CUARTO ESPECIAL DE NAVIDAD


Aquel domingo la gente estaba animada para realizar sus compras de Navidad y pasear por los centros comerciales, meditando qué comprar para aquellas festividades. Byron y Esther habían quedado para dar una vuelta por el centro de Tokio y observar ya de paso las luces navideñas. Iban cogidos de la mano, comentando las cosas que veían y cómo les iba el semestre.
—¿Entonces ya sabes qué vas a pintar para la exposición de Navidad?
—No —suspiró Esther—. Tengo muchas ideas, pero ninguna me convence, la verdad. Todas muy cliché. Aunque siempre tengo la opción de no presentarme.
—Pero entonces no tendrías una nota extra —se preocupó Byron.
—No sé —la rubia se encogió de hombros—. Siento que últimamente estoy falta de inspiración. O sea, tengo ideas, pero no me convencen.
—¿Y cómo es que me entero de eso ahora? —la miró sorprendido—. ¿Desde cuándo te pasa?
—Ni idea. Supongo que será el estrés de las clases, proyectos, trabajos y exámenes —suspiró Esther—. De tan solo pensarlo, ya me dan ganas de tirarme por el primer puente que se me cruce.
Byron cogió sin pensárselo dos veces la mano de su novia y la acarició con ternura. Luego le dejó un beso en la fría mano y la guardó en el bolsillo de su chaqueta, junto a la suya. Esther se sonrojó suavemente por el gesto.
—No te preocupes —sonrió ella—. Seguro que paseando con este ambiente se me ocurre algo.
—No intentes forzarte. Al final conseguirás el efecto contrario.
—Mi querido angelito es muy cálido cuando quiere —se rió levemente.
—Yo soy siempre cálido —se hizo el ofendido—. Entremos al centro comercial, ahí se estará mejor.
Una vez dentro, se dieron cuenta de que tal vez no había sido la mejor solución. El lugar estaba abarrotado de gente, niños cruzándose por un lado, gente empujando por otro. Al menos, la decoración valía la pena. Se entretuvieron mirando los escaparates.
—¿Qué habrá ahí para que tanto niño se acumule? —preguntó Esther.
—Vayamos a mirar.
Se acercaron hasta el grupo de infantes. No entendieron mucho la fascinación de los chavales, pero vieron un montón de juguetes que seguramente eran nuevos.
—¡Yo quiero la camiseta de Mark Evans!
—¡Yo la de Axel Blaze!
—¡Jude Sharp es el mejor!
A Esther le hicieron gracia los comentarios y se giró para compartir una mirada cómplice con su novio. Fue entonces cuando tuvo una iluminación. Byron miraba con nostalgia a los niños hablando de fútbol y de los regalos que pedirían para Navidad. Con la diferencia de alturas y la iluminación en el bello rostro de su novio, Esther parecía que estaba experimentando el éxtasis en ese preciso instante. El corazón le latía a mil. Parecía que estaba sufriendo una taquicardia.
La rubia se miró las manos entrelazadas, cogió su móvil, se alejó un poco para que no se enterara del todo su novio e hizo una foto. Después, la contempló embelesada.
—Ya sé cómo se llamará el cuadro que pienso presentar en Navidad.
—¿Ah, sí? ¿Cómo? —sonrió, mirándola.
La sonrisa de un ángel.
Byron le dio un besito en la frente.
—Ya me lo enseñarás cuando lo hayas terminado.
 
Esther: *envía una imagen* He tenido una iluminación, he sido tan afortunada… \(>///////<)/
 
Esther: Contemplad, simples mortales, a un ángel pisando esta sucia tierra!
 
Byron: CUÁNDO HICISTE ESA FOTO
 
Rubén: oh! Me he quedado ciego de tanta belleza! Mis ojos no han podido aguantarlo!
 
Esther: No mires demasiado, por si Silvia te los saca. O yo, en todo caso
 
Rubén: ¡Silvia nunca me haría eso! TT^TT
 
Silvia: claro, nunca haría algo tan cruel :)
 
Andrea: Más vale que corras, Rubén xD al rubiales no se le tiene que mirar demasiado si uno no quiere quedarse ciego
 
Jordan: ¿Lo sabes por experiencia?
 
Xavier: Se ha puesto celoso xD
 
Bellatrix: Confirmo
 
Kiwill: está claro
 
Kiburn: celosísimo
 
Annie: no le hagáis bullying al pobrecito
 

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