DECIMOTERCER ESPECIAL DE NAVIDAD
Hikari estaba tecleando en su móvil, charlando con sus amigas de Japón. Era
toda una putada estar tan lejos de todas esas amigas tan buenas que había
hecho, pero había valido la pena la separación. Estaba en Italia y Paolo estaba
muy cerca de ella. ¿Qué más podía pedir? Estaba feliz. Ni siquiera el hecho de
saber que era hija de Ray Dark le amargaba la existencia.
Ya no le importaba que su padre biológico fuera aquel psicópata del fútbol.
—¡Hiki!
La nombrada alzó la cabeza rápidamente, solo para encontrarse la gran
sonrisa y esos ojazos azules de su novio. Guardó el móvil y sonrió, dispuesta a
lanzarse encima de Paolo. Y así lo hizo: se tiró sobre él y le dio un gran
abrazo de oso. Paolo fue el primero en separarse, plantando un rápido beso en
los labios de su chica.
—¿Has tenido que esperar mucho?
—¡Qué va! —sonrió—. Acabo de llegar hace poco.
—Hace un frío tremendo —frotó los brazos de Hikari—. Vayamos a alguna
cafetería.
—Creía que iríamos a pasear.
—¿Estás loca? ¿Con este frío? Mejor entrar en calor tomando algo calentito.
—Bueno, pero luego iremos a ver las luces, ¿de acuerdo?
—Está bien, está bien —se rió el italiano.
Paolo le ofreció la mano y ella aceptó encantada.
—Debes echar de menos Japón, ¿no?
—¿A qué viene esa pregunta? —Hikari le miró sonriendo, curiosa.
—Bueno, últimamente estás más pegada al móvil y sonriendo con cierta
nostalgia.
—Sí, bueno… Echo de menos a mis amigos, ya sabes… Lo normal. Parece que se
lo están pasando muy bien.
—¿Y tú no aquí?
—¡Qué pregunta es esa…! ¡Pues claro que sí! Lo sabes de sobra.
—¿No irás por Navidades?
—No, prefiero pasarlas aquí —negó con la cabeza la castaña.
—Marco está que saldrá volando algún día de tanto suspirar —se rió Paolo—. Cada
vez que hablo con él, está suspirando por Danny.
—Las relaciones a distancia son algo complicadas. Menos mal que no corremos
esa suerte —sonrió Hikari.
—Sí, eso es verdad. Hemos tenido suerte.
Y sin venir a cuento, Paolo posó una pequeña bolsa sobre la mesa, junto a
las bebidas que habían pedido.
—Un regalo para ti —explicó el chico.
—Oh, no tenías por qué regalarme nada, en serio —dijo mientras lo abría.
Dentro de la bolsa encontró unos calcetines navideños a juego para colgar
en las chimeneas. O en el árbol. Le encantaron y así se lo hizo saber a su
novio.
—Espérate, que también tengo algo más —añadió Paolo, sacando una bolsa un
poco más grande esa vez—. Ábrelo, espero que te guste.
—¿Y qué hay que no me guste de ti? —bromeó la castaña mientras miraba en el
interior.
Sacó un par de jerséis de pareja con temática navideña. Hikari se quedó
estupefacta.
—Sé que echas de menos Japón aunque intentes negarlo o disimularlo. Y como
tengo entendido que las parejas allí suelen comprarse ropa de conjunto, pues
quería regalarte algo parecido. ¿Te gustan?
Hikari miró con nostalgia la ropa. No podía negarlo, tenía mucha morriña
por la tierra del sol naciente. Pero igualmente agradecía poder estar allí en
aquel país con su novio. Se levantó y se encargó de llenarle la cara de
besitos, para demostrarle lo mucho que lo amaba y cuánto le habían gustado sus
regalos.
—Oh, pero no te he comprado nada a ti.
—Tu sonrisa es mi regalo estas Navidades, Hiki. Verte feliz es lo que
quiero.
—Me vas a matar de amor, onii-chan.
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