahí.
—¿Cómo? ¿No vais a venir?
—¿Y por qué tendría que ir yo? —sonrió el joven—. Solo soy el ayudante de
la entrenadora. Y Silvia tiene cosas que hacer. Ni que no pudieras ir tú solo.
—Ya, pero… ¿Dónde tengo que ir?
—Os veréis en el café de Joss —informó Silvia—. No te preocupes, Einar ya
sabe dónde es.
—Oh, bueno, entonces será mucho más rápido y cómodo. Oye, gracias por el
té.
—Un pequeño tentempié mientras esperamos a que Einar venga, nada que
agradecer —sonrió Rubén.
Mientras esperaban a que el noruego apareciera, se pusieron a comentar
estrategias y futuros planes para el Edad Dorada. Estaban enfrascados en un
interesante nuevo plan de entrenamiento cuando Einar interrumpió de forma
escandalosa.
—¡Ya estoy aquí! ¡Perdón por llegar tarde! ¡Nelly me ha entretenido!
—Vale, vale, no hace falta que nos digas cómo —sonrió Scotty con cierta
maldad, mientras se levantaba—. ¿A qué hora hemos quedado allí?
—Creo que para la hora de comer.
—¿Crees? —Scotty arqueó una ceja.
—No le entendí muy bien…
—Simplemente, id —suspiró Rubén.
—Hasta luego —se despidió Silvia—. Ya me diréis cómo ha ido.
Scotty se vio algo abrumado por la emoción avasalladora del noruego
mientras hablaba de fútbol. Y eso que solo habían llegado hasta la entrada. Por
más que llevara tiempo jugando con él, nunca se acostumbraría. Cuando giraron
por la esquina, Silvia dejó salir un pequeño suspiro de alivio. O de
resignación. Ambas opciones eran posibles.
—Solo espero que no haya demasiadas repercusiones…
—¿Qué es lo peor que puede suceder? —Rubén intentó tranquilizarla,
acariciando su espalda—. Mira, lo peor que contemplo yo es que Scotty la
rechace épicamente y se largue del sitio.
—Sí, bueno —suspiró ella—. Mejor no pensemos ahora en eso. Todavía te queda
un duro día por delante.
—¿Cómo tu siervo y esclavo? Cariño, me convertí en eso justo en el día en
que te dije que te escribiría todas las canciones de amor que quisieras.
Silvia rió suavemente como respuesta.
—¿Celia era tu amiga?
Scotty miró con algo de extrañeza al noruego.
—Sí, ¿por qué?
—¿Hacía mucho que no la veías?
—Bastantes años.
—Pero vivís en la misma ciudad, ¿no?
—Eh… sí —Scotty arqueó una ceja.
—¿Entonces por qué nunca habéis quedado?
—No lo sé, la verdad. Supongo que nunca hemos tenido oportunidad —el
capitán del Edad Dorada se encogió de hombros—. Inazuma no es una ciudad muy
pequeña. Es normal que no se coincida.
—Pero ahora sí, ¿no?
—¿Sí qué?
—Que ahora sí que quedaréis más, ¿verdad?
Scotty se detuvo de golpe, mirando cada vez peor a Einar.
—¿A qué demonios viene este interrogatorio, Einar? ¿Qué es ese interés tan
repentino?
—¡Es que tengo curiosidad…! —sonrió el noruego.
—Ya me he dado cuenta de eso. ¿Pero por qué quieres saberlo?
—Es que me han contado que de pequeños teníais bastante buena afinidad.
—¿Quién demonios te dijo semejante tontería? ¡Pero si Celia era un demonio...!
—¿Qué? ¿En serio? —Einar se sorprendió—. A mí me dijeron otra cosa.
—¿Qué te dijeron? ¿Y quién?
—Fue Guille. Me dijo que los que se pelean, se desean. Yo creo que hacéis
buena pareja. Como Nelly y yo.
A Scotty se le quedó cara de póker ante esas palabras. Entonces comenzó a
sospechar. Que Guille le hubiera dicho eso a Einar era demasiado extraño. ¿Por
qué estaban hablando de ellos dos en primer lugar? Sufrió un escalofrío de
golpe, sin venir a cuento. Su instinto de supervivencia se activó y miró con
sospecha a Einar. El noruego seguía sonriéndole como el buenazo que era el
joven.
—¡Oh, hola Steve…!
Justo cuando Scotty se giró, no vio el cambio de expresión de Einar. De una
sonrisa dulce amable pasó a una mirada feroz y decidida, cumpliendo órdenes
como si la vida le fuera en ello. Y su misión era esa: hacer entrar a Scotty en
el café de Joss.
Como Scotty era del tamaño de un elfo y con apariencia de uno, no le fue
demasiado difícil meterle un buen empujón para que atravesara las puertas del
local. Cuando Banyan quiso darse cuenta, Einar había cerrado la puerta desde
fuera y se había esfumado cual auténtico ninja. Maldijo a todos sus ancestros y
a todo lo que se moviera mientras zarandeaba las puertas.
—Maldita sea, tenía que haber sabido que era una de esas locuras de esos
majaderos —suspiró, resignado por el momento—. Seguro que ese idiota de Guille
estará detrás de todo esto. ¡Y encima usa a Einar…! Espera, ¿Rubén y Silvia
también sabía de esto?
Scotty pegó un grito cuando se giró hacia el interior del café. Delante de
él, una mesa ya estaba preparada. Vasos, cubiertos, platos y servilletas para
dos comensales. Y al final de la mesa, estaba sentada Celia. Sonriendo.
Eso fue demasiado terrorífico para él.
—¿No ves que está cerrado, Scotty? A menos que intentes tirar la puerta
abajo, no se puede salir.
—¡Me da igual! ¡Yo tengo que salir de aquí como sea! —gritó Scotty,
sacudiendo más la puerta.
—Entonces llévame contigo —murmuró Celia en un suspiro.
Cuando Scotty se cansó de pelearse contra la puerta, decidió probar por
otros lados del local. La puerta a los baños estaba cerrada, al igual que con
la de la cocina. Intentó mirar dentro, pero no vio a nadie. Aun así, sabía que alguien
tenía que haber ahí por narices.
Fue entonces que se dio cuenta de que Celia se veía bastante relajada a
pesar de haber sido encerrada con él en aquel sitio. Incluso seguía sentada.
—Oye, ¿es que no me vas a ayudar a buscar una salida o qué? —le reprochó,
acercándose a ella—. ¿O te vas a quedar ahí sentada sin hacer nada? ¿También
estás metida en esto?
Scotty se calló de golpe en cuanto vio la sonrisa de sufrimiento que le dio
la profesora. Se dio cuenta de que literalmente estaba atada a la silla. Por
eso no se había movido en todo ese tiempo.
—¡Pero bueno…! —exclamó, yendo a liberarla al momento—. ¿Quién demonios te
ha hecho eso?
—¿Tú qué crees? —suspiró con alivio, sobándose las muñecas.
Celia retiró la silla y dejó ver que también la habían amarrado de los
pies.
—Gracias —le regaló una suave sonrisa—. No sabía cuánto tiempo más iba a
estar aquí secuestrada.
—Seguimos secuestrados por esos lunáticos, Celia —Scotty puso cara de póker—.
¿Qué pretenden?
Celia quiso que la tierra se la tragara enterita. ¿Cómo le explicaba que en
realidad ella sabía cuál era el plan? Scotty no le creería si le decía que de
verdad había sido llevada allí en contra de su voluntad.
Por suerte para ella, al joven se le cruzó un cable y empezó a chillar como
un loco para que le dejaran irse. Al principio le resultó gracioso, pero luego
se cansó y empezó a colocar toda la comida que había en un carrito. Comida que
habían tenido la gran amabilidad de dejar a su alcance antes de cerrar todo a
cal y canto.
—¿Cómo puedes estar comiendo en un momento como este? —Scotty alucinaba.
—¿Qué? Tengo hambre. Y está claro que no vamos a poder salir de aquí en un
buen rato. Por lo tanto, te aconsejo que te sientes y al menos devores lo que
hay aquí. Por cierto, está buenísimo. Me pregunto quién lo habrá hecho.
—¡Me niego a comer!
—Bueno, tú sabrás. Pero al menos prueba esto.
—Casi lo matas del empujón —se rió Yuuto por lo bajo.
—¡N-no era mi intención…! —se avergonzó Einar.
—Ha sido cómico ver cómo lo empujabas dentro —sonrió Greg.
—¡Silencio…! —pidió Sue—. ¡Que no puedo escuchar bien…!
—¿Para qué quieres escuchar? —Tori le miró mal—. Lo que hablen es cosa
suya, no tenemos que estar aquí cotilleando.
—¿Entonces por qué estás aquí? —Estela arqueó una ceja.
—¡Pu-pues porque Sue me ha obligado…!
—Ya, claro —asintió Guille—. Haremos como que te creemos y que no te va la
marcha.
—¿Quién tuvo la idea de la comida española? —preguntó Ken.
—Yo —le respondió Saki—. Creo que así será mucho más divertido para ellos.
—Hacía tiempo que no cocinaba nada español —sonrió Joss—. Y he tenido unos
ayudantes muy buenos —miró a Andrea, Estela, Yeidi, Gregori, Saki y a Guille,
los otros españoles presentes.
—Espero que haya comida suficiente, porque yo quiero probarla —dijo Eve.
—Tranquila, hemos hecho suficiente —tranquilizó Andrea.
—¿Qué os parece si vamos comiendo nosotros también? —propuso Annie—. Ahora
mismo están entretenidos con la comida. Dentro de un rato echamos un vistazo
para ver si necesitan algo más.
—Sí, porque me da la sensación de que estamos observando a unos animalillos
de exposición —asintió Nelly.
—¡Y yo tengo hambre! —protestó Yeidi.
—Bueno, al menos no nos matan de hambre —Scotty se encogió de hombros—. Eso
sí, no vuelvo a confiar en ellos en la vida. Menuda encerrona nos han hecho.
—Yo solo espero que no nos cobren por todo esto —comentó Silvia, devorando
una tortilla de patatas.
Las había de dos clases: con y sin cebolla.
—Pero no des ideas —reclamó Scotty, intentando no reír—. Que al final nos
cobran.
—Hombre, no tendríamos que pagar nada. Hemos sido secuestrados. ¿Cómo han
conseguido traerte hasta aquí? —preguntó Celia, con curiosidad.
—Me dijeron que Steve quería proponer un partido amistoso y algo de que
Gregori también quería o algo así. Einar me llevó hasta este local, que no sé
cuál es, me pilló desprevenido y me metió aquí.
—Es el café de gatos de Joss.
—Ah, creía que me habían mentido en eso también. ¿Y a ti cómo te trajeron
aquí?
—Fue culpa de Annie —suspiró Celia—. Tonta de mí creyendo que de verdad
íbamos a pasar el día juntas como en los viejos tiempos.
Scotty dedicó unos cuantos segundos en observar a Celia. Su antigua amiga
seguía siendo irritablemente más alta que él y su peinado tampoco había
cambiado demasiado. Solo que se comportaba como la adulta que era.
—Al final sí que conseguiste convertirte en profesora. Y ser parte del club
de fútbol —sonrió él.
—¿Eh? —Celia le miró y sonrió—. Sí. Aunque nunca creí que te vería
trabajando en unas oficinas. Recuerdo que de más joven eras un completo
revoltoso.
—Eh, que al final me convertí en el capitán del Claustro Sagrado a pesar de
ser como era.
—Seguro que hubo algún chanchullo.
—¡Por supuesto que no…! —protestó Scotty, totalmente indignado—. ¡Me gané
el puesto de capitán limpiamente!
La risa divertida de Celia detuvo al chico de seguir defendiendo su honor
mancillado.
—La verdad es que creía que te dedicarías al fútbol o algo así. No a un
trabajo donde no tienes demasiada actividad física.
—No tengo suficiente talento como para vivir del fútbol. Pero sí de otras
cosas —dibujó su típica sonrisa.
—¿Tomando el pelo a la gente?
—Oh, vamos, Celia, ya no soy tan inmaduro como antes.
—¿Seguro? —la peliazul arqueó una ceja—. Porque nuestros amigos siguen
siendo los mismos a pesar de los años.
—Esos siempre serán unos niños, pase lo que pase. La estupidez está a
cualquier edad. Y bueno, ¿qué ha sido de tu vida? Aparte de convertirte en
profesora.
—Bueno, parece que ya pueden tener una conversación decente sin gastarse
bromas entre ellos —sonrió Eve.
La pelirroja volvió a la mesa con los demás, para seguir comiendo.
—Brindemos —propuso Guille—. Parece que esta cita está yendo redonda.
Chocaron sus copas.
—Todo gracias a mi perfecta organización —Nelly se echó flores a sí misma.
—¡Eres la mejor! —sonrió Einar, antes de plantarle un buen beso en los
labios.
—Por favor, que aquí hay gente decente —soltó Yuuto.
—No hace falta que me restreguéis en la cara que soy la única chica soltera
del grupo —replicó Annie.
—Estamos en las mismas —le dijo Greg.
Compartieron una mirada de complicidad como los solterones del grupo.
—Eso no es cierto. Nosotras dos también estamos solteras —señaló Sue a
Tori.
—Entonces tenemos que ponernos las pilas y ayudaros —dijo Saki.
—Eso, eso —asintió Yeidi—. No puede ser que seáis los únicos en no poder
disfrutar el sentimiento del amor verdadero.
—Estar enamorado es lo mejor del mundo —sonrió Einar, casi desprendiendo
corazones a su alrededor.
Nelly reprimió su impulso de avergonzarse y ponerse tímida delante de sus
amigos.
—Yo ya lo experimenté —repuso Annie.
—No sería tan verdadero si terminó tan mal, ¿no? —comentó Joss.
—Eso fue más bien culpa mía que suya.
—¿Pero exactamente por qué rompiste con él? —preguntó Andrea—. Podríais haber
seguido siendo pareja perfectamente. A distancia.
—H, que sepas, que las relaciones a distancia son muy duras.
—Y más si ella se va del país de un día para otro —añadió Yeidi.
—Entonces a ella sí que tenéis que organizarle una cita a ciegas, no a mí.
A mí dejadme en paz —dijo Tori.
—No, no, a ti también te tendremos que organizar una cita —insistió Sue—. Y
a Greg.
—Yo paso —se rió Greg—. Regresaré pronto a España, así que no creo que sea
buena idea comenzar una relación aquí.
—¿Y Edgar cómo está? —preguntó Ken de sopetón.
Todos miraron a Yuuto.
—¿Otra vez con la dichosa pregunta? Si tanto queréis saber cómo está,
tenéis su número para preguntárselo a él mismo —la rubia rodó los ojos con
fastidio.
—Es que nos extraña que no esté profesándote su amor verdadero —sonrió
Nelly—. Creía que era del tipo romántico.
—Oh, ese pamplinas es demasiado romántico —bufó ella—. Prefiero no ser molestada
en esta escapadita, muchas gracias.
—A ver cuándo viene a Japón de nuevo y le saludamos.
—Quieta ahí, Sue, que ese maromo es de Yuuto —Guille miró mal a su
compañera de aventuras amorosas.
—Te lo puedes quedar si quieres.
—Si ninguna de las dos lo quiere, entonces que se lo quede Tori —propuso
Annie.
—¡A mí no me metáis en esto…!
—O Greg —sonrió Saki.
—Me siento halagado, pero no creo que ninguno de los dos bateemos por ese
lado. Sin ofender.
—¿Cómo que no crees? —Sue miró con cierto interés.
—O sea, no sé si a Edgar sí, pero yo estoy segurísimo de que no.
—Hay que preguntárselo a la experta —dijo Estela.
Y todos volvieron a mirar a Yuuto.
—Supongo que no. No sé —se encogió de hombros antes de seguir comiendo.
—Desde luego, menudas vacaciones te estás tomando —suspiró Joss—. Bueno,
creo que ya va siendo hora de que vayamos sacando los postres.
—Si me lo permitís, la creadora de estas delicias tiene que ser quien las
sirva —Eve se levantó de un salto de su silla.
—¡Yo tengo que catar eso primero! ¡Soy la crítica aquí! —Yeidi siguió a la
pelirroja.
—¡Cuidadito con esa manita larga, Yeidi Evans! —advirtió Andrea.
—Eso, eso, que no queremos que haya una boda y un funeral el mismo día —asintió
Guille.
Cuando ya no se pudo estirar más de sí la cita, Joss coló la llave de la
puerta del local antes de marcharse. Annie se encargó de enviarle un mensaje a
Celia para que cerrara el café.
—Lo que deberías hacer es quedarte una copia de la llave. Por si acaso
algún día la necesitas. Como venganza —sugirió Scotty.
—Sí, ¿verdad? —sonrió Celia, guardándose la llave justo después de cerrar—.
Es lo mínimo que podría hacer por los daños morales ocasionados.
—Sí, sobre todo para tu barriga. No veas cuánto has comido.
—Estaba bueno, no puedes reprochármelo —Celia se ruborizó levemente.
—Me pregunto quién habrá hecho el postre. Estaba delicioso.
Los dos se detuvieron. Era hora de que cada uno se fuera por su lado. No
sabían qué decirse sin que quedara todo muy extraño.
—Bueno, creo que es hora de que me vaya —sonrió ella, algo forzado.
—Sí, yo también. Tengo trabajo pendiente.
—Y yo. Demasiados niños.
—Entonces no te entretengo más. Bueno… ya nos veremos.
—Sí… —asintió ella.
—Bueno, pues yo me marcho por aquí.
—Y yo por aquí.
Scotty dio un giro algo rígido e indeciso.
—¡Scotty…!
El corazón del chico se saltó varias latidos ante el llamado. Se giró
rápidamente.
—¿Sí, Celia?
La profesora se dio cuenta de que le había llamado de improvisto.
—A-a ver si nos vemos algún día de estos… sin que nadie tenga que secuestrarnos
—sonrió, intentando disimular su nerviosismo y la cierta incomodidad que sentía—.
O siempre puedes venir al Raimon a ver los entrenamientos. Estoy segura de que
podrías enseñarles un par de cosas, ¿no?
—Descuida, me pasaré por allí a saludaros y a animaros para el Camino
Imperial —Scotty asintió, sonriendo.
Celia se despidió de él antes de cruzar el paso de peatones. Y Scotty se
fue en otra dirección, sintiendo que quizás algo había cambiado de forma muy
sutil.
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Con el Raimon
habiendo vencido en la fase de grupos, el Camino Imperial comienza su fase
nacional. Durante la ceremonia, se presentará oficialmente el otro aspirante a
la candidatura de gran emperador, Seymour Hillman. Pero las sorpresas no
terminan aquí, pues el primer rival del Raimon contará con una cara conocida en
su alineación. ¿Podrá a pesar de todo continuar con la revolución? ¿O ese
factor jugará en contra del equipo?
Si lo queréis
averiguar, no os perdáis el próximo capítulo: LA FASE NACIONAL
¡¡¡Esto es fútbol
al rojo vivo!!!
Bueno, bueno, cuando pensé en hacer este capítulo de parón y relax, nunca pensé que me costaría tanto escribirlo xD Supongo que fue la época de verano que me trastocó la cabeza. Y después de eso, me ha costado salir de ese modo verano. Al final siento que me ha quedado medio raro, pero bueno, qué se le va a hacer.
Siento mucho la tardanza y la poca actividad xD
¡Hasta la próxima!
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